La borrasca Juan aprieta, pero no ahoga

La previsión del tiempo para el viernes 19 de enero es simplemente excelente. Al parecer, una borrasca bautizada como Juan, cruzará la península ibérica de oeste a este de forma bastante rápida, en unas 24 horas.

Justo en la provincia de Soria, la borrasca chocará con una masa de aire frío que viene del norte, lo cual provocará intensas precipitaciones en forma de nieve. Se habla de 15 centímetros del frio elemento y temperaturas de hasta 14 grados bajo cero. En todos los telediarios se habla de Soria como la provincia más afectada por este temporal.

Basta que oiga esta información en radio y televisión para que, sin pensarlo dos veces y aprovechando que tengo que recoger el Land Rover del taller, pues le he cambiado los amortiguadores delanteros, modifico mis planes y me tomo el día libre para poder disfrutar desde el primer momento de este buen tiempo. Se apunta al plan mi incondicional copiloto, convertido desde hace algún tiempo en piloto en prácticas de tan ilustre y ya algo antiguo 4×4.

Sobre las 7.30 de la mañana salimos de Madrid con bastante lluvia, esperando ser más rápidos que Juan y nos permita llegar a Soria sin problemas excesivos en las carreteras por la nieve. En cualquier caso, tomamos las precauciones básicas para cualquier incidencia, llevando buena ropa de abrigo y algo de agua. Parada en Medinaceli, donde ya nieva bastante, para tomar un bocadillo y llenar el coche de gasolina. Suficiente por si hay algún problema en los 70 kilómetros que restan y nos quedáramos aislados antes de llegar a Soria ciudad. El agua traída de Madrid sigue intacta.

Tras esta pausa, los primeros kilómetros son preocupantes pues la nieve empieza a cuajar en la carretera y obliga a conducir con más precaución si cabe. Tras 15 km. de tensa conducción, la carretera deja de cubrirse de nieve y está bastante más despejada. Llegamos al taller bajo una copiosa nevada, pero sin problema alguno.

A las 12,15 de la mañana iniciamos ruta para disfrutar de los caminos embarrados y que se cubren de nieve poco a poco. La Sierra de San Marcos es laberíntica. Hay muchísimos caminos y pistas, unos en buen estado y otro no tan buenos y casi todos los conozco. Vamos en busca de barro, nieve y vadeos y creo que he elegido el sitio perfecto. San Marcos nunca falla en invierno siempre que haya llovido.

Rápido tenemos que afrontar una fuerte subida totalmente embarrada, ya algo complicada en seco por las profundas roderas, pudiendo imaginar su estado después de la lluvia caída durante los últimos días y la nevada en la que estamos. Inicio la subida con ritmo constante y es inevitable caer en las rodadas donde el Land Rover se hunde mucho, siento como se clava bajando la fuerza y rozan las planchas de blindaje de los bajos con la parte central del camino. El barro y agua caen sobre el parabrisas de tal manera que, junto con la nieve, impiden totalmente la visión durante unos segundos y me veo en la necesidad inmediata de subir a ciegas el ritmo para superar la situación. Es hora de sacar los 165 CV del motor y mantener la trayectoria correcta. Acelero, el motor ruge con fuerza, recobro la visión y es impresionante la lluvia de barro que cae sobre el coche y el ruido que provoca al golpear la carrocería. La tensión es muy alta y oigo comentarios de ánimo y sobre todo de emoción que provienen de la zona del copiloto. Llegamos al alto con la adrenalina a tope y con ganas de afrontar nuevos tramos complicados, lo cual, en un día como hoy, no va a ser difícil.

Nos cruzamos con un Toyota Hilux conducido por un Guardia Forestal, el cual nos para en mitad del temporal y nos pregunta “si estamos probando el coche”. La verdad que el comentario sorprende pues ¿quién “prueba” un coche con un temporal semejante? Realmente, los que nos estamos poniendo a prueba somos nosotros mismos, pues las capacidades del Land Rover están más que probadas y demostradas. Pero vaya, por no entrar en polémicas, le decimos que sí, que estamos dando un paseo e incluso que hemos venido de Madrid a disfrutar del temporal. El tipo pone de cara de no entender la jugada, pero bueno, me da igual, aquí es totalmente legal la actividad que estamos realizando.

El guardia nos aconseja que no nos salgamos de las pistas principales pues los caminos están impracticables por la lluvia de los últimos días y que hay muchas roderas, por lo que podemos vernos en problemas. “Por supuesto, por supuesto, muchas gracias”, es nuestra amable respuesta ante el consejo vacío de sentido por parte de la autoridad. Vamos a ver, ¿este señor no ve que el Land Rover es muy superior al suyo, con alto grado de preparación y que está hasta los topes de barro? ¿no ve que nos estamos ya metiendo por todos lados? ¿No entiende que las pistas en buen estado pueden llegar a quedarse algo sosas a pesar del buen tiempo reinante? Tenía que habernos visto hace un momento subir la cuesta a toda potencia con palmo y medio de barro y nuestra cara de satisfacción. Posiblemente, su coche de Organismo oficial y de serie, no habría tenido capacidad de subir por ahí con la seguridad que nosotros lo hicimos. Seguro.

Imagino que este personaje, que no dejaba de dar vueltas, pues nos lo cruzamos varias veces, se sorprendería por las desviaciones que hacíamos hacia caminos rotos y problemáticos, según sus palabras, delatando nuestra dirección las huellas que quedan sobre la nieve recién caída. Continuamos nuestra ruta y al rato pierdo totalmente la orientación del lugar exacto en el que nos encontramos. Todo está blanco por la nieve y no hay ninguna visibilidad del horizonte por estar el día muy gris y oscuro. La brújula marca una dirección totalmente opuesta a la que quería dirigirme. Menos mal que en teoría me conocía esta Sierra… No hay problema e intento retomar la buena dirección, pero no lo consigo por falta de desvíos, volviendo a llegar a un punto por el que pasamos hacía ya más de una hora. Alucinante. Ello tampoco es problema pues toda la zona está divertidísima ya sea en una dirección u otra.

Creo que es buen momento para ceder los mandos de la máquina a mi acompañante pues el terreno está cada vez más nevado y ya es hora de que tenga su primer contacto con este frío elemento.

Tras varios kilómetros, en una curva con abundante barro y nieve, el Land Rover se cruza en el camino violenta e inesperadamente, el piloto rectifica de forma correcta, pero se le vuelve a cruzar en el sentido contrario dirigiéndonos hacia una enorme y amenazante piedra. Nueva rectificación y el coche queda en el centro del camino dispuesto a continuar la marcha, dejando atrás la peligrosa piedra a la que poco nos faltó para golpearnos con ella. De estas cosas se aprende y mucho. Debemos tener en cuenta que, con estas condiciones climáticas, mantener la velocidad correcta es factor básico para evitar incidencias. Poco a poco.

No obstante, la realidad es que el joven piloto no se esperaba esa cruzada y yo tampoco. El terreno en la curva estaba con un palmo de barro arcilloso muy muy blando y medio palmo de nieve, es decir, el terreno perfecto para un deslizamiento. Paramos un rato a tomar aire, destensar los nervios y disfrutar de los 2 grados bajo cero, de la nevada y del fuerte viento del momento. Nos parapetamos con el Land Rover para intentar estar menos expuestos.

Iniciamos vuelta hacia nuestro refugio y de forma inesperada la calefacción del coche comienza a hacer un ruido bastante raro, por lo que optamos por quitarla, quedándonos al poco tiempo sin visión pues el parabrisas se llena de vaho y, aún peor, comienza a congelarse en cuestión de segundos. No nos queda más remedio que conectar de forma intermitente el sistema con un ruido infernal que molesta bastante. Pero como decía mi acompañante para animarme,  “esto es típico de estos coches, paciencia”.  Sigue nevando con mayor intensidad y las carreteras comienzan a bloquearse. Volvemos por caminos de tierra y de nuevo calentamos el refugio pues se ha quedado helado. Son las 15,30 horas. Comida de emergencia nada casera y paseo andando para disfrutar de la borrasca que sigue descargando con fuerza y sin pausa alguna.

A las 17,30 tenemos ganas de seguir con este festín de frio y nieve, por lo que nos acercamos a la carretera para saber cómo evoluciona. La nieve lo cubre todo y pocos coches circulan por ella. No podemos evitarlo y tomamos carretera para acercarnos a la ciudad. Es una maravilla ver el excelente comportamiento del coche y la no necesidad de cadenas en todo momento. La entrada a Soria está algo bloqueada con varios coches cruzados y mi acompañante ve la oportunidad para sacar las eslingas y tirar de algunos de ellos para despejar la carretera. Nos ofrecemos a la Guardia Civil y con bastante agradecimiento nos indican los coches a retirar.

 La mayoría de los ciudadanos no saben dónde está el gancho para poder ser arrastrados y apreciamos que el sistema de los coches más modernos roza lo incómodo y ridículo. ¿dónde ha quedado el gancho visible y unido al chasis para que la grúa suba tu coche? Creo que en la memoria de los ingenieros diseñadores ya en lugar muy olvidado, pues el sistema actual consiste en desmontar unas ventanitas en el paragolpes delantero y enroscar un gancho con aspecto de frágil abre botellas. Con el temporal que atacaba y temperaturas tan bajas, no todos pudieron poner el gancho. Las situaciones vividas fueron algo duras por el clima, pero nosotros lo disfrutamos de principio a fin. Uno de los remolcados, en pleno arrastre, coge tracción y comienza a acercarse peligrosamente a mi parte trasera. De repente pierde de nuevo tracción y se queda parado, recibiendo por mi parte un tirón que revienta su abrebotellas de hojalata. A este tipo se nota que no lo han remolcado en su vida. Acabamos empujando el vehículo a otra calle donde ya no molesta.

Ya de vuelta, nueva parada en el puente sobre el río Golmayo donde se acumulan los coches y no va a poder pasar la quitanieves. La pareja de Guardias Civiles acepta nuestro ofrecimiento para despejar carriles y algo conseguimos entre todos. Al poco, aparece una máquina quita nieves con la pala a ras del asfalto y la parte trasera esparciendo sal en grandes cantidades. Ya de noche cerrada, volvemos a nuestro refugio muy contentos y con la moral alta. Lo hemos pasado genial en esta situación de caos a la entrada de la ciudad de Soria. Para otros ha sido una fría pesadilla. No me extraña.

Ya entrada la noche deja de nevar y empieza el bajo cero. Las previsiones hablan de menos doce grados. Menos mal que tenemos buena reserva de leña para toda la noche.

Amanece el día siguiente con seis grados bajo cero, siendo ésta la temperatura mínima alcanzada. Me dirijo al Land Rover para calentar motores, pero la manilla para abrir la puerta no responde. Ninguna de las cuatro. Las cerraduras están congeladas, muy congeladas. Tras varios intentos, tirones y demás, antes de perder la paciencia, opto por lo fácil y puede que me haya equivocado, pero funcionó. Entro al refugio, cojo la cazuela aún con restos de callos a la madrileña y lentejas del día anterior, la lleno de agua caliente y rocío dos de las cerraduras del coche. Se abren inmediatamente, no sé si por efecto del agua caliente o por los restos de grasa diluida en la misma.

El interior del vehículo se encuentra a cuatro bajo cero, y los cristales, en su parte interior, tienen una fina capa de hielo. Nunca había visto esto. Me hago un pequeño agujerito en el hielo del interior para poder ver, arranco, meto primera y el coche ni se mueve. Debe estar congelada hasta la transmisión. Nuevo intento y nada. Engrano la marcha atrás y aquí el coche algo se mueve, siendo suficiente para engranar de nuevo primera y avanzar ya sin problema hacia una zona de sol para ver si se descongela el coche.

Sobre las 11 horas iniciamos nueva ruta, está vez en dirección a Garray, Renieblas y Almajano, donde hay pistas muy buenas y deben tener bastante nieve. Y no nos equivocamos. La nieve está en perfecto estado y permite ir a velocidad moderada por los caminos sin problema alguno. En el interior, el piloto no pasa demasiado frío pues siempre se lleva la tensión propia de este tipo de conducción, pero el copiloto puede llegar a helarse por lo que vamos totalmente equipados. Evitamos en lo posible poner la calefacción por el molesto ruido. Hace mucho frio, pero luce el sol y el cielo es de un azul brillante. Está todo espectacular, no siempre es fácil disfrutar de estas situaciones pues ya no son muy habituales. Parada en Almajano cuyas calles se encuentran cubiertas de una espesa capa de hielo, lo que provoca que nuestro paseo por el pueblo se asemeje, por los andares, a un par de patos o pingüinos deambulando por unas calles totalmente vacías.

La vuelta la realiza al volante mi copiloto, el cual empieza a tomar gusto por la conducción en nieve. Esta vez sin sustos de cruzadas inesperadas.

Esa noche alcanzamos de nuevo los seis grados bajo cero y mis últimos pensamientos del día los dedico a pensar si arrancará el Land Rover a la mañana siguiente y cómo situarlo para sacar arrastrando el Toyota del garaje por una pequeña cuesta totalmente nevada y que no creo que supere el nipón sin ayuda.

Amanece un nuevo día. Directamente y cazuela en mano con agua caliente, está vez sin rastro de las comidas o cenas del día anterior, me dirijo directamente y sin pensarlo mucho al Land Rover y la vierto en las cerraduras. Perfecto. Se abren de forma suave y sin problemas. Esta vez no hay hielo en el interior, arranca bien y se mueve al primer intento. Parece que esta madrugada el coche ha sufrido menos pues estaba seco. La noche anterior permaneció mojado por la noche y eso debe ser perjudicial para motores, cerraduras, transmisiones, líquidos y demás partes del coche que desconozco.

Es momento de arrancar el Toyota y poder comprobar si sale sin ayuda del garaje donde ha pasado los dos últimos días para protegerlo del frío y heladas. Hay una subidita llena de nieve que no creemos que pueda superar. Por si acaso y desde el primer momento y teniendo en cuenta lo aprendido este fin de semana sobre el remolque de los coches más modernos, compruebo si tiene el tan querido gancho sin tener que desmontar medio coche. Pues no, no lo tiene y el sistema es igual que los coches que remolcamos el viernes por la noche en la ciudad de Soria. Hay que desmontar, haciendo palanca con un destornillador, una pequeña ventanita en el paragolpes delantero y en su interior enroscar el gancho, que, menos mal, tiene pinta de ser bastante sólido. Con la experiencia adquirida y con la inestimable ayuda de un libro de instrucciones de más de cien páginas, lo hacemos todo en un momento.

Tras varios intentos de superar sin ayuda la cuesta llena de nieve, viendo la imposibilidad y el peligro de darnos un golpe contra un árbol debido a los deslizamientos laterales, tras darle un buen roce en los bajos con un tocón de un pino talado hace años, enganchamos el Land Rover, tiramos de pala para eliminar la nieve  de su trayectoria y por fin sacamos el nipón a zona también nevada pero menos empinada y que supera posteriormente sin dificultad.

Volvemos a Madrid sin incidencia alguna, para ser víctimas, sin quererlo, de varios días de anticiclón que hace que, la abundante cantidad de nieve caída en esta zona este fin de semana, quede en el olvido antes del tiempo previsto. Pero eso, amigos, las temperaturas primaverales con los que se inició la semana siguiente, es otra historia pero que muy preocupante.

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