La ilusión recuperada. Vuelta a la normalidad.

Tras el desastre del frustrado viaje a Marruecos y habiendo transcurrido un mes desde el fatídico día, por fin me entregan el Land Rover arreglado y revisado. Al parecer las crucetas de la transmisión estaban rotas. No entiendo nada de mecánica, grave error, por lo que desconozco si la avería ha sido o no muy grave y si de verdad hubiera sido posible un arreglo rápido de urgencia el día de la rotura, viernes y en la provincia de Almería. Ni lo sé y creo que tampoco quiero saberlo. En su día ya tomé la irrevocable y creo que acertada decisión de no embarcar en el Ferry y dejar la aventura africana para otro año. Aun así, la situación ha costado digerirla y de hecho, creo que seguimos con el tema algo atragantado. Los hechos ocurridos entre el 5 y 6 de octubre los veo ahora como una lejana pesadilla. En escasas 28 horas tuvimos muchísimas sensaciones y anécdotas que quedan para el permanente recuerdo de cada uno. Para los míos y los de mi hijo Fernando. Muchos recuerdos negativos, pero también alguno positivo y sin duda una experiencia más que ha servido para reforzar nuestro espíritu aventurero el cual no ha decaído ni un ápice.

Imagino que la espinita acabará saliendo y qué mejor forma de comenzar la extracción, que disfrutando de diferentes rutas en lo que queda de otoño y durante el invierno. Siempre es muy satisfactorio una buena ruta con mucha agua y barro. Hace que olvides penurias pasadas. Aprovecharemos estos meses para coger ritmo y fuerza al volante y para que mi aprendiz asimile conceptos y se enfrente a situaciones invernales adversas y complicadas. Lo necesitaremos para nuestra próxima aventura intercontinental.

Al día siguiente de recoger el Land Rover Defender del taller, no puedo esperar mucho para probarlo y me lanzo a la carretera sin destino fijo. Por asfalto va muy bien, incluso lo noto con más brío de lo habitual, posiblemente debido a un factor psicológico fruto de la tensión de cientos de kilómetros de asfalto camino de Almería con la máquina averiada.

Cerca de Almazán, en Fuentelcarro, animado por la lluvia que lleva cayendo desde el inicio del viaje y lo caído en los últimos días, decido abandonar el asfalto y recuperar una vieja ruta, para mi muy conocida, pero que llevo algún tiempo sin disfrutar.

Son caminos rápidos, muy mojados y con algunos tramos de mucho barro que atravieso sin dificultad alguna. El Land Rover va muy bien. Sin vibraciones ni ruidos sospechosos y con mucha fuerza.

A los pocos kilómetros veo en el camino un turismo parado y sus ocupantes no hacen nada por moverlo cuando llego a su lado. Se me acercan dos chavales jóvenes, uno de ellos con pinta de gitano, muy moreno y tatuado. Los rasgos del otro personaje no son agitanados, pero lleva en su pecho una chapita con el lema “Yo soy gitano”. Me bajo del Land Rover y se me acerca el tipo moreno preguntando si tengo un alambre o similar, pues se les ha roto el tubo de escape y lo lleva arrastrando. Alambre no llevo, pero me dirijo hacia mi vehículo para darle alguna cincha o pulpo por si pudiera servirle. El tipo se me acerca mucho por la espalda y durante algunos segundos, me da la impresión de que he caído en alguna trampa para ser saqueado, al estilo medieval, en un camino de tierra en mitad del monte.

Nada más lejos de la realidad, son dos chavalillos muy jóvenes tirados en medio del monte con un viejo y repintado Renault Megane, al que ni más ni menos se le ha partido el tubo de escape por la mitad. Me cuentan que han puesto el gato para poder acceder a los bajos, pero no son capaces pues el terreno está muy blando y no es fiable ya que se hunde. Para evitar riesgos, desecho la posibilidad de nuevo intento con el gato y les indico que mueva el coche para situarlo al borde de la cuneta y poder acceder más fácil. Tampoco es posible. Llueve con fuerza. Realmente yo no tengo mucha idea, pero estos dos chavalillos mucha menos. Así que no me queda más remedio que asumir la responsabilidad de pensar algo para ayudarles. Digo yo que con tantos años y miles de kilómetros a mis espaldas se me ocurrirá algo. Indico al conductor que meta el coche en la cuneta situando una rueda en el borde del camino y la otra en la ladera de la cuneta. De esta manera los bajos quedarán más accesibles desde la parte más profunda de la cuneta, a modo de foso de taller. El chico duda y con determinación le indico que no se preocupe, que yo luego tiro del coche para sacarlo de la cuneta. Con mucha indecisión el chico monta en el Renault y le voy dirigiendo para situar el coche en el lugar adecuado.

Colocado el coche, el moreno debe tumbarse debajo y el señorito pone su abrigo a modo de manta pues el barro y el agua corre por la cuneta y no debe querer mancharse. Le voy indicando cómo funciona el cierre de la cincha que le he dado y le facilito además un pulpo por si es más fácil ya que lleva garfios en los extremos.

Tras unos minutos de jadeos y esfuerzos del moreno en los bajos del vehículo, parece que ha conseguido atar el escape al chasis y toca sacar el coche de la cuneta a la pista. Mientras vigilo los bajos del turismo, Voy indicando al conductor…despacio, derecha, recto… más despacio, para, un poco a la izquierda, hasta que finalmente y como era de esperar se queda atascado en la arena blanda de la cuneta. Con ánimo, le digo al otro chaval que empujemos y tras un par de intentos, el coche sale al camino.

La fina lluvia sigue mojándonos, lo que hace sentirme aún mejor. Prueba superada. Los chavales, ya mucho más tranquilos, me dicen que uno de ellos es de Almazán y el moreno de Aranda de Duero el cual ha venido a pasar unos días con su amigo. El moreno, con su pinta de malote, pero con gran emoción, me dice “menos mal que has aparecido porque ya no sabíamos qué hacer”. Bajo ese temible y desafiante aspecto, existe un niño, un niño inocente, bueno, agradecido y emocionado, no cabe duda. Querían invitarme a almorzar, lo que en Madrid viene siendo un aperitivo, pero lo rechazo con la excusa de estar necesitado de liberar mi estrés de la capital y  aventurarme en solitario por el monte.

Con el convencimiento de haber hecho una gran labor, retomo con brío mi ruta, haciendo rugir los 165 caballos que llevo escondidos en el motor. Si bien ha llovido mucho estos días, el terreno ha absorbido mucha agua y está en un estado perfecto. Aun así, hay grandes balsas de agua en los caminos, con barro moderado y divertido que permiten disfrutar de las primeras derrapadas de la temporada. Parece que voy recuperando la ilusión perdida hace un mes y de nuevo me fusiono con el Land Rover. Ya recuperada la ilusión, amigos, dará para otras muchas historias. Estoy convencido de ello.

4 comentarios en «La ilusión recuperada. Vuelta a la normalidad.»

  • 4 de diciembre de 2023 a las 03:32
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    Me alegro mucho, que hayas recuperado la ilusión y estés dispuesto a nuevas aventuras.

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  • 28 de noviembre de 2023 a las 09:02
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    Cuanto me alegro de que hayas superado el gran contratiempo del mes pasado.
    Ahora a por nuevas aventuras!!!!!

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