Abderramán III. El guerrero.

La actividad guerrera del gran Abderramán III fue incesante en sus 50 años de reinado. En sus primeros veinte años de gobierno, pacifica Al-Andalus restaurando la autoridad y prestigio de los Omeya. Pone fin a las rebeliones de Toledo, Zaragoza y declara la guerra sin cuartel al rebelde Omar ben Hafsun al cual finalmente derrota. Participa personalmente y de forma muy activa en las acciones de guerra.

Su actividad contra los cristianos fue asimismo muy intensa y eficaz, pero con resultados desiguales. Abderramán III fue consciente del peligro del avance cristiano. En el año 912 éstos habían alcanzado la línea del Duero tomando posiciones en las fortalezas de Osma y San Esteban de Gormaz. Por ello decide reforzar la vigilancia de las fronteras y establece una gran línea defensiva al Sur del Duero.

En el año 916, su ejército es derrotado por el Rey de León, Ordoño II, en un intento de tomar la fortaleza cristiana de San Esteban de Gormaz. El cuerpo de su general derrotado, Ahmad Ben Muhamad, fue decapitado por las tropas vencedoras y expuesta su cabeza en las murallas de San Esteban de Gormaz junto con la cabeza de un jabalí. Gran afrenta para un musulmán. En el verano del año 920, en venganza por dicha derrota, Abderramán III dirige personalmente su ejército hacia Medinaceli para posteriormente arrasar Osma y San Esteban de Gormaz. Se adentra además en el Reino Navarro y devasta su territorio. Los navarros sufrieron una de sus peores derrotas.

En el año 921, el ejército califal es derrotado de nuevo por el Rey de León Ordoño II, el cual se adentra en territorio islámico llegando a escasos 20 Km. de Sigüenza.

En el año 924 dirige Abderramán III un ataque contra los navarros. Arrasa hasta los cimientos la ciudad de Pamplona y aniquila casi por completo al ejército Navarro, el cual, tras esta derrota, no tuvo capacidad de volver a presentar batalla a los musulmanes en los siete años siguientes.

En el año 933, Abderramán III ordena a su ejército atacar Osma en represalia al ataque del año anterior contra la fortaleza de Madrid realizada por el rey Ramiro II de León. Las tropas cristianas, que esperaban este ataque de venganza y estaban preparados, vencieron a las fuerzas musulmanas causando un gran número de bajas y provocando su inmediata retirada.

Al año siguiente, en el 934, Abderramán III dirige personalmente sus tropas de nuevo contra la fortaleza de Osma poniendo asedio a la misma. Casualmente, su mayor enemigo del momento, el Rey Ramiro II de León, se encontraba en el interior del castillo el cual rechaza un enfrentamiento en batalla campal. Las tropas califales devastan el territorio, llegando incluso hasta Burgos donde el día 6 de agosto pasan a cuchillo a los 200 monjes que residían en el Monasterio de San Pedro de Cardeña. El Califa se da por satisfecho y regresa a Córdoba con sus tropas sin lograr la rendición de Osma.

En el año 939, Abderramán proclama la Guerra Santa, recluta un ejército de 100.000 hombres y parte de Córdoba el 29 de junio hacia la localidad de Simancas, nueva fortaleza donde los cristianos se habían hecho fuerte al norte del río Duero. Allí les espera para presentar batalla una coalición de tropas leonesas (lideradas por el Rey Ramiro II), castellanas (al mando del Conde Fernán González) y navarras (Reina Toda). En su avance, la columna de soldados islámicos se extiende a lo largo de 55 kilómetros. El 14 de julio las tropas ya se encuentran en Toledo donde descansan hasta el día 18 para dirigirse al norte cruzando la Sierra de Guadarrama a través del Puerto de la Tablada. El 19 de julio se produce un eclipse solar prácticamente total, causando terror a las tropas y presentimiento de mal augurio para la campaña militar.

En su desplazamiento hacia Simancas, el ejército destruye y saquea todo a su paso. Llegados a Simancas, el enfrentamiento comienza el 6 de agosto y se prolonga durante tres o cuatro días. Las tropas musulmanas son vencidas. En su retirada, el ejército musulmán arrasa todas las poblaciones y campos por los que atraviesa, pero son de nuevo diezmados en los alrededores de Tiermes (Soria) al sufrir una emboscada atravesando una zona de barrancos y gargantas. El propio Abderramán estuvo a punto de perder la vida en esta emboscada. Lo que sí perdió ese día nuestro personaje fue un rico ejemplar del Corán que portaba en todas sus batallas, su malla de oro y lo que es más importante, las ganas de volver a intervenir personalmente en batalla alguna, lo cual jamás volvió a realizar.

A través de Atienza, el malogrado ejército califal logra llegar a Córdoba el 14 de septiembre, donde Abderramán III ejecuta en público a 300 de sus generales por la derrota y deshonra sufrida. Cuentas las crónicas que la causa de este desastre militar, además del buen hacer de las tropas cristianas, fueron numerosos errores tácticos de los generales musulmanes, la traición de muchos de ellos, así como la falta de experiencia militar de muchos de los soldados voluntarios.

Si bien nuestro Califa no vuelve a intervenir personalmente en guerra alguna, refuerza las fronteras con tropas perfectamente equipadas y ordena a sus generales que incrementen los ataques contra los cristianos, lo cual se lleva a cabo de manera periódica y eficaz.

Los cristianos aumentan la presión en la frontera del Duero, por lo que, en el año 946, se establece en Medinaceli la capital de la Marca Media. La ciudad se fortifica y se convierte en cuartel general administrativo y militar de esta zona de frontera donde se deposita la maquinaria de guerra y las tropas se acantonan, abastecen y reagrupan para acosar de forma continuada a los cristianos. Un cronista árabe del momento dejó escrito sobre Medinaceli: “Dios hizo de esta villa una ayuda para los musulmanes y una fuente de angustia para los infieles”.

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