Viaje a la Córdoba Califal

CIUDAD CALIFAL DE CÓRDOBA (6-9 NOVIEMBRE 2021)

La Estremadura Soriana fue la frontera más estable entre musulmanes y cristianos, manteniéndose firme y muy hermética durante más de doscientos años. Se trata de una frontera perfectamente fortificada, vigilada y defendida por miles de soldados bereberes a las órdenes del Califato de Córdoba.

El objetivo de esta frontera era simple: proteger la ciudad de Córdoba, capital y centro neurálgico del poder político, militar, social y religioso de Al Ándalus.

El trayecto de ida y vuelta entre Córdoba y la Estremadura Soriana fue recorrido en múltiples ocasiones por los mejores Califas y Generales Andalusíes al frente de sus tropas, como Abderramán III y Almanzor, para llevar a cabo rápidos, eficaces y mortíferos ataques contra los territorios cristianos. La distancia entre Córdoba y Mayerit (Madrid) podía realizarse a buen ritmo y con tropas ligeras, en unas diez o doce agotadoras jornadas, necesitando tres o cuatro más para llegar a Medinaceli, cuartel general de la frontera.

Hoy en día, en pleno siglo XXI, el viaje entre Madrid y Córdoba puede realizarse en algo menos de dos horas en el moderno AVE y es más que recomendable acercarse a nuestra Córdoba Califal, sin duda una de las ciudades más bonitas y con mayor historia de nuestro país.

Mezquita

Sobre las 14 horas llegamos descansados a Córdoba tras un corto y cómodo viaje en el Tren de Alta Velocidad, habiendo alcanzado en determinados tramos la friolera de 299 Km/h.

Directos al hotel NH Collection a dejar las maletas y en cuestión de pocos minutos, los doce integrantes de esta expedición nos sumergimos en la vorágine del barrio judío atestado de gente paseando. Reservamos a comer en una tasca en el callejón de la Puerta de Almodóvar, esquina con la calle Almanzor (qué casualidad), donde degustamos las especialidades de la zona: Berenjenas rebozadas con azúcar de caña, flamenquines y croquetas variadas, para finalizar con el típico pastel cordobés y surtido variado de tartas.

Continuamos nuestro paseo por preciosas callejuelas y plazas, para disfrutar las últimas luces del día cruzando el puente romano que salva el río Guadalquivir y que se encuentra en pleno funcionamiento desde el siglo I a.c. La Torre de la Calahorra, de construcción musulmana y situada en la orilla contraria a la mezquita, vigila y defiende este acceso a la ciudad desde hace más de mil años.

Anocheciendo
Torre Calahorra

Nos internamos de nuevo en la ciudad recorriendo una bulliciosa calle que discurre paralela al río, donde hacemos parada y fonda en la afamada y grandiosa Bodegas Campos y en la taberna “El Tablón”. En esta última subimos a una espléndida terraza con vistas a la Mezquita, sitio muy agradable y que nos recuerda a las que existen en muchos bares de la ciudad de Marrakech. Tanto nos gusta el sitio y su gente, que reservamos para comer el día siguiente.

Cenamos en “Casa el Pimpo” situado en una de las esquinas de la Mezquita y al lado de reputado bar con enormes tortillas de patata que, para conseguir una, debes soportar largas colas mereciendo siempre la recompensa a obtener. De nuevo nos abalanzamos sobre las tapas más típicas y siempre excelentemente atendidos.

Muchas guías turísticas recomiendan pasear por el puente romano sobre el Guadalquivir a última hora de la tarde, antes del anochecer. Yo soy mas de las primeras luces en vez de las últimas, por lo que el domingo soy el primer ciudadano que pone un pie en las calles de esta ciudad. Aún de noche, atravieso la zona de la mezquita y disfruto de un frío y solitario amanecer a orillas del Guadalquivir vigilando en todo momento que, en esta entrada a la ciudad, se encuentra todo en orden. Aún me quedan al menos un par de horas para caminar por calles vacías que se llenarán de turistas en cuanto el sol comience a calentar. Descubro callejones, rincones, plazas y monumentos espectaculares.

Puente romano y Mezquita
Torre Calahorra y Puente romano
Torre Calahorra
Mezquita
Amaneciendo

Ya en horario más normal y tras disfrutar del buenísimo desayuno en nuestro hotel, iniciamos todos juntos un nuevo día para disfrutar de una Córdoba que al ser domingo y con cielos despejados se encuentra algo saturada.

Siguiendo las recomendaciones de un buen amigo, cordobés de adopción, nos aventuramos a conocer la otra Córdoba alejada de tiendas y barrios turísticos donde no falta interés y belleza. Muy interesante la Torre de San Juan, del siglo X, único resto en pie de una mezquita donde hoy se alza el templo de San Juan de los Caballeros, de la Congregación de Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús y donde charlamos con una hermana que nos enseña muy amablemente el forrado en cuero del altar y atril;  Espectacular el Cristo de los Faroles y sus alrededores, la Plaza de la Tendilla, la Plaza de la Corredera, donde tomamos un aperitivo con una muy buena temperatura y compramos una cesta de mimbre para la recolección de setas sorianas; las ruinas romanas aledañas al Ayuntamiento, edificio éste que, por cierto, debería ser demolido de forma inmediata a costa de todos aquellos políticos que lo idearon y autorizaron; la plaza del Potro y otros muchos tesoros que  vamos descubriendo en cualquier rincón.

Torre S. Juan
Plaza de la Corredera
Cristo de Los Faroles
Puerta de Almodóvar

Por fin llega la hora de la comida siendo muy puntuales en acudir a la Tasca “El Tablón” donde tomamos si cabe, lo más típico: Salmorejo y Rabo de Toro. No se necesitan más comentarios. Espectacular. Muy recomendable. Buen sitio, buen trato y buena comida. Una vez más y para no variar.

Continuamos deambulando por una ciudad cada vez más vacía de turistas, pues es domingo por la tarde y la gente vuelve a sus hogares. Ya a media tarde me doy cuenta de que llevo casi 12 horas sin parar, por lo que opto por tomarme un breve descanso en el hotel para estar de nuevo activo a las 19 horas y seguir descubriendo tesoros y tomarnos un aperitivo sin prisas en el afamado Bar Churrasco.

La cena esta noche es en La Chiquita, muy cerca del hotel y con espectáculo en directo. El sitio es bonito y hay muy buen ambiente. Un virtuoso saxofonista negro, ameniza la bebida previa a las tapas. Cena a base de tartar de atún, pollo al curry, berenjenas y otras delicias, mientras escuchamos a un dúo flamenco (voz y guitarra) al que sorprendentemente se une el saxofonista habanero, creando un estilo muy propio y que rápido provoca que todos estemos absolutamente encantados y tocando palmas como si no hubiera un mañana y lo hubiéramos hecho de siempre. De los doce integrantes en este viaje, el que más sangre andaluza tiene es el que redacta estas líneas (50%) y aseguro que fui el que menos palmas di y eso que di muchas. Catalanas, murcianas, madrileños, ecuatoriana, franceses e italianas, se dejan llevar por los ritmos afro-andalusíes hasta lo inimaginable. Realmente, escrito así, no me había dado cuenta de que somos un grupo de lo más diverso, multicultural y variopinto. Es posible que en esta amplia variedad esté el secreto de nuestra fuerte unión y cariño.

En el descanso conocemos al saxofonista, originario de Cuba, Cristóbal Agramonte, el cual perteneció largo tiempo a la banda que acompañaba a Paloma San Basilio. Tras formar parte de otras bandas, estas ya para expertos, trabaja actualmente como profesor en algún conservatorio de la ciudad. Abandonó Madrid, según su propio testimonio, no sólo por los altos precios de esta ciudad, sino también para evitar el continuo acoso policial al que se veía sometido a diario por su condición de negro y usuario del metro con un saxofón a la espalda.

La fiesta finaliza con bailes, palmas, algún licor y gritos de “¡bravo!” y “¡otra, otra!”. Los artistas pusieron la nota y nosotros la dimos, de eso no hay duda alguna.

Aperitivo un domingo

Lunes, día laborable. La ciudad está desierta. Es el momento ideal para visitar la Mezquita. Lo hacemos sin guía, pues ya en otras ocasiones hemos sido asistidos en dicho sentido y queremos vagar sin rumbo y sin prisas por el interior. Al poco de entrar nos dispersamos y me doy cuenta de que el grueso del grupo de adolescentes que viaja con nosotros permanece en mi compañía y están a la espera que diga algo. Poco me tuvieron que insistir para que empezara a hablar sobre Abderramán I «el Emigrado» y los inicios de la construcción de la Mezquita en el s. VIII, el Mihrab y su decoración de oro, la excepcionalidad de su orientación, el lugar donde se instalaban a rezar los Emires y Califas, las diversas ampliaciones realizadas con especial mención a la promovida por Almanzor, al cual se le nombraba en la oración de los viernes sin ser Califa, etc. Por supuesto aproveché para dar a conocer a mi reducido público, más aún si cabe, la estrecha relación entre la Estremadura Soriana y la ciudad de Córdoba.

Terminada la visita, tomamos un aperitivo extramuros muy cerca de la estatua dedicada a Averroes, filósofo y médico andalusí, maestro en leyes islámicas, matemáticas y astronomía, a quien rendimos honores por su gran saber y entender. Rápida visita al Mercado de la Victoria y regresamos por la Puerta de Almodóvar donde disfrutamos de nuevo de las delicias Cordobesas en la Taberna Casa Bravo.

Descanso en el hotel para, sobre las 19,30 horas, comenzar nuestro vagabundeo por unas calles prácticamente vacías. De nuevo aperitivo en “El Churrasco”, para acabar cenando a las 21,30 horas, en uno de los sitios sin duda más espectaculares de la ciudad: Los baños de Santa María.

Me quedo sin palabras al cruzar el umbral de este restaurante. Se trata de unos baños árabes del siglo X que prestaba servicio a la mezquita y donde los fieles llevaban a cabo sus abluciones antes de entrar al rezo. Había más de novecientos baños de este tipo en la época dorada de la ciudad. La entrada es una pequeña estancia con arcos califales, capiteles perfectamente conservados y unas enormes pilas de agua situadas en los laterales. La segunda sala y donde está preparada nuestra mesa para cenar, es la sala de los baños al vapor, la actual sauna para entendernos. La sala es rectangular y con techo curvo, conservando forma y materiales originales. Antes de servir la cena, el camarero, siguiendo una ancestral costumbre andalusí, se acerca discretamente con una jarra de agua templada perfumada con canela y mandarina y un recipiente de barro donde nos lavamos las manos.  Muy difícil describir las sensaciones tan especiales que nos transmitió este lugar. La cena muy buena con ligeros toques andalusíes de hace mil años.

Baños de Santa María

Martes laboral. La ciudad amanece aún más vacía que el día anterior. Esta es la verdadera Córdoba. Parte de nuestros acompañantes abandonan la ciudad a primera hora y nos quedamos los seis viajeros del AVE. Visitamos la Torre de la Malmuerta, del siglo XV, para lo que nos cruzamos de nuevo toda la ciudad y realizamos en el camino nuevos descubrimientos como La iglesia románica de San Miguel (siglo XIII) y la torre de Santo Domingo de Silos (S. XVIII).

Iglesia de San Miguel
Torre de Sto. Domingo de Silos

Como no, nuestra última comida en esta ciudad la realizamos en un típico lugar muy cerca de la mezquita, Taberna Los Deanes, sin que faltara el salmorejo, rabo de toro y flamenquines.

Iniciamos la vuelta de nuevo en el AVE, donde prometo volver a esta espléndida ciudad y retomar mi visita diaria al Patio de los Naranjos, lugar de paz y fuente de inspiración del que suscribe.

No puedo acabar esta crónica sin mencionar a Natalia y Lorena, miembros muy activos de este grupo, que promueven y facilitan estos viajes en familia, manteniendo en todo momento el buen ambiente y optimismo. Sin duda que hacemos un grupo estupendo y ya estas incombustibles mujeres han organizado en cuestión de minutos nuestra próxima aventura en la que cruzaremos el Estrecho de Gibraltar y nos sumergiremos en una ciudad a la cual emigraron miles de Cordobeses allá por el siglo IX. Pero eso ya, amigos, es otra historia.

4 comentarios en «Viaje a la Córdoba Califal»

  • 25 de noviembre de 2021 a las 14:24
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    Muy buen relato que te dan ganas de volver y sobre todo de visitar los bares….. Y por supuesto,… con esa compañía el disfrute está asegurado.
    Y seguiremos brindando por muchos años más🤗😍

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