Zamora enamora. Noviembre 2023

Zamora no se ganó en una hora, pero está a una hora de Madrid. En AVE, por supuesto.

Los primeros indicios de la existencia de la ciudad datan de comienzos de la Edad de Bronce. En la Edad de Hierro, el pueblo celta de los Vacceos permanece en este mismo asentamiento, el cual se encuentra situado en un cerro que domina el río Duero que facilita la protección y defensa de sus habitantes. Con la entrada del imperio romano en la península, surge la figura del lusitano Viriato, declarado en la actualidad héroe de la ciudad por la belicosidad mostrada frente a los romanos. Dedicado al pastoreo, Viriato se convirtió en el terror de los romanos derrotando a los ejércitos de ocho cónsules, obstaculizando y retardando la ocupación romana de la provincia de Zamora. Su táctica fue la guerra de guerrillas. Los romanos únicamente pudieron acabar con Viriato prometiendo el oro y el moro a tres de sus colaboradores, los cuales no tardaron en cortar la cabeza a este pastor guerrero. Cuando sus asesinos fueron a cobrar lo prometido, el cónsul romano, con gran desprecio, se limitó a indicar que “Roma no paga a traidores”. De ahí la famosa frase que todos hemos escuchado en alguna ocasión.

Poco rastro queda de la presencia musulmana en la ciudad, salvo, ni más ni menos, el propio nombre, no sólo de la ciudad, sino el de toda la provincia.  Los musulmanes denominaron la ciudad como “Samurah”, ciudad de las turquesas, del que deriva el actual nombre de Zamora. Es la única capital de Castilla y León con toponimia árabe.

 Su presencia aquí apenas duró 200 años, con extensos tiempos de abandono de la ciudad y siempre en el centro de duras batallas con los cristianos, por lo que fueron constantes los cambios de poder de la ciudad entre uno y otro bando. Los últimos latigazos islámicos, los propinó, como no, el caudillo Almanzor en los años 981 y 984 y 986 y 989. En el mes de septiembre del 981, sitia la ciudad sin poder conquistarla y arrasa la región en un intento de obtener su rendición. En febrero- marzo de 984, Almanzor vuelve sobre Zamora y la ciudad le es entregada por el rey Ramiro III ante la imposibilidad de defenderla por encontrarse en guerra contra el rebelde Bermudo II quien finalmente asume en el poder. Bermudo llega a un acuerdo con Almanzor, el cual le devuelve la ciudad, pero manteniendo en su interior tropas musulmanas las cuales son finalmente expulsadas en el 986. No tarda en reaccionar Almanzor por la ruptura del pacto por parte de Bermudo y ese mismo año ocupa la ciudad, la cual es saqueada y destruida sin contemplaciones. En el 988, Almanzor fija de nuevo como objetivo la ciudad de Zamora, volviendo a ser arrasada ya sin excesiva dificultad por encontrarse muy debilitada por el ataque del 986.

El hijo de Almanzor, Abd al Malik al Muzaffar, siguiendo el ejemplo y los pasos de su padre, arrasa la ciudad de Zamora en el año 1005.

Parador

En el año 1055, Fernando I de León reconstruye y fortifica la ciudad, repoblándola con gentes traídas de León, Asturias, Galicia, Cantabria y mozárabes de Mérida y Toledo. A su muerte, la ciudad de Zamora es concedida a su hija Urraca, la cual, en el año 1072, sufre el ataque de su hermano Sancho II, primer rey de Castilla, el cual pierde la vida a los pies de su muralla poniendo así fin al asedio impuesto por Castilla a la ciudad y que duró siete meses y 6 días. Este episodio bélico dio lugar al famoso dicho “Zamora no se ganó en una hora”. Ni en una hora, ni en los seis largos meses de asedio. Castilla no consiguió su objetivo.

Comienza aquí el verdadero desarrollo de la ciudad, llegando a su momento más esplendoroso a lo largo de los siglos XII y XIII, periodo en el que se construyen innumerables iglesias y monumentos del austero y frío estilo románico y que nos han dejado absolutamente sorprendidos en nuestra visita. Vayas donde vayas, podrás ir viendo iglesias cada cual más impresionante. No te has recuperado del esplendor de una de ellas, cuando ante tus ojos aparece otra y otra más allá, y otra un poco más allá, es sorprendente. Y todo ello mezclado con un espectacular puente románico sobre el río Duero (S. XII), varios lienzos de las murallas medievales (XI a XIII), multitud de palacios del siglo XV y el castillo del siglo XI.

La ciudad de Zamora guarda en su interior 22 iglesias románicas, catedral incluida, lo que ha dado lugar a ser conocida como la “Ciudad del Románico”. Es la ciudad del mundo con mayor número de iglesias de este estilo.

En una de esas iglesias, el Cid fue nombrado caballero, residiendo además por un tiempo en lo que hoy se llama la Casa del Cid (s. XI), una de las pocas construcciones románicas de uso civil que se conservan en nuestro país.

Casa del Cid

Dando un giro total a esta crónica, creo que ya está bien de tanto rollo medieval, pues, como podréis apreciar, últimamente me da por escribir o reescribir la historia de este país. Espero no haber sido demasiado denso y que los datos facilitados hayan despertado vuestra curiosidad o, al menos, vuestro espíritu viajero.

Tras un viaje de hora y diez minutos, el AVE nos deposita en la ciudad de Zamora a las 12,30 de la mañana y vamos andando hasta el apartamento turístico que hemos reservado. A los pocos metros, en una tienda de productos agrícolas, nos recibe un cartel de lo más sugerente que no hace sino recordarme a mi infancia cuando compraba pollas en el mercadillo de los jueves de Soria. En aquellos tiempos, me ruborizaba cuando el vendedor me preguntaba “cuantas pollas quieres”. Mucho ha llovido desde entonces.

Tras unos 25 minutos de caminata, nos recibe Gustavo, el dueño del apartamento donde vamos a estar alojados. Un tipo ya entrado en años, elegante y muy simpático, que nos abre el pisito, nos sitúa dentro de la ciudad y nos recomienda algún bar de tapas y algún otro para desayunar.

El apartamento está fenomenal. Situado en la plaza de Sagasta, en pleno centro de la ciudad, en la calle más comercial y muy cerca de la plaza mayor. Tiene un gran mirador de cristal que da a la calle principal y que da luz natural al pequeño salón. Nadie ha debido aburrirse sentado en este mirador, pues son miles de personas las que pasan a diario por debajo del mismo. Sin duda, un lugar estratégico para cotillear a los vecinos paseantes. La obra es reciente y está muy limpio. Hemos acertado de pleno.

Plaza de Sagasta

Sin mucho entretenimiento, salimos a la calle a conocer la ciudad y nos sorprende la poca gente que hay paseando. La verdad que es casi la hora de comer y algo tendrá que ver. Llegamos a la Plaza Mayor casi en el acto y nos sorprende la empinada calle de Balborraz, la cual ostenta el título de ser una de las doce calles más bonitas de España y que en la Edad Media era una de las entradas a la ciudad después de atravesar el puente sobre el río Duero. El nombre de esta calle proviene del árabe “bab al ras” que significa “puerta de la cabeza”. Al parecer, en este lugar se colgaron las cabezas de los caudillos musulmanes muertos en una batalla celebrada en el año 901 en un intento frustrado de ocupar la ciudad. Dicha batalla duró cuatro días y es conocida y recordada como “Día de Zamora”.

Calle Balborraz

Continuamos hacia la zona de la catedral y el castillo, haciendo paradas en los numerosos miradores con vistas al río Duero. Todo es espectacular. La ciudad está perfectamente cuidada, todo muy ajardinado, limpio y cuidado al detalle. En la zona del castillo no hay nadie y es una maravilla.

En este primer paseo ya hemos podido disfrutar de varias iglesias románicas, muy cuidadas, con impecables fachadas y del Parador de Turismo, antiguo palacio del siglo XV y edificado sobre la antigua alcazaba árabe de la que no queda resto alguno.

Puente románico sobre el Duero

Paramos a comer en una terraza de la Plaza Mayor, cara al sol y cara a la iglesia románica de San Juan Bautista de mediados del siglo XII situada en el centro de la plaza. Probamos una pequeña tapa de arroz a la zamorana, unas croquetas y rabas. Todo bastante bueno. La ciudad nos empieza a gustar más aún. Café en una terraza distintas con vistas a otra iglesia, esta vez la de San Vicente, de finales del XII y comienzos del XIII. Me da la impresión de que la torre está algo inclinada, pero a lo mejor es cosa mía.

Iglesia S. Juan Bautista
Torre Iglesia S. Vicente

Breve descanso en el agradable apartamento y con las últimas luces volvemos a la calle a patear la ciudad. Comenzamos nuestra andadura por la céntrica calle de Santa Clara, ya mucho más animada y con todos los comercios abiertos. Me tienta comprar una manta zamorana pero mi joven acompañante me mira como si ya me estuviera haciendo viejo y puede que tenga razón. Es la típica manta para el sofá mientras ves la televisión, me dice. Me doy cuenta de que yo poca televisión veo y lo dejo para otro momento. Yo más pensaba para alguna fría noche al raso, pero bueno…

En este paseo nos damos cuenta de la abundancia y riqueza de edificios modernistas que hay en Zamora. Muy coloridos, con fachadas muy ornamentadas y todo bastante bien conservado. También nos llama la atención la cantidad de edificios completos que se venden, posiblemente consecuencia del fallecimiento de sus propietarios y de la falta de interés de los herederos en su conservación y ocasionado por la intensa despoblación que también sufre esta provincia.

Seguimos descubriendo más iglesias, las murallas de la ciudad y quedamos encantados con la escultura del artista local, Baltasar Lobo, bautizada como “Maternidad”.

«Maternidad». Baltasar Lobo

Es momento de cenar a base de tapeo y nos adentramos en la estrecha y concurrida calle de Herreros, donde los bares de tapas se suceden uno detrás de otro. En el Bar Los abuelos, tomamos unas berenjenas, oreja, pinchos morunos y champiñones. Todo muy rico.

Aún nos da tiempo para un último paseo antes de irnos a nuestro refugio situado en pleno centro. Una espesa niebla se ha apoderado de la ciudad.

Castillo

A las 8.30 de la mañana, cámara en mano, estoy ya paseando por las solitarias calles de Zamora. La niebla no ha levantado y la humedad es muy alta. Vuelvo a la zona del castillo y entro a la catedral que está abierta. Se trata de una catedral románica, construida en tan solo 23 años, entre el 1151 y 1174, la más antigua de Castilla y León. Destaca su cimborrio con escamas de piedra y el campanario que hacía las veces de torre defensiva y de vigilancia. Su interior es austero y me llama la atención el coro de madera, la capilla de la Virgen de la Esperanza, la del Cristo de las Injurias y dos sepulcros en la pared cuyos eternos moradores, el Sr. Lope Rodríguez Olivares (alcalde de la ciudad) y Alfonso García (Sacerdote), fallecieron respectivamente en los años 1402 y 1409.

Casualmente hay algún evento religioso. Comienza a sonar el órgano y de la sacristía salen en procesión al menos 15 sacerdotes. Se sitúan en el coro, una mujer comienza a cantar y los sacerdotes se unen a los cánticos. Tras media hora, nueva procesión de los sacerdotes a la sacristía y vuelve a reinar un profundo silencio en el interior de la catedral. La verdad que ha estado muy bien. Comienza a entrar gente en la catedral, son las diez de la mañana y abandono el recinto con espíritu totalmente renovado.

Interior Catedral

Siguiendo las indicaciones del día anterior de nuestro casero Gustavo, nos dirigimos hacia al antiguo mercado de abastos y en uno de los laterales se encuentra la cafetería Merlú donde desayunamos un exquisito chocolate con churros.

A las 12,30 nos personamos en la Plaza Mayor donde hemos contratado un free tour por la ciudad. Nos dirige un tal Quique, extremeño, el cual, durante hora y media nos ameniza el paseo con muchísima información sobre la historia, curiosidades y anécdotas de la ciudad de Zamora.

Muralla

Comida en el restaurante La Rúa (sito en la Rúa Los Francos), donde degustamos una torta de queso y un sabrosísimo y contundente arroz zamorano cocinado en cazuela de barro. Dicen de esta variedad que se trata de una de las recetas de arroz más antiguas que existen, siendo sus ingredientes, que le dan un toque intenso y meloso, además de arroz, pimentón y productos de la matanza del cerdo muy picaditos. Lo más reconocible, el chorizo, la oreja, el tocino y la panceta. No teníamos conocimiento de la existencia de este tipo de arroz, pero será sin duda una excusa más para volver a esta ciudad. Quedamos encantados.

Rápida visita en la zona de la catedral al museo de Baltasar Lobo y nueva caminata a la estación de tren para, justo una hora después, llegar a la capital de España. Es momento para empezar a pensar en otros viajes que, seguro, darán para otras muchas historias.

Interior de la Catedral
Estatua de Viriato

3 comentarios en «Zamora enamora. Noviembre 2023»

  • 13 de abril de 2024 a las 12:40
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    jajaja qué bueno lo de la manta zamorana. Es una ciudad preciosa, con muchísima historia, ¡y muy cuidada y limpia! Y menuda gastronomía. Me encanta esta ciudad, junto al Duero, y su provincia. Estuve una vez a ver a una Directora de Obra en la Diputación Provincial de Zamora, Ingeniera de Caminos, como yo, y el edificio donde trabaja es precioso, en la Plaza de Viriato. Exquisita redacción Rafa, como siempre. Un abrazo

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  • 16 de diciembre de 2023 a las 09:44
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    Q buen viajecito, como disfrutamos!! Bonita historia..,deseando seguir explorando juntos…Y habrá q volver a por una manta zamorana!!! 😍

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