El 10 de agosto del año 1002 fallece Almanzor, el cual a mi parecer y como ya he indicado en alguna que otra ocasión, uno de mis personajes favoritos de la historia de España por su vinculación con tierras Sorianas y por ser el mejor, más audaz y temido general de Al Ándalus. Es el punto de inicio del declive de Al Ándalus.
Le sucede su hijo Abd al Malik (Amir al Muzaffar, “El Triunfador”) (1002 – 1008), al cual, el califa Hisham II, concede los mismos poderes absolutos que otorgó en su día a su padre. Durante los seis años que duró su mandato, mantuvo la misma línea de gobierno que su gran antecesor. Dirigió el pueblo y a la clase política con mano dura y mantuvo el constante acoso a los reinos cristianos contra los que llevó a cabo ocho mortíferos ataques siendo no obstante vencido en alguno de ellos.
Abd al Malik, desde muy joven, acompañó a su padre Almanzor en multitud de incursiones contra territorio cristiano y gozaba de una extraordinaria valentía y amplia experiencia en combate. Fallece el 20 de octubre del año 1008, a la edad de 33 años, consecuencia de una enfermedad. Siempre existirá la sospecha de haber sido envenenado por su hermano “Sanchuelo”, el cual le sucedió en el cargo de forma inmediata, al día siguiente de su fallecimiento.
Abderramán ibn Sanchul, conocido como “Sanchuelo”, hijo de Almanzor habido con una de sus mujeres, Abda, hija del rey Sancho Garcés II de Pamplona. El apodo de “Sanchuelo” le es dado por su gran parecido físico con su abuelo materno. Nada tuvo que ver este personaje ni con su padre ni con su hermano. Se dedicó fundamentalmente a disfrutar en palacio, junto al califa Hisham II, de los placeres de la vida, del vino y de las mujeres. Consiguió incluso que el Califa, que carecía de descendencia, le nombrara su heredero legítimo, lo cual no gustó a los otros pretendientes Omeyas, eliminando éstos el problema con su asesinato a los pocos meses de su mandato. Personaje mediocre, soberbio y de vida desordenada. Indigno sucesor de su padre. Subió al poder en octubre del año 1008 y fue decapitado por los rebeldes el 3 de marzo de 1009. Su cadáver fue embalsamado y crucificado en una de las Puertas de Córdoba.
Así, de esta forma tan rápida y sangrienta finaliza la estirpe en el poder del más temido general de todos los tiempos y comienza la rápida desintegración de Al Ándalus. La lucha por el poder es constante y al menos diez Califas son proclamados y depuestos en el periodo comprendido entre el año 1009 y 1031, fecha en la que se da por extinguido el Califato de Córdoba comenzando el periodo de los Reinos de Taifas.
Es el momento adecuado para que los reinos cristianos comiencen su hegemonía sobre la península y de esta situación sabe aprovecharse perfectamente Fernando I, Rey de León y último Conde de Castilla.
Fernando I, siendo consciente de la debilidad tanto económica como militar en la que han quedado los nuevos Reinos Islámicos, inicia una interesante estrategia político militar con el objetivo de desestabilizar a su enemigo y reconquistar territorio. Así, utilizando métodos tan básicos como la agresión militar directa o simplemente la amenaza, el Conde Castellano, a cambio del pago de cuantiosos tributos (llamados “parias”), lleva a cabo una política de pactos de no agresión y alianzas de protección militar con diferentes reinos musulmanes. De esta manera obtiene importantes beneficios económicos para financiar su ejército, rompe la estabilidad económica, social y política de sus enemigos, logra intervenir en sus asuntos internos y potencia los enfrentamientos entre los diversos reinos musulmanes. Su objetivo final, la reconquista del territorio con el menor enfrentamiento bélico posible y por tanto con el menor coste económico. En consecuencia, gran parte de las plazas fuertes que custodiaron la Estremadura Soriana como Gormaz y otras cercanas, son entregadas sin violencia a los cristianos en el año 1060.
Al morir Fernando I, su hijo Alfonso VI, Rey de Castilla, mantiene la misma estrategia aumentando la presión en el pago de las parias, la injerencia en los asuntos internos y desestabilizando a la sociedad y gobernantes islámicos hasta el punto más extremo. En el año 1085, la ciudad de Toledo, símbolo por excelencia del poder musulmán en la península, es tomada de forma definitiva por los cristianos.
La reconquista de Toledo supone un duro golpe para los Reinos de Taifas que sobreviven, los cuales se dirigen a los Almorávides solicitando ayuda militar para liberarse del yugo impuesto por Alfonso VI. En el año 1.094, un cronista de la época escribe sobre la pérdida de Toledo: “Andalusíes, arread vuestras monturas, el quedarse aquí es un error. Los vestidos suelen comenzar a deshilacharse por las puntas y veo que el vestido de la península se ha roto desde el principio por el centro”.
Los Almorávides eran una confederación de tribus nómadas bereberes, originarios de la zona más al sur del Sáhara y las vegas de los ríos Senegal y Níger. Gente del desierto dedicada al pastoreo y a la protección de las caravanas que cruzan su territorio. Fieros guerreros, islámicos extremistas y con una enorme capacidad militar. Les caracteriza sus turbantes azules y la cara oculta tras un velo, dejando únicamente a la vista sus ojos. Muchos de ellos son de raza negra. Conquistaron a sangre y fuego el norte de África entre los años 1055 y 1080 (Fueron los fundadores, en el año 1070, de la excepcional y tan especial ciudad de Marrakech).
Acudiendo a la llamada de auxilio de los Reinos andalusíes de Badajoz, Sevilla y Granada, en el año 1086 cruza el Estrecho un temible ejército Almorávide compuesto por unos 7.500 soldados sedientos de sangre y a los que se unen tropas de los Reinos auxiliados. Unos 30.000 efectivos en total. Alfonso VI, lejos de asustarse, reúne un ejército de unos 20.000 soldados curtidos en mil y una batallas. El 23 de octubre de 1086 se enfrentan ambos ejércitos en la llanura de Sagrajas (al nordeste de Badajoz), sufriendo los cristianos una contundente derrota.
El grueso de las tropas Almorávides abandona la península tras la victoria lograda, dado que el hijo y heredero del emir Almorávide fallece en el norte de África y es posible que haya motines y revueltas para ocupar el poder. Se mantiene en Al Ándalus un pequeño contingente de 3.000 soldados para contener cualquier agresión cristiana.
En el año 1088, de nuevo los Almorávides acuden a la península para enfrentarse al ejército de Alfonso VI el cual amenaza y ataca a los Reinos de Valencia y Murcia. En el mes de junio, los Almorávides sitian la ciudad de Aledo, donde se encontraba acantonado el ejército cristiano. No logran su objetivo y levantan el cerco impuesto a la ciudad tras más de cuatro meses. De nuevo los Almorávides se repliegan al norte de África.
En junio del año 1090 los Almorávides desembarcan de nuevo en Al Ándalus y con un objetivo muy claro y distinto de los anteriores: reducir y someter a los Reinos de Taifas y conquistar Al Ándalus. Entre los años 1090 y 1094 se hacen con el control de los Reinos de Granada, Sevilla, Almería y Badajoz. En el 1102 cae Valencia y en el 1110 Zaragoza. En 20 años, los Almorávides reunifican Al Ándalus y recuperan todo el territorio perdido al sur del Tajo. Toledo permanece en manos cristianas, pero el territorio reconquistado por Alfonso VI en la cuenca del Tajo y al sur de este río, se pierde. Durante este periodo, la actividad de reconquista por parte de los cristianos se paraliza drásticamente.
Desde tierras aragonesas, Alfonso I El Batallador, en el año 1118 conquista Zaragoza a los Almorávides, quedando así liberada definitivamente la parte oriental de la actual provincia de Soria. El aragonés, en el año 1119 funda la ciudad de Soria. Se pone así punto final a la dominación musulmana en los territorios que pertenecen en la actualidad a la provincia de Soria.
Por parte de los Castellanos, sobre el año 1133, ya reinando Alfonso VII y en un momento en que el imperio Almorávide comienza a dar signos de debilidad, se retoma con fuerza la actividad militar contra los musulmanes. La acción militar va acompañada de la misma estrategia política aplicada por sus antecesores, es decir, alianzas militares tanto con facciones Almorávides como andalusíes, fomentando además el enfrentamiento entre todas las partes implicadas. Castilla comienza de nuevo su actividad de reconquista del territorio y son muchos los Sorianos que nutren este ejército ahora victorioso.