Fútbol y Feria en Soria. Abril 2024

Últimamente parece que estoy viajando menos a Soria y no siempre es porque tenga otros quehaceres. El viaje, en ocasiones se me hace pesado y muchos sábados me levanto sin excesivas ganas de conducir en soledad los 220 km de autovía.

Pero este fin de semana pasado, 27 y 28 de abril, sí me he animado pues mi hijo Fernando quería ir a ver jugar al Numancia el domingo y por mi parte tenía que verificar una llave de cierre del sistema de agua en nuestra casa.

A las 16 horas del sábado iniciamos el viaje y una vez que Fernando se ha despertado, duchado y comido, tras una larga noche de fiesta en El Pardo y que él mismo había organizado con otro amigo de la Universidad.

No llega a dos horas cuando estamos ya en nuestro camino de entrada a nuestra casa y eso que hubo que realizar varios desvíos, pues los accesos directos a nuestra casa estaban cortados por motivo de la celebración de un Duathlon que, al parecer, debe tener bastante éxito. Cómo son las modas, la verdad. Se pone de moda un deporte y se exprime hasta los extremos más insospechados. La ciudad y sus carreteras aledañas se han colapsado, pues han sido 2.800 personas las que se han apuntado a este terrible evento, todas ellas disfrazadas con la ropa y complementos de la última moda para este tipo de deporte. Camisetas muy coloridas pegadas al cuerpo, mallas a medio muslo que dejan patente las más variadas formas y tamaños de los genitales, móviles enganchados en el antebrazo con velcro, relojes de muñeca con todo tipo de información sobre tu salud, zapatillas especiales que sus fabricantes indican que sólo sirven para este tipo de deporte y ningún otro, anatómicas gafas de sol al estilo chulo putas del siglo XXI y otra infinidad de ropajes y artilugios que no hacen sino recordarme a mis tiempos de colegio cuando hacíamos unas brutales y agotadoras clases de Educación Física con una cateta camiseta blanca, pantalones cortos azules a medio muslo, calcetos blancos y unas simples zapatillas de deporte sin tecnología alguna de la marca Victoria y si tenías suerte, de las más codiciadas por aquel entonces, unas Adidas.

Con todo el monte que hay en Soria y ponen a estos esforzados deportistas a correr y montar en bicicleta por la ciudad y carreteras asfaltadas. No lo entiendo, pero mi vástago me hace ver que simplemente es una fuente de ingresos para los comercios sorianos. Fuente de ingresos para unos y molestias para otros, añado.

Llueve en Soria y hace frío. Chimenea y al monte para buscar la llave de paso del agua que últimamente parece que nadie encuentra fácilmente. Doy con la llave a la primera y la marco con una simple bolsa de plástico atada a un palo para el que necesite usarla en caso de averías en las casas. Lo actual, lo moderno, habría sido marcar la llave con una baliza de alta tecnología o con su posición GPS controlada por diez o doce satélites americanos de última generación, pasar los datos a alguna aplicación a la que tengan acceso todos los miembros de mi familia y asunto resuelto hasta la eternidad. Bueno, salvo que te quedes sin Wifi algún día. Pero no, sigo creyendo en el marcaje sobre el terreno y con plástico, que además aguanta la lluvia. No falla.

Paseítos hasta el anochecer, cena a base de sopa de fideos y tortilla de patatas precocinada. Muy seca la puñetera tortilla. Es posible que demasiado tiempo al microondas. Compenso con unas latas heladas de cerveza Guiness.

Madrugo, arranco el Land Rover y me dirijo al depósito general de agua para dejarlo lleno y que nadie se quede sin poder ducharse o lavar los platos. Arreglo la casa, lavo los platos, paso la escoba una y otra vez…. y cuando mi durmiente acompañante despierta y se arregla, nos vamos a Soria para disfrutar de un partido de fútbol en el estadio de Los Pajaritos del Numancia contra el Talavera de la Reina. Casi nada. Al parecer es un partido importante para subir, dentro de la segunda división B, del grupo segundo al primero. Es decir, para salir del infierno donde el Numancia ha caído hace unos años. Por entendernos, el Numancia debe estar ahora en lo que antes era la cuarta o quinta división. Eso si existían estas categorías. Ni idea.

No quita emoción alguna al partido que su oponente sea el Talavera de La Reina. Los sorianos cantan a ritmo de tambor sus himnos y como no, canciones de las fiestas de San Juan. El Mac Donald, en el tiempo de descanso aprovecha para publicitarse y regalar una cena, imagino que a base de hamburguesa, si alguno de los dos socios elegidos mete gol desde la mitad del campo (la portería vacía, claro). Sólo uno lo consigue. No parece tan fácil.

Nuestros vecinos de detrás, adolescentes, pero muy al día de todo lo relacionado con el Numancia, con sus comentarios, nos facilitan buena información sobre los jugadores y otras curiosidades del equipo. Eso es afición. Así da gusto.

Nuestro vecino de delante, un tipo con cuarenta y tantos años, no deja de comer pipas sin sal de un tamaño descomunal. “Pipas grandes sin sal”, reza la publicidad de las dos enormes bolsas que el tipo se mete entre pecho y espalda durante los 90 minutos de partido. Las cáscaras bien salivadas las escupe al suelo, por lo que se acaba formando a sus pies una gruesa capa vegetal que posiblemente hasta le aislara de la humedad que transmitía el charco de agua que se mantenía en esa zona debido a una limpieza de última hora. El tipo, al acabar el partido, no contento con haber ensuciado sin sentido su espacio, al levantarse, pisa la alfombra creada con los restos vegetales y los suyos propios y se desplaza por encima de los asientos vacíos, dejando en cada uno de ellos, la huella húmeda de su calzado de mercadillo con abundantes restos del opíparo festín cargado de su ADN. Asientos que estaban impolutos por no haber sido ocupados por nadie y que el cateto se encargó de ensuciar pisoteándolos sin rubor alguno.  A mí, de pequeño, me decían que las pipas ensuciaban el estómago y que no tomara muchas. A este individuo nadie le dijo nada de esto. Pero nada de nada, ni siquiera unas normas mínimas de convivencia y educación. Tampoco le dijeron que, si te tomas dos bolsas enormes de pipas, aunque sean sin sal, algo de agua deberías tomar. Pero ni eso. Ni un solo trago. Qué tío. Debe tener la boca como un estropajo.

El Numancia gana al Talavera por un gol a cero y se celebra con grandes cánticos y bailes al final del partido no solo por el público, sino también por los propios jugadores.

Tomamos carretera hasta Almazán, donde ya es parada obligatoria en nuestro restaurante favorito, el “Antonio”. Pochas con perdiz, huevos rotos con fua, solomillos de jabalí con frutos silvestres y el plato estrella, somarro con patatas. Helado, natillas y café. Para qué pedir más. Impresionante. Para más datos, veinticinco euros por persona.

Da la casualidad de que en Almazán celebran la feria de la caza en su espectacular arboleda y nos pasamos a cotillear un rato y así hacemos algo de digestión. Muchos puestos donde venden gallinas, palomas, faisanes, todo tipo de pájaros, conejos y demás animalillos, ropa de caza, embutidos y muchos panes de estilo rústico traídos de Asturias que, si ya es domingo, estarían como una piedra.  Nos paramos en el puesto del Seprona a inspeccionar las motos que estaban expuestas. Rápido se acercan tres agentes uniformados y nos informan con desilusión que se trata de motos eléctricas, traídas de Estados Unidos, con una autonomía de 90 kilómetros y una batería que cuanto más se usan más disminuye su rendimiento. En mi mente valoro, si algún día me persigue alguno de estos agentes por el monte, los kilómetros que debería aguantar en la persecución para librarme de ellos sin problema alguno. Comentamos las bondades de desplazarse en un buen todo terreno e invitan a Fernando a subirse a la moto a la cual le encienden las luces de policía. Fernando, por favor, una foto. Fernando, por favor, pon cara de mala leche.

Como veis, Soria siempre da para nuevas historias…

UN DÍA EN MARUGÁN. 10 DE FEBRERO 2024

Qué gusto da cuando te invitan a ir a las fiestas de algún pueblecito de este país y te hacen sentir como uno más, notar que eres bienvenido y no tener en ningún momento la sensación de “ser el de fuera”.

Un año más, nuestros queridos amigos Eugenia y Santi nos animan a compartir con ellos, con sus familias y amigos, una jornada festiva, esta vez en el pequeño pueblo segoviano de Marugán, en plena Campiña Segoviana. La excusa para la fiesta son los Carnavales, en concreto se celebra el VI Carnaval Taurino Inter pueblos, donde los disfraces y el toro bravo son los protagonistas.

Tras abandonar la comodidad de la autopista y siguiendo las indicaciones de nuestra amiga, nos metemos en un bonito laberinto de nacionales y comarcales, estás últimas bastante rotas y viradas, para llegar justo a la hora del aperitivo al centro de Marugán. Sin duda es un buen comienzo y podemos disfrutar de unos paisajes realmente espectaculares.

Hacemos tiempo visitando la pequeña iglesia del pueblo que guarda en su interior una espectacular pila románica, un órgano muy colorido y unos techos de madera muy labrada que me recuerdan a los grandes artesanos musulmanes de hace más de mil años. De hecho, no iban muy desencaminados mis pensamientos pues en mis posteriores investigaciones pude comprobar que se trata de un artesonado mudéjar de traza geométrica. El coro, también de madera, da un toque rústico y acogedor a todo el conjunto. En el interior la temperatura es bastante fría y nos acordamos de los últimos adelantos que vimos en una iglesia de León hará un par de semanas.

Hay dos personas en el interior de la iglesia adornando una imagen de la Virgen, los cuales nos informan muy amablemente que el gran tesoro es el órgano del siglo XVI situado en el coro y que sólo hay una persona que viene a tocarlo. Incluso nos comentan que la iglesia original era del siglo XII… En posteriores investigaciones me doy cuenta de que estas personas no tenían mucha idea de la historia de su tan bien cuidada iglesia, pues el órgano es del siglo XVIII y la iglesia del XVI. Precisamente, en el año 1149, la cercana Abadía de Santa María Real de Parracés, obtuvo del Papa Eugenio III un privilegio que consistía en que, los siete pueblos que pertenecían a su jurisdicción eclesiástica, entre ellos Marugán, no tenían permitido levantar templo alguno, obligando así a sus habitantes a acudir a Parracés para los oficios religiosos. En el siglo XVI, este privilegio dejó de tener vigencia, pudiendo los siete pueblos erigir su propia iglesia. Entre ellas, la actual de Marugán, dedicada a San Nicolás de Bari, y la de otros muy queridos pueblos por lo que nos toca, Etreros y Sangarcía.

Nos espera el Bar “La Fortuna”, donde además de poder echar la quiniela, comprar tabaco y alguna revista, puedes tomarte bebidas muy frías y con buen aperitivo. Comienzan los saludos de amigos y familiares, anécdotas, una primera bebida, otra más y otra por si acaso y la última para después. Y así durante un buen rato, donde toda la pandilla invita a rondas y hay que llevar muy bien la cuenta de cuántas se llevan para intentar mantener un mínimo de estabilidad emocional.

En el exterior, comienza un aire fuerte y frío y se acercan unos nubarrones grises, tirando a negros que únicamente auguran buen tiempo. Y así fue. El almuerzo se celebra con acierto dentro del Polideportivo municipal al que nos dirigimos andando durante varios minutos y justo cuando comienza a llover, casi nevar, de forma torrencial. Empapados nos personamos en el local donde había cientos de personas, pero no agobiante por la grandiosidad de las instalaciones. Nuestros amigos despliegan unas enormes mesas que comienzan a llenarse como por arte de magia de bebidas y todo tipo de comidas. Quesos, embutidos de la tierra, torreznos, filetes de pollo, sándwiches y empanadas, hacen compañía al plato estrella del día, una exquisita caldereta de toro bravo muy tierna y con gran sabor.  Además, las raciones son muy generosas y todos podemos degustarlas sin límite alguno. De postre, unas ricas ensaimadas con nata y crema y algo de licor para matar el gusanillo.

Sin demora alguna, hay que salir de nuevo al exterior, donde ha dejado de llover y nos dirigimos a una zona a las afueras del pueblo donde en un pequeño pero recio recinto vallado, disfrutamos de los encierros de tres vaquillas, donde mozos y no tan jóvenes, pero todos valientes, las torean y corren con mucho arte en esta plaza con medio palmo de agua y barro. Entre los valientes, me informan que hay algún novillero ya retirado y muchos jóvenes que entrenan en escuelas de tauromaquia. Sorprende ver la afición a los astados en esta Campiña Segoviana. Niños, padres, abuelos, naturales del lugar e invitados, disfrutamos de lo lindo del espectáculo animado por la Charanga “Jarra y Pedal”, con temas actuales y con mucho ritmo. Cuando la vaquilla no quiere entrar al redil, seis o siete mozos se abalanzan sobre ella y con extremo mimo y cuidado indican al astado el camino a seguir. Casi al final, un mozo se lleva una buena voltereta, siendo asistido por los servicios sanitarios, sirviendo de punto final a tan divertido evento. Esperemos que esta persona se recupere pronto y todo quede en una divertida anécdota para contar a sus nietos.

Las sensaciones están siendo muy buenas. Da gusto encontrarse entre personas que defienden sus aficiones y tradiciones, que quieren a su pueblo y no se dejan influir por las actuales tendencias de buenismo que inundan las redes sociales y medios de comunicación. El toro bravo marca el ritmo de las fiestas. El toro bravo se corre, el toro bravo se torea, el toro bravo se come, el toro bravo se comparte. Por favor, seguid así, que esto no pare.  

De nuevo vuelta al Bar “La Fortuna” para un café y más dulces, para acabar este agradable día con una entrañable visita a los padres de nuestra anfitriona en el vecino pueblo de Etreros. Animo a mis escasos lectores a visitar la Campiña segoviana, donde, amigos, podréis vivir esta y otras muchas historias.

XIII RUTA SORIANA 4×4. 16 – 18 DE FEBRERO DE 2024

Cuando las cosas salen bien, no pueden dejar de hacerse. No es por hacerme el importante, pero las rutas que organizo por Soria para los colegas del 4×4 son un éxito. Al menos eso me dicen. Y me lo creo, pues son esperadas durante todo el año, si guardo silencio recibo algún que otro mensaje interesándose por la fecha, no suele faltar nadie y el que falta, lo es por fuerza mayor.

Y este año hemos celebrado la edición número XIII, sin perjuicio que ha habido muchas otras que no han sido consideradas como ruta “oficial” y no han sido por ello debidamente bautizadas con el número romano correspondiente.

La fecha del evento es fijada tres meses antes para que cada uno organice sus agendas. Del 16 al 18 de febrero, allí nos veremos. No hace falta dar más datos. En el sitio de siempre, es decir, el Hostal Lázaro.

Hostal Lázaro

Pero este año hay una novedad importante. Se une a la Ruta un potente Nissan Patrol GR cuyo piloto y copilotos rondan los 20 años. Son los compañeros de colegio de mi hijo, mi aprendiz de piloto de Land Rover por más que a él le pese. La diversión está asegurada e intentaremos implicarles, con mucho cariño siempre, en situaciones de apuro y de estrés.

Un año más, a pesar del mal tiempo de los últimos meses, tenemos la suerte de que dos días antes del evento llueve copiosamente por la zona elegida para hacer rugir nuestros motores. La Sierra de San Marcos. Se trata de caminos de tractores, muy blandos y arcillosos, que se convierten en pistas de patinaje donde es difícil mantener el coche estable cuando están anegados. Y así fue.

Al anochecer del viernes, todos los participantes ya nos encontramos en nuestro querido Hostal donde somos atendidos de forma excepcional por su propietario, Lázaro. Las rondas van y vienen, se cuentan anécdotas de viajes anteriores, de nuestras vidas de los últimos meses y los más jóvenes fraternizan con total facilidad con los más mayores y experimentados. El buen ambiente se mantiene durante la cena mientras degustamos el generoso menú del establecimiento donde puedes elegir entre más de una docena de platos de primero y otros tantos de segundo. ¡Sopa de cocido, revueltos variados, ensaladilla, fideguá, carnes, pescados, lasaña, migas, ensaladas…hay de todo y bastante bueno!

Amanece con un sol radiante y algún Santana con muchos años a la espalda, tantos casi como su actual propietario, le da por no arrancar si no es a tirón con otro Santana de edad similar. Acopio de gasolina, breve presentación de la ruta a realizar y a disfrutar de las arcillosas pistas de San Marcos y sus alrededores.

Seamos sinceros, la ruta no está muy preparada y meditada por no haber tenido mucho tiempo para ello, pero es una zona que conozco bien y por ello no me ha quitado el sueño. Sí quiero pasar por puntos determinados que darán tensión y nos pondremos a prueba, como es una subida donde el terreno es muy blando, con profundas roderas y donde hace un par de semanas tuve que dar lo mejor de mí mismo para superarla pues me pilló algo de improviso. Además y para redondear, algún que otro vadeo de ríos que cruzan los caminos. Por supuesto, nada fuera de pista o camino, faltaría más.

Desde el comienzo, el barro y los grandes charcos hacen acto de presencia y no tardamos en llegar a la tan nombrada cuesta que afronto de inmediato y sin pensarlo mucho. De nuevo caigo de forma inevitable en las profundas roderas y noto como los bajos del coche rozan con la parte central del camino. Menos mal que está blando y no afecta a partes vitales del coche. Acelero un poco más, volante firme y se supera sin excesivos problemas. Le toca el turno al Nissan cargado de juventud y como era de esperar (ja, ja, ja…), se queda encallado a los pocos metros. Es momento de disfrutar y demostrar la potencia del Land Rover arrastrando en esta cuesta arriba a un Nissan, lo cual ejecutó mi aprendiz con bastante destreza.

No piense nadie que momentos como estos nos desesperan o inquietan. No, al contrario, no hacen sino subirnos la adrenalina y aumentar las ganas de más barro, más agua, más deslizamientos y dar toda la caña que la experiencia y el terreno permita. Los Santana, afrontan la cuesta sin excesivo problema aplicando sus pilotos las técnicas aprendidas tras muchos, muchos, kilómetros de pistas en mal estado.

Obligada parada en un alto para disfrutar de las vistas de la Sierra de Hinodejo en un día con un horizonte totalmente limpio. Como estamos a tope, informo a los nóveles, para su simple conocimiento, que estamos a pocos metros de un circuito 4×4 y que yo con su edad entré en alguna ocasión con el Santana y que debe estar de barro hasta arriba…. Casi no me dejan ni acabar y empiezan a presionar diciendo que quieren entrar con mi Land Rover y el Nissan. Intento quitarles la idea de la cabeza, pero recibo críticas por todas partes, no solo de los jóvenes castores, sino también de los que creía que eran hasta el momento mis colegas. Que si estoy viejo, que les deje ir para que disfruten, que yo lo hacía en tiempos remotos, en fin….

A los pocos segundos ya se ponen en marcha y se pierden por el entramado del circuito con dos palmos de barro rojizo muy muy blando, mucha agua y donde veo las primeras cruzadas. La verdad que es el mejor día para que entrenen en este punto, pues si hay problemas tenemos otros tres coches con los que podríamos tirar si se hunden en este barro infernal. Me subo a un pequeño montículo y mi tensión crece al ver cómo se paran los dos vehículos, pero para mi sorpresa siguen avanzando, vuelven a parar y comienzan a dar la vuelta. Bueno, al menos la prudencia parece que impera, dándome por satisfecho pues llevo mucho tiempo intentando inculcar dicha virtud a mi descendiente e incluso en esta ruta también a sus colegas.

Vuelven con la cara radiante por los momentos vividos, pero algo frustrados, pues el circuito, según ellos, era intransitable y optaron por dar media vuelta. La palabra “intransitable” me pone en guardia y les digo que el problema realmente lo tienen ellos, que tienen poca idea de cómo afrontar estas situaciones. La juventud se ríe y no sé qué tipo de comentario hicieron que yo lo interpreté como un desafío. Al parecer había una curva que solo verla daba miedo meterse…. Me dio la impresión como si alguien manifestara que con el estado del circuito ni siquiera yo podría superarlo.

Con gesto serio, le digo a mi hijo que me de las llaves del Land Rover y que tomen nota de cómo se hacen las cosas. Inicio en solitario el circuito y en los primeros cientos de metros ya el coche se hunde y se cruza continuamente. Lo supero sin problemas y opto por volver para ir calentando el cuerpo y la mente y disfrutar de este primer tramo en sentido contrario. Me permito incluso algo de chulería, pues doy volantazos para que la cruzada sea más vistosa. Esta media vuelta se interpretó como una rendición, pero sin dudarlo me interno de inmediato en lo más profundo del circuito. Esta divertidísimo, noto como el Land Rover se hunde, se cruza y pierdo prácticamente el agarre pues la arcilla se pega a los neumáticos perdiendo toda adherencia. Me concentro aún más, reduzco marcha, piso el acelerador y me dirijo a buen ritmo hacia la tan temida curva que, efectivamente, está de barro y agua que asusta e incluso preocupa. La inercia y el orgullo no hacen sino tirar hacia adelante y entro en la curva con buenas revoluciones y totalmente cruzado. El terreno me expulsa hacia fuera, donde estaba lo peor. Acelerón controlado, corrijo la cruzada y salgo entre una lluvia de agua y barro que me impiden la visión y provoca un ruido ensordecedor al golpear toda la carrocería, techo incluido. Un par de curvas más, una recta y aparezco indemne frente a mis incrédulos compañeros de ruta. Paro, me bajo del coche y solo hago un comentario: “No tenéis ni puta idea. Nunca más me desafiéis”.

Seguimos ruta, pero he perdido mi puesto de piloto y me veo convertido en copiloto sin quererlo. Me rebosa la adrenalina después de la solitaria experiencia vivida en el circuito. Quiero más.  Nos acercamos al primer vadeo donde lo cruzamos varias veces a gran velocidad para disfrute de todos. Aprovechamos para hacer fotos y videos realmente espectaculares. Vaya manera de disfrutar. El camino está perfecto y mientras tanto, algunos aprovechan para realizar tramos cortos en zona muy embarrada para cruzar el coche e ir entrenando cómo corregir estas situaciones.

Debemos hacer alguna parada para reorientarme y aprovechamos para reponer fuerzas con algo de comida y bebida. Nuestro destino es la ermita de Hinodejo donde pararemos a comer, pero aún nos queda un tramo complicado. Caminos rotos con fuerte pendiente de bajada y que acaban con un nuevo vadeo, esta vez de un río bastante caudaloso y por cuyo cauce debemos transitar unos metros para llegar de nuevo al otro lado del camino.

Al borde del río, nueva parada para disfrutar de la zona en la que nos encontramos y valorar cómo afrontar el vadeo. Más fotos y vídeos y plenamente satisfechos, pues el paso es realmente espectacular.

Larga parada a comer en la Ermita de Hinodejo, donde disfrutamos de la soledad del lugar y de una de las mejores vistas de la provincia de Soria. Cebollera, Urbión, Moncayo… todos con muy escasa nieve para esta época del año. Tortillas, quesos, embutidos, empanadillas y refrescantes bebidas son degustadas en este espectacular paraje.

Una de nuestras compañeras, venida desde las lejanas tierras valencianas, se da cuenta que ha perdido su teléfono móvil, posiblemente en alguna de las paradas realizadas antes de algún vadeo. Mal asunto. Un joven asistente, sin duda con mente altamente tecnológica, le pide su número de teléfono y a través de no sé qué aplicación consigue conocer la última ubicación del aparato. Entre Lubia y Camparañón, indica la aplicación, casi nada, son cientos de kilómetros cuadrados, pero sí ha acertado en la última localidad en cuyo término municipal hicimos una parada.

No lo conozco…

En busca del teléfono perdido, iniciamos la vuelta por el mismo recorrido, lo cual nos importa poco, pues el buen viajero sabrá que la ida y la vuelta por el mismo camino es muy diferente, no tiene nada que ver, sobre todo si hablamos de pistas embarradas con fuertes subidas y bajadas. Llegamos al vadeo estrella de la jornada, cruzo el río en solitario, paro a unos 20 metros de la salida y en cuanto me bajo del Land Rover, veo el tan buscado y querido móvil hundido ligeramente en el barro en mitad del camino. Espero a que su propietaria cruce el río y para su alegría, la recibo con su móvil en la mano.

Seguimos ruta e introduzco variaciones en el camino de vuelta con éxito. Parada en el alto de San Marcos para disfrutar de la puesta de sol donde comienza, por primera vez en el día, a hacer un poquito de frío.

Ya en nuestro cuartel general, el Hostal Lázaro, compartimos las anécdotas del día entre hirvientes cafés para los más frioleros, helados botellines para bajar adrenalina y de nuevo una abundante cena para recuperar las fuerzas gastadas durante este emocionante día. En el exterior, nuestros vehículos permanecen con una gruesa capa de barro sobre la carrocería. Siempre hay alguno que lo limpia escrupulosamente al finalizar la ruta. Entre nosotros hay gente de todo tipo, algunos con estas extrañas y muy arraigadas costumbres …

Amanece un nuevo día. Algunos aventureros optan por poner rumbo a sus lejanos destinos en tierras bañadas por el cálido mediterráneo y otros vuelven a su redil visitando previamente espectaculares pueblos medievales e impresionantes parajes naturales sorianos.

Los que quedamos, los jóvenes y nuestro reportero gráfico profesional, ponemos rumbo a Garray para, a ritmo suave, subir al Cerro de San Juan a disfrutar de nuevo de unas vistas espectaculares. No puedo evitar informar a mis acompañantes de todo lo que nos rodea.  Cebollera, Urbión, el Valle del Río Razón, Sierra del Alba, Moncayo, el acebal de Caragüeta, los pueblecitos que se ven e incluso el itinerario seguido por los pastores trashumantes desde la edad media hasta mediados del siglo pasado. Parezco el típico abuelito contando historias. Pero no puedo evitarlo, noto cierto interés en mis acompañantes, lo cual, mis queridos amigos, no hace más que motivarme para contar otras muchas historias….

Es momento de agradecer la fidelidad de los asistentes a la Ruta Soriana. Son ya muchos años y sin ellos no sería lo mismo. Javier y Carmen, Víctor y Alicia, Ángel…. y la nueva generación, Fernando, Eduardo, Pablo y Jero, que por supuesto contaremos con ellos para futuras rutas ya sean en esta tierra o en cualquier otra por las que nos movamos. Se echó mucho de menos a los habituales que, por distintas circunstancias, no pudieron asistir en esta ocasión… Mario, Alfredo….. Ya preparando la edición número XIV, la cual, amigos, dará para otras muchas historias.

Amazighs

León, ciudad de Reyes

Esta crónica va sobre Reyes. Y comenzaré nombrando a los famosos Reyes Magos. Sí, eso es, los primeros Reyes que conoce todo ciudadano español desde su más tierna infancia y nos acompañan durante toda nuestra existencia. Dado que en el pasado año 2023 mi comportamiento ha sido más que excelente, los Reyes Magos, en la noche del 5 de enero, me dejaron un discreto y poco abultado sobre con mi merecido regalito. Un fin de semana en la ciudad de León, con transporte en AVE y una noche en un poco modesto hotel en pleno centro de la ciudad.

A velocidad de vértigo llegamos a la ciudad de León sobre las 12 de la mañana del sábado 27 de enero y tras una breve caminata de 15 minutos, llegamos a nuestro hotel donde una amable recepcionista nos ofrece la contratación del desayuno para redondear nuestra visita a la ciudad. Por supuesto aceptamos y en el momento de pagar, me cobran, no sólo el desayuno recién contratado, sino también la habitación, pues al parecer, constaba únicamente la reserva, pero no su pago. Es en ese momento cuando me doy cuenta de que a lo mejor mi comportamiento en el año 2023 no ha sido tan excelente como yo pensaba y que los Reyes Magos me han dado un toque de atención, pero sin privarme la posibilidad de poder seguir realizando mis escapadas. Eso sí, a mi costa, al menos en parte.

Sin muchas esperas, salimos a la calle para conocer la ciudad y qué mejor forma de hacerlo que dirigirnos a uno de sus puntos neurálgicos, la Plaza Mayor, en la que además se celebraba el habitual mercado de los sábados, siendo la fruta y los embutidos protagonistas de las decenas de puestos allí instalados. Hay mucho ambiente en la Plaza y el buen tiempo acompaña, lo que nos anima a hacer cola en un puesto de embutidos, donde sus simpáticos propietarios, durante la espera, nos dan a probar todo tipo de manjares que se encuentran a la venta en los mostradores. La degustación se mantiene e incluso aumenta cuando somos atendidos sin prisa alguna y de manera totalmente personalizada, acabando como era de esperar con una gran bolsa repleta de cecina de vaca, chorizo picante y varios quesos artesanos a los que el tendero añade unas buenas morcillas para que comprobemos su excelente calidad.

El casco viejo de León se encuentra peatonalizado en su gran mayoría y es muy agradable pasear por sus calles repletas de comercios, visitar la gran plaza donde se encuentra la impresionante catedral y llegar al llamado Barrio Húmedo donde las calles son estrechas, repletas de bares con barras y terrazas en el exterior, muy especializados en buenísimas tapas y con un ambiente extraordinario por toda la zona.

En León al pedir una bebida en cualquier bar ofrecen una generosa tapa y de lo más variado. El camarero te informa de las tapas que puedes pedir y que van incluidas en el precio de la bebida. Alitas de pollo, enormes canapés, ensaladilla, bravas, perrito, incluso judías con oreja y garbanzos con callos, son algunos de los ejemplos de los que disfrutamos durante todo el fin de semana. Increíble y qué bueno todo.

Para ser el primer día, con las tapas de la bebida y otra más de morcilla que nos pedimos aparte, nos damos por comidos y seguimos nuestro paseo rodeando las murallas de la ciudad bastante bien conservadas en gran parte del recorrido. Estas murallas datan de la época romana, siglo I, cuando la Legio VII se instaló en este lugar para proteger la calzada que unía las actuales ciudades de Zaragoza y Astorga. La muralla, por supuesto, durante la época medieval, fue mantenida, ampliada y reforzada, gracias a lo cual nos han llegado los restos actuales en bastante buen estado.

Es en uno de los paseos que bordean la muralla donde paramos a tomar un café en una terraza y nos sorprende que incluso el café tiene incluida su propia tapa. Esta vez, dos tapas, una salada a base de canapé de tortilla de patata y otra dulce, un generoso pedazo de bizcocho, dando buena cuenta de todo ello a pesar de habernos dado por comidos hacía un rato.

Por el acceso de la muralla llamado Puerta del Castillo, entramos de nuevo al casco viejo y al poco, podemos ya admirar la fabulosa Colegiata de San Isidoro, una de las joyas románicas no solo de esta ciudad de León, sino de España entera. Accedemos al interior de la iglesia para mayor disfrute y observamos con curiosidad el efectivo y discreto sistema de calefacción, el cual recorre todos los bancos por su parte baja.

Con nuevo espíritu seguimos vagabundeando y antes de ir al hotel a descansar un rato, nos llama la atención un espectacular palacio en el que actualmente se ubica el Centro de Interpretación del Reino de León. Se trata de un palacio del siglo XIV que, entre otros usos, en su día fue Tribunal de la Santa Inquisición. Siempre desconfío de los Centros de Interpretación y similares, por lo que entramos con total escepticismo y dando por hecho que será una visita de pocos minutos y en la que poco rato nos quedaríamos estáticos ante la información que ponen tu disposición.

Agradable sorpresa al ver la restauración interior del edificio y más aún al ver en una enorme sala y sobre sus paredes un enorme mural con un directo y ameno recorrido por la historia del Reino de León desde sus inicios, año de 910. Árboles genealógicos, guerras, triunfos, derrotas, enemigos, alianzas, matrimonios, cristianos, musulmanes y otras muchas breves referencias históricas, te sitúan en lo que fue el Reino de León a lo largo de los siglos. Hay que volver a este Centro con más tiempo pues hay para rato.

Allá por donde vas, el recuerdo a todos los Reyes Leoneses está muy presente en la ciudad, quedando patente la veneración y respeto de estas gentes por su historia. Calles, plazas, comercios, estatuas y bustos repartidos por toda la ciudad rinden aún honores a los llamados, entre otros, García, Ordoño, Urraca, Bermudo, por supuesto los Alfonso y creo que el más aclamado, Fernando I “el Magno”.

El Barrio Húmedo un sábado por la tarde noche, se convierte en lugar muy transitado donde el ambiente es muy bueno, algún bar se convierte en imposible de entrar, pero siempre encuentras un sitio agradable para tomarte algo y disfrutar del lugar. Más que recomendable. Vaya día de tapas llevamos.

Amanece un nuevo día con un gran desayuno en el hotel pagado por mí el día anterior y recuerdo la jugada magistral de estos Reyes Magos. Hay que ver lo bien que se lo han montado este año.

Mucho más vacías las calles, paseamos tranquilamente por la Plaza Mayor, la Catedral, etc. en dirección al museo de la Colegiata de San Isidoro donde tenemos contratada una visita guiada a las 11.30 a.m.

La Colegiata de San Isidoro es un monumento románico que mandó construir Fernando I y su esposa Sancha en el año 1063 (posteriormente ampliado en el siglo XII por la hija de ambos, Dña. Urraca). Rodeando la iglesia existen unas dependencias que fueron monasterio y palacio y que es el objeto de la visita.

Colegiata de San Isidoro

La visita guiada es excelente y difícil de olvidar gracias a salas con impresionantes frescos, una biblioteca con dos mil volúmenes, muchos de ellos con más de mil años de antigüedad y Biblias de un palmo de grosor, comedores, torre defensiva, ricas escaleras, el Cáliz de Dña. Urraca entre otros tesoros, así como un Panteón Real donde los frescos del siglo XII se mantienen intactos dando color a una estancia llena de sarcófagos que contienen a los más ilustres personajes de la realeza leonesa.   

El Cáliz de Dña. Urraca (siglo XI), hay que verlo. Sobran las palabras. Únicamente diré que fue donado a la colegiata por parte de Dña. Urraca, hija de Fernando I, que se compone de dos cuencos unidos y adornados con oro y piedras preciosas y lo mejor, hay estudios recientes que afirman que se trata del Santo Grial, la copa que el propio Cristo utilizó en la Última Cena. Sobre su historia y cómo llegó hasta León, mencionaré que fue el sultán de Egipto quién lo entregó al Sultán de la taifa de Denia en agradecimiento a un envió de barcos con víveres para paliar la hambruna del año 1.055. Éste a su vez lo entregó a Fernando I en pago de una paria en un intento de ganarse su protección y amistad.

Cuando tienes antes tus ojos el cáliz original, se te eriza la piel. La sala donde está expuesta no es muy grande, con una luz muy tenue y en el centro y dentro de una enorme urna de cristal se encuentra el cáliz iluminado. El objeto por sí mismo ya tiene algo muy especial y su historia aún lo engrandece más. Estuvimos un buen rato observándolo detenidamente en la más absoluta soledad.

Al Panteón Real, por la calidad, extensión y conservación de sus pinturas, le llaman la capilla Sixtina del románico. Las pinturas están perfectas y representan diversos episodios bíblicos e incluso un calendario agrícola.

Allí moran desde hace mil años los restos de una docena de reyes leoneses, diez reinas y ocho infantes. El sitio es frío, silencioso e inspira respeto. Las tropas de Napoleón convirtieron el lugar en una cuadra y los restos mortales rescatados fueron introducidos en uno de los sarcófagos sin haber podido identificar hasta el día de hoy quién es quién. Descansen en paz estos grandes reyes.

Panteón Real
Panteón Real

No nos olvidemos del claustro, donde en el año 1188, el rey Alfonso IX convoca a la “Curia Regia” incluyendo en la misma por vez primera al pueblo llano, pudiendo así intervenir en la toma de decisiones de los asuntos públicos junto al Rey, el Clero y la Nobleza. La Curia Regia es el órgano que asesora al Rey y desde entonces se integró en la misma a representantes del pueblo. Se trata de la más antigua prueba documental del sistema parlamentario europeo, lo que ha dado a León la condición de “cuna del parlamentarismo”.

Aquí se celebró el primer parlamento. Claustro

Brilla el sol en la ciudad y qué mejor forma de esperar al cocido que hemos reservado a las 15 horas, que acercarnos al Barrio Húmedo a tomar, sin prisa alguna, un aperitivo en una soleada mesa alta en plena calle. De lujo.

Por fin llega el momento gastronómico del fin de semana y para ello hemos escogido, pues nos lo recomendó el tendero del puesto de la Plaza Mayor al que le compramos el día anterior el embutido, un restaurante llamado “La Casa del Cocido”. Su propio nombre indica su especialidad y confirmamos que merece la pena.

Cocido para dos personas, pero habría dado para una tercera con total seguridad. No es cocido Maragato, por si alguien lo piensa. A petición nuestra, nos lo traen todo a la vez y no ponen pega alguna. A nosotros nos gusta así, todo revuelto. Sopa con fideos, enorme fuente de garbanzos, repollo bien rehogado, morcilla leonesa, y una generosa fuente de carnes, todas de cerdo a excepción del morcillo. Rabo, oreja, tocino, chorizo, costillas y manitas, hacen de este cocido algo distinto al que estamos acostumbrados. Vino tinto de la casa, siempre acompañado de Casera y nos vamos más que contentos hacia la estación de tren donde en dos horas justas llegamos a Madrid tras un intenso fin de semana. Ya pensando en el siguiente viaje y en los próximos Reyes Magos, que, seguro, darán lugar a otras muchas historias.

La borrasca Juan aprieta, pero no ahoga

La previsión del tiempo para el viernes 19 de enero es simplemente excelente. Al parecer, una borrasca bautizada como Juan, cruzará la península ibérica de oeste a este de forma bastante rápida, en unas 24 horas.

Justo en la provincia de Soria, la borrasca chocará con una masa de aire frío que viene del norte, lo cual provocará intensas precipitaciones en forma de nieve. Se habla de 15 centímetros del frio elemento y temperaturas de hasta 14 grados bajo cero. En todos los telediarios se habla de Soria como la provincia más afectada por este temporal.

Basta que oiga esta información en radio y televisión para que, sin pensarlo dos veces y aprovechando que tengo que recoger el Land Rover del taller, pues le he cambiado los amortiguadores delanteros, modifico mis planes y me tomo el día libre para poder disfrutar desde el primer momento de este buen tiempo. Se apunta al plan mi incondicional copiloto, convertido desde hace algún tiempo en piloto en prácticas de tan ilustre y ya algo antiguo 4×4.

Sobre las 7.30 de la mañana salimos de Madrid con bastante lluvia, esperando ser más rápidos que Juan y nos permita llegar a Soria sin problemas excesivos en las carreteras por la nieve. En cualquier caso, tomamos las precauciones básicas para cualquier incidencia, llevando buena ropa de abrigo y algo de agua. Parada en Medinaceli, donde ya nieva bastante, para tomar un bocadillo y llenar el coche de gasolina. Suficiente por si hay algún problema en los 70 kilómetros que restan y nos quedáramos aislados antes de llegar a Soria ciudad. El agua traída de Madrid sigue intacta.

Tras esta pausa, los primeros kilómetros son preocupantes pues la nieve empieza a cuajar en la carretera y obliga a conducir con más precaución si cabe. Tras 15 km. de tensa conducción, la carretera deja de cubrirse de nieve y está bastante más despejada. Llegamos al taller bajo una copiosa nevada, pero sin problema alguno.

A las 12,15 de la mañana iniciamos ruta para disfrutar de los caminos embarrados y que se cubren de nieve poco a poco. La Sierra de San Marcos es laberíntica. Hay muchísimos caminos y pistas, unos en buen estado y otro no tan buenos y casi todos los conozco. Vamos en busca de barro, nieve y vadeos y creo que he elegido el sitio perfecto. San Marcos nunca falla en invierno siempre que haya llovido.

Rápido tenemos que afrontar una fuerte subida totalmente embarrada, ya algo complicada en seco por las profundas roderas, pudiendo imaginar su estado después de la lluvia caída durante los últimos días y la nevada en la que estamos. Inicio la subida con ritmo constante y es inevitable caer en las rodadas donde el Land Rover se hunde mucho, siento como se clava bajando la fuerza y rozan las planchas de blindaje de los bajos con la parte central del camino. El barro y agua caen sobre el parabrisas de tal manera que, junto con la nieve, impiden totalmente la visión durante unos segundos y me veo en la necesidad inmediata de subir a ciegas el ritmo para superar la situación. Es hora de sacar los 165 CV del motor y mantener la trayectoria correcta. Acelero, el motor ruge con fuerza, recobro la visión y es impresionante la lluvia de barro que cae sobre el coche y el ruido que provoca al golpear la carrocería. La tensión es muy alta y oigo comentarios de ánimo y sobre todo de emoción que provienen de la zona del copiloto. Llegamos al alto con la adrenalina a tope y con ganas de afrontar nuevos tramos complicados, lo cual, en un día como hoy, no va a ser difícil.

Nos cruzamos con un Toyota Hilux conducido por un Guardia Forestal, el cual nos para en mitad del temporal y nos pregunta “si estamos probando el coche”. La verdad que el comentario sorprende pues ¿quién “prueba” un coche con un temporal semejante? Realmente, los que nos estamos poniendo a prueba somos nosotros mismos, pues las capacidades del Land Rover están más que probadas y demostradas. Pero vaya, por no entrar en polémicas, le decimos que sí, que estamos dando un paseo e incluso que hemos venido de Madrid a disfrutar del temporal. El tipo pone de cara de no entender la jugada, pero bueno, me da igual, aquí es totalmente legal la actividad que estamos realizando.

El guardia nos aconseja que no nos salgamos de las pistas principales pues los caminos están impracticables por la lluvia de los últimos días y que hay muchas roderas, por lo que podemos vernos en problemas. “Por supuesto, por supuesto, muchas gracias”, es nuestra amable respuesta ante el consejo vacío de sentido por parte de la autoridad. Vamos a ver, ¿este señor no ve que el Land Rover es muy superior al suyo, con alto grado de preparación y que está hasta los topes de barro? ¿no ve que nos estamos ya metiendo por todos lados? ¿No entiende que las pistas en buen estado pueden llegar a quedarse algo sosas a pesar del buen tiempo reinante? Tenía que habernos visto hace un momento subir la cuesta a toda potencia con palmo y medio de barro y nuestra cara de satisfacción. Posiblemente, su coche de Organismo oficial y de serie, no habría tenido capacidad de subir por ahí con la seguridad que nosotros lo hicimos. Seguro.

Imagino que este personaje, que no dejaba de dar vueltas, pues nos lo cruzamos varias veces, se sorprendería por las desviaciones que hacíamos hacia caminos rotos y problemáticos, según sus palabras, delatando nuestra dirección las huellas que quedan sobre la nieve recién caída. Continuamos nuestra ruta y al rato pierdo totalmente la orientación del lugar exacto en el que nos encontramos. Todo está blanco por la nieve y no hay ninguna visibilidad del horizonte por estar el día muy gris y oscuro. La brújula marca una dirección totalmente opuesta a la que quería dirigirme. Menos mal que en teoría me conocía esta Sierra… No hay problema e intento retomar la buena dirección, pero no lo consigo por falta de desvíos, volviendo a llegar a un punto por el que pasamos hacía ya más de una hora. Alucinante. Ello tampoco es problema pues toda la zona está divertidísima ya sea en una dirección u otra.

Creo que es buen momento para ceder los mandos de la máquina a mi acompañante pues el terreno está cada vez más nevado y ya es hora de que tenga su primer contacto con este frío elemento.

Tras varios kilómetros, en una curva con abundante barro y nieve, el Land Rover se cruza en el camino violenta e inesperadamente, el piloto rectifica de forma correcta, pero se le vuelve a cruzar en el sentido contrario dirigiéndonos hacia una enorme y amenazante piedra. Nueva rectificación y el coche queda en el centro del camino dispuesto a continuar la marcha, dejando atrás la peligrosa piedra a la que poco nos faltó para golpearnos con ella. De estas cosas se aprende y mucho. Debemos tener en cuenta que, con estas condiciones climáticas, mantener la velocidad correcta es factor básico para evitar incidencias. Poco a poco.

No obstante, la realidad es que el joven piloto no se esperaba esa cruzada y yo tampoco. El terreno en la curva estaba con un palmo de barro arcilloso muy muy blando y medio palmo de nieve, es decir, el terreno perfecto para un deslizamiento. Paramos un rato a tomar aire, destensar los nervios y disfrutar de los 2 grados bajo cero, de la nevada y del fuerte viento del momento. Nos parapetamos con el Land Rover para intentar estar menos expuestos.

Iniciamos vuelta hacia nuestro refugio y de forma inesperada la calefacción del coche comienza a hacer un ruido bastante raro, por lo que optamos por quitarla, quedándonos al poco tiempo sin visión pues el parabrisas se llena de vaho y, aún peor, comienza a congelarse en cuestión de segundos. No nos queda más remedio que conectar de forma intermitente el sistema con un ruido infernal que molesta bastante. Pero como decía mi acompañante para animarme,  “esto es típico de estos coches, paciencia”.  Sigue nevando con mayor intensidad y las carreteras comienzan a bloquearse. Volvemos por caminos de tierra y de nuevo calentamos el refugio pues se ha quedado helado. Son las 15,30 horas. Comida de emergencia nada casera y paseo andando para disfrutar de la borrasca que sigue descargando con fuerza y sin pausa alguna.

A las 17,30 tenemos ganas de seguir con este festín de frio y nieve, por lo que nos acercamos a la carretera para saber cómo evoluciona. La nieve lo cubre todo y pocos coches circulan por ella. No podemos evitarlo y tomamos carretera para acercarnos a la ciudad. Es una maravilla ver el excelente comportamiento del coche y la no necesidad de cadenas en todo momento. La entrada a Soria está algo bloqueada con varios coches cruzados y mi acompañante ve la oportunidad para sacar las eslingas y tirar de algunos de ellos para despejar la carretera. Nos ofrecemos a la Guardia Civil y con bastante agradecimiento nos indican los coches a retirar.

 La mayoría de los ciudadanos no saben dónde está el gancho para poder ser arrastrados y apreciamos que el sistema de los coches más modernos roza lo incómodo y ridículo. ¿dónde ha quedado el gancho visible y unido al chasis para que la grúa suba tu coche? Creo que en la memoria de los ingenieros diseñadores ya en lugar muy olvidado, pues el sistema actual consiste en desmontar unas ventanitas en el paragolpes delantero y enroscar un gancho con aspecto de frágil abre botellas. Con el temporal que atacaba y temperaturas tan bajas, no todos pudieron poner el gancho. Las situaciones vividas fueron algo duras por el clima, pero nosotros lo disfrutamos de principio a fin. Uno de los remolcados, en pleno arrastre, coge tracción y comienza a acercarse peligrosamente a mi parte trasera. De repente pierde de nuevo tracción y se queda parado, recibiendo por mi parte un tirón que revienta su abrebotellas de hojalata. A este tipo se nota que no lo han remolcado en su vida. Acabamos empujando el vehículo a otra calle donde ya no molesta.

Ya de vuelta, nueva parada en el puente sobre el río Golmayo donde se acumulan los coches y no va a poder pasar la quitanieves. La pareja de Guardias Civiles acepta nuestro ofrecimiento para despejar carriles y algo conseguimos entre todos. Al poco, aparece una máquina quita nieves con la pala a ras del asfalto y la parte trasera esparciendo sal en grandes cantidades. Ya de noche cerrada, volvemos a nuestro refugio muy contentos y con la moral alta. Lo hemos pasado genial en esta situación de caos a la entrada de la ciudad de Soria. Para otros ha sido una fría pesadilla. No me extraña.

Ya entrada la noche deja de nevar y empieza el bajo cero. Las previsiones hablan de menos doce grados. Menos mal que tenemos buena reserva de leña para toda la noche.

Amanece el día siguiente con seis grados bajo cero, siendo ésta la temperatura mínima alcanzada. Me dirijo al Land Rover para calentar motores, pero la manilla para abrir la puerta no responde. Ninguna de las cuatro. Las cerraduras están congeladas, muy congeladas. Tras varios intentos, tirones y demás, antes de perder la paciencia, opto por lo fácil y puede que me haya equivocado, pero funcionó. Entro al refugio, cojo la cazuela aún con restos de callos a la madrileña y lentejas del día anterior, la lleno de agua caliente y rocío dos de las cerraduras del coche. Se abren inmediatamente, no sé si por efecto del agua caliente o por los restos de grasa diluida en la misma.

El interior del vehículo se encuentra a cuatro bajo cero, y los cristales, en su parte interior, tienen una fina capa de hielo. Nunca había visto esto. Me hago un pequeño agujerito en el hielo del interior para poder ver, arranco, meto primera y el coche ni se mueve. Debe estar congelada hasta la transmisión. Nuevo intento y nada. Engrano la marcha atrás y aquí el coche algo se mueve, siendo suficiente para engranar de nuevo primera y avanzar ya sin problema hacia una zona de sol para ver si se descongela el coche.

Sobre las 11 horas iniciamos nueva ruta, está vez en dirección a Garray, Renieblas y Almajano, donde hay pistas muy buenas y deben tener bastante nieve. Y no nos equivocamos. La nieve está en perfecto estado y permite ir a velocidad moderada por los caminos sin problema alguno. En el interior, el piloto no pasa demasiado frío pues siempre se lleva la tensión propia de este tipo de conducción, pero el copiloto puede llegar a helarse por lo que vamos totalmente equipados. Evitamos en lo posible poner la calefacción por el molesto ruido. Hace mucho frio, pero luce el sol y el cielo es de un azul brillante. Está todo espectacular, no siempre es fácil disfrutar de estas situaciones pues ya no son muy habituales. Parada en Almajano cuyas calles se encuentran cubiertas de una espesa capa de hielo, lo que provoca que nuestro paseo por el pueblo se asemeje, por los andares, a un par de patos o pingüinos deambulando por unas calles totalmente vacías.

La vuelta la realiza al volante mi copiloto, el cual empieza a tomar gusto por la conducción en nieve. Esta vez sin sustos de cruzadas inesperadas.

Esa noche alcanzamos de nuevo los seis grados bajo cero y mis últimos pensamientos del día los dedico a pensar si arrancará el Land Rover a la mañana siguiente y cómo situarlo para sacar arrastrando el Toyota del garaje por una pequeña cuesta totalmente nevada y que no creo que supere el nipón sin ayuda.

Amanece un nuevo día. Directamente y cazuela en mano con agua caliente, está vez sin rastro de las comidas o cenas del día anterior, me dirijo directamente y sin pensarlo mucho al Land Rover y la vierto en las cerraduras. Perfecto. Se abren de forma suave y sin problemas. Esta vez no hay hielo en el interior, arranca bien y se mueve al primer intento. Parece que esta madrugada el coche ha sufrido menos pues estaba seco. La noche anterior permaneció mojado por la noche y eso debe ser perjudicial para motores, cerraduras, transmisiones, líquidos y demás partes del coche que desconozco.

Es momento de arrancar el Toyota y poder comprobar si sale sin ayuda del garaje donde ha pasado los dos últimos días para protegerlo del frío y heladas. Hay una subidita llena de nieve que no creemos que pueda superar. Por si acaso y desde el primer momento y teniendo en cuenta lo aprendido este fin de semana sobre el remolque de los coches más modernos, compruebo si tiene el tan querido gancho sin tener que desmontar medio coche. Pues no, no lo tiene y el sistema es igual que los coches que remolcamos el viernes por la noche en la ciudad de Soria. Hay que desmontar, haciendo palanca con un destornillador, una pequeña ventanita en el paragolpes delantero y en su interior enroscar el gancho, que, menos mal, tiene pinta de ser bastante sólido. Con la experiencia adquirida y con la inestimable ayuda de un libro de instrucciones de más de cien páginas, lo hacemos todo en un momento.

Tras varios intentos de superar sin ayuda la cuesta llena de nieve, viendo la imposibilidad y el peligro de darnos un golpe contra un árbol debido a los deslizamientos laterales, tras darle un buen roce en los bajos con un tocón de un pino talado hace años, enganchamos el Land Rover, tiramos de pala para eliminar la nieve  de su trayectoria y por fin sacamos el nipón a zona también nevada pero menos empinada y que supera posteriormente sin dificultad.

Volvemos a Madrid sin incidencia alguna, para ser víctimas, sin quererlo, de varios días de anticiclón que hace que, la abundante cantidad de nieve caída en esta zona este fin de semana, quede en el olvido antes del tiempo previsto. Pero eso, amigos, las temperaturas primaverales con los que se inició la semana siguiente, es otra historia pero que muy preocupante.

Si te gusta el riesgo, ¡ven a Madrid!

¿Te gustan las actividades de riesgo? ¡Pues tienes que venir a Madrid!

No, no pienses que vas a escalar montañas heladas, ni hacer espeluznantes bajadas de rápel desde algún rascacielos, esquiar en Navacerrada, dar de comer a los leones del zoo, ni jugarte la vida bajando por los rápidos del salvaje y desconocido río Manzanares.

Es mucho más simple y barato: un viaje en un autobús urbano de la EMT. Por 1,50 €, incluso por menos si tienes el bono de diez viajes e incluso más barato aún si tienes tarjeta de estudiante o de la tercera edad, puedes disfrutar de un viaje por la ciudad cargado de adrenalina y emociones fuertes. Incluso hay días concretos, los de mayor afluencia, que es gratis, alucinante.

Lo interesante de esta actividad es la variedad de los usuarios que disfrutan de ella. Sorprende incluso que un alto porcentaje son personas de la dorada tercera edad e incluso madres y padres primerizos con sus carritos de bebé. Sin duda esta es la prueba de que esta actividad es muy atractiva y puede llegar a engancharte desde la más tierna edad y durante las próximas décadas de tu existencia.

Ya entrando en materia, en primer lugar, me gustaría indicar que, para ponerse al límite en esta experiencia y disfrutar a tope, lo mejor es ir de pie y en la zona central del autobús. Nada de sentarse, si bien también esta opción es muy atractiva pues puedes observar con más detalle y de forma algo más segura todo lo que va ocurriendo a tu alrededor.

Las emociones fuertes las disfrutarás tanto un día de tráfico infernal, como un domingo o festivo a primera hora de la mañana y con las calles de la ciudad vacías.

Los días de denso tráfico, si bien la velocidad es nula o muy baja, las arrancadas y frenadas en seco son espeluznantes. En las arrancadas, el piloto hace rugir los casi 300 caballos que poseen los motores del autobús y ello con independencia del espacio a recorrer. En cualquier caso, es imprescindible en cada salida pisar a fondo el acelerador. Una vez que los usuarios acceden al interior, la primera arrancada es fuerte y sin previo aviso, provocando así el deleite de los usuarios desde el primer momento. El armonizado y violento tambaleo de los nuevos usuarios es digno de ver y se repite en cada una de las paradas. Nadie cae al suelo. Los más viejitos incluso logran mantener el equilibrio apoyándose en su bastón y agarrándose de forma rápida a lo que puedan, ya sean barras, asientos e incluso a otros usuarios. Los más ágiles intentan soportar los bruscos movimientos sin agarre alguno, pero pocos lo consiguen pues para ello hay que tener juventud y mucha, mucha experiencia.

Los días festivos sin tráfico, a las arrancadas y frenadas ya mencionadas, hay que añadir una velocidad de vértigo, incluso por las calles estrechas de un solo carril y si tienes suerte, podrás disfrutar al sobrepasar algún semáforo en rojo. No, en amarillo no, en rojo. Si no, no tiene emoción. No estoy muy conforme con saltarnos los semáforos, pues entiendo que una frenada en seco con derrapada incluida y cruzando el autobús en pleno centro de Madrid sería mucho más divertido.

Estoy convencido que los pilotos de los autobuses de la EMT realmente son pilotos de rallye encubiertos, ya sea en sus ejercicios de entrenamiento, ya sea en su gris y temprana jubilación por edad o por carecer de patrocinadores suficientes. El caso es que profesionales son, pues están al tanto de todo, no solo de la conducción propiamente dicha, sino también y con el rabillo del ojo a través del espejo retrovisor, de la situación y movimientos de los usuarios para, sin previo aviso, ponerlos a prueba con acelerones, frenadas o cualquier giro o brusquedad inesperada. Son unos maestros, de eso no hay duda.

Durante el trayecto, también es una actividad muy entretenida observar cómo el autobús cambia de carril o toma las rotondas sin tener muy en cuenta a los otros conductores de vehículos más ligeros. El proceso es muy sencillo. Nuestro conductor pone el intermitente y de forma inmediata comienza de forma brusca y abusiva la maniobra, ignorando la existencia de los demás vehículos que lo rodean. Es delirante y muy satisfactorio ver los gestos de ira e insultantes de los conductores vencidos, escuchar sus bocinazos o las caras de terror de los copilotos que los acompañan al ver cómo un enorme autobús azul se abalanza sobre ellos sin miramiento alguno. Si además logra aplastar o golpear a otro vehículo, debes de sentirte afortunado pues, sorprendentemente, no es del todo habitual.

Otro aspecto muy positivo que tienen estos autobuses es que, mientras disfrutas de esta temeraria y arriesgada actividad, puedes aprovechar para adquirir cultura a través de dos pantallas situadas en la parte delantera y trasera. Así, el público es informado de frases célebres como, “el sabio puede cambiar de opinión. El necio nunca”, o recibir información sobre la naturaleza. ¿Sabías que el coyote puede alcanzar una velocidad de 64 Km/h? Pero eso amigos, el coyote recorriendo las limpias y vacías calles de Madrid, ya es otra historia.

Zamora enamora. Noviembre 2023

Zamora no se ganó en una hora, pero está a una hora de Madrid. En AVE, por supuesto.

Los primeros indicios de la existencia de la ciudad datan de comienzos de la Edad de Bronce. En la Edad de Hierro, el pueblo celta de los Vacceos permanece en este mismo asentamiento, el cual se encuentra situado en un cerro que domina el río Duero que facilita la protección y defensa de sus habitantes. Con la entrada del imperio romano en la península, surge la figura del lusitano Viriato, declarado en la actualidad héroe de la ciudad por la belicosidad mostrada frente a los romanos. Dedicado al pastoreo, Viriato se convirtió en el terror de los romanos derrotando a los ejércitos de ocho cónsules, obstaculizando y retardando la ocupación romana de la provincia de Zamora. Su táctica fue la guerra de guerrillas. Los romanos únicamente pudieron acabar con Viriato prometiendo el oro y el moro a tres de sus colaboradores, los cuales no tardaron en cortar la cabeza a este pastor guerrero. Cuando sus asesinos fueron a cobrar lo prometido, el cónsul romano, con gran desprecio, se limitó a indicar que “Roma no paga a traidores”. De ahí la famosa frase que todos hemos escuchado en alguna ocasión.

Poco rastro queda de la presencia musulmana en la ciudad, salvo, ni más ni menos, el propio nombre, no sólo de la ciudad, sino el de toda la provincia.  Los musulmanes denominaron la ciudad como “Samurah”, ciudad de las turquesas, del que deriva el actual nombre de Zamora. Es la única capital de Castilla y León con toponimia árabe.

 Su presencia aquí apenas duró 200 años, con extensos tiempos de abandono de la ciudad y siempre en el centro de duras batallas con los cristianos, por lo que fueron constantes los cambios de poder de la ciudad entre uno y otro bando. Los últimos latigazos islámicos, los propinó, como no, el caudillo Almanzor en los años 981 y 984 y 986 y 989. En el mes de septiembre del 981, sitia la ciudad sin poder conquistarla y arrasa la región en un intento de obtener su rendición. En febrero- marzo de 984, Almanzor vuelve sobre Zamora y la ciudad le es entregada por el rey Ramiro III ante la imposibilidad de defenderla por encontrarse en guerra contra el rebelde Bermudo II quien finalmente asume en el poder. Bermudo llega a un acuerdo con Almanzor, el cual le devuelve la ciudad, pero manteniendo en su interior tropas musulmanas las cuales son finalmente expulsadas en el 986. No tarda en reaccionar Almanzor por la ruptura del pacto por parte de Bermudo y ese mismo año ocupa la ciudad, la cual es saqueada y destruida sin contemplaciones. En el 988, Almanzor fija de nuevo como objetivo la ciudad de Zamora, volviendo a ser arrasada ya sin excesiva dificultad por encontrarse muy debilitada por el ataque del 986.

El hijo de Almanzor, Abd al Malik al Muzaffar, siguiendo el ejemplo y los pasos de su padre, arrasa la ciudad de Zamora en el año 1005.

Parador

En el año 1055, Fernando I de León reconstruye y fortifica la ciudad, repoblándola con gentes traídas de León, Asturias, Galicia, Cantabria y mozárabes de Mérida y Toledo. A su muerte, la ciudad de Zamora es concedida a su hija Urraca, la cual, en el año 1072, sufre el ataque de su hermano Sancho II, primer rey de Castilla, el cual pierde la vida a los pies de su muralla poniendo así fin al asedio impuesto por Castilla a la ciudad y que duró siete meses y 6 días. Este episodio bélico dio lugar al famoso dicho “Zamora no se ganó en una hora”. Ni en una hora, ni en los seis largos meses de asedio. Castilla no consiguió su objetivo.

Comienza aquí el verdadero desarrollo de la ciudad, llegando a su momento más esplendoroso a lo largo de los siglos XII y XIII, periodo en el que se construyen innumerables iglesias y monumentos del austero y frío estilo románico y que nos han dejado absolutamente sorprendidos en nuestra visita. Vayas donde vayas, podrás ir viendo iglesias cada cual más impresionante. No te has recuperado del esplendor de una de ellas, cuando ante tus ojos aparece otra y otra más allá, y otra un poco más allá, es sorprendente. Y todo ello mezclado con un espectacular puente románico sobre el río Duero (S. XII), varios lienzos de las murallas medievales (XI a XIII), multitud de palacios del siglo XV y el castillo del siglo XI.

La ciudad de Zamora guarda en su interior 22 iglesias románicas, catedral incluida, lo que ha dado lugar a ser conocida como la “Ciudad del Románico”. Es la ciudad del mundo con mayor número de iglesias de este estilo.

En una de esas iglesias, el Cid fue nombrado caballero, residiendo además por un tiempo en lo que hoy se llama la Casa del Cid (s. XI), una de las pocas construcciones románicas de uso civil que se conservan en nuestro país.

Casa del Cid

Dando un giro total a esta crónica, creo que ya está bien de tanto rollo medieval, pues, como podréis apreciar, últimamente me da por escribir o reescribir la historia de este país. Espero no haber sido demasiado denso y que los datos facilitados hayan despertado vuestra curiosidad o, al menos, vuestro espíritu viajero.

Tras un viaje de hora y diez minutos, el AVE nos deposita en la ciudad de Zamora a las 12,30 de la mañana y vamos andando hasta el apartamento turístico que hemos reservado. A los pocos metros, en una tienda de productos agrícolas, nos recibe un cartel de lo más sugerente que no hace sino recordarme a mi infancia cuando compraba pollas en el mercadillo de los jueves de Soria. En aquellos tiempos, me ruborizaba cuando el vendedor me preguntaba “cuantas pollas quieres”. Mucho ha llovido desde entonces.

Tras unos 25 minutos de caminata, nos recibe Gustavo, el dueño del apartamento donde vamos a estar alojados. Un tipo ya entrado en años, elegante y muy simpático, que nos abre el pisito, nos sitúa dentro de la ciudad y nos recomienda algún bar de tapas y algún otro para desayunar.

El apartamento está fenomenal. Situado en la plaza de Sagasta, en pleno centro de la ciudad, en la calle más comercial y muy cerca de la plaza mayor. Tiene un gran mirador de cristal que da a la calle principal y que da luz natural al pequeño salón. Nadie ha debido aburrirse sentado en este mirador, pues son miles de personas las que pasan a diario por debajo del mismo. Sin duda, un lugar estratégico para cotillear a los vecinos paseantes. La obra es reciente y está muy limpio. Hemos acertado de pleno.

Plaza de Sagasta

Sin mucho entretenimiento, salimos a la calle a conocer la ciudad y nos sorprende la poca gente que hay paseando. La verdad que es casi la hora de comer y algo tendrá que ver. Llegamos a la Plaza Mayor casi en el acto y nos sorprende la empinada calle de Balborraz, la cual ostenta el título de ser una de las doce calles más bonitas de España y que en la Edad Media era una de las entradas a la ciudad después de atravesar el puente sobre el río Duero. El nombre de esta calle proviene del árabe “bab al ras” que significa “puerta de la cabeza”. Al parecer, en este lugar se colgaron las cabezas de los caudillos musulmanes muertos en una batalla celebrada en el año 901 en un intento frustrado de ocupar la ciudad. Dicha batalla duró cuatro días y es conocida y recordada como “Día de Zamora”.

Calle Balborraz

Continuamos hacia la zona de la catedral y el castillo, haciendo paradas en los numerosos miradores con vistas al río Duero. Todo es espectacular. La ciudad está perfectamente cuidada, todo muy ajardinado, limpio y cuidado al detalle. En la zona del castillo no hay nadie y es una maravilla.

En este primer paseo ya hemos podido disfrutar de varias iglesias románicas, muy cuidadas, con impecables fachadas y del Parador de Turismo, antiguo palacio del siglo XV y edificado sobre la antigua alcazaba árabe de la que no queda resto alguno.

Puente románico sobre el Duero

Paramos a comer en una terraza de la Plaza Mayor, cara al sol y cara a la iglesia románica de San Juan Bautista de mediados del siglo XII situada en el centro de la plaza. Probamos una pequeña tapa de arroz a la zamorana, unas croquetas y rabas. Todo bastante bueno. La ciudad nos empieza a gustar más aún. Café en una terraza distintas con vistas a otra iglesia, esta vez la de San Vicente, de finales del XII y comienzos del XIII. Me da la impresión de que la torre está algo inclinada, pero a lo mejor es cosa mía.

Iglesia S. Juan Bautista
Torre Iglesia S. Vicente

Breve descanso en el agradable apartamento y con las últimas luces volvemos a la calle a patear la ciudad. Comenzamos nuestra andadura por la céntrica calle de Santa Clara, ya mucho más animada y con todos los comercios abiertos. Me tienta comprar una manta zamorana pero mi joven acompañante me mira como si ya me estuviera haciendo viejo y puede que tenga razón. Es la típica manta para el sofá mientras ves la televisión, me dice. Me doy cuenta de que yo poca televisión veo y lo dejo para otro momento. Yo más pensaba para alguna fría noche al raso, pero bueno…

En este paseo nos damos cuenta de la abundancia y riqueza de edificios modernistas que hay en Zamora. Muy coloridos, con fachadas muy ornamentadas y todo bastante bien conservado. También nos llama la atención la cantidad de edificios completos que se venden, posiblemente consecuencia del fallecimiento de sus propietarios y de la falta de interés de los herederos en su conservación y ocasionado por la intensa despoblación que también sufre esta provincia.

Seguimos descubriendo más iglesias, las murallas de la ciudad y quedamos encantados con la escultura del artista local, Baltasar Lobo, bautizada como “Maternidad”.

«Maternidad». Baltasar Lobo

Es momento de cenar a base de tapeo y nos adentramos en la estrecha y concurrida calle de Herreros, donde los bares de tapas se suceden uno detrás de otro. En el Bar Los abuelos, tomamos unas berenjenas, oreja, pinchos morunos y champiñones. Todo muy rico.

Aún nos da tiempo para un último paseo antes de irnos a nuestro refugio situado en pleno centro. Una espesa niebla se ha apoderado de la ciudad.

Castillo

A las 8.30 de la mañana, cámara en mano, estoy ya paseando por las solitarias calles de Zamora. La niebla no ha levantado y la humedad es muy alta. Vuelvo a la zona del castillo y entro a la catedral que está abierta. Se trata de una catedral románica, construida en tan solo 23 años, entre el 1151 y 1174, la más antigua de Castilla y León. Destaca su cimborrio con escamas de piedra y el campanario que hacía las veces de torre defensiva y de vigilancia. Su interior es austero y me llama la atención el coro de madera, la capilla de la Virgen de la Esperanza, la del Cristo de las Injurias y dos sepulcros en la pared cuyos eternos moradores, el Sr. Lope Rodríguez Olivares (alcalde de la ciudad) y Alfonso García (Sacerdote), fallecieron respectivamente en los años 1402 y 1409.

Casualmente hay algún evento religioso. Comienza a sonar el órgano y de la sacristía salen en procesión al menos 15 sacerdotes. Se sitúan en el coro, una mujer comienza a cantar y los sacerdotes se unen a los cánticos. Tras media hora, nueva procesión de los sacerdotes a la sacristía y vuelve a reinar un profundo silencio en el interior de la catedral. La verdad que ha estado muy bien. Comienza a entrar gente en la catedral, son las diez de la mañana y abandono el recinto con espíritu totalmente renovado.

Interior Catedral

Siguiendo las indicaciones del día anterior de nuestro casero Gustavo, nos dirigimos hacia al antiguo mercado de abastos y en uno de los laterales se encuentra la cafetería Merlú donde desayunamos un exquisito chocolate con churros.

A las 12,30 nos personamos en la Plaza Mayor donde hemos contratado un free tour por la ciudad. Nos dirige un tal Quique, extremeño, el cual, durante hora y media nos ameniza el paseo con muchísima información sobre la historia, curiosidades y anécdotas de la ciudad de Zamora.

Muralla

Comida en el restaurante La Rúa (sito en la Rúa Los Francos), donde degustamos una torta de queso y un sabrosísimo y contundente arroz zamorano cocinado en cazuela de barro. Dicen de esta variedad que se trata de una de las recetas de arroz más antiguas que existen, siendo sus ingredientes, que le dan un toque intenso y meloso, además de arroz, pimentón y productos de la matanza del cerdo muy picaditos. Lo más reconocible, el chorizo, la oreja, el tocino y la panceta. No teníamos conocimiento de la existencia de este tipo de arroz, pero será sin duda una excusa más para volver a esta ciudad. Quedamos encantados.

Rápida visita en la zona de la catedral al museo de Baltasar Lobo y nueva caminata a la estación de tren para, justo una hora después, llegar a la capital de España. Es momento para empezar a pensar en otros viajes que, seguro, darán para otras muchas historias.

Interior de la Catedral
Estatua de Viriato

La ilusión recuperada. Vuelta a la normalidad.

Tras el desastre del frustrado viaje a Marruecos y habiendo transcurrido un mes desde el fatídico día, por fin me entregan el Land Rover arreglado y revisado. Al parecer las crucetas de la transmisión estaban rotas. No entiendo nada de mecánica, grave error, por lo que desconozco si la avería ha sido o no muy grave y si de verdad hubiera sido posible un arreglo rápido de urgencia el día de la rotura, viernes y en la provincia de Almería. Ni lo sé y creo que tampoco quiero saberlo. En su día ya tomé la irrevocable y creo que acertada decisión de no embarcar en el Ferry y dejar la aventura africana para otro año. Aun así, la situación ha costado digerirla y de hecho, creo que seguimos con el tema algo atragantado. Los hechos ocurridos entre el 5 y 6 de octubre los veo ahora como una lejana pesadilla. En escasas 28 horas tuvimos muchísimas sensaciones y anécdotas que quedan para el permanente recuerdo de cada uno. Para los míos y los de mi hijo Fernando. Muchos recuerdos negativos, pero también alguno positivo y sin duda una experiencia más que ha servido para reforzar nuestro espíritu aventurero el cual no ha decaído ni un ápice.

Imagino que la espinita acabará saliendo y qué mejor forma de comenzar la extracción, que disfrutando de diferentes rutas en lo que queda de otoño y durante el invierno. Siempre es muy satisfactorio una buena ruta con mucha agua y barro. Hace que olvides penurias pasadas. Aprovecharemos estos meses para coger ritmo y fuerza al volante y para que mi aprendiz asimile conceptos y se enfrente a situaciones invernales adversas y complicadas. Lo necesitaremos para nuestra próxima aventura intercontinental.

Al día siguiente de recoger el Land Rover Defender del taller, no puedo esperar mucho para probarlo y me lanzo a la carretera sin destino fijo. Por asfalto va muy bien, incluso lo noto con más brío de lo habitual, posiblemente debido a un factor psicológico fruto de la tensión de cientos de kilómetros de asfalto camino de Almería con la máquina averiada.

Cerca de Almazán, en Fuentelcarro, animado por la lluvia que lleva cayendo desde el inicio del viaje y lo caído en los últimos días, decido abandonar el asfalto y recuperar una vieja ruta, para mi muy conocida, pero que llevo algún tiempo sin disfrutar.

Son caminos rápidos, muy mojados y con algunos tramos de mucho barro que atravieso sin dificultad alguna. El Land Rover va muy bien. Sin vibraciones ni ruidos sospechosos y con mucha fuerza.

A los pocos kilómetros veo en el camino un turismo parado y sus ocupantes no hacen nada por moverlo cuando llego a su lado. Se me acercan dos chavales jóvenes, uno de ellos con pinta de gitano, muy moreno y tatuado. Los rasgos del otro personaje no son agitanados, pero lleva en su pecho una chapita con el lema “Yo soy gitano”. Me bajo del Land Rover y se me acerca el tipo moreno preguntando si tengo un alambre o similar, pues se les ha roto el tubo de escape y lo lleva arrastrando. Alambre no llevo, pero me dirijo hacia mi vehículo para darle alguna cincha o pulpo por si pudiera servirle. El tipo se me acerca mucho por la espalda y durante algunos segundos, me da la impresión de que he caído en alguna trampa para ser saqueado, al estilo medieval, en un camino de tierra en mitad del monte.

Nada más lejos de la realidad, son dos chavalillos muy jóvenes tirados en medio del monte con un viejo y repintado Renault Megane, al que ni más ni menos se le ha partido el tubo de escape por la mitad. Me cuentan que han puesto el gato para poder acceder a los bajos, pero no son capaces pues el terreno está muy blando y no es fiable ya que se hunde. Para evitar riesgos, desecho la posibilidad de nuevo intento con el gato y les indico que mueva el coche para situarlo al borde de la cuneta y poder acceder más fácil. Tampoco es posible. Llueve con fuerza. Realmente yo no tengo mucha idea, pero estos dos chavalillos mucha menos. Así que no me queda más remedio que asumir la responsabilidad de pensar algo para ayudarles. Digo yo que con tantos años y miles de kilómetros a mis espaldas se me ocurrirá algo. Indico al conductor que meta el coche en la cuneta situando una rueda en el borde del camino y la otra en la ladera de la cuneta. De esta manera los bajos quedarán más accesibles desde la parte más profunda de la cuneta, a modo de foso de taller. El chico duda y con determinación le indico que no se preocupe, que yo luego tiro del coche para sacarlo de la cuneta. Con mucha indecisión el chico monta en el Renault y le voy dirigiendo para situar el coche en el lugar adecuado.

Colocado el coche, el moreno debe tumbarse debajo y el señorito pone su abrigo a modo de manta pues el barro y el agua corre por la cuneta y no debe querer mancharse. Le voy indicando cómo funciona el cierre de la cincha que le he dado y le facilito además un pulpo por si es más fácil ya que lleva garfios en los extremos.

Tras unos minutos de jadeos y esfuerzos del moreno en los bajos del vehículo, parece que ha conseguido atar el escape al chasis y toca sacar el coche de la cuneta a la pista. Mientras vigilo los bajos del turismo, Voy indicando al conductor…despacio, derecha, recto… más despacio, para, un poco a la izquierda, hasta que finalmente y como era de esperar se queda atascado en la arena blanda de la cuneta. Con ánimo, le digo al otro chaval que empujemos y tras un par de intentos, el coche sale al camino.

La fina lluvia sigue mojándonos, lo que hace sentirme aún mejor. Prueba superada. Los chavales, ya mucho más tranquilos, me dicen que uno de ellos es de Almazán y el moreno de Aranda de Duero el cual ha venido a pasar unos días con su amigo. El moreno, con su pinta de malote, pero con gran emoción, me dice “menos mal que has aparecido porque ya no sabíamos qué hacer”. Bajo ese temible y desafiante aspecto, existe un niño, un niño inocente, bueno, agradecido y emocionado, no cabe duda. Querían invitarme a almorzar, lo que en Madrid viene siendo un aperitivo, pero lo rechazo con la excusa de estar necesitado de liberar mi estrés de la capital y  aventurarme en solitario por el monte.

Con el convencimiento de haber hecho una gran labor, retomo con brío mi ruta, haciendo rugir los 165 caballos que llevo escondidos en el motor. Si bien ha llovido mucho estos días, el terreno ha absorbido mucha agua y está en un estado perfecto. Aun así, hay grandes balsas de agua en los caminos, con barro moderado y divertido que permiten disfrutar de las primeras derrapadas de la temporada. Parece que voy recuperando la ilusión perdida hace un mes y de nuevo me fusiono con el Land Rover. Ya recuperada la ilusión, amigos, dará para otras muchas historias. Estoy convencido de ello.

Atalayas de la provincia de Soria

Atalaya, palabra de origen árabe que significa “centinela”, “vigía”.

Las Atalayas son pequeñas torres militares cuya función principal es la de defensa y vigilancia del territorio que las rodea y de eficaz medio de comunicación entre las grandes fortalezas.

Se trata de construcciones aisladas, situadas normalmente en puntos elevados del terreno y se encuentran visualmente conectadas entre todas ellas. Ocasionalmente, podemos encontrarlas también en zonas bajas, siendo en estos casos su función la de vigilar y proteger puntos de abastecimiento de agua, zonas de cultivo o el tránsito por los caminos.

Desde las Atalayas se observan y controlan los movimientos del enemigo, transmitiendo la correspondiente información a la siguiente atalaya mediante espejos o señales de humo durante el día y mediante hogueras o antorchas durante la noche. De Atalaya en Atalaya, el mensaje llegará finalmente a la fortaleza donde se encuentran acantonadas las tropas.

Así, la comunicación óptica entre las Atalayas y las grandes fortalezas es básica para el correcto funcionamiento del sistema defensivo de la frontera, el cual es complementado con unas buenas vías de comunicación terrestres para que las tropas puedan desplazarse con rapidez allá donde sea necesario. Estudios recientes aventuran un plazo de no más de 45 minutos en lo que tardaría en llegar un mensaje de alerta por incursión cristiana desde Gormaz hasta Medinaceli, siendo la distancia entre ambas fortalezas de 60 km. en línea recta. Recibido el mensaje en Medinaceli y posiblemente de forma simultánea también en Atienza, en cuestión de pocas horas podría haber, perfectamente equipados para un enfrentamiento, cientos de jinetes bereberes en la zona donde fueron avistadas las tropas cristianas.

Las Atalayas son torres de planta circular, de unos 10-12 metros de altura, 5 metros de diámetro y muros de metro y medio de grosor. Su interior es estrecho y se encuentra dividido en varios pisos, generalmente tres, más una terraza, separados por suelo de madera y comunicados por escaleras de mano. La planta baja era utilizada como almacén de víveres y armamento, los pisos superiores para estancia de los soldados y la terraza como observatorio. Normalmente carecen de aberturas o ventanucos, por lo que es fácil imaginarse el ambiente en su interior en permanente semioscuridad e incluso en completa oscuridad.

La puerta de acceso se encuentra a varios metros de altura y a la que se accede con una escalera de mano móvil que se retira desde el interior ante la presencia del enemigo.

Si tenemos en cuenta que las Atalayas se encuentran en lugares normalmente remotos y aislados y que su interior es estrecho y oscuro, es fácil imaginarse las duras condiciones de vida de la guarnición bereber destinada en la zona, compuesta normalmente por dos o tres hombres, tanto en las rutinarias tareas de vigilancia como cuando fuera necesario refugiarse en la misma hasta que llegaran las tropas de auxilio. El viajero podrá hacerse una ligera idea de ello en cuanto pase un rato por los alrededores de cualquier Atalaya disfrutando del entorno, lo cual recomiendo en todas y cada una de las que se visite.

A continuación, menciono algunas de las Atalayas situadas en la actual provincia de Soria, todas ellas de los siglos IX-X y situadas en el territorio de lo que fue frontera entre musulmanes y cristianos durante varios siglos, el eje defensivo Medinaceli / Almazán / Gormaz / Atienza. Hay muchas más. Todas ellas espectaculares y situadas en lugares privilegiados. Te animo a que organices alguna ruta para visitar algunas de ellas, donde te sorprenderá el paraje y la multitud de tesoros que existen por la zona y que no son mencionados en este artículo.

Atalaya de la Veruela (Caltojar)

Perfectamente restaurada. Fácil acceso a su interior. Enfrente se divisa la Atalaya de Ojaraca. Controla el Valle del Río Torete

Atalaya Ojaraca (Caltojar)

Ruina Parcial. Vistas espectaculares. Controla el Valle del Río Torete. Para localizarla tendrás que navegar y tener cuidado con los bajos y ruedas de tu Todo Terreno pues el acceso es muy muy duro. Por supuesto puedes acceder a pie o en esos artefactos tan de moda ahora y que llaman bicicletas de montaña.

Torre Melero (Riba de Escalote)

Parcialmente destruida, pero sus ruinas están asentadas y es accesible. El sitio es precioso y desde ella podrás comunicar con la Atalaya de El Tiñón y dar aviso en caso de que localices al enemigo.

Atalaya El Tiñón (Rello)

A mi parecer, la joya de la corona. Con forma troncocónica. Restaurada y accesible. Vistas espectaculares. Cuentan las crónicas que fue en este punto exacto donde falleció Almanzor, siendo desde aquí trasladado su cadáver hasta Medinaceli. Desde este punto se divisa el pueblo de Rello y la Atalaya Torre Melero. Dedica tiempo a este lugar, es mágico.

Atalayas en Osma

Uxama: En lo alto del cerro de Uxama, vigilando el cañón del río Ucero, se levanta esta magnífica Atalaya construida sobre una construcción previa de época romana. Muy bien conservada y con fácil acceso a su interior. Desde ella se divisan varias Atalayas: la de Burgo de Osma, Quintanilla Tres Barrios, así como los Castillos de Osma y Gormaz. Los musulmanes la edificaron para controlar los movimientos de los cristianos en el castillo de Osma.

Aprovecha esta visita para dar una vuelta por la ciudad Celtíbero-Romana de Uxama. Si bien dicen que hay más de 100 hectáreas de terreno donde se asentaba la ciudad, las excavaciones son escasas pero muy llamativas. El resto se encuentra sin excavar, con muchísimas piedras sueltas y restos de ladrillo. Se puede apreciar a simple vista lo que debe haber oculto bajo tierra, pues se ve perfectamente el trazado de muros, restos de murallas y alguna que otra casa. Recorre el lugar, disfruta del paisaje y elige el personaje que quieres interpretar. Un Celta, un Romano, un Visigodo ¿o quizás un bereber?

Valdenarro (Burgo de Osma Este)

Está en estado de ruina progresiva y en un alto muy cerca del Burgo donde han instalado modernas antenas de telecomunicaciones. La solución es dejar las antenas a tus espaldas y disfrutar del paraje.

Atalaya La Olmeda

Rehabilitada. Situada en medio de un bosque de enebros lo cual hace más complicada su localización, pero merece la pena ponerse a prueba para llegar hasta ella. Situada a medio camino entre el Castillo de Gormaz y el de Osma. Disfruta de la soledad que se respira en ese lugar.

Atalaya en Quintanilla Tres Barrios

Totalmente rehabilitada y de fácil acceso hasta la terraza desde donde hay unas espectaculares vistas. Se ve perfectamente el Castillo de Gormaz y las Atalayas del Burgo de Osma. Desde este lugar se aprecia muy bien el sistema defensivo construido por los árabes y el dominio que ejercía sobre este territorio la fortaleza de Gormaz.

Atalaya Anjara (Ontalvilla de Almazán)

Situada en un bonito lugar, en un llano en medio de enormes campos de labor y no demasiado lejos de la Autovía que comunica Soria y Madrid. Se caracteriza por tener vanos por donde entra la luz en todas sus plantas. Junto a la torre se aprecia una excavación que pudiera ser un aljibe.

Atalaya Torrejalba (Almarail)

Impresionante el lugar donde está ubicada. Vigila las aguas del Duero y sirve de enlace entre la Tierra de Almazán, la Tierra de Gómara y el valle del río Rituerto, territorios estos con numerosa población musulmana en tiempos pasados. Las vistas a ambas llanuras y al sistema ibérico son espectaculares, de los mejores de la provincia sin duda alguna. Dedica un buen rato y podrás apreciar el control sobre el terreno que tenían las tropas bereberes, de la función primordial de comunicación de estas edificaciones y el poco tiempo en que podría llegar un mensaje de ataque cristiano por ejemplo entre Medinaceli y cualquier punto remoto del valle Rituerto. ¡Desde esta atalaya se controla gran parte de la provincia de Soria!

En esta atalaya, se ha conservado una viga de madera original fechada entre los años 950 y 1032 tras realizar las oportunas pruebas con Carbono 14.

Atalaya en Torluenga.

Curiosa Atalaya de unos seis metros de altura, muy aislada, rodeada de tierras de labor y cristianizada parcialmente en el siglo XVIII, abriendo en su base un nuevo acceso para instalar un oratorio o capilla la cual se conserva, de momento, en buen estado. En este lugar, junto a la Atalaya, en el año 1.142, por orden y deseo del Rey Alfonso VII de Castilla y en cumplimiento de un voto profesado si conseguía reconquistar a los musulmanes la ciudad de Coria (Extremadura), se instalaron doce monjes cistercienses franceses fundando así el Monasterio de Santa María de Cántabos del cual, a fecha actual, no queda resto alguno. Estos monjes, tras permanecer en este lugar durante unos 20 años, lo abandonaron debido a la escasez de agua, fundando definitivamente un nuevo Monasterio del cual podemos disfrutar hoy en día en el cercano pueblo de Santa María de Huerta.

Atalaya de Montejo de Tiermes.

Situada en pleno casco urbano y adosada a una de las casas del pueblo. Se encuentra cubierta con un original tejadillo.

Atalaya de Liceras.

Situada en el casco urbano y muy bien restaurada. Accesible mediante cómodas escaleras de caracol. Desde su terraza hay buenas vistas del pueblo entero. Esta atalaya controlaba la ruta que unía Uxama y Ayllón.

Atalaya de Mosarejos.

Reconvertida en palomar por lo que no puede apreciarse la construcción original. Pero ahí sigue.

Atalaya de Nograles

Como la anterior, reconvertida en palomar pero ha sido restaurada recientemente.

La ilusión perdida. 28 horas de aventura.

La preparación de un viaje de 10 días al Sáhara marroquí tiene su aquel. El pasado 24 de mayo tomamos la decisión de disfrutar de un nuevo viaje a estas tierras y fijamos como fechas las del 6 al 15 de octubre. Por delante tenemos cuatro meses y medio para preparar el coche e ir pensando en todo lo que hay que llevarse.

Se inicia así un periodo en el que el viaje está permanente en tu cabeza y comienzas a hacer listas de todo lo necesario e imprescindible. Listas siempre abiertas y ampliadas de forma continua hasta que finalmente van tomando un contenido más definido. Lo más importante, la revisión del vehículo, aceites y diversos líquidos por si hay pérdidas, verificación de pasaportes, carta verde el seguro, documentación con datos personales y del vehículo para entregarlos en los diferentes puntos de control militares con los que podamos encontrarnos, obtener la moneda local, contratación de datos móviles para estar en contacto con la familia y amigos y un largo etcétera al que hay que añadir la comida, bebida, menaje, aseo, botiquín, material de acampada……..

Este viaje es especial pues desde el comienzo se determina que seremos cien por cien autónomos y prescindiremos de noches de hotel salvo fuerza mayor. No puede faltar de nada y debemos estar preparados para cualquier contingencia que pueda ocurrir a mil kilómetros de la frontera en algún punto remoto y aislado del desierto.

Cada vez que visitas un supermercado o tiendas de cualquier género, viene a la mente el viaje y vas haciéndote poco a poco con todo lo necesario para la aventura. Además, siempre aprovechas la situación para introducir alguna mejora en el coche o para adquirir algún artículo que siempre has pensado que vendría bien para las rutas. Nuevas cinchas para anclar el equipaje, cargadores con USB y enchufe tradicional, nuevo bidón de agua para aumentar la capacidad de almacenaje, etc…

Organizar los menús requiere también de tiempo y dedicación, sin duda alguna. Por supuesto prevalece la comida ya preparada o enlatada, pero se intenta llevar, dentro de lo posible, una dieta relativamente equilibrada. Carne, verduras, pasta, arroces, patés, atún (que no falte) e importante, sardinas, que dan mucha fuerza y energía. El agua potable que no falte, teniendo capacidad para transportar 70 litros. También los zumos son importantes para evitar deshidratación y recibir una dosis de glucosa. Y sí, también cerveza, toda la que se pueda, pues es increíble la sensación de degustar una de ellas, o varias, muy fría y tras un día entero de pistas por el desierto. Además, y puede que extrañe a alguien, es moneda de cambio. Una buena nevera instalada en el vehículo siempre ayudará a poder darte estos caprichos con temperaturas superiores a los 45 grados.

Como hemos decidido prescindir de hoteles, siempre lo hacemos, el material de acampada es un aspecto para tener muy en cuenta. Tomamos la decisión de dormir al raso siempre que el tiempo lo permita, por lo que mi copiloto, hoy convertido en piloto, necesita una cama plegable y algo de ropa ligera para soportar los calores extremos. En cualquier caso, la tienda de campaña siempre a mano por si llueve, sopla un viento infernal o te pilla alguna tormenta de arena.

Equipaje

Con el coche cargado hasta los topes, mi hijo y yo iniciamos el viaje de nuestra vida el jueves 5 de octubre a las 13.45 horas. La actitud mental, aunque puede que a alguno parezca una tontería, es muy importante. Debemos tener muy claro que vendrán complicaciones, momentos duros e incómodos, pero tendremos que adaptarnos, mantener siempre la calma y afrontarlos con buen ánimo, pues son elementos del viaje que siempre están presentes, aparecen con frecuencia y muchas veces sin previo aviso.

Tras el habitual y desagradable atasco de la M-30 y primeros kilómetros de la nacional IV, por fin cogemos ritmo en la marcha y adoptamos una velocidad de entre 100 y 110 km/hora con la cual el Land Rover responde a la perfección. A las 16 horas paramos a tomar un bocadillo en un bar de carretera cerca de Valdepeñas y continuamos marcha relajados y con muy buen espíritu. Nos adelanta una numerosa caravana de 4×4 de nuestros hermanos portugueses lo cual siempre gusta y anima aún más si cabe nuestro espíritu aventurero y las ganas de embarcar con destino al desierto.

A los 300 km de nuestra salida comienza un ruido sospechoso en el tren delantero que dura muy pocos segundos, pero que nos obliga a parar y revisar los bajos del coche sin que detectemos nada raro. Continuamos la marcha sin mayores contratiempos y en el Km. 390 cedo el pilotaje a mi hijo para que vaya cogiendo el sentir del coche pues hace algunas semanas que no lo hemos utilizado. Estos coches, cuanto más los conduces, más sencillos y suaves son de manejar.

Primeros síntomas

Si bien comienza a anochecer, continuamos la marcha pues nos proponemos hacer noche en la localidad de Tabernas y así poder darnos una vuelta por este desierto en las primeras horas del día siguiente. Pero el coche vuelve a hacer ese ruido sospechoso e incluso suena en el interior un leve golpe seco y realmente preocupante. Nueva parada, pero no se ve nada raro y el coche sigue rodando bien.  

Reducimos la marcha con gran preocupación y llegamos a la localidad de Tabernas sobre las 21,15 horas. Ya es noche cerrada. Localizamos por internet un par de hostales y nos acercamos a ellos a ver si hay habitaciones. Aparcamos en una céntrica calle donde hay algo de movimiento de chicos jóvenes, africanos y donde flota en el ambiente un dulce y penetrante olor a María, lo cual nos pone en alerta en lo que se refiere a la seguridad de nuestro vehículo cargado hasta los topes.

El tipo del hostal, mayor y con pinta de rufián pesetero, nos dice que no tiene habitaciones libres, pero nos ofrece un piso que él tiene y donde podríamos pasar la noche. La verdad que la propuesta y la forma de realizarla no nos da mucha confianza, pero aún así, le preguntamos si hay parking donde dejar el coche. Al parecer no hay parking en el pueblo y nos recomienda que lo aparquemos en la plaza del Ayuntamiento donde hay cámaras de seguridad. Nos debe ver cara de subnormales y nos comenta que incluso donde tenemos el coche aparcado a escasos metros del hostal también hay cámaras… En ese instante, pasa por la calle un nuevo grupo de jóvenes que no nos dan mucha confianza, al menos en lo que a su aspecto se refiere.

Desistimos del ofrecimiento del rufián y nos retiramos a las afueras del pueblo para intentar buscar algún sitio donde dormir. El tiempo ya corre en nuestra contra. A través del Google maps intentamos localizar sitios cercanos como casas rurales, albergues, apartamentos turísticos ya más aislados del pueblo y con parking en la puerta para nuestro coche. Llamada tras llamada a teléfonos donde la atención deja mucho que desear e incluso con la sensación de que todo ello era la misma empresa, se nos informa que está todo completo.

Ya sabemos todos que Tabernas es un pueblo turístico que vive de los espectáculos de indios y vaqueros. Pero de ahí a que un jueves por la noche no haya ninguna habitación disponible en el propio pueblo ni en 20 km. a la redonda es difícil de entender y asumir.

Llegando a Tabernas

No acabamos de creernos que esa actitud mental positiva que he comentado al principio de esta crónica, ya tendríamos que ponerla en práctica en la primera noche fuera de casa y en nuestra propia nación. Optamos por salir de nuevo a la autovía y parar en el primer hostal de carretera que apareciera. Alguno habrá en los 30 kilómetros que quedan hasta la ciudad de Almería. Me viene a la cabeza las muestras de sorpresa que mostraron amigos y conocidos cuando les comentaba que nos íbamos de viaje sin ningún tipo de reserva. Pues sí, esto es así, pero tan pronto y en la pequeña localidad de Tabernas no me lo esperaba.

Arrancamos de nuevo y todo el tren delantero del Land Rover es una caja de ruidos. Parece que la parada de más de una hora en este pueblo hostil no le ha sentado nada bien. Nueva revisión de bajos para intentar detectar algo raro, pero a primera vista nada se ve. Se mueve ligeramente la barra de suspensión de la dirección, pero tras consultarlo con los expertos no es un problema grave.

Con más precaución que nunca iniciamos la vuelta a la autovía y ningún hostal a la vista. A 5 kilómetros de la ciudad de Almería, suena un golpe seco, muy fuerte y preocupante por toda la parte baja del coche, algo parecido a una explosión. Con bastante susto y preocupación paramos de inmediato en un arcén bastante inseguro y tomo los mandos por si el coche comenzara a quedarse sin dirección o sin frenos o si explotara de repente. En el momento del ruido fuerte conducía mi hijo y vaya susto que se llevó, creo que más que yo, pues esos golpetazos se transmiten a través del volante, caja de cambios, pedales, etc… Revisando los bajos se aprecia bastante aceite por la zona de la caja de cambios y otras zonas vitales de nuestro Land Rover.

La entrada en Almería es como la de un soldado herido que viene directamente del campo de batalla. Todo son ruidos chirriantes durante el rodaje del coche, da la sensación de que vibra la caja de cambios, la transmisión y el ruido del motor ha cambiado ligeramente. Es en este momento cuando somos conscientes de que nuestro viaje ha finalizado y es momento de mantener la calma y saber afrontar esta situación tan dura y complicada.

Aparcamos el coche en un parking y reservamos a las 23.30 horas una habitación en el modesto hotel La Perla, en pleno centro de Almería.

Un funesto silencio se apodera de nosotros pues no nos podemos creer que el viaje se ha acabado. Ha finalizado antes de que comenzara, es algo increíble. Es el momento de mantener el tipo, intentar ser positivos y asumir que hasta aquí hemos llegado. Intentamos darnos ánimos entre nosotros. Era algo que podía ocurrir y desgraciadamente ha ocurrido.

No hay forma de encontrar a medianoche ningún sitio donde comer en Almería, por lo que nos sentamos en el único chiringuito abierto, muy cerca del hotel, donde nos tomamos unos tercios de cerveza e intentamos digerir nuestra triste situación. La terraza está a rebosar de gente joven y me llama la atención una pegatina en todas las mesas donde se indica que está prohibido fumar, que no hay WC y que no se puede pagar con tarjeta, sólo en efectivo. La pegatina me asquea profundamente, no lo puedo evitar.

Desde la terraza donde nos hemos instalado vemos un local abierto, algo parecido a una tienda de comestibles y allí nos dirigimos a comprar algún sándwich o algo parecido. Se trata de una tienda similar a un “chino” de Madrid, pero atendido por españoles, abierto 24 horas y donde podemos tomar en una pequeña barra dos enormes raciones caseras de lomo con roquefort y lomo a las finas hierbas que por su abundancia son difíciles de terminar. Lo redondeamos con un enorme y sabroso panini y un par de bebidas, todo a un precio que daban ganas de pagar el doble al chico que iba a estar de servicio la noche entera.

Sobre la una de la mañana nos acomodamos en nuestro hotel donde cuesta conciliar el sueño por toda la experiencia vivida en este largo día.

Fieles a nuestra cita con el resto de los miembros de esta expedición, acudimos a las 10 horas al puerto de Almería con un renqueante, tembloroso y ruidoso Land Rover. Breve encuentro de varios minutos, pues deben comprar aún los billetes de embarque, palabras de ánimo y un fraternal abrazo para desearles un buen viaje. Un nudo en la garganta me ahoga. Vaya situación complicada. No nos lo acabamos de creer. El ferry está a escasos metros y nosotros nos quedamos en tierra. Estos viajes son así.

Llamada al taller de Soria para informar que recibirá el Land Rover en unos días y posterior llamada al seguro para recibir la asistencia típica en estas situaciones. El taxi y la grúa no tardan en llegar, pero con tiempo suficiente para vaciar la mayor parte de nuestras pertenencias pues el seguro nos indica que ponen a nuestra disposición un coche de alquiler. Se quedan en el Land Rover la nevera lleva de bebidas, los 70 litros de agua y el material de acampada. Finalmente, en Almería no hay coches de alquiler disponibles y el taxi que nos ha venido a recoger al puerto nos lleva a Madrid donde llegamos a las 17.30 horas. Pedro, el taxista, es un tipo bastante amable, madrileño de nacimiento, muy profesional y creo que era unos de los capos del mundo del taxi almeriense por la infinidad de llamadas y distribución de los servicios de recogida que realizó durante el viaje.

Durante el viaje en taxi a Madrid, he recibido infinidad de mensajes y llamadas de amigos y familiares para apoyarme en momentos tan delicados. Todos ellos habían sido informados previamente de la situación a través de las redes sociales pues eran conocedores de esta aventura y de nuestra ilusión por ella. Casi todos, por no decir todos, sois lectores de mis crónicas en esta página, por lo que aprovecho para agradeceros las llamadas de apoyo y llenas de cariño que me habéis realizado. De verdad, mil gracias.

Puerto de Almería

Escribo estas líneas dentro de las 24 horas siguientes a nuestro regreso a casa. Estoy desolado, frustrado. Tengo una sensación de profunda derrota y no acabo de adaptarme a la vida normal, me encuentro totalmente desubicado. A mi hijo le pasa lo mismo. Menos mal que es fin de semana y disponemos de dos días de duelo antes de incorporarnos a nuestra vida anterior. Estos viajes es lo que tienen. En cuestión de minutos pueden estropearse y así ha sido. Unas veces la causa es la mecánica y otras el “bicho marroquí”, otro de los grandes fantasmas de estas aventuras. Es importante saber desde el primer momento en el que inicias el viaje, que, de forma inesperada, puede ocurrir cualquier cosa que lo frustre. Además, debo sentirme afortunado, pues una avería de este estilo en pleno desierto sí puede convertirse en un grave problema de supervivencia personal y de alto riesgo para el vehículo. En cualquier caso, también íbamos preparados para ello.

Pero amigos, me aplico mi propia medicina y ya estoy pensando en mi próximo viaje a Marruecos que, con total seguridad, dará para otras muchas historias.