Como últimamente no paro, bueno, no paramos, nos hemos acercado a Sevilla este último fin de semana del mes de mayo con la excusa de acudir al concierto de los Hombres G, los cuales se encuentran de gira celebrando sus 40 años en activo. Casi nada.
Este grupo nunca fueron de mi plena devoción, pero sí es cierto que tienen 7 o 8 canciones que me hacen vibrar, saltar y cantar como el fan más entregado. Además, cualquier motivo es bueno para pasar un fin de semana original y distinto con buenos y fieles amigos.
Nuestra aventura comienza el sábado por la mañana en la estación de Atocha y a bordo de un AVE que, sinceramente, necesitaría alguna que otra actualización en los vagones. Dado que la salida se retrasa y las paradas en el recorrido son constantes, nos da tiempo suficiente para organizar nuestro próximo viaje a territorio Galo y realizar un par de visitas al vagón de cafetería, el cual, con el paso del tiempo, convertimos en cervecería.
El retraso en la llegada a nuestro destino supera la media hora, por lo que la empresa ferroviaria procederá a devolvernos el importe íntegro del billete. Sin duda es un buen comienzo.
Alcázar
Plaza de España
En el taxi que nos lleva al hotel, qué raro, surge un tema sobre Soria y el taxista se mete de lleno en la conversación y nos informa que en Sevilla hay mucho personal soriano. Al parecer, el dueño de la empresa donde trabajaba su padre era de Soria y él ha visitado la provincia en varias ocasiones. Añade que, muchos sorianos que emigraron aquí en busca de una mejor calidad de vida, eran contratados en comercios de Sevilla donde dormían bajo los mostradores.
Oído este último comentario, me veo en la necesidad de informar a todos los pasajeros que mi bisabuelo fue uno de esos sorianos que llegó a Sevilla a la edad de 11 años y durmió muchas noches debajo del mostrador del comercio donde lo colocaron de aprendiz. Fue su padre, mi tatarabuelo, un curtido y austero pastor trashumante, el que dejó allí a mi bisabuelo y a otros muchos de sus hijos en un intento de mejorar su futuro. Y lo consiguió.
Llegamos a la hora perfecta para iniciar un paseo por la ciudad y tomar un aperitivo para acabar comiendo de tapas en La Bodeguita Plaza del Duque a base de cazón, gambas a la plancha, ensaladilla, carrilleras y entrecot fileteado. Vaya, que si vas por Sevilla tienes que comer ahí sí o sí. Y encima el camarero era un tío estupendo y los de la mesa de al lado también eran de Madrid, venían al concierto y compartieron sus gominolas con nosotros. ¿qué más se puede pedir?
Gran paseo después de comer por la calle Sierpes hasta la zona de la Catedral y vuelta al hotel para descansar una hora antes de salir hacia la zona del concierto.
Catedral de Sevilla
¿Y qué decir del concierto? Lo que pasó en aquella explanada es difícil de describir sobre todo cuando sonaron las canciones más cañeras como “Al Capone de la Mafia”, “Marta tiene un marcapasos”, “Visite nuestro Bar” o la más pedida de todos, “¡Sufre Mamón! “. Memorable el saxo del grupo y momentos para olvidar cuando tocaron de forma seguida varias canciones pedorras, ñoñas y con mucho sentimiento.
En cualquier caso, salimos con una amplia sonrisa, realmente satisfechos, pero algo doloridos y contracturados por todas las horas de pie en menos de medio metro cuadrado con escasa o nula posibilidad de realizar movimiento alguno. El próximo concierto, sentado y en zona VIP.
Iniciamos vuelta hacia el centro de la ciudad y milagrosamente, tras un buen rato caminando, podemos contratar un Uber que nos salva de una larga, penosa e imposible caminata de varias horas hasta nuestro hotel.
En Sevilla proliferan las camionetas transformadas en bar donde puedes degustar hamburguesas, perritos y demás delicatessen, por lo que antes de acostarnos y de camino al hotel, paramos en uno de ellos para pedir unos perritos calientes especiales, de tamaño descomunal y servidos en tiempo récord por dos tipos poco comunicativos.
Lo mejor de los hoteles donde nos hospedamos, siempre de la cadena NH, es que tienen unos desayunos abundantes y variados que sirven para recuperar las fuerzas gastadas durante la noche anterior y en la que intentamos emularnos a nosotros mismos pero con 35 años menos.
Frutas variadas, tortillas, salchichas, beicon, jamón, queso, dulces, tostadas, zumo y cafés por partida doble hacen su efecto y nos lanzamos a explorar Sevilla con energía por la famosa calle Sierpes y la zona de La Campana, lugar en el que se encontraba el comercio donde mi bisabuelo, a finales del siglo XIX, dormía debajo de un mostrador. Rápida visita al interior de la Catedral y a la Plaza del Cabildo donde, al amparo de restos bien conservados de la muralla almohade del siglo XII, coleccionistas de monedas y billetes intercambian mercancía e impresiones.
La Campana
Plaza del Cabildo
Para disfrutar de la Giralda en todo su esplendor, no hay mejor lugar que la plaza de La Virgen de los Reyes, donde tomamos un aperitivo en primera línea de la terraza del bar Giraldilla y aprovechamos para disfrutar y comentar, entre otros aspectos, las curiosas indumentarias de los turistas de todos los rincones del planeta que inundan la ciudad. Se nos acerca un sevillano con lotería para vender, el cual, para captar nuestra atención, indica con bastante gracia que tengo pinta de torero. El comentario nos provoca una sonora carcajada, consiguiendo su objetivo el gracioso comerciante al vendernos un décimo a precio de oro.
La imagen de la Giralda es simplemente espectacular. Actualmente, torre campanario de la Catedral, en su origen alminar de la mezquita de la ciudad. Fue erigida por los almohades en el siglo XII basándose en el alminar de la mezquita Kutubia de Marrakech.
La Giralda
Mezquita Kutubia. Marrakech
No podemos abandonar Sevilla sin visitar su plaza más famosa, la Plaza de España, el lugar que fue el pabellón de España en la Expo Iberoamericana celebrada en el año 1929. Para ello, qué mejor manera de hacerlo que en coche de caballos donde el cochero, un tal José, nos va explicando de forma muy concisa, pero amena y divertida, los lugares más emblemáticos por los que vamos pasando. La Torre del Oro, los diferentes pabellones de los países participantes en la Expo, el uso actual de los mismos, el monumento al Cid Campeador, la Real Fábrica de Tabacos, el parque de Mª Luisa y finalmente la Plaza de España donde damos una vuelta entera a su interior para riesgo de algún que otro despistado turista nipón.
El Cid
¿Y qué hace en esta ciudad un monumento al Cid, el mercenario más conocido de la Edad Media, el que fue Señor de Gormaz? Pues debió tener su importancia por estos lares, pues fueron los sevillanos los que, a Rodrigo Díaz de Vivar, le bautizaron con el apodo de el Cid. Al parecer el Sr. Rodrigo estuvo por estas tierras en nombre del Rey Alfonso VI cobrando las parias al reino taifa de Sevilla, teniendo en ese momento que defender y con éxito, a los musulmanes sevillanos del ataque de los reinos de Granada y Murcia aliados con el conde de Barcelona. En su vuelta triunfante a la ciudad de Sevilla, el pueblo lo recibió al grito de “Sidi Rodrigo” y “Campi Doctor” (“Señor Rodrigo”, “sabio en batallas campales”). De la unión de estas expresiones, la primera musulmana y la segunda cristiana, surge el apodo de “El Cid Campeador”.
Qué tendrá este paseo en el coche de caballos que tanto nos encantó y que provoca que mucha gente te salude por la calle y uno mismo devuelva sonriente el saludo como si nos conociéramos de toda la vida. Nuestros amables rostros, adornados con el gesto del saludo al más puro estilo de la realeza europea, queda retratado en multitud de cámaras fotográficas de turistas de todas las nacionalidades.
Finalizada la experiencia, nuestro cochero nos aconseja ir a comer a la Bodega de Santa Cruz “Las Columnas”, en la calle Rodrigo Caro, también con vistas a la Giralda, donde disfrutamos de una exquisita y amplia variedad de tapas como los buñuelos de bacalao, tacos de cazón, gambas, solomillo al Güisqui, lomo al Pedro Ximénez y berenjenas con miel. Muy bueno todo.
Regresamos al hotel a recoger las maletas y mientras hacemos tiempo para que pase una tromba de agua, tomamos un café y algún que otro licor en la terraza, lo cual ayudará sin duda alguna a relajarnos en el AVE de vuelta. Pero eso ya, amigos, es otra historia.
La verdad es que la excursión menos organizada o mejor, sin organización alguna, puede llevar a descubrir lugares e historias sorprendentes.
Hace unos días recibí, creo que a través de la red social Facebook, una noticia que informaba de la existencia de un despoblado con una atalaya derruida en el municipio de Monteagudo de las Vicarías. Al ver que se trata de una atalaya y por tanto de restos bereberes, todas las alarmas saltan en mi interior y ya fijo en el calendario el siguiente fin de semana para darme una vuelta por la zona.
Se trata del sureste soriano, territorio no muy conocido por mí, pero de vez en cuando me he atrevido a internarme en él, descubriendo y visitando sitios realmente espectaculares, como el monasterio de Santa María de Huerta o el castillo de Arcos de Jalón, por nombrar alguno de los sitios más conocidos y a los que cualquiera puede acceder.
Es precisamente en Arcos de Jalón donde inicio mi expedición para dirigirme al desconocido, al menos para mí, pueblo de Almaluez y a través de una solitaria carretera comarcal, la SO P 3107. Me llama la atención el paisaje con grandes cortados en el horizonte, mucho campo de labor y lo más curioso, una tierra de color blanco intenso lo cual delata una alta concentración de yeso.
Paro a la entrada del pueblo para disfrutar de la soledad del lugar donde hay unas ruinas de un monumento difícil de calificar. Puede que sea una fuente, los restos de algún puente, lo desconozco. A mi derecha se extiende un enorme e impresionante campo con miles de almendros que, sorpresa, en la Guerra Civil Española fue utilizado como aeródromo por las tropas italianas que apoyaban a las tropas de Franco.
Iglesia Almaluez
Pista aterrizaje, Almaluez, Cerro Modóvar
Los aviones aquí ubicados daban escolta a los bombarderos que despegaban del Burgo de Osma y se dirigían a Teruel para soltar su mortífera carga. Este aeródromo tuvo una intensa actividad entre el otoño de 1937 y los primeros meses de 1938.
El 29 de marzo de 1939 se produjo en este lugar dos accidentes de aviones caza y en momentos diferentes. Tras la vuelta de un vuelo de reconocimiento y ante la inminente caída de Madrid, tres pilotos lo celebran con vuelos de exhibición simulando un ataque aéreo. El capitán Miguel García Pardo se estrelló en las inmediaciones del cercano castillo de La Raya al no poder superar una atrevida y suicida bajada en barrena. En otro momento diferente, el teniente Rogelio García de Juan, se estrella en plena pista de aterrizaje tras realizar sobre la misma un vuelo rasante que no pudo remontar. Descansen en paz.
Pista de aterrizaje
Me adentro en las calles del pueblo de Almaluez totalmente vacías. La sensación de soledad se ve incrementada con la ausencia de ruido del motor de mi Toyota que ha entrado en modo eléctrico. La sensación es algo extraña. Paro en la vacía plaza del pueblo, me bajo del coche y el ruido al cerrar la puerta se duplica cien veces por el eco.
Paseo en silencio por un par de calles y por fin veo algún que otro coche aparcado en otra pequeña plaza. Respiro aliviado pues en mi mente ya venían imágenes de alguna película ambientada en el apocalipsis total. Nunca soportaría ser el último ser humano sobre la faz de la provincia de Soria. Incluso veo un señor de mediana edad que camina hacia donde yo me encuentro. Como si fuéramos dos supervivientes, nos saludamos y entablamos breve conversación en la que tratamos temas tan profundos como la tranquilidad del pueblo y el buen tiempo reinante. Aprovecho y le pregunto si el cerro Modóvar es aquel y confirmo si voy en buena dirección en busca del despoblado.
El tipo responde muy amable, comenta lo a gusto y tranquilo que está así el pueblo y confirma mis dos preguntas de situación. Nos despedimos y en absoluta soledad y silencio vuelvo hacia mi coche pensando que estoy en la situación ideal para que me tope con un grupo de zombis podridos, mal olientes y hambrientos de carne humana.
Dejo atrás el pueblo y a través de una pista de tierra en buen estado me dirijo hacia el cerro Modóvar donde en su día se realizaron excavaciones descubriendo una necrópolis celtíbera (S. IV-III a.c.). Los tesoros encontrados y más valiosos, cuatro espadas y un casco de bronce, se custodian en el Museo Numantino de Soria. En la cima del cerro, los italianos instalaron una defensa antiaérea o un puesto de vigilancia del cual poco rastro queda. El cerro, una enorme mole de arcilla y yeso cristalizado, se levanta en mitad de una gran llanura dando al lugar un toque mágico y misterioso.
Cerro Modóvar
Cerro Modóvar
Retomo carretera hacia Monteagudo y al poco rato ya diviso en un cerro los restos del despoblado, el objetivo de mi escapada. Me desvío por pistas de tierra y me sorprende el buen comportamiento del híbrido japonés. No puedo evitarlo y comienzo a pistear y a enlazar pistas y más pistas. Dejo para otro día el acceso al despoblado pues parece algo complicado y siempre es mejor hacerlo acompañado. Los caminos por esta zona están muy bien cuidados y son muy rápidos, por lo que prometo volver con un verdadero todo terreno. Pero eso ya amigos, será otra historia.
Tras tres meses desde nuestra última visita, de nuevo volamos a la Isla Esmeralda pues tira mucho nuestra hija que allí está estudiando durante diez meses, tiran mucho los viajes en familia, pero también, no nos engañemos, tira mucho una buena pinta de Guiness y nunca mejor dicho, bien tirada.
Poco comentaré de nuestros días en Dublín, ciudad ya conocida por nosotros en nuestro anterior viaje y del que di buena cuenta en anterior crónica. Esta vez hemos visitado más la zona de la ciudad menos turística, la situada al norte del río Liffey, más allá de donde acaba la famosa y céntrica calle de O´Conell. Según avistábamos alguna torre de una iglesia o monumento, hacia ella nos dirigíamos y así sucesivamente, sin rumbo prefijado, lo que fuera surgiendo. En mi opinión, es una buena manera de conocer una ciudad.
Ello no ha impedido pasear de nuevo por las zonas más céntricas, comerciales y conocidas y volver a degustar unas buenas pintas de Guiness en nuestro Pub favorito “The Celt” y en algún otro que entras por casualidad y siempre con acierto.
Esta vez nos hemos alojado en los apartahoteles “Staycity” los cuales son más que recomendables y en cuya planta de calle, mezcla de recepción y bar, la actividad es frenética la mayor parte del día. Su situación es muy buena y está situado muy cerca, entre otras, de las concurridas y animadas calles de Capel St., Mary St. o Parnell St.
Como ya es costumbre, me gusta salir a pasear la ciudad cuando despierta, por lo que a las 7 de la mañana ya estoy plenamente activo conociendo las costumbres mañaneras en Dublín. Al lado de nuestro alojamiento hay un edificio que parece un antiguo mercado y actualmente es utilizado como almacenes de frutas. Decenas de furgonetas descargan su mercancía donde la marca España se mezcla con la marroquí y la de otros muchos países latinoamericanos. En uno de los extremos localizo un bar y entro sin dudarlo a tomar un café para despejarme. El olor a fritanga es intenso y la grasa parece que chorrea por techos paredes y suelo. Tras la barra, un tipo con la mediana edad ya pasada y de momento ocioso pues no hay ningún cliente. Una descomunal plancha ocupa gran parte del interior de la barra y se encuentra caliente pues, imagino, los fruteros no tardarán en entrar a desayunar los típicos huevos con beicon y salchichas.
Con arrojo pido un café con leche y el camarero me invita a sentarme en una barra pegada a la ventana de la calle. Al poco aparece con una enorme taza de negro café y ante mi petición de leche, me señala una jarrita que reposa en la barra donde me encuentro. La superficie de tan nutritivo líquido no cumple con el dicho de “blanco como la leche”. No le hago asco alguno y con total naturalidad me corto el café y lo endulzo con un azúcar que, igual que la leche, vaya usted a saber cuánto tiempo lleva en ese mostrador y vaya usted a saber qué esconde en su interior.
Entablo animada conversación con el camarero, el cual se declara un apasionado de España y a la que volverá en dos semanas de vacaciones con su familia. Acabado el café, el tipo me hace un gesto diciendo que no le pague, pero no acepto su invitación alegando que está ahí trabajando muy duro desde primerísima hora de la mañana. Con una sonrisa, me dice que son 3,30 euros. Si lo llego a saber, acepto la invitación pues vaya precio tiene el café en estos lares. Abandono el local algo sorprendido, no solo por el precio del café, sino por mi elocuencia con el camarero y su conocimiento de España, aspectos estos dos últimos que se repiten a lo vivido día anterior con el taxista que nos trasladó desde el aeropuerto.
Este viaje introducimos como novedad dos días de estancia en la ciudad de Cork, a la cual llegamos tras dos horas y media de trayecto en tren y donde centraré esta crónica no solo por los sorprendentes lugares visitados sino también por los escalofriantes y perturbadores hechos de los cuales fui testigo directo.
Cork es la segunda ciudad más importante de Irlanda, con unos 150.000 habitantes y se encuentra dividida en tres bloques debido al desdoblamiento del río Lee.
Sus calles son muy comerciales y bulliciosas, con infinidad de comercios y pubs donde degustar productos de la zona. Cuenta con dos catedrales, la anglicana y la católica, además de multitud de otros templos los cuales, todos merecen una visita a sus alrededores. Importancia especial le dan al “English Market”, que no deja de ser un mercado tradicional como los nuestros y que desgraciadamente cada día son más difíciles de ver. Por supuesto que no debes dejar de visitarlo, tiene todo muy buena pinta.
Visita obligada al pequeño pueblo de Cobh, al que puedes trasladarte en tren de cercanías en unos 20 minutos. El trayecto en tren merece la pena por los paisajes, pudiéndose apreciar la inmensidad de lo que viene siendo considerado el puerto natural más largo del mundo. En el puerto de Cobh, el 10 de abril de 1912, hizo su última parada el Titanic antes de poner rumbo a los infiernos. También desde aquí, entre los años 1815 y 1970, partieron 3 millones de emigrantes irlandeses rumbo a todos los rincones del planeta, siendo además punto de partida para 40.000 convictos, hombres y mujeres, con destino Australia.
De nuevo nos sorprende este pequeño pueblo con una tremenda catedral y casas pintadas de mil colores. Espectacular.
Cobh
Cobh
Tras comprar un bocadillo en uno de los múltiples supermercados de la zona y que devoramos sentados en un banco ante la vigilante mirada de media docena de enormes cuervos negros y con actitudes depredadoras e incluso amenazantes hacia nuestra comida, nos acercamos hacia la zona del puerto donde sale un pequeño ferry que nos llevará a Spyke Island, la llamada Alcatraz Irlandesa.
Hace bastante frío, unos 2-3 grados, mientras el guía nos cuenta a la intemperie y en unos 45 minutos la historia de la isla. Posteriormente, disponemos de unas dos horas y media para deambular por la isla de forma libre. Aprovechamos para visitar y pasear por el patio de armas, las celdas del siglo XIX, otras más modernas, el edificio de castigo, las murallas, una exposición de cañones y vehículos de guerra, etc.
El lugar está bastante bien conservado y en más de una ocasión se te pone la piel de gallina al entrar en las celdas en las que los presos se hacinaban como animales o en aquellas donde los torturaban y mataban a palizas o al estar en el lugar exacto en el que habían sido acribillados a balazos un grupo de presos o donde un vigilante había sido asesinado a sangre fría en alguna revuelta. Siento escalofríos por el simple hecho de pensar el horror y sufrimiento que ha habido durante cientos de años en este lugar y en el que hoy me encuentro como un turista sonriente, gastando bromas y haciendo fotografías.
En cualquier caso, disfrutamos mucho de la visita, lo pasamos genial e incluso nos dio tiempo para tomarnos un refresco y algún bollito en el bar, así como para comprar la típica foto que te hacen a la entrada del presidio. En mi ficha de delincuente reza el delito “disturbios”.
Sobre la historia de Spike Island hay mucho que hablar, pero intentaré hacer un resumen: En el siglo VII se instalaron unos monjes fundando un Monasterio el cual fue arrasado por los Vikingos a comienzos del s. IX. Hay constancia de asentamientos monásticos en la isla hasta el siglo XVI. En el año 1650 es utilizado por primera vez como prisión y como lugar de espera de los condenados antes de ser trasladados a las colonias de Norteamérica, Jamaica y Barbados.
En el año 1779 se comienza la construcción de la primera fortificación para proteger la entrada a la bahía junto con otras dos situadas también en lugares estratégicos. Es entre 1804 y 1850 cuando se construye el fuerte que podemos ver en la actualidad, dándole forma de estrella para evitar ser blanco fácil de los cañones enemigos y aumentar los ángulos de fuego en su defensa.
Ya en 1847, en la época de hambruna en Irlanda, se utiliza de nuevo como prisión llegando a albergar a 2.500 prisioneros en condiciones infrahumanas. Entre el año 1847 y 1883 murieron en Spike Island la friolera de 1.300 prisioneros por todo tipo de causas, sobre todo violentas y otros 750 bajo las manos del cirujano del presidio al que tildan las crónicas de borracho y aficionado al opio. En 1850 se construye el edificio de castigo en el cual los presos eran torturados, apaleados y encadenados 23 horas y media al día.
En 1914 la isla es utilizada como campo de entrenamiento para las tropas inglesas y como presidio para 1.400 irlandeses durante la guerra de independencia de Irlanda. Si bien Irlanda obtiene la independencia de Gran Bretaña en el año 1921, las tropas inglesas se mantienen en Spike hasta el año 1938, fecha en la que la isla pasa definitivamente a soberanía irlandesa.
La Isla es utilizada a partir de ese momento como base del ejército irlandés y en 1985 es habilitada de nuevo como prisión, pero esta vez para delitos menores. En agosto de ese año se produce un breve, pero muy violento motín, que dio la vuelta al mundo y que provocó el incendio de varios edificios cuyas ruinas aún hoy pueden contemplarse. La prisión fue cerrada de forma definitiva en el año 2004.
Durante la vuelta en ferry, cae una fina lluvia que no impide que los tres españolitos nos mantengamos en la zona exterior disfrutando de las vistas y el tiempo húmedo. Ya de vuelta a Cobh, nos tomamos una buena pinta y el típico café irlandés en un pequeño pero acogedor pub y en un intento de asimilar la visita realizada. Vuelta en tren a Cork donde, tras un largo paseo, cenamos un exquisito estofado de ternera, fish and chips y un lomo de ternera de una calidad excelente.
Aquí amanece pronto o al menos es la impresión que tengo. El caso es que a las 7 de la mañana ya estoy en la calle tomando un hirviente café americano a la orilla del río Lee y con vistas al enorme edificio del Ayuntamiento. Con las pilas cargadas por el tanque de café, comienzo a pasear por la ciudad serpenteando por las inmediaciones del río, el cual cruzo en varias ocasiones por los numerosos puentes, todos ellos con estilo y diseño diferente.
Sobre las 7.30 de la mañana observo algo voluminoso que flota en el río y que es arrastrado lentamente por la corriente. A medida que me voy acercando al objeto flotante, comienzo a tener la sensación de que se trata de algo raro, pero no identifico de momento de qué se trata. Cuando llego a su altura, veo que se trata de algo envuelto en ropa y de repente me doy cuenta de que se trata de algo muy parecido a un cuerpo humano flotando boca abajo y del cual se distingue con claridad su espalda, culo y piernas. Incluso lleva zapatos. Marrones, para mayor detalle. Un escalofrío recorre mi cuerpo durante unos instantes, pero yo mismo, incrédulo, me digo que no puede tratarse de un cuerpo. Pienso en alguna pandilla de jóvenes que, con alguna Guiness de más, ha tirado un muñeco al río en mitad de la fiesta. Pienso incluso en esos monigotes de paja que, en muchos pueblos de España, sirven de Judas en alguna que otra fiesta.
Río Lee
Me quedo parado no más de dos segundos y prosigo aturdido mi paseo. La imagen del cuerpo flotando no se me va de la cabeza y a los pocos metros me detengo y echo de nuevo la vista atrás. Claramente se trata de un cuerpo, un ahogado, un cadáver que flota y que de forma triste, lenta y pesada es arrastrado por la corriente. No le veo la cabeza ni los brazos. Antes de que pudiera reaccionar veo un ciclista que se ha parado y ya está llamado por teléfono, imagino que a la policía. Me alivia pensar que ya alguien ha llamado a los servicios de emergencia y no me cabe en la cabeza que yo haya podido ser el primer ciudadano que ha visto el cuerpo flotando sobre el río…… Aún no son las ocho de la mañana y ya hay bastante movimiento en la calle. Eso sí, nadie mira el río.
Nuestro hotel está situado justo enfrente y desde una cristalera al lado de la habitación observo al ciclista esperando a la policía, al ahogado en su negro y silencioso camino hacia el puerto de la ciudad y la llegada de tres camiones de bomberos del que descienden a toda prisa al menos doce personas y dos de ellas, sin dudarlo, se tiran al agua con cuerdas y una pértiga. La corriente sigue arrastrando al ahogado y bomberos, impidiendo las instalaciones del puerto poder continuar en mi papel de testigo. Mejor así. Al poco rato llega una furgoneta mortuoria y poco más. Descanse en paz.
Cork es una ciudad que da mucho de sí y aún podemos disfrutar paseando y descubrir nuevos rincones. A las 11 de la mañana, morimos de hambre y paramos en un sitio donde, tras un rápido vistazo a la carta, parece que están especializados en desayunos al más puro estilo irlandés. El sitio está abarrotado, pero pronto nos buscan una mesa en una agradable esquinita, donde no tardamos en disfrutar un gran plato a base de huevos, salchichas, beicon, beans, morcilla, una especie de chorizo, tostadas con mantequilla y mermelada y una gran taza de café. Espero tener para el resto del día. La Guiness la dejaremos para el próximo viaje, pues amenazo con volver y seguro que dará para otras muchas historias.
Tras un vacío vital consecuencia de no arrancar el Land Rover durante 51 días con sus noches incluidas, por fin este pasado sábado 18 de febrero, han rugido los 160 caballos de su motor para pasar juntos una nueva e intensa jornada.
Esta vez voy acompañado del que ha sido durante 18 años, mi más fiel y valiente copiloto, mi hijo Fernando, el cual ya pide a gritos un cambio de papeles en las rutas más habituales. Para ello, primero tendrá que comprarse su propio Land Rover y mientras tanto y de forma provisional, podrá utilizar el mío y así aprovecho para adiestrarle en este mundo del Land Rover Defender, tanto en su uso por carretera como fuera de ella.
El Defender es un vehículo distinto a los demás. Ni mejor ni peor que otros, simplemente distinto. Por eso entiendo muy recomendable y siempre que exista esa posibilidad, como es el caso, que las primeras tomas de contacto con este duro y particular vehículo se realicen siempre acompañado por alguien con algo de experiencia. La conducción fuera de asfalto requiere de mucha práctica, sentido común y una alta dosis de prudencia que no tiene por qué estar reñida con la osadía.
Y así llevamos unos siete meses, ni más ni menos. Siete meses en los que todo lo observado como copiloto durante años hay que ponerlo en práctica. Siete meses en los que ha habido muchas dificultades, muchos nervios y muchos sudores para superar caminos rotos, embarrados, helados o pistas rápidas en buen estado. Siete meses de pocos kilómetros, pero intensos. Siete meses de clases prácticas, teóricas y de sensibilización. Hay que escuchar al coche, saber lo que te transmite, adelantarse a las situaciones. Las ruedas siempre por la parte alta, ahora hay que dejarse caer en la zanja, ahora sal de ella, ahora mantén potencia suave y constante, sin brusquedades, no muevas tanto el volante, ¡acelera, acelera! ¡frena!!!, pégate al borde del camino, ¡no tanto!
Tenía pensado alguna ruta nueva, de exploración, pero mi joven aprendiz me propone volver a la Sierra de Cebollera, “que nunca defrauda”. Y cuánta razón tiene.
Conduzco la ida por carretera y los primeros kilómetros de pista en la Sierra. A medida que tomamos altitud comienzan a aparecer grandes tramos de pista con nieve y hielo. De momento el Land Rover responde bien, por lo que cedo los mandos a mi aprendiz, el cual, con decisión y sin dudarlo, avanza por el camino cada vez más complicado. Es su primer contacto en este medio hostil. Se concentra en la conducción y sigue al pie de la letra mis indicaciones: “Baja velocidad”, “no tan brusco”, “no frenes”, “aprovecha los laterales sin hielo para que las ruedas agarren”, etc… Los leves deslizamientos en las placas de hielo se corrigen de forma adecuada y aprovechamos para hablar de las bondades del “bloqueo de diferencial” y forma de engranarlo. No piense el lector en sesudas y técnicas explicaciones sobre el bloqueo de diferencial pues yo de eso no tengo ni idea. Todo muy simple, básico y fundamentado en mi experiencia.
Descendemos de altura por lo que el camino vuelve a la normalidad durante unos kilómetros, pero no muchos. Pronto volvemos a tomar altura en un camino a media ladera y como era de esperar, los tramos complicados y resbaladizos por el hielo hacen de nuevo su aparición.
Retomo el control del Land Rover y, frente a un tramo helado de varios cientos de metros, de forma inexplicable me paro antes de afrontarlo y nos bajamos del vehículo para valorar la situación. Andando por los primeros metros del tramo helado, empiezo a preocuparme por si el camino comienza a empeorar, no quiero verme en problemas. Comparto mis dudas y preocupación con mi veterano copiloto, el cual, sin cortarse, muestra su sorpresa por mi indecisión y exceso de prudencia, me anima a continuar y promete máxima implicación en caso de que tengamos que desatascar el coche de la nieve. Pues sí que han cambiado los papeles, sí.
Sin más comentarios y con el ánimo muy reforzado, afrontamos este primer tramo y los siguientes aún en peor estado sin ningún problema. En las zonas más complicadas aprovecho para informar de mi conducción: “reduzco”, “evito el freno”, “aquí con suavidad”, “contra volante para corregir” y otras expresiones similares con alta carga didáctica.
Paramos a comer en un refugio arreglado recientemente, el cual, desde que lo descubrimos (hace muy poco tiempo), se está convirtiendo en punto de parada y refresco para nuestras aventuras en esta tan querida Sierra. Dado que el tiempo no acompaña y no hay necesidad de refugiarse, aprovechamos para montar nuestro pequeño campamento al sol y calentar con hornillo unas lentejas y albóndigas para recuperar fuerzas. Como si de una jornada laboral se tratara, tras la pausa para comer de una hora de duración, nos internamos de nuevo en lo más profundo de la Sierra para perfeccionar la técnica de conducción en situaciones medianamente complicadas.
Atrás quedan estos divertidos caminos entre pinos, hayas y robles, para iniciar la vuelta por carretera desde el Alto del Royo. Parada en Hinojosa de la Sierra a disfrutar del espectacular paisaje donde de nuevo cambiamos los puestos en el Land Rover, pudiendo el joven aprendiz disfrutar de los últimos 25 km de asfalto.
El domingo, para aliviar las tensiones vividas el día anterior, qué mejor forma de relajarse que en la ciudad de Almazán, en el tradicional restaurante Antonio donde puedes trasladarte a los años 70 del siglo pasado y degustar unas exquisitas pochas con sepia, sopa de pescado y un somarro al horno (solomillo de cerdo) que recomiendo a todo el mundo que lo pruebe al menos una vez en la vida. ¡Qué vueltas da el fin de semana! Ayer comimos al aire libre como supervivientes en una zona remota de la Sierra y hoy en uno de los mejores restaurantes de la provincia. Siempre digo lo mismo: lo importante es saber adaptarse a cualquier situación con dignidad.
No había acabado de escribir esta crónica y llega el siguiente fin de semana, 25 de febrero. El aventajado alumno lleva toda la semana presionando para volver a Soria el fin de semana y continuar con su aprendizaje. Además, como viene siendo habitual en la provincia por estas fechas, durante la semana ha nevado generosamente.
No me tienen que insistir mucho y a las 12 de la mañana del sábado ya estamos arrancando de nuevo el Land Rover. Visita a la gasolinera e inicio camino por la tan conocida Sierra de San Marcos. Son pistas para mi muy conocidas y divertidas, sobre todo cuando el terreno está mojado. Sorprende la poca nieve que queda y por tanto aumenta el barro, las zonas blandas y resbaladizas.
No hago ni 500 metros de pista y ya cedo los mandos a mi alumno, el cual pronto se da cuenta de lo distinto que es conducir por caminos embarrados y blandos, teniendo que poner en práctica de manera instintiva todos los conocimientos y consejos recibidos hasta el momento. No hay que relajarse y le animo para que, en algunos tramos del camino donde no hay riesgo de atascar o volcar si se nos va de las manos, pegue un fuerte volantazo para cruzar el coche y corregir la derrapada. La técnica del volantazo no la tiene muy asimilada, pero tampoco hace mucha falta pues el propio coche se desliza en ocasiones de forma natural y da lugar a comentar sobre la forma de actuar y corregir.
A pesar de que nos encontramos a un par de grados de temperatura, mi joven piloto suda como si fuera pleno verano y no concedo mucho tiempo en las paradas no vaya a ser que pierda el buen ritmo y la tensión que llevamos. Llega uno de los tramos más blando, embarrado y encharcado de la ruta y nos metemos de lleno sin dudarlo. Todo correcto hasta que a la mitad del tramo pido que se detenga para yo disfrutar también de la conducción, no lo puedo evitar. Una vez finalizado por mi parte, el alumno da la vuelta y realiza el tramo complicado en solitario y por dos veces dado que vuelve al punto de origen para continuar donde lo dejó. Parece que no está muy dispuesto a perderse estos cientos de metros resbaladizos y complicados. Yo me quedo en tierra seca y aprovecho para hacer video del Land Rover salpicando agua y escupiendo barro.
Sobre las 14,30 horas iniciamos la vuelta a casa donde yo me quedo a disfrutar del fresco y el novato, de forma inmediata y sin descanso alguno, se va de ruta en solitario y por carretera hasta Almazán para ir conociendo más aún el comportamiento de la máquina. Nada como la soledad en la conducción para entender lo que llevas entre manos. Al cabo de una hora larga, está de vuelta con cara muy satisfecha y de triunfo.
Qué idílico es compartir con tu descendencia aficiones, ¿verdad? Si eres pescador, ya desde la infancia le comprarás una caña y os iréis a cualquier río a pescar juntos el resto de vuestras vidas. Si te gusta pasear, le compras unas botas y a recorrer mundo. Eso sí, cada uno con su caña y sus botas. Todos tan felices. Lo peor de mi afición es que de momento me toca ir de copiloto una buena parte de la ruta. El siguiente paso será “las llaves del Land Rover están en su sitio, donde siempre.” O peor aún, “¿dónde están las llaves?” Pero eso, querido lector, ya será otra historia.
El 10 de agosto del año 1002 fallece Almanzor, el cual a mi parecer y como ya he indicado en alguna que otra ocasión, uno de mis personajes favoritos de la historia de España por su vinculación con tierras Sorianas y por ser el mejor, más audaz y temido general de Al Ándalus. Es el punto de inicio del declive de Al Ándalus.
Le sucede su hijo Abd al Malik (Amir al Muzaffar, “El Triunfador”) (1002 – 1008), al cual, el califa Hisham II, concede los mismos poderes absolutos que otorgó en su día a su padre. Durante los seis años que duró su mandato, mantuvo la misma línea de gobierno que su gran antecesor. Dirigió el pueblo y a la clase política con mano dura y mantuvo el constante acoso a los reinos cristianos contra los que llevó a cabo ocho mortíferos ataques siendo no obstante vencido en alguno de ellos.
Abd al Malik, desde muy joven, acompañó a su padre Almanzor en multitud de incursiones contra territorio cristiano y gozaba de una extraordinaria valentía y amplia experiencia en combate. Fallece el 20 de octubre del año 1008, a la edad de 33 años, consecuencia de una enfermedad. Siempre existirá la sospecha de haber sido envenenado por su hermano “Sanchuelo”, el cual le sucedió en el cargo de forma inmediata, al día siguiente de su fallecimiento.
Abderramán ibn Sanchul, conocido como “Sanchuelo”, hijo de Almanzor habido con una de sus mujeres, Abda, hija del rey Sancho Garcés II de Pamplona. El apodo de “Sanchuelo” le es dado por su gran parecido físico con su abuelo materno. Nada tuvo que ver este personaje ni con su padre ni con su hermano. Se dedicó fundamentalmente a disfrutar en palacio, junto al califa Hisham II, de los placeres de la vida, del vino y de las mujeres. Consiguió incluso que el Califa, que carecía de descendencia, le nombrara su heredero legítimo, lo cual no gustó a los otros pretendientes Omeyas, eliminando éstos el problema con su asesinato a los pocos meses de su mandato. Personaje mediocre, soberbio y de vida desordenada. Indigno sucesor de su padre. Subió al poder en octubre del año 1008 y fue decapitado por los rebeldes el 3 de marzo de 1009. Su cadáver fue embalsamado y crucificado en una de las Puertas de Córdoba.
Así, de esta forma tan rápida y sangrienta finaliza la estirpe en el poder del más temido general de todos los tiempos y comienza la rápida desintegración de Al Ándalus. La lucha por el poder es constante y al menos diez Califas son proclamados y depuestos en el periodo comprendido entre el año 1009 y 1031, fecha en la que se da por extinguido el Califato de Córdoba comenzando el periodo de los Reinos de Taifas.
Es el momento adecuado para que los reinos cristianos comiencen su hegemonía sobre la península y de esta situación sabe aprovecharse perfectamente Fernando I, Rey de León y último Conde de Castilla.
Fernando I, siendo consciente de la debilidad tanto económica como militar en la que han quedado los nuevos Reinos Islámicos, inicia una interesante estrategia político militar con el objetivo de desestabilizar a su enemigo y reconquistar territorio. Así, utilizando métodos tan básicos como la agresión militar directa o simplemente la amenaza, el Conde Castellano, a cambio del pago de cuantiosos tributos (llamados “parias”), lleva a cabo una política de pactos de no agresión y alianzas de protección militar con diferentes reinos musulmanes. De esta manera obtiene importantes beneficios económicos para financiar su ejército, rompe la estabilidad económica, social y política de sus enemigos, logra intervenir en sus asuntos internos y potencia los enfrentamientos entre los diversos reinos musulmanes. Su objetivo final, la reconquista del territorio con el menor enfrentamiento bélico posible y por tanto con el menor coste económico. En consecuencia, gran parte de las plazas fuertes que custodiaron la Estremadura Soriana como Gormaz y otras cercanas, son entregadas sin violencia a los cristianos en el año 1060.
Al morir Fernando I, su hijo Alfonso VI, Rey de Castilla, mantiene la misma estrategia aumentando la presión en el pago de las parias, la injerencia en los asuntos internos y desestabilizando a la sociedad y gobernantes islámicos hasta el punto más extremo. En el año 1085, la ciudad de Toledo, símbolo por excelencia del poder musulmán en la península, es tomada de forma definitiva por los cristianos.
La reconquista de Toledo supone un duro golpe para los Reinos de Taifas que sobreviven, los cuales se dirigen a los Almorávides solicitando ayuda militar para liberarse del yugo impuesto por Alfonso VI. En el año 1.094, un cronista de la época escribe sobre la pérdida de Toledo: “Andalusíes, arread vuestras monturas, el quedarse aquí es un error. Los vestidos suelen comenzar a deshilacharse por las puntas y veo que el vestido de la península se ha roto desde el principio por el centro”.
Los Almorávides eran una confederación de tribus nómadas bereberes, originarios de la zona más al sur del Sáhara y las vegas de los ríos Senegal y Níger. Gente del desierto dedicada al pastoreo y a la protección de las caravanas que cruzan su territorio. Fieros guerreros, islámicos extremistas y con una enorme capacidad militar. Les caracteriza sus turbantes azules y la cara oculta tras un velo, dejando únicamente a la vista sus ojos. Muchos de ellos son de raza negra. Conquistaron a sangre y fuego el norte de África entre los años 1055 y 1080 (Fueron los fundadores, en el año 1070, de la excepcional y tan especial ciudad de Marrakech).
Acudiendo a la llamada de auxilio de los Reinos andalusíes de Badajoz, Sevilla y Granada, en el año 1086 cruza el Estrecho un temible ejército Almorávide compuesto por unos 7.500 soldados sedientos de sangre y a los que se unen tropas de los Reinos auxiliados. Unos 30.000 efectivos en total. Alfonso VI, lejos de asustarse, reúne un ejército de unos 20.000 soldados curtidos en mil y una batallas. El 23 de octubre de 1086 se enfrentan ambos ejércitos en la llanura de Sagrajas (al nordeste de Badajoz), sufriendo los cristianos una contundente derrota.
El grueso de las tropas Almorávides abandona la península tras la victoria lograda, dado que el hijo y heredero del emir Almorávide fallece en el norte de África y es posible que haya motines y revueltas para ocupar el poder. Se mantiene en Al Ándalus un pequeño contingente de 3.000 soldados para contener cualquier agresión cristiana.
En el año 1088, de nuevo los Almorávides acuden a la península para enfrentarse al ejército de Alfonso VI el cual amenaza y ataca a los Reinos de Valencia y Murcia. En el mes de junio, los Almorávides sitian la ciudad de Aledo, donde se encontraba acantonado el ejército cristiano. No logran su objetivo y levantan el cerco impuesto a la ciudad tras más de cuatro meses. De nuevo los Almorávides se repliegan al norte de África.
En junio del año 1090 los Almorávides desembarcan de nuevo en Al Ándalus y con un objetivo muy claro y distinto de los anteriores: reducir y someter a los Reinos de Taifas y conquistar Al Ándalus. Entre los años 1090 y 1094 se hacen con el control de los Reinos de Granada, Sevilla, Almería y Badajoz. En el 1102 cae Valencia y en el 1110 Zaragoza. En 20 años, los Almorávides reunifican Al Ándalus y recuperan todo el territorio perdido al sur del Tajo. Toledo permanece en manos cristianas, pero el territorio reconquistado por Alfonso VI en la cuenca del Tajo y al sur de este río, se pierde. Durante este periodo, la actividad de reconquista por parte de los cristianos se paraliza drásticamente.
Desde tierras aragonesas, Alfonso I El Batallador, en el año 1118 conquista Zaragoza a los Almorávides, quedando así liberada definitivamente la parte oriental de la actual provincia de Soria. El aragonés, en el año 1119 funda la ciudad de Soria. Se pone así punto final a la dominación musulmana en los territorios que pertenecen en la actualidad a la provincia de Soria.
Por parte de los Castellanos, sobre el año 1133, ya reinando Alfonso VII y en un momento en que el imperio Almorávide comienza a dar signos de debilidad, se retoma con fuerza la actividad militar contra los musulmanes. La acción militar va acompañada de la misma estrategia política aplicada por sus antecesores, es decir, alianzas militares tanto con facciones Almorávides como andalusíes, fomentando además el enfrentamiento entre todas las partes implicadas. Castilla comienza de nuevo su actividad de reconquista del territorio y son muchos los Sorianos que nutren este ejército ahora victorioso.
Todos sabemos que Soria es la gran desconocida y por qué no, la gran olvidada. Se trata de una de las provincias españolas más extensas en territorio, con menos población y con pocas inversiones en infraestructuras y conservación de patrimonio.
Pero patrimonio hay y mucho. No siempre conocido, no siempre bien conservado, pero con un incalculable valor.
Esta vez visitaremos el suroeste soriano, creo que una de las zonas más prósperas de la provincia y con mayor proyección de futuro dada su riqueza y cercanía con la capital de España. Tierra habitada por Celtíberos, Romanos y frontera natural de Al Ándalus durante más de doscientos años.
Le llaman la Pompeya Soriana, también la Petra Soriana. Se trata ni más ni menos del yacimiento arqueológico de Tiermes, en el término municipal de Montejo de Tiermes. Ciudad celtíbero romana excavada en la roca que no deja a nadie indiferente. Queda constatado el asentamiento humano en Tiermes desde la Edad de Bronce, convirtiéndose en importante población Celtíbera, aliada a Numancia, a partir del s. IV a.c. En el año 98 a.c Tiermes cae frente a Roma, adquiriendo su máximo esplendor durante los siglos I y II d.c. A partir del siglo IV se conoce poco sobre su historia, volviendo a resurgir con la reconquista cristiana de este territorio a partir del siglo XI. El lugar es definitivamente abandonado en el siglo XV.
Tiermes
A medida que te acercas al yacimiento pueden observarse los restos de la muralla romana (s. III) y la barbarie arquitectónica que están llevando a cabo, pues la están reconstruyendo con unos bloques de piedra blancos, cortados a máquina y con poco parecido estético con las piedras originales. Señores, para eso no reconstruyan, limítense a consolidar la ruina y punto. A lo mejor es cuestión de tiempo, no lo sé.
A la entrada del yacimiento nos encontramos con la iglesia románica de Santa María de Tiermes (siglo XII), con uno de los mejores pórticos de la provincia.
Iglesia Sta. Mª de Tiermes
Iglesia Sta. Mª de Tiermes
Caballero cristiano luchando contra musulmán
A partir de aquí, ya podemos adentrarnos en el yacimiento en el que han habilitado algunas pasarelas y carteles informativos. En superficie, se aprecian sobre todo los restos de las construcciones romanas y son espectaculares las habitaciones, escalones y el sistema de abastecimiento de agua corriente perfectamente labradas en la roca. En el punto identificado como la casa del acueducto, localiza una estrecha entrada al acueducto subterráneo que, en mi opinión, es lo mejor de todo el yacimiento.
Entrada acueducto
Acueducto
Te adentrarás en un acueducto labrado en la piedra de algo más de un metro de anchura y suficiente altura para andarlo cómodamente. Se aprecian perfectamente los golpes del pico utilizado en su construcción para horadar la piedra y cada pocos metros, en los laterales, se ven las muescas donde instalaban la luminaria para poder trabajar. También hay registros que comunican con la superficie y que serían utilizados para mantenimiento de la red. El sistema es muy similar a cualquier moderna red de abastecimiento de aguas. A través de este acueducto entraba a la ciudad el agua traída desde el nacimiento del río Pedro a unos 7 km. de distancia.
El túnel está perfectamente conservado, mide unos 140 metros y recomiendo ir provisto de linterna para apreciar esta perfecta obra de ingeniería. El final te lleva a uno de los extremos de la ciudad, en la parte más baja, al borde de los acantilados sobre los que se levanta la ciudad. Es en el borde de estos rojizos acantilados donde también existían diversas edificaciones de varios pisos tal y como explican los paneles y ello puede apreciarse en las marcas que han quedado en la roca y donde encastraban las estructuras de los edificios.
Dedica tiempo a la zona, mira con detenimiento las paredes de los acantilados y deja volar tu imaginación sobre cómo sería la vida en este lugar hace más de 2000 años. Se dice que es en esta zona de los acantilados donde los Celtíberos estaban instalados. La parte superior se corresponde en su mayor parte a las ruinas romanas. Disfruta de las viviendas que se mantienen casi intactas muy cercanas a las termas y del graderío donde se celebrarían todo tipo de juegos y celebraciones. En ese punto se encuentra la Puerta del Sol, uno de los accesos a la ciudad y que se ha conservado perfectamente.
Siempre que he estado en este lugar he pasado bastante frío. Hace mucho viento y es cuando entiendes por qué los Celtíberos se instalaron en el lado Sur, al resguardo de los acantilados. Sobre las 16.30 horas nos situamos en el extremo final del graderío y nos tomamos unos bocadillos que hemos comprado en un supermercado del cercano Ayllón. Los buitres controlan nuestros movimientos desde el aire, pero de momento no les servimos de comida, al menos en el día de hoy.
Graderío
Termas
Nos dirigimos a San Esteban de Gormaz en busca de alojamiento. El hotel Rivera del Duero está situado en pleno centro y la encargada nos informa que tiene varias habitaciones libres, no muchas, pero alguna tiene. Nos da a elegir entre una habitación modesta con cama de matrimonio o bien alguna suite que le queda libre. Nos enseña las tres habitaciones disponibles para que escojamos la que más nos apetezca. En el tour que nos hace esta señora, llega a abrir por error alguna habitación con inquilino dentro. Vaya lío. Eso me hace pensar que cuando nos vayamos a dormir habrá que cerrar la puerta con llave por si la encargada se olvida de que nuestra habitación ha sido ocupada. Optamos por la modesta habitación con una simple cama de matrimonio que está bastante decente. Ya dejaremos la suite para otra ocasión, seguro que volvemos. Tenemos que indicar el tipo de desayuno que queremos y a qué hora. Algo simple, desayunaremos sobre las 9.30 y optamos por el “desayuno continental” consistente en un café y tostada con mantequilla. Nada como poner nombres rimbombantes al más simple, popular y básico desayuno de toda la vida.
Paseamos por San Esteban y nos sorprende su riqueza y lo bien cuidado que está. Esta plaza fue punto neurálgico y muy disputado de la frontera entre musulmanes y cristianos. El conde castellano Gonzalo Fernández llegó y se instaló en este lugar desafiando a los seguidores de Alá allá por el año 912. Durante los cien años siguientes, las guerras en San Esteban fueron constantes, cambiando de manos en varias ocasiones, siendo objetivo principal de campañas militares lideradas por los mejores Califas y Generales como Abderramán III y Almanzor. Sobre el año 1060 pasa definitivamente a manos cristianas.
San Esteban de Gormaz
Destaca el caudaloso río Duero atravesando la ciudad, alguna antigua torre musulmana, restos de muralla, su castillo, sus bodegas y dos de los mejores ejemplares de iglesia románica de la provincia de Soria. La iglesia de Nuestra Señora del Ribero (comienzos siglo XII) y la de San Miguel (año 1081).
Tomamos unas cervezas en un bar cercano al hotel donde aparece un tal Carmelo, acompañado de tres o cuatro parroquianos más, que comienzan a cantar en el bar (no lo hacían nada mal pues pertenecen a la Coral del pueblo). Carmelo comienza a imitar el canto del búho, el de la paloma y el del jilguero, lo cual causa nuestra admiración provocando que el artista se acerque y nos de conversación. Este Carmelo no para de hablar y dar información de sí mismo (panadero jubilado), de su pueblo, de su afición a la caza y de los vinos que se toma en su bodega. En fin, un tipo curioso del que descubro al día siguiente buscando información del pueblo en Internet, que compartimos apellido.
Tras una larga noche y un austero desayuno, paseamos por San Esteban para disfrutar de sus tesoros. La Iglesia románica de San Miguel sorprende por su belleza, pero también por lo desgastada que se encuentra toda su parte exterior tras 942 años sufriendo el rigor del clima soriano. En cualquier caso es espectacular.
Iglesia de San Miguel
Del castillo poco queda. La muralla norte, restos del aljibe y un silo. Se encuentra en lo alto de un cerro estrecho y alargado desde donde puedes disfrutar de unas vistas excelentes. Mirando al Sur se distingue perfectamente la colina donde se levanta majestuoso el castillo de Gormaz. El cerro donde se erige el castillo está repleto de curiosas bodegas y merece la pena pasearse por ellas.
Bodegas
Castillo
Iglesia Nª Sra. Ribero y Castillo
Nuestra siguiente visita es Langa de Duero, pequeña localidad bañada por el Duero y de la que el Cid fue Señor a fines del siglo XI. En el alto del pueblo queda una gran torre del antiguo castillo que data del siglo XIV-XV y que sirvió de alojamiento a los Reyes Católicos en el año 1506. La torre se encuentra en muy buen estado de conservación, tiene una altura de 20 metros y muros de hasta dos metros de grosor. Las vistas desde la torre son espectaculares. Nos encontramos en plena Ribera del Duero, donde hay mucho más de lo aquí contado y que tú, querido amigo y lector, tendrás que descubrir para contar tus propias historias.
Langa de DueroIglesia Nª Sra. Ribero. San Esteban de Gormaz
Año 910. Las tropas cristianas dirigidas por el Conde Castellano Gonzalo Téllez alcanzan la orilla norte del río Duero y se hacen fuertes en un cerro rocoso situado entre los ríos Ucero y Abión, aprovechando posiblemente los restos de una anterior fortificación islámica pequeña y abandonada.
A su vez, los Condes Nuño Núñez y Gonzalo Fernández se hacen fuertes en Roda, Clunia y San Esteban de Gormaz, quedando así establecida una frontera que será atacada y defendida por ambas partes durante todo el siglo X.
Consecuencia del avance y establecimiento de tropas cristianas al norte del rio Duero, suenan todas las alarmas en el Califato de Córdoba, el cual, entre los años 916 y 920 ordena numerosos ataques contra este territorio con el objetivo de asediar y expulsar al ejército cristiano instalado en este lado de la orilla del río.
En el 920, Abderramán III ataca con éxito las incipientes plazas de Osma, Clunia y San Esteban de Gormaz, arrasando dichos asentamientos.
En el año 933 Ramiro II, rey de León, recupera Osma y construye en el mismo cerro un castillo más sólido y cuyos restos hoy en día son perfectamente visibles y muy bien conservados en la parte más alta. En su construcción se utiliza piedra de la ciudad celtíbera y posteriormente romana de Uxama situada en el cerro de enfrente. En respuesta, los islámicos toman y se instalan en Gormaz en el año 934 (a escasos 11 km.) y sobre el 950 construyen varias atalayas rodeando el castillo de Osma (una de ellas en Uxama) para controlar cualquier movimiento de los cristianos.
Atalaya islámica (Uxama) vista desde el castillo de Osma
A partir de este momento y hasta el año 989, fecha en la que Almanzor ocupa el castillo, Osma se convierte en punto principal del reino de León en la defensa de la frontera del Duero, siendo objeto de constantes ataques, por lo que cambia de manos de forma continuada durante ese siglo. Así, constan grandes batallas en las inmediaciones de este castillo en los años 933, 934, 938, 939, 941 y 963.
Abderramán III ataca en varias ocasiones en castillo de Osma: En el 933 en respuesta al ataque efectuado el año anterior contra Madrid (Majerit) por parte de Ramiro II, pero es vencido por las tropas cristianas. En el año 934 Abderramán y sus tropas se dirigen de nuevo a Osma dispuestos a tomar el Castillo y aprovechando unas de sus incursiones hacia Burgos y Pamplona. En esta ocasión, entre sus muros se encuentra el propio rey Ramiro II acompañado de algunos nobles y no más de 50 combatientes. A los pies del castillo, se instala Abderramán con un potente ejército compuesto por más de 6.000 arqueros. Ramiro II y sus escasos hombres resistieron el ataque y las tropas de Abderramán no tuvieron más remedio que retirarse y proseguir su camino hacia tierras burgalesas donde devastaron el territorio. De este encuentro hay crónicas de ambos bandos y no deja de ser curiosa la interpretación hecha por cada uno de ellos: por la parte cristiana se tilda de cobardes a los musulmanes por no atreverse a subir al castillo a luchar y por la parte islámica se califica de cobardes a los cristianos por no haberse atrevido a bajar del castillo y luchar en campo abierto.
Llama la atención que, 50 soldados cristianos defendiendo el castillo, tengan capacidad para repeler un ataque de varios miles. Por un lado, el castillo se encuentra en lo alto del cerro con unas pendientes de 45 grados lo cual lo convierten en casi inexpugnable. Si a ello le añadimos las saeteras tan excepcionales con las que cuenta el castillo, su posición es excelente para ser defendida por unos pocos.
Saetera
Las saeteras de este castillo son un perfecto medio de defensa. Además de encontrarse en la base de la muralla, su apertura exterior es muy estrecha, de tal manera que dificulta considerablemente que se pudieran introducir flechas u otros objetos lanzados por el atacante. Asimismo, se encuentran en un grado de inclinación similar al de las laderas del cerro en el que se encuentra el castillo. De esta forma es muy difícil aproximarse a pie al castillo sin ser visto y sobrevivir a la defensa realizada desde estas saeteras. Son únicas en la península ibérica, encontrando algunas similares en castillos construidos en Tierra Santa. Al parecer, cuando el castillo de Osma pertenecía a la familia Lara, uno de sus miembros guerreó por aquellas lejanas tierras asesorando muy posiblemente en el diseño de la defensa de los castillos que allí se edificaron en tiempos de la primera cruzada (fines siglo XI).
En el año 989 Osma es conquistada por Almanzor, repuebla el territorio con musulmanes, manteniéndose el castillo en manos del Califato hasta su definitiva conquista cristiana en el 1.011 por parte del Conde castellano Sancho Garcés.
A partir de este momento, Osma se convierte en importante centro militar cristiano de la frontera hasta el año 1.124, fecha en la que Medinaceli cae definitivamente en manos cristianas y nuestro castillo pierde su situación estratégica en la defensa de la frontera.
Existe un silencio documental sobre el castillo hasta el siglo XIV, cuando pasa a manos del Obispado de Osma, el cual lleva a cabo un relleno del interior del castillo con tierra y escombros para subir la cota del suelo e intentar hacerlo más habitable. En las obras de rehabilitación llevadas a cabo hace muy poco, si bien se ha sacado a la luz el castillo original del siglo X, en una parte de mismo se han respetado las obras de relleno realizadas en esta época medieval. Al tratarse de un castillo roquero, el piso original es la propia roca sobre la que se asienta el castillo y en la restauración se han recuperado los recorridos interiores originales pues la roca estaba trabajada con escaleras y huecos donde se instalaban estructuras de madera para hacer habitable el recinto.
Interior
Interior
En el siglo XVIII muchos de los sillares de las murallas y torres del castillo, que en su día fueron extraídos de Uxama, se utilizan para construir la torre de la actual Catedral del Burgo de Osma.
No deben pasar desapercibidos en la ladera Este del castillo la necrópolis cristiana de los siglos XII y XIII, con distintos tipos de tumbas orientadas de oeste a este como manda el rito canónico, así como el lugar donde se adaptaron barracones (con letrinas incluidas) con estructuras de madera colgantes donde descansaba la tropa.
Los restos de los cadáveres encontrados poco han hablado, pero algo han dicho: Las mujeres debían tener tareas que les obligaba a mantenerse en cuclillas durante largos periodos de tiempo y tanto hombres como mujeres transportaban y arrastraban materiales pesados. Descansen en paz.
Irlanda, conocida como Isla Esmeralda por el color verde de sus campos y posiblemente, añado yo, por la hierba que se fuma en las calles de su capital que aromatiza el ambiente de forma frecuente e intensa.
Tres días en su capital, Dublín, son suficientes para una primera toma de contacto y darte cuenta de que se trata de una ciudad bonita, recomendable, variopinta, multicultural y muy, muy divertida.
Ya la diversión comienza en el autobús aéreo que utilizamos en nuestro desplazamiento y cuyo coste por persona es muy similar al gasto de combustible de cualquier fin de semana que pueda ir a Soria. El sobrecargo, un tal Daniel, comienza su discurso de bienvenida a bordo y de ofertas de bebidas y otros productos con mucha gracia y humor, provocándonos a todos una carcajada cuando ofrece la compra de un boleto de lotería de la propia línea aérea, indicando que, en caso de ser ganadores, evitaríamos volver a volar en esta famosa línea de bajo coste.
Aterrizamos con un tiempo muy frío y nos dirigimos en taxi directamente hasta la estación de tren donde nos espera el motivo de nuestro viaje, Marina, nuestra hija menor que este año está viviendo y estudiando en este verde y helado país europeo.
Ya con ganas de sentir y disfrutar de la ciudad, vamos caminando desde la estación hacia nuestro hotel, haciendo parada en el trayecto para comer un Wrap (yo no sabía ni lo que era) y por fin, poder degustar la primera cerveza Guiness del viaje. Son las 15 horas pasadas, el bar/pub está muy animado y es posible que ya muchos de los clientes estuvieran cenando. Nuestro hotel está en pleno centro de la ciudad, al norte del río Liffey y a escasos metros de una céntrica avenida, O`Connell Strett. Sin duda que hemos acertado.
Por cierto, este tal O`Connell, también conocido como “El Libertador”, fue un importante político de la primera mitad del siglo XIX que consiguió que los católicos irlandeses pudieran convertirse en miembros del Parlamento de Inglaterra, siendo el primer alcalde católico de la ciudad. Además, fue firme defensor de la separación de Irlanda de la Gran Bretaña sin utilizar los habituales medios violentos.
O`Connell Strett
Con nuestras mejores ropas de invierno, deambulamos por las animadas calles comerciales donde compramos un gorro de lana irlandesa y una gorra estilo Irish en una tienda espectacular, donde todas las prendas y objetos que se vendían eran de lana irlandesa.
En las prendas más suaves y por tanto más caras, se indica en la etiqueta que era “100% Merino”. Esta etiqueta pone en alerta todos mis sentidos y me doy cuenta de que en aquellas prendas hay un alto porcentaje de ADN español. La oveja de raza merina es española, algunos incluso dicen que su origen es del norte de África, bereber, ni más ni menos. Durante la Edad Media la explotación de la lana de la oveja merina fue la mayor fuente de riqueza de Castilla, protegiendo y conservando la misma con la creación, por Alfonso X el Sabio, del Honrado Concejo de la Mesta en el año 1273. La lana de esta oveja sin duda alguna era la más valorada a nivel mundial por su excelente calidad. Tan protegida estaba la oveja merina y su explotación en Castilla, que se penaba con la muerte a todo aquel que exportara algún ejemplar, posibilidad que únicamente podía ejercer la Corona. Y fue precisamente la Corona la que, en el siglo XVII, comienza a regalar pequeños rebaños para fortalecer tratados de amistad o de comercio con otras naciones como Francia, Sajonia, Hungría, etc…. Pero realmente lo que provocó el punto final definitivo al monopolio español de la oveja merina, fue una cláusula secreta en el tratado de paz firmado con Francia en el año 1795 (tras la Guerra de los Pirineos) por el cual se entregaba a este país durante cinco años, mil ovejas y cien carneros anuales. Ello supone la expansión definitiva y masiva de nuestra oveja a nivel mundial, existiendo hoy en día millones de ejemplares descendientes de nuestros rebaños. Las cabañas más numerosas se encuentran en la actualidad en países como Australia, Estados Unidos, Argentina y Sudáfrica. Pero, eso sí, todas con ADN español en su sangre y, por qué no, con alta probabilidad de contener la genética de los rebaños de Tierras Altas de Soria, tierra de pastores trashumantes de rebaños de merinas durante siglos, la tierra de mis antepasados.
Después de este extenso paréntesis (necesario, dada su extrema importancia en mi opinión), continuamos nuestro paseo por el campus del “Trinity College” y tras realizar algunas compras de primera necesidad para nuestra hija y otras varias no tan necesarias, finalizamos en la zona del Temple Bar, barrio abarrotado de pubs, donde, en un animado pub con música en directo, tomamos unas Guiness acompañadas con sabrosas alitas de pollo y nachos.
Sobre las 22 horas, nos retiramos a nuestro hotel, a una hora prudente, no solo por la minoría de edad de nuestra hija, sino también porque al día siguiente hemos quedado a las 9,30 de la mañana para irnos de excursión a unos pueblitos al norte de Dublín.
Tras un abundante desayuno al más puro estilo “Irish breakfast”, llegamos puntuales al punto de encuentro con nuestro guía, donde coincidimos con el resto de los compañeros de viaje, una docena más de compatriotas de lo más variopinto y muy representativos de la más auténtica y actual sociedad española.
Nos desplazamos en un minibús conducido por nuestro guía español, el cual ameniza el viaje con datos curiosos de los lugares por los que pasamos y sobre la historia en general de Irlanda. Breve parada en el Casino Marino, una casa de recreo del siglo XVIII a las afueras de Dublín, para continuar trayecto hacia el primero de nuestros destinos, el castillo de Malahide.
Casino Marino
Castillo Malahide
Castillo Malahide
El castillo de Malahide data del siglo XII y ha sido habitado por la familia Talbot hasta 1975, año en que tuvo que ser cedido al Condado de Dublín por no poder soportar el pago de los impuestos de sucesiones la heredera del castillo en dicha fecha. Sorprende la visita pues está perfectamente conservado y totalmente amueblado, para entrar a vivir, tal y como lo cedió en el siglo pasado la familia Talbot. Dicen que en el castillo habitan cinco fantasmas y es habitual que puedas tropezar con alguno de ellos. Visita muy interesante y entre otras cosas, me quedo con el color naranja de algunas de sus habitaciones, conocido como el color Malahide en la sociedad irlandesa.
Interior castillo Malahide
Interior castillo Malahide
Interior castillo Malahide
Interior castillo Malahide
Continuamos viaje en nuestro minibús hasta Howth, donde nuestro guía nos deposita en la colina más alta del lugar y nos invita a ir caminando por una estrecha senda habilitada en los acantilados al borde del mar hasta el pueblo. La caminata es de una hora y media de duración. Si bien no nos esperábamos dicha actividad (al menos no estaba anunciada cuando contratamos la excursión), la admitimos con ganas y alegría pues el paisaje es realmente espectacular y el tiempo acompaña pues hace un día muy frío pero soleado. Disfrutamos mucho en el camino, el cual lo hago acompañado de un nuevo y solitario amigo, Antonio, el cual se ha unido a mi familia en este día de excursión. Antonio ha venido a visitar a su hijo de 24 años que trabaja en Dublín hace seis meses como profesor en un colegio. Un tipo simpático y con el cual conecto de forma muy positiva.
Howth
Ya en el pueblo de Howth, compramos comida en un Fish and Chips llamado Beshoff Bros, atendido por un tipo que habla español, pero con aspecto de turco, judío o similar, el cual, se pone nervioso ante nuestras numerosas preguntas sobre si la ración será suficiente para todos, cuántas “chips” habrá, cual es el tamaño del “fish”, si el menú incluye bebida, que si tiene cerveza fría para llevar (no había), etc. El turco, ya visiblemente incomodado por el tiempo que llevamos para decidirnos y por la presencia de algún que otro paciente cliente esperando, nos suelta a bocajarro que los “latinos” siempre hacemos muchas preguntas y nos cuesta decidirnos para elegir sus menús. Nosotros, que vamos de buen rollo y como buenos españoles, respondemos descojonándonos y no provoca que pongamos punto final a nuestra indecisión, pues seguimos con nuestra tranquilidad “latina”. Ante nuestra negativa a echar vinagre al pescado, confirma que los “latinos” y es verdad, no tenemos esa costumbre. Lo que nunca nadie antes había hecho era el calificarme como “latino”, pero dando vueltas al asunto, pues es verdad, somos “latinos” y a mucha honra, señor turco impaciente vendedor de pescado y patatas en una caja de cartón.
Degustamos los dos menús de “fish and chips” (que estaba bastante bueno) en unas mesas situadas en un patio exterior que comparten otros locales donde venden comida rápida y bebida. Nada como intimar con las nuevas amistades del viaje como comer del mismo plato, perdón, de la misma caja de cartón.
Nos acercamos al puerto de la ciudad en busca de las famosas focas salvajes que lo habitan pues buscan comida fácil de los barcos pesqueros y de los turistas. No tardan en aparecer y realmente son espectaculares. Aparecen en toda su plenitud en cuanto ven algún movimiento en los barcos pesqueros o ven personas paseando por el muelle. Es sorprendente. Esas sí que saben latín, pero de latinas poco.
Puerto de Howth
Howth
El puerto está lleno de locales donde venden pescado fresco, todo con bastante buena pinta.
A las 16 horas iniciamos viaje de vuelta a Dublín en nuestro minibús. Al llegar, breve parada en el hotel y de nuevo nos sumergimos en las animadas calles de la capital, hoy más abarrotadas y con más ambiente que ayer pues hoy es viernes.
Nos tomamos una excelente Guiness en el pub “The Celt” el cual nos recomendó mi nuevo amigo Antonio. Este pub está cerca de nuestro hotel, al norte del río y en un barrio algo distinto al de la zona comercial, donde abundan gentes, establecimientos y peluquerías de estilo Kebab y similares. “The Celt” es enorme, laberíntico, con múltiples habitaciones y pequeñas estancias con amplias mesas donde los parroquianos, en grandes grupos, consumen cerveza en ingentes cantidades. Encontramos hueco en la barra situada en un enorme salón al estilo de la serie “Vikingos” y disfrutamos del lugar saboreando una buenísima pinta.
The Celt
Cenamos en el pub Madigan`s, muy cerca de nuestro hotel, donde nos reciben con mucha amabilidad y una amplia sonrisa. Nos preguntan nacionalidad y nos atiende un chico de Granada que había abandonado su ciudad natal harto de que le pagaran 6 euros por hora en su trabajo como diseñador gráfico. En Irlanda gana mucho más y está incluso ahorrando. Su próximo destino, Montreal, Canadá, para seguir haciendo caja. Cenamos unos buenos nachos y ya por fin los platos típicos de aquí, Roast beff con salsa Guiness, acompañado de puré de patata y algunas verduras y una especie de pastel de carne con puré de patata bastante bueno. Nuestra hija está encantada de comer algo más saludable y bien guisado, pues por aquí se debe cocinar poco y mucho precocinado.
Sábado, nuestro último día en Dublín. Recibimos el nuevo día con el tradicional “Irish breakfast” del hotel, dejamos las mochilas en la recepción y nos vamos a la calle a disfrutar de la luz del día. Hoy no hace frío.
Ya a las 10.30 de la mañana se ve gente en los pubs disfrutando del oro líquido nacional, pero nosotros lo dejaremos para más tarde. Es momento de pasear y conocer las joyas arquitectónicas de la ciudad como sus dos catedrales y el castillo.
Dublín puede presumir de tener dos espectaculares catedrales, la de Sta. Patrick y la de Christ Church
La catedral de San Patricio, dedicada al patrón de la nación, se encuentra construida junto al pozo en el que se dice que el santo bautizaba a los paganos para convertirlos al cristianismo. En este lugar, ya en el siglo V, se construyó una pequeña iglesia de madera, construyéndose en piedra en el 1.191. La construcción del edificio actual se inició a comienzos del siglo XIII. Podemos imaginarnos las múltiples restauraciones que ha sufrido el edificio, respondiendo su estado actual a la realizada en el año 1860, ni más ni menos que financiada por uno de los nietos del fundador de la cerveza Guiness, Benjamín Guiness.
Dado que no tenemos mucho tiempo para visitar el interior, tomamos un descanso en el amplio jardín trasero de la catedral, donde aprovechamos para tomar un café y disfrutar del entorno.
Catedral St, Patrick
Catedral St, Patrick
La otra catedral, la de la Santísima Trinidad, tiene su origen en una pequeña iglesia, también de madera, construida por el rey vikingo Sitric, en el año 1.038. Es en 1172 cuando comienza la construcción de la actual iglesia de piedra, sufriendo una importante renovación a mediados del XIX.
Tampoco te dejará indiferente el castillo de Dublín, al cual se puede acceder libremente a su inmenso patio exterior. Originariamente, el castillo es construido a principios del siglo XII donde antes había existido un asentamiento Vikingo.
Catedral Christ Church
Castillo Dublín
La visión a lo lejos de una torre medieval provoca que nos dirijamos a la misma y poder comprobar que dicha torre forma parte de la Iglesia de St. Audoen. Merece la pena sin duda alguna el paseo.
Catedral Christ Church
Iglesia St. Audoen
Comenzamos ya camino de vuelta, con total tranquilidad y teniendo prevista parada para comer algo. A los pocos minutos y muy cerca ya del río, encontramos por casualidad un pub, “The Brazen Head”, en cuyo cartel exterior se anuncia como el más antiguo de Dublín. En concreto, el establecimiento fue fundado en el año 1198 como posada vikinga o similar. Impresiona pensar que en este mismo recinto llevan ofreciendo y consumiendo cerveza desde hace 825 años.
No dudamos en entrar y los dioses vikingos quieren que rápido encontremos mesa para comer en una de sus múltiples estancias. El sitio es realmente excepcional, el ambiente es buenísimo y muy acogedor, la Guiness excepcional. Nos deleitamos de nuevo con platos típicos como estofado de carne con salsa Guiness, fish and chips y una enorme ensalada de salmón ahumado. Y una pinta de Guiness, y otra más please, que me vuelvo a España y es la última.
The Brazen Head
Con tranquilidad nos dirigimos en dirección al hotel y aún nos da tiempo para hacer algunas otras paradas en todo tipo de tiendas, la oferta parece infinita. Recogemos nuestras mochilas y tomamos un taxi a la estación de tren donde nuestra hija a las 18.15 horas saldrá en dirección a su casa en la ciudad de Balla. Como hemos llegado con tiempo suficiente, hacemos la espera todos juntos y mi hija ameniza la espera tocando un par de canciones en un piano a disposición del público en plena estación. En Irlanda hay mucha afición a la música y viajeros de todas las edades se paran a escucharla e incluso le hacen fotos. Mejor final para este viaje imposible.
¿Pero quién dijo que aquí se acabaron las anécdotas dignas de mención? ¿Os acordáis de Daniel? Exacto, el sobrecargo del avión de ida. Pues también estaba en el avión de vuelta.
En estos vuelos baratos no hay necesidad de que la familia viaje unida, por lo que a mi han asignado asiento en la fila 7 y a mi mujer en la última, en la 33. Bien pensado, pues si queremos viajar separados, cuanta más distancia haya, mejor. Imagino que así pensará la compañía aérea intentando que el próximo viaje pagues el suplemento correspondiente.
Volar no me convence mucho, por lo que tras el despegue intento evadirme vaciando mi mente e intento caer en una especie de letargo animal de pura supervivencia. Tras hora y media sumido en mi anormal letargo, oigo en lo más profundo del abismo una voz alta y clara que dice “¿Hay por aquí alguien que se llame Rafa?”
De forma inmediata, vuelvo al mundo real, abro los ojos y me encuentro a un sonriente Daniel en el pasillo del avión y a la altura de mi asiento. “Soy yo”, contesto con absoluta seguridad.
Con cara de pillo y en un tono muy simpático me suelta a bocajarro: “Hay un pibón en la parte final del avión que quiere invitarte a un vino”
El lascivo comentario levanta el interés de mis dos jóvenes compañeras de fila y de otras personas de alrededor, imagino que sorprendidas y por qué no, envidiosillas por el hecho de que un tipo como yo pueda ligar en un avión de bajo coste.
“Será mi mujer”, contesto yo en un intento de hacer comprender a mis compañeros de viaje que no, que no es una cita a ciegas a tres mil metros de altura.
“No lo sé, pero es un pibonazo y quiere tomarse un vinito contigo” insiste Daniel, aumentando el tono erótico festivo e incluso contoneando pechos y cadera acompañando de un acompasado movimiento de brazos.
“Sí, es mi mujer, que está al final del avión y con la que llevo casado más de 25 años” es mi estúpida respuesta, a la vez que me levanto de mi asiento para salir huyendo de los testigos de estos hechos y evitar así otras posibles invitaciones.
En la última fila, efectivamente, me encuentro con el pibonazo con bastante cara de cachondeo y mucha complicidad con Daniel, la cual me ofrece un vaso de vino el cual acepto con gusto. A los pocos minutos, Daniel nos regala otra botellita y una bolsa de patatas. El tío está encantado con la situación producida y de la que él ha sido uno de los protagonistas fundamentales.
Comenzamos ya el descenso pues nos acercamos a Madrid. Daniel aprovecha el momento para informar a todo el pasaje que se vayan preparando para el aterrizaje. Añade que el día de hoy es el día internacional del abrazo, encontrándose la tripulación a nuestra disposición por si alguien necesitara uno.
Tras un aterrizaje algo brusco a mi gusto, pero suavizado por el cálido caldo riojano, aterrizamos en tierra de la madre patria, teniendo que esperar a que se despejara el avión por completo para yo poder acceder a mi asiento de la fila 7 y recoger mi mochila. Somos los últimos pasajeros en salir. Como es habitual, Daniel y el resto de la tripulación esperan en la puerta de salida despidiéndose de los pasajeros. La pibonazo, ni corta ni perezosa, se funde en un profundo abrazo con Daniel agradeciendo el buen rato que hemos pasado y yo, mucho más castellano, les estrecho la mano en agradecimiento y les dedico unas buenas palabras por lo divertido del vuelo. Es en ese momento, en ese tiempo de más dedicado a la despedida con Daniel, cuando nos damos cuenta de que, a pie de pista, se encuentra el autobús con los otros 170 pasajeros mirando y esperando pacientemente a que nosotros demos por concluida de una vez la emotiva despedida.
Animados, bajamos las escaleras del avión a toda pastilla y con un movimiento ágil nos introducimos en el autobús el cual cierra de las puertas inmediatamente para llevarnos a la terminal.
Poco más que decir de este viaje cargado de emociones y vivencias que nunca olvidaré. Crónica dedicada a mi hija menor, Marina, hija de las arenas ardientes del desierto, mujer valiente, viajera y aventurera, con muchas ganas de vivir nuevas experiencias siempre de manera positiva y con un espíritu Amazigh que espero lo alimente y mantenga vivo durante mucho tiempo.
Y lo del pibonazo……. eso ya es otra historia amigos.
No es por hacerme el importante, pero la improvisación en mis viajes de fin de semana suele tener buenos resultados. Así, me propongo recorrer una determinada zona porque en alguna ocasión he leído algo o porque simplemente pasé por allí un día con algo más de prisa y me pareció ver algo parecido a un castillo, torre o ruina en algún punto distante o simplemente te dejas llevar por el instinto y estás convencido que la zona merece la pena.
Por ello, acompañado de mi más fiel, querida, atrevida y nada temerosa copilota, la madre de mis hijos, decidimos este caluroso fin de semana del 5 y 6 de noviembre conocer lo que fue la frontera entre Castilla Y Aragón situada al sur del río Jalón, tierra ocupada y densamente poblada por los musulmanes hasta su conquista por el rey de Aragón Alfonso I el Batallador a comienzos del siglo XII.
Llegados hasta Alcolea del Pinar, carretera convencional hasta Maranchón donde ponemos rumbo norte a través de carreteras comarcales más estrechas y reviradas. Nos metemos de lleno en la Sierra de Solorio, que alberga uno de los sabinares más extensos de Europa y donde abundan pequeños pueblos aquejados de un grave problema de despoblación.
Entre espléndidos bosques de sabinas centenarias nos desplazamos y visitamos Codes, Iruecha, Villel de Mesa y Sisamón.
Sierra de Solorio
En Villel de Mesa hay un espectacular castillo roquero del cual hay pocas noticias sobre su historia. Los restos actuales son cristianos, si bien algunos estudiosos indican la existencia anterior de una torre o atalaya árabe. En el siglo XII se erige el castillo cristiano propiedad de Manrique de Lara, pero a comienzos del XIII pasa ya a manos de la familia de los Funes, de origen navarro y que llegan a esta zona participando en la repoblación. El castillo está enclavado en el valle del río Mesa, punto estratégico de paso y frontera entre Aragón y Castilla, por lo que tuvo gran importancia en la guerra entre ambos reinos, apoyando los Funes a uno u otro bando según el devenir de la guerra y su propia conveniencia.
Villel de Mesa
Villel de Mesa
En Sisamón, pueblo de atractivo nombre, existen restos de otro castillo, pero no tan conservado como el anterior. Los pueblos se encuentran muy desiertos, incluso da sensación de cierto abandono, igual me equivoco. En compensación, el paisaje es precioso y sin duda merece la pena recorrer también las calles de estos escondidos pueblecitos para disfrutar del entorno y conocer la realidad del mundo rural en nuestro país.
Sisamón
Sisamón
Una vez atravesada la Sierra de Solorio llegamos a Cetina, pueblo ya muy cercano a la autovía A-2, donde sorprende la amplitud y luminosidad de sus calles a pesar de tener una población inferior a los 600 habitantes. Destaca el palacio castillo del siglo XIV donde, como curiosidad, se casó en el año 1634 el famoso escritor Francisco de Quevedo con una señora viuda y con hijos, ya entrada en años pero con rico patrimonio, Dña. Esperanza de Mendoza. No fue esta señora del agrado del escritor, pues el matrimonio apenas duró tres meses, hasta que Quevedo huyó de Cetina para seguir disfrutando de los placeres de la vida como solo él sabía hacerlo.
Cetina
Aprovechamos la parada en este pueblo para tomar un café en una terraza donde aparece un anciano con grandes manojos de guindillas recogidas de su huerto hace un momento y nos las ofrece avisándonos de que “son de las que pican”. Las guindillas las guardé en la nevera y a los pocos días pude probarlas con un buen plato de lentejas. Realmente picaban y mucho. Tanto picaban, que creo que el abuelo Cetinero las ha estado regando con Tabasco demasiado tiempo.
Con las últimas luces visitamos Ariza sin tener mucho que decir sobre este pueblo.
Cae la noche y ante la patente falta de actividad y alojamientos cercanos por esta zona, optamos por ir a Calatayud e intentar reservar alguna habitación en algún hotelito.
En Calatayud es sábado por la noche y no hay forma de aparcar salvo a las afueras, a no más de 10 minutos andando del centro. Encontramos habitación en el primer hotel que probamos y rápido salimos a las calles para hidratarnos y disfrutar del buen tapeo de esta ciudad. Ya bien entrada la noche, paseamos por las calles ahora desiertas y que formaron parte en su día del original barrio musulmán. El espíritu bereber nos envuelve, se hace con nuestras personas y simplemente nos dejamos llevar…
A primera hora de la mañana del domingo comenzamos a deambular por las calles de Calatayud y sobre las 11 horas contratamos una visita guiada a la ciudad, pues siempre viene bien para saber dónde te encuentras. En la Plaza de España hay un pequeño y antiguo local en el que nuestro guía tiene instalado su negocio llamado “La Sobresaliente”. El guía, de cuyo nombre no quiero acordarme o simplemente no recuerdo, es un libro abierto de historia de la ciudad y con un sentido del humor que tardas en entender. Pero con humor, que es lo que importa. Y con un humor algo negro, lo que no sé si influenciado por la celebración de una prueba de Duatlón, tan popular en estos tiempos y que tiene colapsada la ciudad entera. Tampoco yo acabo de entender esta obsesión por este tipo de celebraciones deportivas en medio de las ciudades, entre asfalto, contaminación y ruidos de coches. ¡Con todo el campo que hay!
Tras una introducción sobre los asentamientos Celtíberos y Romanos en el territorio de Calatayud, su posterior abandono a partir del siglo IV, la fundación de la ciudad por los musulmanes en el siglo IX y la reconquista por El Batallador en el año 1120, entramos a visitar la Colegiata de Santa María, edificada por orden del propio rey guerrero sobre la antigua mezquita de la ciudad. El edificio actual data del siglo XVII y es el ejemplo perfecto del mudéjar aragonés. Llama la atención su tremenda torre de 70 metros de altura.
Interior Colegiata Santa María
Colegiata Santa María
Nos detenemos en el exterior de la iglesia de San Andrés (la actual data del siglo XIV) la cual es la iglesia más antigua de la ciudad y con una torre que nada tiene que envidiar a la de la Colegiata. Parece ser que también fue fundada en el mismo tiempo en el que El Batallador conquistó la ciudad y algunos aventuran que realmente se trata de una mezquita reutilizada. Resguardando uno de los laterales, saludamos a Alfonso I El Batallador el cual se encuentra allí presente en forma de escultura en bronce. Este valiente, tras la batalla de Cutanda en la que derrotó con firmeza a las tropas musulmanas, reconquistó todo el valle del Jalón y del Jiloca quedando así abierta la ruta hacia el Levante. El 24 de junio de 1120, los musulmanes le entregaron las llaves de la ciudad de Calatayud. La primera referencia escrita a esta ciudad es del año 862, cuando el emir Muhamad I, por cierto, fundador de Madrid, ordena su reconstrucción. Estos casi 260 años de presencia musulmana han dejado una huella profunda y difícil de borrar en la moderna ciudad actual.
Torre Iglesia de San Andrés
Iglesia de San Andrés
Nuestro guía tiene libre acceso a la Iglesia de San Pedro de los Francos, por lo que me siento muy privilegiado al poder visitar su interior donde, en el año 1461, se celebraron las Cortes del reino de Aragón y el futuro rey Fernando el Católico fue proclamado heredero de la Corona. El templo original también es del tiempo del Batallador, el cual ordenó su construcción como agradecimiento a los Francos que le ayudaron en su tarea de reconquista y que optaron por instalarse definitivamente en este nuevo territorio para empezar una nueva vida. El templo actual es del siglo XIV y destaca su muy inclinada torre en su lado derecho. La inclinación es muy patente, en concreto un metro y medio sobre la propia calle y no es algo reciente. En el año 1840 su campanario fue demolido como medida de seguridad, pues en el palacio situado justo enfrente se alojaron una noche la reina Isabel II y su regente madre Mª Cristina. Toda precaución es poca, no vaya a ser que tras cientos de años de inclinación se derrumbara precisamente ese día.
Interior Iglesia San Pedro de los Francos
Torre iglesia San Pedro de los Francos
La causa de la inclinación de esta torre y la de otros muchos edificios de la ciudad, los más famosos los de la Plaza de España, es debido a que el suelo de Calatayud se compone fundamentalmente de yesos y calizas que se reblandecen y provocan simas en el subsuelo por el contacto con el agua, no solo de la lluvia, sino incluso la del cercano río Jalón que permeabiliza la zona poco a poco. Sin duda todo un reto para los modernos y actuales arquitectos.
Cinco castillos rodean el casco antiguo de Calatayud y para su disfrute existe un mirador en la parte alta. El mejor conservado es el castillo del Emir Ayyud que data del siglo IX. En algún otro viaje anterior subimos hasta uno de los castillos, si bien esta vez nos limitamos a contemplarlos desde la distancia y dejamos para futuras visitas la subida a este espectacular castillo que parece bastante bien conservado.
Castillo del Emir Ayyud
Finalizada la visita, tomamos un buen aperitivo en el afamado Mesón de la Dolores, situado en uno de los edificios más antiguos de la ciudad (fines del siglo XV, comienzos del XVI) y sobre el que han sabido conservar a la perfección el sabor decimonónico de sus instalaciones como hospedería. Es más, en mis próximas visitas a Calatayud, que las habrá, ya he elegido este sitio como alojamiento.
Ya sabes, si vas a Calatayud, pregunta por la Dolores, que realmente no es quien te imaginas y a lo que se dedicó, pero eso, querido lector, ya es otra historia.
La mayor fortaleza Califal de todos los tiempos. Desde sus almenas se controlan más de 45 km. cuadrados, ampliables a muchos cientos si tenemos en cuenta la compleja red de atalayas que lo apoyan y lo comunican con las cercanas e importantes fortalezas de Medinaceli y Atienza.
Gormaz se convierte en la más poderosa base militar de control de fronteras y de ataque contra los reinos cristianos, brindando apoyo al centro militar de Medinaceli, capital de la Marca Media. Su interior podía albergar hasta un ejército de 2.000 hombres, apoyados por otros tantos miles que pudieran establecerse en las inmediatas llanuras que rodean la fortaleza.
Por su privilegiada situación, el cerro donde se ubica este castillo ya fue utilizado con fines de vigilancia y protección en la Edad de Bronce, Edad de Hierro, además de por Celtas, romanos y visigodos. En el siglo IX comienza la construcción de la fortaleza sobre la base de otra estructura menor ya existente con anterioridad. En el año 912, los cristianos, en su labor de reconquista, logran llegar hasta la línea del Duero, haciéndose fuertes en las ciudades de Osma y San Esteban de Gormaz. Es necesario por tanto la construcción de un gran centro militar en las inmediaciones para frenar el avance cristiano.
El territorio situado al sur del río Duero es controlada por los musulmanes y los cristianos se mantienen en el lado norte. No obstante, Gormaz se encuentra en este lado norte y controla el único paso sobre el Duero a través de un espectacular puente romano, lo que lo convierte en un importante punto estratégico para la defensa y control de la frontera. Si controlas Gormaz, controlas la frontera.
Abderramán III ordena la refortificación del castillo y su hijo Al Hakam II lo reconstruye y amplía sobre el año 965, convirtiéndolo en la mayor fortaleza califal jamás construida, siendo punto de partida para innumerables ataques mortíferos contra territorio cristiano. Su perímetro amurallado mide 1.200 metros con 28 torreones que lo custodian.
Gormaz fue una fortaleza inexpugnable. Nunca fue conquistada por las armas, por lo que los diferentes cambios de manos entre los ejércitos cristiano y musulmán siempre lo fueron por pacto o acuerdo entre ambas partes. Las crónicas hablan de conquistas musulmanas del castillo en los años 925, 940 y 983, lo que indicaría las correspondientes conquistas por parte cristiana.
En su visita hay que dejarse llevar, olvidarse del tiempo y disfrutar de cada rincón de sus ruinas. Disfruta del patio de armas donde se concentraba y hacía vida la tropa, con las cuadras, cocinas y almacenes, una alberca para el agua de los animales y un oratorio situado en el muro sur. Es en este recinto y también en el muro sur, donde se encuentra el más famoso arco califal, muy similar a los de la mezquita de Córdoba y que servía de puerta principal de acceso al recinto. El arco es doble, lo que facilitaría el ataque desde la parte superior en caso de que el enemigo llegara hasta ese punto.
Patio de armas
Patio de armas
Otra zona del castillo es el alcázar, donde residía el gobernador militar y los notables del ejército. Se encuentra separado de la zona de tropa por un gran foso, hoy cegado, lo que dificultaría aún más el acceso a estas instalaciones por parte del enemigo. Observa la entrada al alcázar en forma de codo a través de la torre del homenaje de estilo mudéjar, la torre del siglo X llamada de Almanzor, el enorme aljibe para agua potable con capacidad para más de 100.000 litros, la pequeña puerta en el muro norte para salidas discretas, los pasos de ronda en lo alto de la muralla, etc.
Seguro que puedes sentirte un soldado islámico de hace más de mil años o las de algún afamado y valiente general, lo que prefieras. Islámico o cristiano, a tu libre elección. Escudriña el horizonte para estar preparado frente a un ataque y en los días claros puedes ver claramente el castillo de Osma donde los cristianos se hicieron fuertes mucho tiempo, ambos ejércitos a la vista, frente a frente, cada uno atrincherado en su fortaleza.
Arco califal de entrada
Alcázar
Alcázar
Disfruta del exterior rodeando la fortaleza y podrás apreciar la energía y poderío que aún irradia. En su lado oeste, que no pasen inadvertidos unas estelas empotradas en el muro y que protegían este bastión de las fuerzas oscuras y malignas.
En las laderas del castillo, tuvo lugar una de las batallas más importantes ocurridas en la Península Ibérica entre cristianos y musulmanes. Durante el Califato de Al Hakam II, en el año 975, rompiendo una tregua y aprovechando que el grueso del ejército musulmán se encuentra en el norte de África, el castillo es sitiado por un ejército de coalición liderado por el Conde Castellano García Fernández y compuesto por tropas castellanas, leonesas y navarras. Las crónicas hablan de unos 60.000 soldados.
El asedio dura dos meses (del 17 de abril a 28 de junio). Los musulmanes envían a su mejor general para liberar la fortaleza, el jefe militar de la Marca Media, el bereber Galib, el cual parte desde Córdoba el día 24 de abril, llegando a Barahona el 7 de mayo donde se reagrupan las tropas. Avanza hasta Berlanga y llega al Castillo de Gormaz por su lado Sur, acampando a orillas del Duero. En la orilla contraria, las tropas cristianas asediando el castillo. El 21 de mayo se libran los primeros combates a orillas del Duero entre los guardianes del único vado del río. Soldados cristianos cruzan el río y son superados por los islámicos.
Las tropas musulmanas se retiran de la zona de Gormaz e instalan su campamento general en Barahona a la espera de nuevas tropas de refuerzo que envían desde Córdoba y que han emprendido camino los días 26 de mayo y 2 de junio. Los cristianos continúan atacando la fortaleza la cual es defendida por las tropas acuarteladas en su interior. El 28 de junio, los cristianos, jaleados por el propio rey leonés Ramiro III, realizan un ataque masivo el cual es repelido a sangre y fuego por las tropas de Galib, ya muy fuertes y numerosas gracias a los refuerzos venidos desde Córdoba. Los cristianos son masacrados en el campo de batalla y perseguidos en la retirada hasta sus propios dominios los cuales son devastados sin contemplaciones.
El Conde Castellano García Fernández, vuelve a intentar la toma de Gormaz y lo consigue finalmente por pacto en el año 978. En el año 983 Almanzor la recupera para su temible e invencible ejército. Desde entonces, ya nunca cambió de manos hasta que la zona fue reconquistada definitivamente por Fernando I de León en el año 1060.
La Villa de Gormaz fue concedida al Cid en el año 1087 convirtiéndose así en Señor de estos lares durante un tiempo.
Tras la caída de Medinaceli en 1124, Gormaz queda definitivamente en la retaguardia de los dominios cristianos, comenzando su declive como fortaleza defensiva.
Muy recomendable por supuesto la visita a la Ermita de San Miguel (S. XI) situada en la ladera del Castillo, las ruinas de la ermita de San Juan, hoy reconvertido en cementerio y el puente romano que cruza el Río Duero y en cuyos alrededores posiblemente fue donde se libró la batalla comentada en el año 975.