¿Te gustan las actividades de riesgo? ¡Pues tienes que venir a Madrid!
No, no pienses que vas a escalar montañas heladas, ni hacer espeluznantes bajadas de rápel desde algún rascacielos, esquiar en Navacerrada, dar de comer a los leones del zoo, ni jugarte la vida bajando por los rápidos del salvaje y desconocido río Manzanares.
Es mucho más simple y barato: un viaje en un autobús urbano de la EMT. Por 1,50 €, incluso por menos si tienes el bono de diez viajes e incluso más barato aún si tienes tarjeta de estudiante o de la tercera edad, puedes disfrutar de un viaje por la ciudad cargado de adrenalina y emociones fuertes. Incluso hay días concretos, los de mayor afluencia, que es gratis, alucinante.
Lo interesante de esta actividad es la variedad de los usuarios que disfrutan de ella. Sorprende incluso que un alto porcentaje son personas de la dorada tercera edad e incluso madres y padres primerizos con sus carritos de bebé. Sin duda esta es la prueba de que esta actividad es muy atractiva y puede llegar a engancharte desde la más tierna edad y durante las próximas décadas de tu existencia.
Ya entrando en materia, en primer lugar, me gustaría indicar que, para ponerse al límite en esta experiencia y disfrutar a tope, lo mejor es ir de pie y en la zona central del autobús. Nada de sentarse, si bien también esta opción es muy atractiva pues puedes observar con más detalle y de forma algo más segura todo lo que va ocurriendo a tu alrededor.
Las emociones fuertes las disfrutarás tanto un día de tráfico infernal, como un domingo o festivo a primera hora de la mañana y con las calles de la ciudad vacías.
Los días de denso tráfico, si bien la velocidad es nula o muy baja, las arrancadas y frenadas en seco son espeluznantes. En las arrancadas, el piloto hace rugir los casi 300 caballos que poseen los motores del autobús y ello con independencia del espacio a recorrer. En cualquier caso, es imprescindible en cada salida pisar a fondo el acelerador. Una vez que los usuarios acceden al interior, la primera arrancada es fuerte y sin previo aviso, provocando así el deleite de los usuarios desde el primer momento. El armonizado y violento tambaleo de los nuevos usuarios es digno de ver y se repite en cada una de las paradas. Nadie cae al suelo. Los más viejitos incluso logran mantener el equilibrio apoyándose en su bastón y agarrándose de forma rápida a lo que puedan, ya sean barras, asientos e incluso a otros usuarios. Los más ágiles intentan soportar los bruscos movimientos sin agarre alguno, pero pocos lo consiguen pues para ello hay que tener juventud y mucha, mucha experiencia.
Los días festivos sin tráfico, a las arrancadas y frenadas ya mencionadas, hay que añadir una velocidad de vértigo, incluso por las calles estrechas de un solo carril y si tienes suerte, podrás disfrutar al sobrepasar algún semáforo en rojo. No, en amarillo no, en rojo. Si no, no tiene emoción. No estoy muy conforme con saltarnos los semáforos, pues entiendo que una frenada en seco con derrapada incluida y cruzando el autobús en pleno centro de Madrid sería mucho más divertido.
Estoy convencido que los pilotos de los autobuses de la EMT realmente son pilotos de rallye encubiertos, ya sea en sus ejercicios de entrenamiento, ya sea en su gris y temprana jubilación por edad o por carecer de patrocinadores suficientes. El caso es que profesionales son, pues están al tanto de todo, no solo de la conducción propiamente dicha, sino también y con el rabillo del ojo a través del espejo retrovisor, de la situación y movimientos de los usuarios para, sin previo aviso, ponerlos a prueba con acelerones, frenadas o cualquier giro o brusquedad inesperada. Son unos maestros, de eso no hay duda.
Durante el trayecto, también es una actividad muy entretenida observar cómo el autobús cambia de carril o toma las rotondas sin tener muy en cuenta a los otros conductores de vehículos más ligeros. El proceso es muy sencillo. Nuestro conductor pone el intermitente y de forma inmediata comienza de forma brusca y abusiva la maniobra, ignorando la existencia de los demás vehículos que lo rodean. Es delirante y muy satisfactorio ver los gestos de ira e insultantes de los conductores vencidos, escuchar sus bocinazos o las caras de terror de los copilotos que los acompañan al ver cómo un enorme autobús azul se abalanza sobre ellos sin miramiento alguno. Si además logra aplastar o golpear a otro vehículo, debes de sentirte afortunado pues, sorprendentemente, no es del todo habitual.
Otro aspecto muy positivo que tienen estos autobuses es que, mientras disfrutas de esta temeraria y arriesgada actividad, puedes aprovechar para adquirir cultura a través de dos pantallas situadas en la parte delantera y trasera. Así, el público es informado de frases célebres como, “el sabio puede cambiar de opinión. El necio nunca”, o recibir información sobre la naturaleza. ¿Sabías que el coyote puede alcanzar una velocidad de 64 Km/h? Pero eso amigos, el coyote recorriendo las limpias y vacías calles de Madrid, ya es otra historia.
Zamora no se ganó en una hora, pero está a una hora de Madrid. En AVE, por supuesto.
Los primeros indicios de la existencia de la ciudad datan de comienzos de la Edad de Bronce. En la Edad de Hierro, el pueblo celta de los Vacceos permanece en este mismo asentamiento, el cual se encuentra situado en un cerro que domina el río Duero que facilita la protección y defensa de sus habitantes. Con la entrada del imperio romano en la península, surge la figura del lusitano Viriato, declarado en la actualidad héroe de la ciudad por la belicosidad mostrada frente a los romanos. Dedicado al pastoreo, Viriato se convirtió en el terror de los romanos derrotando a los ejércitos de ocho cónsules, obstaculizando y retardando la ocupación romana de la provincia de Zamora. Su táctica fue la guerra de guerrillas. Los romanos únicamente pudieron acabar con Viriato prometiendo el oro y el moro a tres de sus colaboradores, los cuales no tardaron en cortar la cabeza a este pastor guerrero. Cuando sus asesinos fueron a cobrar lo prometido, el cónsul romano, con gran desprecio, se limitó a indicar que “Roma no paga a traidores”. De ahí la famosa frase que todos hemos escuchado en alguna ocasión.
Viriato
Merlú
Poco rastro queda de la presencia musulmana en la ciudad, salvo, ni más ni menos, el propio nombre, no sólo de la ciudad, sino el de toda la provincia. Los musulmanes denominaron la ciudad como “Samurah”, ciudad de las turquesas, del que deriva el actual nombre de Zamora. Es la única capital de Castilla y León con toponimia árabe.
Su presencia aquí apenas duró 200 años, con extensos tiempos de abandono de la ciudad y siempre en el centro de duras batallas con los cristianos, por lo que fueron constantes los cambios de poder de la ciudad entre uno y otro bando. Los últimos latigazos islámicos, los propinó, como no, el caudillo Almanzor en los años 981 y 984 y 986 y 989. En el mes de septiembre del 981, sitia la ciudad sin poder conquistarla y arrasa la región en un intento de obtener su rendición. En febrero- marzo de 984, Almanzor vuelve sobre Zamora y la ciudad le es entregada por el rey Ramiro III ante la imposibilidad de defenderla por encontrarse en guerra contra el rebelde Bermudo II quien finalmente asume en el poder. Bermudo llega a un acuerdo con Almanzor, el cual le devuelve la ciudad, pero manteniendo en su interior tropas musulmanas las cuales son finalmente expulsadas en el 986. No tarda en reaccionar Almanzor por la ruptura del pacto por parte de Bermudo y ese mismo año ocupa la ciudad, la cual es saqueada y destruida sin contemplaciones. En el 988, Almanzor fija de nuevo como objetivo la ciudad de Zamora, volviendo a ser arrasada ya sin excesiva dificultad por encontrarse muy debilitada por el ataque del 986.
El hijo de Almanzor, Abd al Malik al Muzaffar, siguiendo el ejemplo y los pasos de su padre, arrasa la ciudad de Zamora en el año 1005.
Parador
En el año 1055, Fernando I de León reconstruye y fortifica la ciudad, repoblándola con gentes traídas de León, Asturias, Galicia, Cantabria y mozárabes de Mérida y Toledo. A su muerte, la ciudad de Zamora es concedida a su hija Urraca, la cual, en el año 1072, sufre el ataque de su hermano Sancho II, primer rey de Castilla, el cual pierde la vida a los pies de su muralla poniendo así fin al asedio impuesto por Castilla a la ciudad y que duró siete meses y 6 días. Este episodio bélico dio lugar al famoso dicho “Zamora no se ganó en una hora”. Ni en una hora, ni en los seis largos meses de asedio. Castilla no consiguió su objetivo.
Comienza aquí el verdadero desarrollo de la ciudad, llegando a su momento más esplendoroso a lo largo de los siglos XII y XIII, periodo en el que se construyen innumerables iglesias y monumentos del austero y frío estilo románico y que nos han dejado absolutamente sorprendidos en nuestra visita. Vayas donde vayas, podrás ir viendo iglesias cada cual más impresionante. No te has recuperado del esplendor de una de ellas, cuando ante tus ojos aparece otra y otra más allá, y otra un poco más allá, es sorprendente. Y todo ello mezclado con un espectacular puente románico sobre el río Duero (S. XII), varios lienzos de las murallas medievales (XI a XIII), multitud de palacios del siglo XV y el castillo del siglo XI.
La ciudad de Zamora guarda en su interior 22 iglesias románicas, catedral incluida, lo que ha dado lugar a ser conocida como la “Ciudad del Románico”. Es la ciudad del mundo con mayor número de iglesias de este estilo.
Catedral
En una de esas iglesias, el Cid fue nombrado caballero, residiendo además por un tiempo en lo que hoy se llama la Casa del Cid (s. XI), una de las pocas construcciones románicas de uso civil que se conservan en nuestro país.
Casa del Cid
Dando un giro total a esta crónica, creo que ya está bien de tanto rollo medieval, pues, como podréis apreciar, últimamente me da por escribir o reescribir la historia de este país. Espero no haber sido demasiado denso y que los datos facilitados hayan despertado vuestra curiosidad o, al menos, vuestro espíritu viajero.
Tras un viaje de hora y diez minutos, el AVE nos deposita en la ciudad de Zamora a las 12,30 de la mañana y vamos andando hasta el apartamento turístico que hemos reservado. A los pocos metros, en una tienda de productos agrícolas, nos recibe un cartel de lo más sugerente que no hace sino recordarme a mi infancia cuando compraba pollas en el mercadillo de los jueves de Soria. En aquellos tiempos, me ruborizaba cuando el vendedor me preguntaba “cuantas pollas quieres”. Mucho ha llovido desde entonces.
Tras unos 25 minutos de caminata, nos recibe Gustavo, el dueño del apartamento donde vamos a estar alojados. Un tipo ya entrado en años, elegante y muy simpático, que nos abre el pisito, nos sitúa dentro de la ciudad y nos recomienda algún bar de tapas y algún otro para desayunar.
El apartamento está fenomenal. Situado en la plaza de Sagasta, en pleno centro de la ciudad, en la calle más comercial y muy cerca de la plaza mayor. Tiene un gran mirador de cristal que da a la calle principal y que da luz natural al pequeño salón. Nadie ha debido aburrirse sentado en este mirador, pues son miles de personas las que pasan a diario por debajo del mismo. Sin duda, un lugar estratégico para cotillear a los vecinos paseantes. La obra es reciente y está muy limpio. Hemos acertado de pleno.
Plaza de Sagasta
Sin mucho entretenimiento, salimos a la calle a conocer la ciudad y nos sorprende la poca gente que hay paseando. La verdad que es casi la hora de comer y algo tendrá que ver. Llegamos a la Plaza Mayor casi en el acto y nos sorprende la empinada calle de Balborraz, la cual ostenta el título de ser una de las doce calles más bonitas de España y que en la Edad Media era una de las entradas a la ciudad después de atravesar el puente sobre el río Duero. El nombre de esta calle proviene del árabe “bab al ras” que significa “puerta de la cabeza”. Al parecer, en este lugar se colgaron las cabezas de los caudillos musulmanes muertos en una batalla celebrada en el año 901 en un intento frustrado de ocupar la ciudad. Dicha batalla duró cuatro días y es conocida y recordada como “Día de Zamora”.
Calle Balborraz
Continuamos hacia la zona de la catedral y el castillo, haciendo paradas en los numerosos miradores con vistas al río Duero. Todo es espectacular. La ciudad está perfectamente cuidada, todo muy ajardinado, limpio y cuidado al detalle. En la zona del castillo no hay nadie y es una maravilla.
En este primer paseo ya hemos podido disfrutar de varias iglesias románicas, muy cuidadas, con impecables fachadas y del Parador de Turismo, antiguo palacio del siglo XV y edificado sobre la antigua alcazaba árabe de la que no queda resto alguno.
Puente románico sobre el Duero
Paramos a comer en una terraza de la Plaza Mayor, cara al sol y cara a la iglesia románica de San Juan Bautista de mediados del siglo XII situada en el centro de la plaza. Probamos una pequeña tapa de arroz a la zamorana, unas croquetas y rabas. Todo bastante bueno. La ciudad nos empieza a gustar más aún. Café en una terraza distintas con vistas a otra iglesia, esta vez la de San Vicente, de finales del XII y comienzos del XIII. Me da la impresión de que la torre está algo inclinada, pero a lo mejor es cosa mía.
Iglesia S. Juan Bautista
Torre Iglesia S. Vicente
Breve descanso en el agradable apartamento y con las últimas luces volvemos a la calle a patear la ciudad. Comenzamos nuestra andadura por la céntrica calle de Santa Clara, ya mucho más animada y con todos los comercios abiertos. Me tienta comprar una manta zamorana pero mi joven acompañante me mira como si ya me estuviera haciendo viejo y puede que tenga razón. Es la típica manta para el sofá mientras ves la televisión, me dice. Me doy cuenta de que yo poca televisión veo y lo dejo para otro momento. Yo más pensaba para alguna fría noche al raso, pero bueno…
En este paseo nos damos cuenta de la abundancia y riqueza de edificios modernistas que hay en Zamora. Muy coloridos, con fachadas muy ornamentadas y todo bastante bien conservado. También nos llama la atención la cantidad de edificios completos que se venden, posiblemente consecuencia del fallecimiento de sus propietarios y de la falta de interés de los herederos en su conservación y ocasionado por la intensa despoblación que también sufre esta provincia.
Seguimos descubriendo más iglesias, las murallas de la ciudad y quedamos encantados con la escultura del artista local, Baltasar Lobo, bautizada como “Maternidad”.
«Maternidad». Baltasar Lobo
Es momento de cenar a base de tapeo y nos adentramos en la estrecha y concurrida calle de Herreros, donde los bares de tapas se suceden uno detrás de otro. En el Bar Los abuelos, tomamos unas berenjenas, oreja, pinchos morunos y champiñones. Todo muy rico.
Aún nos da tiempo para un último paseo antes de irnos a nuestro refugio situado en pleno centro. Una espesa niebla se ha apoderado de la ciudad.
Castillo
A las 8.30 de la mañana, cámara en mano, estoy ya paseando por las solitarias calles de Zamora. La niebla no ha levantado y la humedad es muy alta. Vuelvo a la zona del castillo y entro a la catedral que está abierta. Se trata de una catedral románica, construida en tan solo 23 años, entre el 1151 y 1174, la más antigua de Castilla y León. Destaca su cimborrio con escamas de piedra y el campanario que hacía las veces de torre defensiva y de vigilancia. Su interior es austero y me llama la atención el coro de madera, la capilla de la Virgen de la Esperanza, la del Cristo de las Injurias y dos sepulcros en la pared cuyos eternos moradores, el Sr. Lope Rodríguez Olivares (alcalde de la ciudad) y Alfonso García (Sacerdote), fallecieron respectivamente en los años 1402 y 1409.
Casualmente hay algún evento religioso. Comienza a sonar el órgano y de la sacristía salen en procesión al menos 15 sacerdotes. Se sitúan en el coro, una mujer comienza a cantar y los sacerdotes se unen a los cánticos. Tras media hora, nueva procesión de los sacerdotes a la sacristía y vuelve a reinar un profundo silencio en el interior de la catedral. La verdad que ha estado muy bien. Comienza a entrar gente en la catedral, son las diez de la mañana y abandono el recinto con espíritu totalmente renovado.
Interior Catedral
Siguiendo las indicaciones del día anterior de nuestro casero Gustavo, nos dirigimos hacia al antiguo mercado de abastos y en uno de los laterales se encuentra la cafetería Merlú donde desayunamos un exquisito chocolate con churros.
A las 12,30 nos personamos en la Plaza Mayor donde hemos contratado un free tour por la ciudad. Nos dirige un tal Quique, extremeño, el cual, durante hora y media nos ameniza el paseo con muchísima información sobre la historia, curiosidades y anécdotas de la ciudad de Zamora.
Muralla
Comida en el restaurante La Rúa (sito en la Rúa Los Francos), donde degustamos una torta de queso y un sabrosísimo y contundente arroz zamorano cocinado en cazuela de barro. Dicen de esta variedad que se trata de una de las recetas de arroz más antiguas que existen, siendo sus ingredientes, que le dan un toque intenso y meloso, además de arroz, pimentón y productos de la matanza del cerdo muy picaditos. Lo más reconocible, el chorizo, la oreja, el tocino y la panceta. No teníamos conocimiento de la existencia de este tipo de arroz, pero será sin duda una excusa más para volver a esta ciudad. Quedamos encantados.
Arroz Zamorano
Churrería Merlú
Rápida visita en la zona de la catedral al museo de Baltasar Lobo y nueva caminata a la estación de tren para, justo una hora después, llegar a la capital de España. Es momento para empezar a pensar en otros viajes que, seguro, darán para otras muchas historias.
Tras el desastre del frustrado viaje a Marruecos y habiendo transcurrido un mes desde el fatídico día, por fin me entregan el Land Rover arreglado y revisado. Al parecer las crucetas de la transmisión estaban rotas. No entiendo nada de mecánica, grave error, por lo que desconozco si la avería ha sido o no muy grave y si de verdad hubiera sido posible un arreglo rápido de urgencia el día de la rotura, viernes y en la provincia de Almería. Ni lo sé y creo que tampoco quiero saberlo. En su día ya tomé la irrevocable y creo que acertada decisión de no embarcar en el Ferry y dejar la aventura africana para otro año. Aun así, la situación ha costado digerirla y de hecho, creo que seguimos con el tema algo atragantado. Los hechos ocurridos entre el 5 y 6 de octubre los veo ahora como una lejana pesadilla. En escasas 28 horas tuvimos muchísimas sensaciones y anécdotas que quedan para el permanente recuerdo de cada uno. Para los míos y los de mi hijo Fernando. Muchos recuerdos negativos, pero también alguno positivo y sin duda una experiencia más que ha servido para reforzar nuestro espíritu aventurero el cual no ha decaído ni un ápice.
Imagino que la espinita acabará saliendo y qué mejor forma de comenzar la extracción, que disfrutando de diferentes rutas en lo que queda de otoño y durante el invierno. Siempre es muy satisfactorio una buena ruta con mucha agua y barro. Hace que olvides penurias pasadas. Aprovecharemos estos meses para coger ritmo y fuerza al volante y para que mi aprendiz asimile conceptos y se enfrente a situaciones invernales adversas y complicadas. Lo necesitaremos para nuestra próxima aventura intercontinental.
Al día siguiente de recoger el Land Rover Defender del taller, no puedo esperar mucho para probarlo y me lanzo a la carretera sin destino fijo. Por asfalto va muy bien, incluso lo noto con más brío de lo habitual, posiblemente debido a un factor psicológico fruto de la tensión de cientos de kilómetros de asfalto camino de Almería con la máquina averiada.
Cerca de Almazán, en Fuentelcarro, animado por la lluvia que lleva cayendo desde el inicio del viaje y lo caído en los últimos días, decido abandonar el asfalto y recuperar una vieja ruta, para mi muy conocida, pero que llevo algún tiempo sin disfrutar.
Son caminos rápidos, muy mojados y con algunos tramos de mucho barro que atravieso sin dificultad alguna. El Land Rover va muy bien. Sin vibraciones ni ruidos sospechosos y con mucha fuerza.
A los pocos kilómetros veo en el camino un turismo parado y sus ocupantes no hacen nada por moverlo cuando llego a su lado. Se me acercan dos chavales jóvenes, uno de ellos con pinta de gitano, muy moreno y tatuado. Los rasgos del otro personaje no son agitanados, pero lleva en su pecho una chapita con el lema “Yo soy gitano”. Me bajo del Land Rover y se me acerca el tipo moreno preguntando si tengo un alambre o similar, pues se les ha roto el tubo de escape y lo lleva arrastrando. Alambre no llevo, pero me dirijo hacia mi vehículo para darle alguna cincha o pulpo por si pudiera servirle. El tipo se me acerca mucho por la espalda y durante algunos segundos, me da la impresión de que he caído en alguna trampa para ser saqueado, al estilo medieval, en un camino de tierra en mitad del monte.
Nada más lejos de la realidad, son dos chavalillos muy jóvenes tirados en medio del monte con un viejo y repintado Renault Megane, al que ni más ni menos se le ha partido el tubo de escape por la mitad. Me cuentan que han puesto el gato para poder acceder a los bajos, pero no son capaces pues el terreno está muy blando y no es fiable ya que se hunde. Para evitar riesgos, desecho la posibilidad de nuevo intento con el gato y les indico que mueva el coche para situarlo al borde de la cuneta y poder acceder más fácil. Tampoco es posible. Llueve con fuerza. Realmente yo no tengo mucha idea, pero estos dos chavalillos mucha menos. Así que no me queda más remedio que asumir la responsabilidad de pensar algo para ayudarles. Digo yo que con tantos años y miles de kilómetros a mis espaldas se me ocurrirá algo. Indico al conductor que meta el coche en la cuneta situando una rueda en el borde del camino y la otra en la ladera de la cuneta. De esta manera los bajos quedarán más accesibles desde la parte más profunda de la cuneta, a modo de foso de taller. El chico duda y con determinación le indico que no se preocupe, que yo luego tiro del coche para sacarlo de la cuneta. Con mucha indecisión el chico monta en el Renault y le voy dirigiendo para situar el coche en el lugar adecuado.
Colocado el coche, el moreno debe tumbarse debajo y el señorito pone su abrigo a modo de manta pues el barro y el agua corre por la cuneta y no debe querer mancharse. Le voy indicando cómo funciona el cierre de la cincha que le he dado y le facilito además un pulpo por si es más fácil ya que lleva garfios en los extremos.
Tras unos minutos de jadeos y esfuerzos del moreno en los bajos del vehículo, parece que ha conseguido atar el escape al chasis y toca sacar el coche de la cuneta a la pista. Mientras vigilo los bajos del turismo, Voy indicando al conductor…despacio, derecha, recto… más despacio, para, un poco a la izquierda, hasta que finalmente y como era de esperar se queda atascado en la arena blanda de la cuneta. Con ánimo, le digo al otro chaval que empujemos y tras un par de intentos, el coche sale al camino.
La fina lluvia sigue mojándonos, lo que hace sentirme aún mejor. Prueba superada. Los chavales, ya mucho más tranquilos, me dicen que uno de ellos es de Almazán y el moreno de Aranda de Duero el cual ha venido a pasar unos días con su amigo. El moreno, con su pinta de malote, pero con gran emoción, me dice “menos mal que has aparecido porque ya no sabíamos qué hacer”. Bajo ese temible y desafiante aspecto, existe un niño, un niño inocente, bueno, agradecido y emocionado, no cabe duda. Querían invitarme a almorzar, lo que en Madrid viene siendo un aperitivo, pero lo rechazo con la excusa de estar necesitado de liberar mi estrés de la capital y aventurarme en solitario por el monte.
Con el convencimiento de haber hecho una gran labor, retomo con brío mi ruta, haciendo rugir los 165 caballos que llevo escondidos en el motor. Si bien ha llovido mucho estos días, el terreno ha absorbido mucha agua y está en un estado perfecto. Aun así, hay grandes balsas de agua en los caminos, con barro moderado y divertido que permiten disfrutar de las primeras derrapadas de la temporada. Parece que voy recuperando la ilusión perdida hace un mes y de nuevo me fusiono con el Land Rover. Ya recuperada la ilusión, amigos, dará para otras muchas historias. Estoy convencido de ello.
Atalaya, palabra de origen árabe que significa “centinela”, “vigía”.
Las Atalayas son pequeñas torres militares cuya función principal es la de defensa y vigilancia del territorio que las rodea y de eficaz medio de comunicación entre las grandes fortalezas.
Se trata de construcciones aisladas, situadas normalmente en puntos elevados del terreno y se encuentran visualmente conectadas entre todas ellas. Ocasionalmente, podemos encontrarlas también en zonas bajas, siendo en estos casos su función la de vigilar y proteger puntos de abastecimiento de agua, zonas de cultivo o el tránsito por los caminos.
Desde las Atalayas se observan y controlan los movimientos del enemigo, transmitiendo la correspondiente información a la siguiente atalaya mediante espejos o señales de humo durante el día y mediante hogueras o antorchas durante la noche. De Atalaya en Atalaya, el mensaje llegará finalmente a la fortaleza donde se encuentran acantonadas las tropas.
Así, la comunicación óptica entre las Atalayas y las grandes fortalezas es básica para el correcto funcionamiento del sistema defensivo de la frontera, el cual es complementado con unas buenas vías de comunicación terrestres para que las tropas puedan desplazarse con rapidez allá donde sea necesario. Estudios recientes aventuran un plazo de no más de 45 minutos en lo que tardaría en llegar un mensaje de alerta por incursión cristiana desde Gormaz hasta Medinaceli, siendo la distancia entre ambas fortalezas de 60 km. en línea recta. Recibido el mensaje en Medinaceli y posiblemente de forma simultánea también en Atienza, en cuestión de pocas horas podría haber, perfectamente equipados para un enfrentamiento, cientos de jinetes bereberes en la zona donde fueron avistadas las tropas cristianas.
Las Atalayas son torres de planta circular, de unos 10-12 metros de altura, 5 metros de diámetro y muros de metro y medio de grosor. Su interior es estrecho y se encuentra dividido en varios pisos, generalmente tres, más una terraza, separados por suelo de madera y comunicados por escaleras de mano. La planta baja era utilizada como almacén de víveres y armamento, los pisos superiores para estancia de los soldados y la terraza como observatorio. Normalmente carecen de aberturas o ventanucos, por lo que es fácil imaginarse el ambiente en su interior en permanente semioscuridad e incluso en completa oscuridad.
La puerta de acceso se encuentra a varios metros de altura y a la que se accede con una escalera de mano móvil que se retira desde el interior ante la presencia del enemigo.
Si tenemos en cuenta que las Atalayas se encuentran en lugares normalmente remotos y aislados y que su interior es estrecho y oscuro, es fácil imaginarse las duras condiciones de vida de la guarnición bereber destinada en la zona, compuesta normalmente por dos o tres hombres, tanto en las rutinarias tareas de vigilancia como cuando fuera necesario refugiarse en la misma hasta que llegaran las tropas de auxilio. El viajero podrá hacerse una ligera idea de ello en cuanto pase un rato por los alrededores de cualquier Atalaya disfrutando del entorno, lo cual recomiendo en todas y cada una de las que se visite.
A continuación, menciono algunas de las Atalayas situadas en la actual provincia de Soria, todas ellas de los siglos IX-X y situadas en el territorio de lo que fue frontera entre musulmanes y cristianos durante varios siglos, el eje defensivo Medinaceli / Almazán / Gormaz / Atienza. Hay muchas más. Todas ellas espectaculares y situadas en lugares privilegiados. Te animo a que organices alguna ruta para visitar algunas de ellas, donde te sorprenderá el paraje y la multitud de tesoros que existen por la zona y que no son mencionados en este artículo.
Atalaya de la Veruela (Caltojar)
Perfectamente restaurada. Fácil acceso a su interior. Enfrente se divisa la Atalaya de Ojaraca. Controla el Valle del Río Torete
Atalaya Ojaraca (Caltojar)
Ruina Parcial. Vistas espectaculares. Controla el Valle del Río Torete. Para localizarla tendrás que navegar y tener cuidado con los bajos y ruedas de tu Todo Terreno pues el acceso es muy muy duro. Por supuesto puedes acceder a pie o en esos artefactos tan de moda ahora y que llaman bicicletas de montaña.
Torre Melero (Riba de Escalote)
Parcialmente destruida, pero sus ruinas están asentadas y es accesible. El sitio es precioso y desde ella podrás comunicar con la Atalaya de El Tiñón y dar aviso en caso de que localices al enemigo.
Atalaya El Tiñón (Rello)
A mi parecer, la joya de la corona. Con forma troncocónica. Restaurada y accesible. Vistas espectaculares. Cuentan las crónicas que fue en este punto exacto donde falleció Almanzor, siendo desde aquí trasladado su cadáver hasta Medinaceli. Desde este punto se divisa el pueblo de Rello y la Atalaya Torre Melero. Dedica tiempo a este lugar, es mágico.
Atalayas en Osma
Uxama: En lo alto del cerro de Uxama, vigilando el cañón del río Ucero, se levanta esta magnífica Atalaya construida sobre una construcción previa de época romana. Muy bien conservada y con fácil acceso a su interior. Desde ella se divisan varias Atalayas: la de Burgo de Osma, Quintanilla Tres Barrios, así como los Castillos de Osma y Gormaz. Los musulmanes la edificaron para controlar los movimientos de los cristianos en el castillo de Osma.
Aprovecha esta visita para dar una vuelta por la ciudad Celtíbero-Romana de Uxama. Si bien dicen que hay más de 100 hectáreas de terreno donde se asentaba la ciudad, las excavaciones son escasas pero muy llamativas. El resto se encuentra sin excavar, con muchísimas piedras sueltas y restos de ladrillo. Se puede apreciar a simple vista lo que debe haber oculto bajo tierra, pues se ve perfectamente el trazado de muros, restos de murallas y alguna que otra casa. Recorre el lugar, disfruta del paisaje y elige el personaje que quieres interpretar. Un Celta, un Romano, un Visigodo ¿o quizás un bereber?
Valdenarro (Burgo de Osma Este)
Está en estado de ruina progresiva y en un alto muy cerca del Burgo donde han instalado modernas antenas de telecomunicaciones. La solución es dejar las antenas a tus espaldas y disfrutar del paraje.
Atalaya La Olmeda
Rehabilitada. Situada en medio de un bosque de enebros lo cual hace más complicada su localización, pero merece la pena ponerse a prueba para llegar hasta ella. Situada a medio camino entre el Castillo de Gormaz y el de Osma. Disfruta de la soledad que se respira en ese lugar.
Atalaya en Quintanilla Tres Barrios
Totalmente rehabilitada y de fácil acceso hasta la terraza desde donde hay unas espectaculares vistas. Se ve perfectamente el Castillo de Gormaz y las Atalayas del Burgo de Osma. Desde este lugar se aprecia muy bien el sistema defensivo construido por los árabes y el dominio que ejercía sobre este territorio la fortaleza de Gormaz.
Atalaya Anjara (Ontalvilla de Almazán)
Situada en un bonito lugar, en un llano en medio de enormes campos de labor y no demasiado lejos de la Autovía que comunica Soria y Madrid. Se caracteriza por tener vanos por donde entra la luz en todas sus plantas. Junto a la torre se aprecia una excavación que pudiera ser un aljibe.
Atalaya Torrejalba (Almarail)
Impresionante el lugar donde está ubicada. Vigila las aguas del Duero y sirve de enlace entre la Tierra de Almazán, la Tierra de Gómara y el valle del río Rituerto, territorios estos con numerosa población musulmana en tiempos pasados. Las vistas a ambas llanuras y al sistema ibérico son espectaculares, de los mejores de la provincia sin duda alguna. Dedica un buen rato y podrás apreciar el control sobre el terreno que tenían las tropas bereberes, de la función primordial de comunicación de estas edificaciones y el poco tiempo en que podría llegar un mensaje de ataque cristiano por ejemplo entre Medinaceli y cualquier punto remoto del valle Rituerto. ¡Desde esta atalaya se controla gran parte de la provincia de Soria!
En esta atalaya, se ha conservado una viga de madera original fechada entre los años 950 y 1032 tras realizar las oportunas pruebas con Carbono 14.
Atalaya en Torluenga.
Curiosa Atalaya de unos seis metros de altura, muy aislada, rodeada de tierras de labor y cristianizada parcialmente en el siglo XVIII, abriendo en su base un nuevo acceso para instalar un oratorio o capilla la cual se conserva, de momento, en buen estado. En este lugar, junto a la Atalaya, en el año 1.142, por orden y deseo del Rey Alfonso VII de Castilla y en cumplimiento de un voto profesado si conseguía reconquistar a los musulmanes la ciudad de Coria (Extremadura), se instalaron doce monjes cistercienses franceses fundando así el Monasterio de Santa María de Cántabos del cual, a fecha actual, no queda resto alguno. Estos monjes, tras permanecer en este lugar durante unos 20 años, lo abandonaron debido a la escasez de agua, fundando definitivamente un nuevo Monasterio del cual podemos disfrutar hoy en día en el cercano pueblo de Santa María de Huerta.
Atalaya de Montejo de Tiermes.
Situada en pleno casco urbano y adosada a una de las casas del pueblo. Se encuentra cubierta con un original tejadillo.
Atalaya de Liceras.
Situada en el casco urbano y muy bien restaurada. Accesible mediante cómodas escaleras de caracol. Desde su terraza hay buenas vistas del pueblo entero. Esta atalaya controlaba la ruta que unía Uxama y Ayllón.
Atalaya de Mosarejos.
Reconvertida en palomar por lo que no puede apreciarse la construcción original. Pero ahí sigue.
Atalaya de Nograles
Como la anterior, reconvertida en palomar pero ha sido restaurada recientemente.
La preparación de un viaje de 10 días al Sáhara marroquí tiene su aquel. El pasado 24 de mayo tomamos la decisión de disfrutar de un nuevo viaje a estas tierras y fijamos como fechas las del 6 al 15 de octubre. Por delante tenemos cuatro meses y medio para preparar el coche e ir pensando en todo lo que hay que llevarse.
Se inicia así un periodo en el que el viaje está permanente en tu cabeza y comienzas a hacer listas de todo lo necesario e imprescindible. Listas siempre abiertas y ampliadas de forma continua hasta que finalmente van tomando un contenido más definido. Lo más importante, la revisión del vehículo, aceites y diversos líquidos por si hay pérdidas, verificación de pasaportes, carta verde el seguro, documentación con datos personales y del vehículo para entregarlos en los diferentes puntos de control militares con los que podamos encontrarnos, obtener la moneda local, contratación de datos móviles para estar en contacto con la familia y amigos y un largo etcétera al que hay que añadir la comida, bebida, menaje, aseo, botiquín, material de acampada……..
Este viaje es especial pues desde el comienzo se determina que seremos cien por cien autónomos y prescindiremos de noches de hotel salvo fuerza mayor. No puede faltar de nada y debemos estar preparados para cualquier contingencia que pueda ocurrir a mil kilómetros de la frontera en algún punto remoto y aislado del desierto.
Cada vez que visitas un supermercado o tiendas de cualquier género, viene a la mente el viaje y vas haciéndote poco a poco con todo lo necesario para la aventura. Además, siempre aprovechas la situación para introducir alguna mejora en el coche o para adquirir algún artículo que siempre has pensado que vendría bien para las rutas. Nuevas cinchas para anclar el equipaje, cargadores con USB y enchufe tradicional, nuevo bidón de agua para aumentar la capacidad de almacenaje, etc…
Organizar los menús requiere también de tiempo y dedicación, sin duda alguna. Por supuesto prevalece la comida ya preparada o enlatada, pero se intenta llevar, dentro de lo posible, una dieta relativamente equilibrada. Carne, verduras, pasta, arroces, patés, atún (que no falte) e importante, sardinas, que dan mucha fuerza y energía. El agua potable que no falte, teniendo capacidad para transportar 70 litros. También los zumos son importantes para evitar deshidratación y recibir una dosis de glucosa. Y sí, también cerveza, toda la que se pueda, pues es increíble la sensación de degustar una de ellas, o varias, muy fría y tras un día entero de pistas por el desierto. Además, y puede que extrañe a alguien, es moneda de cambio. Una buena nevera instalada en el vehículo siempre ayudará a poder darte estos caprichos con temperaturas superiores a los 45 grados.
Como hemos decidido prescindir de hoteles, siempre lo hacemos, el material de acampada es un aspecto para tener muy en cuenta. Tomamos la decisión de dormir al raso siempre que el tiempo lo permita, por lo que mi copiloto, hoy convertido en piloto, necesita una cama plegable y algo de ropa ligera para soportar los calores extremos. En cualquier caso, la tienda de campaña siempre a mano por si llueve, sopla un viento infernal o te pilla alguna tormenta de arena.
Equipaje
Con el coche cargado hasta los topes, mi hijo y yo iniciamos el viaje de nuestra vida el jueves 5 de octubre a las 13.45 horas. La actitud mental, aunque puede que a alguno parezca una tontería, es muy importante. Debemos tener muy claro que vendrán complicaciones, momentos duros e incómodos, pero tendremos que adaptarnos, mantener siempre la calma y afrontarlos con buen ánimo, pues son elementos del viaje que siempre están presentes, aparecen con frecuencia y muchas veces sin previo aviso.
Tras el habitual y desagradable atasco de la M-30 y primeros kilómetros de la nacional IV, por fin cogemos ritmo en la marcha y adoptamos una velocidad de entre 100 y 110 km/hora con la cual el Land Rover responde a la perfección. A las 16 horas paramos a tomar un bocadillo en un bar de carretera cerca de Valdepeñas y continuamos marcha relajados y con muy buen espíritu. Nos adelanta una numerosa caravana de 4×4 de nuestros hermanos portugueses lo cual siempre gusta y anima aún más si cabe nuestro espíritu aventurero y las ganas de embarcar con destino al desierto.
A los 300 km de nuestra salida comienza un ruido sospechoso en el tren delantero que dura muy pocos segundos, pero que nos obliga a parar y revisar los bajos del coche sin que detectemos nada raro. Continuamos la marcha sin mayores contratiempos y en el Km. 390 cedo el pilotaje a mi hijo para que vaya cogiendo el sentir del coche pues hace algunas semanas que no lo hemos utilizado. Estos coches, cuanto más los conduces, más sencillos y suaves son de manejar.
Primeros síntomas
Si bien comienza a anochecer, continuamos la marcha pues nos proponemos hacer noche en la localidad de Tabernas y así poder darnos una vuelta por este desierto en las primeras horas del día siguiente. Pero el coche vuelve a hacer ese ruido sospechoso e incluso suena en el interior un leve golpe seco y realmente preocupante. Nueva parada, pero no se ve nada raro y el coche sigue rodando bien.
Reducimos la marcha con gran preocupación y llegamos a la localidad de Tabernas sobre las 21,15 horas. Ya es noche cerrada. Localizamos por internet un par de hostales y nos acercamos a ellos a ver si hay habitaciones. Aparcamos en una céntrica calle donde hay algo de movimiento de chicos jóvenes, africanos y donde flota en el ambiente un dulce y penetrante olor a María, lo cual nos pone en alerta en lo que se refiere a la seguridad de nuestro vehículo cargado hasta los topes.
El tipo del hostal, mayor y con pinta de rufián pesetero, nos dice que no tiene habitaciones libres, pero nos ofrece un piso que él tiene y donde podríamos pasar la noche. La verdad que la propuesta y la forma de realizarla no nos da mucha confianza, pero aún así, le preguntamos si hay parking donde dejar el coche. Al parecer no hay parking en el pueblo y nos recomienda que lo aparquemos en la plaza del Ayuntamiento donde hay cámaras de seguridad. Nos debe ver cara de subnormales y nos comenta que incluso donde tenemos el coche aparcado a escasos metros del hostal también hay cámaras… En ese instante, pasa por la calle un nuevo grupo de jóvenes que no nos dan mucha confianza, al menos en lo que a su aspecto se refiere.
Desistimos del ofrecimiento del rufián y nos retiramos a las afueras del pueblo para intentar buscar algún sitio donde dormir. El tiempo ya corre en nuestra contra. A través del Google maps intentamos localizar sitios cercanos como casas rurales, albergues, apartamentos turísticos ya más aislados del pueblo y con parking en la puerta para nuestro coche. Llamada tras llamada a teléfonos donde la atención deja mucho que desear e incluso con la sensación de que todo ello era la misma empresa, se nos informa que está todo completo.
Ya sabemos todos que Tabernas es un pueblo turístico que vive de los espectáculos de indios y vaqueros. Pero de ahí a que un jueves por la noche no haya ninguna habitación disponible en el propio pueblo ni en 20 km. a la redonda es difícil de entender y asumir.
Llegando a Tabernas
No acabamos de creernos que esa actitud mental positiva que he comentado al principio de esta crónica, ya tendríamos que ponerla en práctica en la primera noche fuera de casa y en nuestra propia nación. Optamos por salir de nuevo a la autovía y parar en el primer hostal de carretera que apareciera. Alguno habrá en los 30 kilómetros que quedan hasta la ciudad de Almería. Me viene a la cabeza las muestras de sorpresa que mostraron amigos y conocidos cuando les comentaba que nos íbamos de viaje sin ningún tipo de reserva. Pues sí, esto es así, pero tan pronto y en la pequeña localidad de Tabernas no me lo esperaba.
Arrancamos de nuevo y todo el tren delantero del Land Rover es una caja de ruidos. Parece que la parada de más de una hora en este pueblo hostil no le ha sentado nada bien. Nueva revisión de bajos para intentar detectar algo raro, pero a primera vista nada se ve. Se mueve ligeramente la barra de suspensión de la dirección, pero tras consultarlo con los expertos no es un problema grave.
Con más precaución que nunca iniciamos la vuelta a la autovía y ningún hostal a la vista. A 5 kilómetros de la ciudad de Almería, suena un golpe seco, muy fuerte y preocupante por toda la parte baja del coche, algo parecido a una explosión. Con bastante susto y preocupación paramos de inmediato en un arcén bastante inseguro y tomo los mandos por si el coche comenzara a quedarse sin dirección o sin frenos o si explotara de repente. En el momento del ruido fuerte conducía mi hijo y vaya susto que se llevó, creo que más que yo, pues esos golpetazos se transmiten a través del volante, caja de cambios, pedales, etc… Revisando los bajos se aprecia bastante aceite por la zona de la caja de cambios y otras zonas vitales de nuestro Land Rover.
La entrada en Almería es como la de un soldado herido que viene directamente del campo de batalla. Todo son ruidos chirriantes durante el rodaje del coche, da la sensación de que vibra la caja de cambios, la transmisión y el ruido del motor ha cambiado ligeramente. Es en este momento cuando somos conscientes de que nuestro viaje ha finalizado y es momento de mantener la calma y saber afrontar esta situación tan dura y complicada.
Aparcamos el coche en un parking y reservamos a las 23.30 horas una habitación en el modesto hotel La Perla, en pleno centro de Almería.
Un funesto silencio se apodera de nosotros pues no nos podemos creer que el viaje se ha acabado. Ha finalizado antes de que comenzara, es algo increíble. Es el momento de mantener el tipo, intentar ser positivos y asumir que hasta aquí hemos llegado. Intentamos darnos ánimos entre nosotros. Era algo que podía ocurrir y desgraciadamente ha ocurrido.
No hay forma de encontrar a medianoche ningún sitio donde comer en Almería, por lo que nos sentamos en el único chiringuito abierto, muy cerca del hotel, donde nos tomamos unos tercios de cerveza e intentamos digerir nuestra triste situación. La terraza está a rebosar de gente joven y me llama la atención una pegatina en todas las mesas donde se indica que está prohibido fumar, que no hay WC y que no se puede pagar con tarjeta, sólo en efectivo. La pegatina me asquea profundamente, no lo puedo evitar.
Desde la terraza donde nos hemos instalado vemos un local abierto, algo parecido a una tienda de comestibles y allí nos dirigimos a comprar algún sándwich o algo parecido. Se trata de una tienda similar a un “chino” de Madrid, pero atendido por españoles, abierto 24 horas y donde podemos tomar en una pequeña barra dos enormes raciones caseras de lomo con roquefort y lomo a las finas hierbas que por su abundancia son difíciles de terminar. Lo redondeamos con un enorme y sabroso panini y un par de bebidas, todo a un precio que daban ganas de pagar el doble al chico que iba a estar de servicio la noche entera.
Sobre la una de la mañana nos acomodamos en nuestro hotel donde cuesta conciliar el sueño por toda la experiencia vivida en este largo día.
Fieles a nuestra cita con el resto de los miembros de esta expedición, acudimos a las 10 horas al puerto de Almería con un renqueante, tembloroso y ruidoso Land Rover. Breve encuentro de varios minutos, pues deben comprar aún los billetes de embarque, palabras de ánimo y un fraternal abrazo para desearles un buen viaje. Un nudo en la garganta me ahoga. Vaya situación complicada. No nos lo acabamos de creer. El ferry está a escasos metros y nosotros nos quedamos en tierra. Estos viajes son así.
Llamada al taller de Soria para informar que recibirá el Land Rover en unos días y posterior llamada al seguro para recibir la asistencia típica en estas situaciones. El taxi y la grúa no tardan en llegar, pero con tiempo suficiente para vaciar la mayor parte de nuestras pertenencias pues el seguro nos indica que ponen a nuestra disposición un coche de alquiler. Se quedan en el Land Rover la nevera lleva de bebidas, los 70 litros de agua y el material de acampada. Finalmente, en Almería no hay coches de alquiler disponibles y el taxi que nos ha venido a recoger al puerto nos lleva a Madrid donde llegamos a las 17.30 horas. Pedro, el taxista, es un tipo bastante amable, madrileño de nacimiento, muy profesional y creo que era unos de los capos del mundo del taxi almeriense por la infinidad de llamadas y distribución de los servicios de recogida que realizó durante el viaje.
Durante el viaje en taxi a Madrid, he recibido infinidad de mensajes y llamadas de amigos y familiares para apoyarme en momentos tan delicados. Todos ellos habían sido informados previamente de la situación a través de las redes sociales pues eran conocedores de esta aventura y de nuestra ilusión por ella. Casi todos, por no decir todos, sois lectores de mis crónicas en esta página, por lo que aprovecho para agradeceros las llamadas de apoyo y llenas de cariño que me habéis realizado. De verdad, mil gracias.
Puerto de Almería
Escribo estas líneas dentro de las 24 horas siguientes a nuestro regreso a casa. Estoy desolado, frustrado. Tengo una sensación de profunda derrota y no acabo de adaptarme a la vida normal, me encuentro totalmente desubicado. A mi hijo le pasa lo mismo. Menos mal que es fin de semana y disponemos de dos días de duelo antes de incorporarnos a nuestra vida anterior. Estos viajes es lo que tienen. En cuestión de minutos pueden estropearse y así ha sido. Unas veces la causa es la mecánica y otras el “bicho marroquí”, otro de los grandes fantasmas de estas aventuras. Es importante saber desde el primer momento en el que inicias el viaje, que, de forma inesperada, puede ocurrir cualquier cosa que lo frustre. Además, debo sentirme afortunado, pues una avería de este estilo en pleno desierto sí puede convertirse en un grave problema de supervivencia personal y de alto riesgo para el vehículo. En cualquier caso, también íbamos preparados para ello.
Pero amigos, me aplico mi propia medicina y ya estoy pensando en mi próximo viaje a Marruecos que, con total seguridad, dará para otras muchas historias.
Leyendo e investigando sobre la historia de la villa de Almazán, uno de los mayores y prósperos pueblos de la actual provincia de Soria, aparece la figura de Jaime IV, rey de Mallorca, el cual, al parecer, falleció en este lugar en el mes de febrero del año 1.375.
Sorprendido por la muerte de un monarca de tan lejanas tierras en esta villa, hoy en día situada en el epicentro de la zona más despoblada de España, desvío hacia su figura mis lecturas y estudios para centrarme en este personaje y su relación con Soria, que para mí eran totalmente desconocidos. Conozcamos un poco su historia y su relación con la provincia de Soria:
Jaime IV nació en Perpiñán el 24 de agosto de 1.336, hijo de Jaime III rey de Mallorca, bisnieto ni más ni menos que del mismísimo Jaime I el Conquistador, rey de Aragón, Valencia y Mallorca. Fue “El Conquistador” quien arrebató Mallorca a los musulmanes en el año 1.231 adquiriendo así el dominio sobre las islas.
A su fallecimiento en el año 1.276, Jaime I cometió uno de los errores más comunes de los reyes medievales, dividiendo el reino entre sus descendientes, correspondiendo Mallorca a su hijo Jaime II, al que acabó sucediendo finalmente Jaime III, padre de nuestro protagonista. El reino de Aragón fue adjudicado a su otro hijo, Pedro III.
Como es habitual en estos casos, el conflicto entre ambas casas reales está servido, siendo desde los inicios el reino de Mallorca objetivo codiciado por la Corona de Aragón. De hecho, el reino de Mallorca ya nace siendo vasallo del aragonés.
En el año 1343, el rey aragonés Pedro IV invade Mallorca y Jaime III, en un intento de recuperar su reino, en el año 1.349 presenta batalla en la localidad de Lluchmayor, perdiendo el mallorquín la cabeza en el intento y quedando incorporadas las Islas baleares a la Corona de Aragón de forma definitiva.
Y es en esta batalla cuando aparece nuestro protagonista Jaime IV, participando activamente en la misma junto a su padre con la tierna edad de 12 años, siendo testigo directo de la decapitación de su progenitor y resultando él mismo herido de gravedad y hecho prisionero por los vencedores. Sufrió 13 años de presidio donde fue sometido a todo tipo de humillaciones. Fue encarcelado junto a su madre y hermana en el castillo de Bellver de Mallorca, posteriormente en el de Xátiva y finalmente fue trasladado al Castell Nou de Barcelona. Su madre y hermana fueron recluidas en un convento.
Durante su presidio en Barcelona, el rey de Aragón, Pedro IV, estableció para este preso tan especial una compleja normativa de custodia: Su vigilancia se encargó a cuatro hombres, en turnos rotatorios de una semana, únicamente podría recibir visitas de familiares, no podía escribir cartas y la correspondencia que recibiera sería intervenida. Durante el día permanecería en todo momento en el interior del castillo y por las noches era introducido en una jaula suspendida a varios metros del suelo y en la que no podía ni siquiera tumbarse.
Debido a la rotación de los turnos de sus carceleros, se filtró en la sociedad las duras condiciones a las que era sometido el monarca, provocando que un grupo de seguidores de su causa, compuesto fundamentalmente por clérigos y caballeros, en la madrugada del 2 de mayo del año 1.362, tras sobornar a la guardia y acuchillar a su carcelero, lo rescatara y librara definitivamente de la tortura y aislamiento al que estaba sometido.
Palacio de Los Mendoza. Alojamiento de Jaime IV durante su estancia en Almazán
Nuestro amigo se refugia en Nápoles donde contrae matrimonio en mayo del año 1.363 con Juana I, reina de Nápoles, convirtiéndose así en consorte de la reina y obteniendo únicamente el título de duque de Calabria. Tras tres años de matrimonio (1.366) y viendo la imposibilidad de obtener poder político para continuar su causa, de mutuo acuerdo se separan, trasladándose Jaime IV a Francia donde intenta obtener, sin éxito alguno, apoyo para recuperar el trono de Mallorca.
No ceja nuestro protagonista en la búsqueda de seguidores y en el año 1.367 inicia contactos con los ingleses liderados por el llamado Príncipe Negro (hijo del rey Eduardo III de Inglaterra), el cual apoyaba a Pedro el Cruel en la primera guerra civil castellana contra Enrique de Trastámara. Así, al mando de una compañía inglesa que le es cedida, interviene en la batalla de Nájera (3 de abril de 1367) donde es apresado por las tropas del Trastámara siendo liberado tres años después (1.369) gracias a la intervención de Juana I de Nápoles, la que fue en su día su mujer y que prometió apoyarle siempre que lo necesitara.
En 1374, de nuevo con la ayuda económica de su mujer napolitana y de su hermana (había quedado viuda recientemente), nuestro amigo Jaime IV, penetra en Cataluña con un ejército mercenario de 6.000 hombres, dispuesto a plantar batalla al rey aragonés y recuperar definitivamente el trono de Mallorca. Tras un año de saqueos por tierras catalanas, pero sin obtener los resultados previstos, en enero del año 1375 se repliega a Castilla, en concreto a la villa de Almazán donde es recibido con honores por parte del infante D. Juan, futuro Juan I rey de Castilla, falleciendo en territorio soriano en el mes de febrero del mismo año. La causa de su muerte aún no está clara, indicando algunos autores que falleció por las heridas recibidas en combate y otros por envenenamiento ordenado por los aragoneses.
Su cuerpo fue enterrado con los honores propios de un rey en el Convento de San Francisco, en Soria capital (fundado por el propio San Francisco de Asís en el año 1.214) . En este mismo convento, tres meses después, el infante D. Juan contrae matrimonio con Dña. Leonor de Aragón, hija de Pedro IV de Aragón, el mayor enemigo del protagonista de esta historia.
Ruinas Convento S, Francisco
Ruinas Convento S, Francisco
Así finaliza la vida de un rey, un verdadero rey que nunca tuvo reino y que dedicó su vida a intentar recuperar lo que fue arrebatado a su familia a sangre y fuego. Nunca más su estirpe (su hermana y los hijos de ésta) volvieron a luchar por recuperar el reino que les era legítimo.
En el año 2008 se llevaron a cabo trabajos arqueológicos en la actual iglesia de San Francisco de Soria, la cual conserva en su parte posterior las ruinas donde se encontraba el convento medieval, no obteniendo hasta el momento resultado alguno. Pero eso ya, amigos, cuando el presupuesto y las autoridades lo permitan, seguro que dará lugar a nuevas búsquedas y como no, para muchas otras historias.
Entre los días 18 y 26 de agosto de 2023, en plena ola de calor de una intensidad jamás registrada, con temperaturas diurnas de 42 grados y mínimas nocturnas de 23 y 25 grados, iniciamos nuestro viaje a Francia para disfrutar de una tranquila travesía de 80 km. por el Canal Du Midi entre las localidades de Castelnaudary y Carcassone.
De camino hacia el punto de inicio de esta aventura, hicimos parada con noche incluida en la bonita ciudad de Pau, la cual recorrimos de punta a punta y disfrutamos de una espléndida vista de los Pirineos que se encuentran a tan solo 50 km. de distancia. Esta ciudad y el territorio que la rodea, debido a diversas uniones dinásticas, perteneció al Reino de Navarra en el siglo XV, convirtiéndose en capital de dicho reino a partir del 1512 cuando Fernando el Católico ocupa el reino de Navarra situado al sur de los Pirineos. Es en este momento cuando el rey de Navarra Enrique II instala su Corte en esta ciudad y donde su nieto Enrique III de Navarra, acaba convirtiéndose ni más ni menos que en rey de Francia como Enrique IV. La referencia a esta estirpe de reyes de origen navarro es constante por las calles de la ciudad.
En esta ciudad abundan las iglesias que daban cobijo a los peregrinos que se dirigían a Santiago de Compostela y cuyas plantas actuales pertenecen en su mayoría al siglo XIX, fruto de continuas remodelaciones a lo largo de los siglos. La joya de la ciudad es el castillo, que data del siglo XII, si bien sufrió una seria remodelación en el siglo XIV. Los reyes navarros se instalaron en este castillo y aquí nació el mencionado rey de Francia Enrique IV.
Llama la atención que en cualquier ciudad de Francia existe un monumento a los caídos en las múltiples guerras en las que se ha visto inmersa esta nación y en Pau concretamente, se recuerda a los soldados caídos en las dos guerras mundiales, la guerra de Marruecos, Argelia y Túnez. En este monumento, sorprendentemente, hay una placa especial dedicada a los españoles muertos y que defendieron la causa francesa en estas guerras. Ya que hablamos de guerras, no puedo dejar de comentar que, además de estos bélicos y pétreos monumentos, en la actualidad es habitual ver soldados franceses patrullando las calles, armados hasta los dientes y en formación propia de vigilancia y control de una ciudad destruida por la guerra. Da algo de miedo la verdad.
Tras degustar la débil e insulsa cerveza francesa y cenar una generosa hamburguesa, nos retiramos a nuestro modesto hotel situado en pleno centro, para recuperar la energía gastada en este primer día de insoportable calor.
A la mañana siguiente, buen desayuno a base de café, zumo y cruasán, antes de retomar camino hacia Castelnaudary donde a las 14 horas tomamos posesión de nuestro barco de la más alta gama y con el que recorreremos parte del Canal Du Midi durante siete días.
Para situarnos, el Canal Du Midi es un canal artificial y navegable que conecta el Atlántico con el Mediterráneo, evitando así el paso de mercancías por el Estrecho de Gibraltar. Fue construido entre los años 1.666 y 1.681 y en el que participaron 12.000 obreros. Tiene una longitud de 241 km, una anchura de 20 metros y una profundidad media de 2 metros. En cuatro días, pasajeros, mercancías y correos podían ser transportados de una punta a otra, siendo las embarcaciones de transporte tiradas por caballos a través de los caminos habilitados de forma paralela al Canal. Consta de un total de 63 esclusas para hacer frente a los desniveles del terreno. Para entenderlo, el sistema de esclusas es idéntico al más famoso de los canales, el Canal de Panamá.
Bajo un calor sofocante nos instalamos en nuestro bote de 15 metros de eslora, los capitanes asignados reciben una breve clase de formación sobre su manejo y nos disponemos a pasar la tarde en el pueblo de Castelnaudary donde casualmente celebran fiestas por ser las jornadas del Cassoulet (guiso de alubias y carne de pato o cerdo). El pueblo rebosa vida, miles de personas en las calles, puestos de cerveza y comida en las calles, música en directo… y todo vigilado por patrullas del ejército en permanente movimiento, alerta y listos para intervenir en cualquier momento. Damos rienda suelta a la alegría típica de los momentos previos al inicio de un gran viaje…
De vuelta al muelle donde se encuentra nuestro barco, nos damos cuenta de que el aire acondicionado no funciona correctamente y los técnicos se afanan por arreglar el problema. Cae la noche y el problema sigue sin resolverse y nos facilitan un aparato de aire portátil para no morir de calor.
A la mañana siguiente deberíamos comenzar nuestro recorrido, pero no es posible pues los que dicen ser técnicos siguen buscando la avería del aire acondicionado. Aprovechamos esta incidencia para volver al pueblo para comprar pan y exquisitos quesos en los puestos de la calle. Qué voy a decir de los quesos franceses, simplemente son una delicia y cuanto peor huelen mejor saben. Compramos 6 kilos de Cassoulet enlatados que finalmente viajaron a Madrid pues, pensando en su posterior digestión, fue imposible su degustación en el viaje por causa del sofocante clima.
El aire acondicionado sigue sin funcionar con normalidad a pesar de tener a tres inútiles técnicos metidos en el barco revisando el sistema. Al parecer solo funciona de forma parcial, de tal forma que hay camarotes que no tienen aire. Nos ofrecen cambiarnos a otro barco de igual calidad, pero al revisarlo los técnicos, se dan cuenta de que tiene el mismo problema con el aire acondicionado. Esto ya nos mosquea porque queda claro que estos francesitos no revisan los barcos antes de entregarlos al cliente, lo cual unido al olor vomitivo de los baños del muelle, nos sitúa en la realidad que nos rodea y desvela la calidad del servicio contratado.
En cualquier caso, con el aire acondicionado a medias y con varias horas de retraso, por fin zarpamos con alegría y la moral muy alta para enfrentarnos a las primeras esclusas donde a la dificultad de enhebrar el barco para situarlo correctamente hay que añadir el trabajo de amarrarlo para evitar golpes y movimientos no deseados.
Plácida y divertida navegación a más de 40 grados en el exterior, con un sol de justicia y un interior del cascarón de al menos 50 grados con elevado porcentaje de humedad, son las primeras notas que nos iban a perseguir durante el resto de nuestra travesía.
Las cocineras en el abrasador interior del cascarón cocinando para diez personas, paradas a comer cobijados en la sombra de enormes árboles que bordean el canal, saludos con otros aventureros embarcados y de todas las nacionalidades, saludos con infinidad de ciclistas que pedalean por el camino lateral del canal, paradas recomendadas donde desplazarse al pueblo andando es tarea de titanes debido a las altísimas temperaturas, desaparición prematura de las reservas de cerveza española, consumo excesivo de agua potable dado la permanente y sorprendente sudoración en la que nos encontramos, son sólo algunas de las anécdotas del viaje, pues el destino nos tenía preparada alguna que otra sorpresa añadida.
Noches amarrados en la salvaje orilla del canal sin servicio de luz ni agua, noches en los muelles de Bram y Carcassone con dichos servicios, noches en las que los mosquitos celebran una fiesta previa al festín cuando ven llegar el barco con diez personas totalmente sudadas, noches de cenas romanas en familia con ambiente muy divertido, noches en las que el mediocre aire acondicionado refresca y permite dormir con unos ventiladores que los técnicos farsantes ponen a nuestra disposición para reírse de nosotros, noches con sus días de calor africanos que convierten este viaje en un viaje aventura poniendo a prueba la capacidad de resistencia personal de cada uno de los diez viajeros.
Y más supervivencia cuando la nevera del cascarón comienza a fallar, llegando a apagarse totalmente en varias ocasiones pues el sistema eléctrico (el alternador) del barco definitivamente tampoco funciona. Y aún así, supimos sobrellevarlo con ilusión y alegría, logrando sobrevivir a base de humor pensando por dónde íbamos a meterle el barco, la nevera y, se me olvidaba, la barbacoa y el internet que tampoco funcionan, a los simpáticos francesitos que muy uniformados y sonrientes nos dieron la bienvenida hace ya varios días.
Y estas condiciones curten. Y curten mucho. Te acostumbras a los 43 grados del día y los 25 de la noche. Te acostumbras a la permanente sudada totalmente desbocada durante las 24 horas del día. Te acostumbras a unos baños (WC) donde su uso ponía a prueba la propia resistencia del individuo, no solo por su reducido tamaño y la dificultad de hacer desaparecer los residuos, sino también por la temperatura brutal reinante en el cubículo. Te acostumbras a protegerte de los mosquitos en cuanto cae el sol…. te acostumbras a todo, incluso a vestir únicamente con pantalón corto, gorro y calzado.
Ya en el retorno, éramos otros. Marineros curtidos, lobos de mar, diestros en el manejo del cascarón en las esclusas, diestros en lanzar amarras cual jinete de la pampa argentina, diestros en conocimientos de navegación, con la piel curtida por el sol, con la piel endurecida por las picaduras, maestros de la cocina francesa, maestros en la cata de quesos y vinos, maestros en reconocer los primeros síntomas de deshidratación, maestros en el arte de la vida, maestros en sobrevivir.
Y con todo ello, nunca me hice la pregunta más peligrosa que puedo hacerme a mí mismo en un viaje y que siempre me preocupa: ¿Y qué hago yo aquí? Al revés, lo que iba a ser un idílico y tranquilo viaje de lujo por las aguas del Canal, se ha convertido en un viaje aventura, algo extremo que no esperaba, pero me ha gustado y sorprendido gratamente. En varias ocasiones expresé mi sorpresa por la dureza del viaje y por la resistencia de todos y cada uno de los diez participantes en este evento. Este viaje sin duda ha sido un entrenamiento para mi próximo viaje aventura a Marruecos en el mes de octubre, el cual, después de ésta, estoy convencido que será coser y cantar a pesar de que nos enfrentaremos a condiciones duras y extremas o al menos eso espero.
Durante la navegación y de vez en cuando, venían imágenes a mi mente de una película protagonizada por Klaus Kinski llamada Fitzcarraldo y en la que navegan por el río Amazonas con el objetivo de construir en mitad de la selva un teatro de ópera. Es posible que estos pensamientos, pues debe hacer por lo menos 30 años que vi esa película y nunca la había recordado, fueran fruto del inicio de alguno de los innumerables procesos de deshidratación a los que me enfrenté.
Finalizada la travesía y ya entregada la chalupa a los organizadores con reclamación de daños y perjuicios incluida, ponemos rumbo a nuestra nación, en concreto a San Sebastián, donde llegamos con tiempo suficiente para darnos una excelente comilona en Casa Pantxika, el cual recomiendo y situado en el mismísimo puerto, a base de 5 kilos de rodaballo, tres docenas de sardinas y otras exquisiteces del Cantábrico. Nada como recuperar fuerzas posteriormente en nuestro querido y más que conocido hotel NH Collection de la ciudad.
No queda más que agradecer a todos los integrantes de esta aventura su participación en la misma, con especial mención a Natalia por su especial arte, paciencia y dedicación en los fogones, a Bernard por capitanear el barco y llevarnos a puerto seguro, a los hijos de ambos, María, Marcos y Pablo por su colaboración en las tareas diarias de a bordo, a Lorena, por su buen humor, siempre pendiente de la intendencia y la mejor pinche de cocina, y a mis hijos Marina, Fernando y Clara por su colaboración en el día a día y por haber demostrado ser dignos hijos de su padre.
Y esto es todo amigos. Si me preguntas si lo disfruté, te diré que por supuesto. Pero si me preguntas si te lo recomendaría, pues también, pero mi respuesta daría para otras muchas historias…
La verdad que muchos lectores no tengo. Es más, creo que tengo pocos, pero muchos de los que tengo, puedo decir que son “fieles” seguidores. Y en concreto dos de ellos me han demostrado su fidelidad este verano de 2023. El primero de ellos, Rafa (tocayo mío casualmente), atento siempre a mis publicaciones y enviándome en muchas ocasiones comentarios en privado sobre su contenido, realizó este verano una mezcla de mis rutas hacia la zona Sur de Soria para acabar comiendo con toda su familia en el restaurante marroquí de Monteagudo de las Vicarías. Durante la comida me envió una foto mostrando su total satisfacción no sólo de la ruta y pueblos que habían visitado, sino también por el festejo gastronómico con el que finalizaron. Es más, durante el trayecto, variaron la ruta en varias ocasiones lo que les permitió conocer nuevos sitios y que no eran nombrados en mis artículos. Esa es la idea, así de simple. Gracias Rafa.
La segunda de ellas, María, fiel lectora, pero siempre ocupada y con poco tiempo para consultar el blog de La Huella Bereber, aprovechó alguna de sus jornadas laborales de agosto con poco trabajo (es lo normal), para ponerse al día con mis publicaciones. Durante varios días me enviaba mensajes poniéndome al día de lo que iba leyendo, a lo cual yo le advertía que no se saturara, que si me leía mucho, al final siempre es lo mismo… Mis advertencias debieron caer en saco roto, pues cuando María ha tenido unos días de vacaciones me comentó que quería hacer una determinada ruta, en concreto una que subía al Cerro de San Juan y visitar los pueblos de alrededor. Pero la propuesta era aún más osada. Quería que la llevara yo en persona para explicarle curiosidades de la zona y además en mi vehículo Land Rover. Mi respuesta positiva no se hizo esperar y a los dos días la recogí de su domicilio instalándose como copilota en el Defender. La expedición tuvo una duración de 5 horas y la verdad que lo pasamos realmente bien. A los pocos días me envió su crónica del día, la cual reproduzco tal cual con su previa autorización. Gracias María.
«30 de Agosto de 2023 Esta vez, me lleva de ruta la Huella Bereber en su Land Rover Defender, así que el traslado entre un pueblo y otro es por caminos de tierra. También van dos hijos de la Huella. La ruta es la siguiente: Soria Garray Fuentecantos Portelrubio Fuentelsaz de Soria Aylloncillo Pedraza Cerro de San Juan Cubo de la Sierra Gallinero Lumbreras Los Rábanos
La primera parada es en Garray, para comprar comida en “El Puchi”, muy citado en los artículos de la Huella Bereber, compramos pan, jamón, lomo, queso y un Kojak para la hija. Desde allí cogemos un camino y llegamos a Fuentecantos y paramos en la Iglesia de San Miguel Arcángel, muy bonita.
Iglesia de Fuentecantos
Seguimos hasta Portelrubio y llegamos también hasta la iglesia, que está en lo alto y con vistas a todo el pueblo, que da la sensación de estar completamente vacío, salvo una nave que vemos abierta, el resto parece todo abandonado y me gusta bastante.
Iglesia de PortelrubioVistas desde la Iglesia de Portelrubio
Vamos hasta Fuentelsaz de Soria, se aprecia un poco más de vida, vemos a una persona. De camino a la iglesia, que también está en lo alto, pasamos por la casa de la persona, es un señor más bien anciano, con el que luego hablamos. Llegamos hasta la iglesia, en cuyo interior hay una miniexposición de fotos antiguas del pueblo. De vuelta nos paramos a hablar con el señor que nos cruzamos antes, se llama Máximo Los Santos, tiene 88 años, nos cuenta que sus hijos son los dueños de la Bocatería y el Bandalay de Soria, y define su pueblo como “noble, sencillo y elegante”. Nos cuenta que los molinos de viento situados en el Cerro de San Juan dan suficiente como para haber remodelado la iglesia, hacer buenas fiestas de pueblo, etc, esto, según dice la Huella, es frecuente en la zona.
Iglesia de Fuentelsaz de Soria
Seguimos la ruta y llegamos a Aylloncillo. Nos paramos en un sitio al lado del lavadero, hay una casa en venta, debe llevar mucho tiempo en venta porque hasta el letrero está borrado. Me da la sensación de que este pueblo también está vacío. Cuando hago este resumen y por casualidad, la encuentro en internet por 50.000 Euros.
La huella Bereber y el Hijo, mirando la casa en venta
Vamos hasta Pedraza de Soria, y de nuevo a la iglesia, en lo alto, con una llegada muy bonita a pie a través de un camino estrecho. La iglesia es bonita y las vistas también aunque se ve algún chalet moderno, que debe ser muy cómodo para vivir pero que para mi gusto afea lo que veo.
La Huella e Hijos andando hacia la Iglesia de Pedraza de Soria
Seguimos por un camino de tierra que sale desde la misma iglesia y llegamos al objetivo del viaje del día, el Cerro de San Juan, al que yo creo que no podré llegar en otro coche que no sea el Defender de la Huella, el mío se ensucia…. De camino al cerro, se ve un pueblo con muy buena pinta, Portelárbol, no entramos, queda pendiente para otra ruta. En el propio cerro sacamos la comida y las sillas y mesas que la Huella lleva en su Defender y nos la comemos, está todo buenísimo y tenemos suerte con el tiempo, ligero viento, sol, nada de frío. Las vistas desde el Cerro son una pasada, como dicen la Huella e hijos hay unas vistas de 360º que permiten ver gran parte de la provincia, como un Google maps en real.
Vistas de Portelarbol desde el camino que sube al cerro de San JuanComida en el Cerro de San Juan
Acabamos de comer y seguimos el tour, llegamos a Cubo de la Sierra, tiene una plaza grande coronada por la iglesia, que me recuerda mucho a la distribución de Trancoso, con la iglesia y las casitas de colores, aunque debe ser cosa mía, eso queda lejos. Nos mojamos brazos (yo) y cabeza (La Huella y el Hijo) en la fuente-bebedero de la plaza, el agua está helada. Hay unas casas que dan bastante envidia.
Mojándome los brazos en la fuente- bebedero de Cubo de la Sierra
Seguimos y llegamos a Gallinero, y flipo con la iglesia, pero ¿qué es esto? ¿Qué hace esta iglesia tan grande en un pueblo tan pequeño? El pueblo tiene muy buena pinta y aunque está cerrado hay bar y todo, la Disko-Taska Trankas, que luego leo en internet que es el bar rural de moda.
Iglesia Gallinero
Pegado a Gallinero está Lumbrerillas, luego leo que Lumbrerillas es realmente un barrio de Gallinero, paramos en la iglesia y unas casas, todo en ruinas.
Iglesia y casas de Lumbrerillas
Emprendemos el camino de vuelta, pasamos por Almarza aunque no paramos, y de ahí, ya por carretera nacional vamos a Los Rábanos donde nos espera el resto de familia de la Huella y mía. Y así a lo tonto y sin hacer muchos kilómetros he conocido un montón de pueblos que tenía apuntados como pendientes de visitar, espero que la Huella me reserve otro día».
Hablar de Elche es hablar de palmeras. De muchas palmeras. Unos 70.000 ejemplares en el casco urbano y unos 200.000 en todo el término municipal. Ni más ni menos. Casi una por habitante. Se trata del palmeral más grande de Europa y a nivel mundial únicamente es superado por algunos pocos palmerales árabes.
La especie de palmera más numerosa en Elche es la Phoenix Dactylifera, traída a esta árida tierra por los musulmanes en los primeros tiempos de su ocupación, allá por el siglo VIII. En cualquier caso, con anterioridad a la presencia árabe en la península, ya hay constancia de la existencia de palmeras en Elche y prueba de ello son vasijas decoradas y huesos de dátiles hallados en diversos yacimientos íberos.
Fueron los musulmanes los creadores de lo que hoy en día se conoce como el Palmeral de Elche. Abderramán I ordenó construir una gran red de acequias para su riego, la cual, 1.250 años después, se mantiene prácticamente intacta y en pleno funcionamiento. En los mejores tiempos de Al Ándalus, se contabilizan un millón de palmeras que proporcionaban, no solo una rica fuente de alimento para la población humana y animal en forma de dátiles, sino también material de construcción para casas, cubrimiento de techos, capazos, escobas, alfombras y un largo etcétera.
Son las aguas salobres del río Vinalopó las que riegan desde hace siglos este enorme oasis en el que también se entremezclan olivos centenarios, granados y ricos huertos con las hortalizas más diversas. Es algo único en el planeta.
Hoy en día, dejando aparte la industria datilera, con ocasión de la Semana Santa, las hojas de palma blanca ilicitanas son distribuidas a todos los rincones de nuestra península, llegando incluso al propio Vaticano.
Río Vinalopó
Dos ilustres personajes pertenecientes a mi familia me unen a esta tierra, mi tío Sebastián (d.e.p.) y mi suegro Antonio, ambos ilicitanos de nacimiento.
Y es con ocasión del reconocimiento a la trayectoria profesional del segundo de ellos por parte del Club Rotario de Elche, lo que ha provocado nuestra visita a esta singular ciudad, fundada, como no, por los musulmanes y al poco tiempo de su desembarco.
Celebra el Club Rotario de Elche una velada en el precioso hotel Huerto del Cura, donde sus miembros, ciudadanos y empresarios de reconocido prestigio, presentan sus proyectos sociales para el nuevo ejercicio y homenajean a varios ilicitanos por la importancia y valía de su labor profesional.
Hotel Huerto del Cura
Elche moderno
Y entre los reconocidos, mi suegro Antonio, el cual, en su discurso de agradecimiento, con tono firme y seguro, declara su independencia en lo que se refiere a ideologías políticas y destaca con energía el poder de la sociedad civil como base fundamental de nuestra sociedad actual.
Su mensaje deja una huella profunda en todos y cada uno de los asistentes al evento, de tal forma que, en las posteriores intervenciones, los ponentes inspiran sus palabras en las de Antonio. Y no es para menos. Su intervención fue simplemente genial. Enhorabuena Antonio.
Durante toda una mañana disfrutamos de forma rápida pero intensa de la ciudad de Elche, donde el ayer homenajeado ejerce hoy como guía turístico, deleitándonos con una entretenida y completa información histórica de la ciudad y su relación con la familia.
Antiguo Casino
Son muchos los edificios familiares por los que pasamos y por tanto muchos los personajes, usos, costumbres y anécdotas que nuestro improvisado guía va comentando. Incluso nos identifica algún inmueble cercano a la plaza del Ayuntamiento y que perteneció a la familia de mi tío Sebastián. No cabe información más completa sobre esta original ciudad.
No debemos olvidar otros edificios y lugares singulares de Elche, como el Palacio de los Altamira (s.XV), construido sobre la antigua fortaleza árabe y utilizado como alojamiento real por Jaime II, Pedro IV y los RRCC; la Torre de la Calahorra (XII), en origen una de las puertas de acceso a la ciudad almorávide; la Basílica de Santa María (XVII), construida sobre la antigua mezquita; los restos de la muralla árabe y los restos arqueológicos de unos baños árabes (XI) recientemente descubiertos en la plaza del antiguo mercado; y un espectacular parque municipal perfectamente cuidado y donde la temperatura disminuye considerablemente gracias a la frondosidad y abundancia de palmeras y otras muchas especies.
Torre Calahorra
Basílica de Sta. María
Baños árabes
Palacio de los Altamira y restos muralla árabe
También tenemos tiempo para los importantísimos momentos gastronómicos de cualquier viaje, visitando, degustando y comprando en el mercado municipal unos embutidos típicos para cocinar un buen arroz con costra y una mojama de atún con una pinta estupenda. El momento culinario estelar llega en la cercana localidad de Santa Pola, en forma de arroz y otras delicias servidas en el Club Náutico en un ambiente estupendo y con muy buena compañía. Pero eso ya, amigos, como viene siendo habitual, es otra historia.
En alguna ocasión he comentado que soy algo desorganizado a la hora de planear una ruta. Esta desorganización implica que, en muchas ocasiones, marco un objetivo o destino, pero no siempre lo cumplo pues en el camino pueden surgir algún otro lugar interesante o tener sensaciones que hagan variar totalmente la ruta ideada. Por ello es muy habitual que descubra lugares y monumentos sobre los que no tengo ningún tipo de información y además, tampoco invierto mucho tiempo sobre el terreno para obtenerla a través de la tecnología más moderna en forma de teléfono móvil con acceso a internet.
En mi última visita por el sureste Soriano, paré en Almaluez a pesar de que el destino fijado para ese día era otro, pero me cogía de camino. En los días siguientes, obteniendo información para escribir una crónica sobre la ruta de ese día, me sorprendió mucho que durante la guerra civil hubo en este pequeño pueblo un aeródromo militar utilizado por las tropas italianas. Esta información incluía fotos e indicaba incluso el lugar exacto donde se encontraba la pista de aterrizaje y despegue, hoy reconvertida en una próspera plantación de miles de almendros.
El tema levanta mi curiosidad al extremo y no he tardado en volver a Almaluez para conocer de primera mano la antigua pista de aterrizaje. Rápido la localizo y me muevo por distintos lados para valorar su inmensidad y hacerme una idea de la situación vivida en este mismo punto en los duros años de la guerra. Para una mejor perspectiva, subo andando al cerro Modóvar, el cual corono después de un buen rato tras una fuerte pendiente de 45 grados. El viento sopla con fuerza lo que hace aún más penosa la subida. En el alto queda un gran agujero donde debió estar instalado en su día un punto de vigilancia y defensa antiaérea y alguna que otra lata de refresco vacía de algún descerebrado con forma humana. No me cabe en la cabeza que alguien se tome un refresco en este punto y tenga el valor y la poca vergüenza de no llevársela luego consigo.
Almaluez. Pista aterrizaje y cerro Modóvar
Almaluez. Pista aterrizaje
Desde el alto y con un fuerte viento que dificulta incluso la estabilidad, disfruto de la vista y contemplo en su totalidad la enorme pista de aterrizaje y despegue. La panorámica me inspira e improvisando una vez más, decido desplazarme hasta Monteagudo de las Vicarías por pista de tierra y recuperar fuerzas con algún refresco en un nuevo restaurante que han abierto unos vecinos de origen marroquí y que está adquiriendo mucha fama.
El Toyota híbrido se comporta bastante bien por estas pistas en buen estado donde, con buena visibilidad, alcanzo velocidades de hasta 70 km/hora. Me asaltan pensamientos aventureros, no descartando en un futuro calzar al híbrido japonés con unas ruedas mixtas de carretera y campo para ganar estabilidad en pista.
Sobre las 13.30 llego al restaurante, a la zona de la barra, donde no hay ningún otro cliente. No obstante, se nota mucha actividad, quizás demasiada, en las cocinas y de vez en cuando aparece, con aspecto de concentrado, algún empleado a la zona donde me encuentro en busca de cafés, bollería o cambio en la caja registradora. Los minutos pasan y nadie me ha mirado, nadie me ha dicho nada, como si no estuviera. Hay un momento que aparecen dos empleados y uno le dice al otro: “por aquí no hay nada urgente, ¿verdad?”.“No”, le responde el otro, sin mirarme ninguno de los dos y a pesar de estar delante de ellos. Me quedo perplejo a pesar de ser consciente de que yo no soy algo “urgente”. El tiempo corre inexorable y comienzo a pensar que a lo mejor la magia del cerro Modóvar me ha dotado de poderes sobrenaturales y me he convertido en un ser invisible, lo cual tendría su atractivo, pues podría hacer en ese momento lo que me diera la gana sin ser visto. Por ejemplo, llevarme unas cajas de dátiles que tanto me gustan últimamente y que se encuentran expuestas junto a unas bandejas de pasteles con un inconfundible estilo bereber.
Tras casi 10 minutos de espera durante los cuales aprovecho con tranquilidad para cotillear todos los productos de bollería que vende el establecimiento, por fin soy atendido y con bastante amabilidad, por cierto. Pregunto si puedo comer algo en esta zona del bar y no hay problema. “Menú español o marroquí”, me pregunta el chico. “Marroquí, por supuesto, que me han hablado muy bien de este sitio”. Mi comentario hace mella en el camarero que se infla como un pavo. Acabo pidiendo un Tajín de ternera.
Me preparan una mesita y me conecto al wifi del local pues me da la impresión de que esto va para largo. Y no me equivoco. No tengo nada mejor que hacer, soy consciente de que están a tope y que están haciéndome un favor por darme de comer en la zona de bar y a destiempo. Por el acceso a la zona de restaurante entran muchos clientes y la actividad en cocina crece aún más si cabe. Tampoco faltan algunos clientes para comprar pan y bollería bereber.
Después de un buen rato y según el camarero, “por el tiempo que están tardando”, me trae un aperitivo consistente en dos generosos platillos: uno, con una especie de ensalada a base de tomate, pimiento, pepino y algo más, cortado en trozos muy pequeños y aliñado con expertas manos marroquíes y un segundo, con dos hermosas croquetas que reposan en un confortable lecho de lechuga con aceitunas negras arrugadas. La presentación de los platillos es muy buena y excelente su contenido. Muy, muy bueno, incluso la ensalada con su tomatito picado. Los que me conocen sabrán que yo nunca, nunca, como tomate crudo. Algo ha cambiado desde mi subida al Cerro Modóvar. Las croquetas excelentes.
Acabo con el generoso aperitivo y continúa la espera. Ya no sé qué mirar en el móvil cuando por fin llega el tan ansiado Tajín, el cual me sabe a gloria. Muy bueno. La ternera es de excelente calidad que, mezclada con la verdura, unas ciruelas pasas muy dulces y huevo duro, es una explosión de sabores. Los frutos secos no me van mucho en estos platos, pero, aun así, alguna almendra mezclo. Devorado el Tajín, se acerca el que debe ser el propietario del negocio y me pregunta si me ha gustado. Alabo la calidad del producto, a la cocinera y pido la cuenta, pues son las 15 horas y parece que he echado raíces en la esquinita en la que me han acomodado. Volveré, sin duda. La espera ha merecido la pena.
Tajín de ternera
(Y volví, por supuesto, transcurridas dos semanas, esta vez acompañado por mi amigo JM y con reserva previa. El restaurante estaba a reventar, pero fuimos atendidos con extrema rapidez y de nuevo con muchísima amabilidad. Degustamos el menú marroquí y las sensaciones de nuevo fueron excelentes. Finalizamos con un té moruno y pastas. Como debe ser habitual, al finalizar se acerca el propietario del establecimiento. Un hombre muy amable llamado Gonzalo con el cual estuvimos charlando y nos contó la historia del negocio. Tenía una empresa en Zaragoza y tras venderla, volvió a su pueblo, Monteagudo de las Vicarías, donde se apuntó a unas jornadas de formación en el manejo de ordenadores organizadas por el Ayuntamiento. Allí coincidió con un par de niños marroquíes, hijos de una vecina del pueblo, a los que acabó comprándoles un ordenador en un intento de colaborar con su formación y desarrollo. Ello le dio pie a conocer a la agradecida madre de los chicos. En un viaje a París, mientras comía en un restaurante, le vino la idea a la cabeza de montar un restaurante de cocina marroquí en Monteagudo y que el público pudiera disfrutar del buen hacer en la cocina de la vecina originaria del reino alahuita. Dicho y hecho. Aún no llevan un año abiertos, teniendo ya que ampliar cocinas e instalaciones por el éxito cosechado. Enhorabuena Gonzalo y familia. Sin duda alguna que os recomiendo).
Tomo una pista en dirección Oeste en un intento de alcanzar la carretera general de Almazán, pero se corta a los pocos kilómetros. Desde el alto donde me deja este camino, hay unas vistas espectaculares y veo en el horizonte el embalse de Monteagudo con un llamativo color turquesa de sus aguas. Memorizo el horizonte al que debo dirigirme y me desplazo por caminos en su búsqueda, llegando felizmente a los pocos minutos. El embalse es simplemente sorprendente. De considerable tamaño, con muchísima fauna y especies vegetales únicas debido a la salinidad de la zona. Fue construido en el año 1981 y es alimentado por el río Serón. Hay un camino habilitado a lo largo de todo su perímetro, muy recomendable, donde podrás disfrutar de la presencia de multitud de aves acuáticas.
Embalse de Monteagudo
Embalse de Monteagudo
Ya por asfalto, inicio la vuelta pasando por pueblos como Fuentelmonje, Torlengua y Serón de Nágima, con su espectacular castillo, pero paso de largo en todos ellos pues voy en busca de la atalaya de Bliecos, a la cual finalmente no puedo acceder pues está en lo alto de una sierra con densa vegetación y no encuentro camino alguno. En cualquier caso, no parece que esté rehabilitada, por lo que sigo camino de vuelta por Bliecos, Nomparedes, Castil de Tierra y Tejado. Alguno de estos pueblos no los conozco, pero pospongo su visita para otra ocasión.
Villanueva de Zamajón
Villanueva de Zamajón
Desde Tejado tomo dirección Tardajos de Duero pues nunca he ido por esa carretera y en el primer pueblo, Villanueva de Zamajón, me espera uno de los mejores regalos de la jornada. Una torre bereber del siglo X, perfectamente restaurada y que al parecer en su día albergó el Ayuntamiento de este pueblecito que se encuentra hoy en día prácticamente abandonado. No puedo evitar parar y darme un largo paseo entre las cuatro casas que quedan en pie y disfruto de la torre en absoluta soledad. Torres similares a ésta las hay en el valle del río Rituerto, no muy lejos de donde me encuentro, por lo que tendré que dedicar tiempo para explorar todos los pueblos de esta zona, pues es posible que ambos territorios estuvieran comunicados entre sí por medio de este tipo de torres. Hay que tener en cuenta que en esta zona y en su día, la densidad de población musulmana fue muy alta.
El viento parece que sopla con más fuerza. Comienza a hacer frío de verdad. Tras 8 horas desde que salí de Madrid, por fin llego a mi refugio soriano. La chimenea sigue siendo necesaria.