Soy un lobo solitario, busco zonas aisladas, poco pobladas, naturaleza salvaje. Voy sin horarios, sin prisas, sin excesiva organización de viaje. Me es indiferente que llueva, que nieve, que haga frío o calor. Tengo especial predilección por los extremos climáticos y las condiciones más duras.
Mi objetivo es conocer territorios más allá de autopistas y grandes vías de comunicación. Esquivo los lugares masificados y adaptados al turismo de masas.
En mis rutas me oriento con mapas, brújula, prismáticos y una gran dosis de improvisación. Nada como perder en ocasiones la orientación para descubrir lugares increíbles.
Acompañado por un Land Rover Defender, me desplazo por carreteras comarcales, locales, caminos y pistas de tierra muchas veces casi intransitables.
Descubro paisajes y lugares espectaculares, territorios en los que no hay rastro humano moderno. Busco asentamientos primitivos, árabes, bereberes, medievales. Intento fusionarme con el entorno natural que me rodea.
En los miles de kilómetros recorridos y las incontables horas de contemplación e investigación sobre el propio terreno, el espíritu Amazigh se apodera de mi persona y dejo que me guíe sin contemplaciones y sin límite alguno. Ese espíritu que seguro tu también llevas dentro, sólo tienes que dejarte llevar.
Un viajero no tiene planes fijos ni la intención de llegar
