Un día cualquiera en Marruecos

Octubre, 14 horas, 46,5 grados centígrados.

En un punto remoto del desierto de Marruecos, entre el Lago Iriki y el pueblo de Merzouga, se desplazan a toda velocidad por pistas muy rápidas, llanas y arenosas 11 vehículos Land Rover con 17 ocupantes a bordo.

Tras haber cruzado las montañas del Atlas por reviradas y vertiginosas pistas de tierra y con altitudes de hasta 2.500 metros, es nuestro cuarto día de travesía por el desierto. Estamos durmiendo bajo las estrellas y llevamos agua y comida para intentar ser lo más autónomos posible. No obstante, sí debemos acercarnos a zonas pobladas para recargar los depósitos de gasoil de nuestras máquinas donde aprovechamos para comprar pan recién hecho y fruta fresca. Por cierto, la excelencia de estos productos contrasta con la pésima calidad del gasoil marroquí.

Está siendo un día duro. Nos hemos puesto en marcha al amanecer para recorrer los aproximadamente 350 kilómetros que separan el Lago Iriki y el mar de dunas de Merzouga. En los días anteriores las distancias recorridas por el desierto han sido muy similares y con jornadas de más de doce horas de conducción fuera de asfalto.

Cruzando el lago Iriki

Hoy hemos sufrido un despiste de orientación y según los GPS nos hemos introducido en Argelia unos kilómetros. Cuando nos damos cuenta, iniciamos la vuelta y uno de los Land Rover sufre un pinchazo que provoca de forma irremediable que se prolongue nuestra estancia en este país al cual hemos entrado sin autorización y por medio de la nada. Tensa espera mientras se cambia la rueda y volvemos a Marruecos donde es habitual en esta zona de frontera ver puestos de militares y patrullas con vehículos perfectamente equipados para la guerra. Imagino que el país vecino corresponderá en los mismos términos, de ahí mi “intranquilidad” de haber sido un “sin papeles” durante kilómetros.

Volvamos a este punto remoto del desierto donde el calor es sofocante y hay una calima de un color blanco espeso que pone los pelos de punta. Curiosamente, el suelo tiene el mismo color, posiblemente debido a su alta salinidad, algún otro mineral o que se trata de algún efecto óptico o espejismo. La realidad es que yo no había visto nada semejante y la situación a primera vista parece bastante hostil. Observamos en la lejanía y en la dirección hacia la que nos dirigimos, un enorme camión con remolque, atascado en un profundo río de arena y a sus dos ocupantes deambulando por los alrededores pues poco podían hacer.

En el desierto, como en el mar, existe esa ley no escrita de auxiliar al que se encuentre en apuros y no dudamos en parar por si podemos echar una mano. El remolque del camión se había desenganchado de la cabina, por lo que a los pocos segundos los diecisiete ocupantes de nuestra expedición nos vemos involucrados en la difícil tarea de enganchar primero el remolque para posteriormente tirar de la cabina y liberar el camión completo y de una sola vez.

La labor de enganchar el remolque es más complicada de lo previsto inicialmente, pero conseguimos hacerlo tras montar un dispositivo perfectamente ideado y en el que fue fundamental la intervención de varios de nuestros land rover situados y enganchados estratégicamente en varios puntos del lateral del remolque. Sin duda, la fuerza bruta animal también fue determinante para el éxito de la misión.

Mientras tanto, se unen a nuestro equipo de rescate los ocupantes de un par de furgonetas marroquíes que pasan por los alrededores. En este desierto sorprende ver a los locales desplazarse por estos inhóspitos territorios aparentemente lejos de cualquier sitio civilizado y en cualquier tipo de vehículo, nada que ver con los nuestros. Es admirable.

Enganchado el remolque, aliviamos de arena las ruedas del camión en la medida de lo posible y enganchamos a la cabina dos potentes Land Rover Defender. Ya es cuestión de coordinación entre las dos bestias tractoras, reductora, sacar a relucir los cientos de caballos que hay bajo el capó y tirar, tirar fuerte, más fuerte aún, ¡que el Land Rover puede!

Y por supuesto que pudimos. Fue impresionante la sensación de fuerza y poder que me transmitió el Defender en esos momentos. Las ruedas de taco se agarraban con fuerza a la arena y mis 160CV recién estrenados hicieron muy bien su papel.

Así, tras varias horas de duro trabajo y tras perder posiblemente varios kilos por la tremenda sudada, el camión fue liberado. Intercambiamos abrazos fraternales con nuestros nuevos amigos y proseguimos nuestro viaje hasta Merzouga donde, hoy sí, cenaremos comida recién hecha, nos daremos una buena ducha con cambio de ropa incluido que ya hace falta y dormiremos en una cama con el objetivo de reponer fuerzas para el resto de los días que nos quedan de vagar por este desierto. Pero eso ya, querido lector, es otra historia.

COGOLLOS DE GUADIX. COMARCA DE GUADIX.

Haber sido invitado este verano por mi familia política a pasar unos días en un pueblecito de Granada en las estribaciones de Sierra Nevada, ha sido una experiencia de lo más agradable.

Me refiero a Cogollos de Guadix, en la Comarca de Guadix, dentro del territorio denominado Sened por los musulmanes, los cuales habitaron estas tierras más de setecientos años hasta que en el año 1490 la zona fue reconquistada por los Reyes Católicos.

Nos alojamos en Casa Pepe, en pleno centro del pueblo. Casa rústica, típica de la zona y perfectamente rehabilitada con las comodidades propias de nuestro tiempo. Nos asignan una aislada, austera pero acogedora habitación en el piso alto, un antiguo almacén de grano y enseres varios y a la cual se accede a través de una balconada con vistas al patio interior de la casa. Un par de sillas como mobiliario y los colchones a ras de suelo, al estilo árabe, como los antiguos pobladores de estos lugares. Este provisional refugio me transmite muy buenas sensaciones.

Panorámica de Cogollos de Guadix

Siguiendo una de mis costumbres, pronto salgo a pasear por todos los rincones del pueblo y realmente sorprenden las riquezas que guarda no solo su casco urbano sino también el espectacular paraje que lo rodea.

Lo primero que llama la atención es el aljibe árabe del siglo XII, el cual ha quedado hoy en día como algo “fuera de lugar” en plena plaza del Ayuntamiento. Se trata de una espectacular estructura rectangular, de techo curvo y con un curioso ventanuco redondo en su parte trasera. Su interior ha sido acondicionado como sala de exposiciones que, algo abandonada en la actualidad, me parece una alternativa poco razonable.

Aljibe
Iglesia de Cogollos

Tuvimos la suerte de que el párroco nos abriera la Iglesia del pueblo, la Iglesia de Santa María de la Anunciación, construida en el año 1545 sobre el solar que ocupó la mezquita existente durante la ocupación musulmana. Del exterior lo que más llama la atención es su torre campanario de estilo mudéjar y visible a muchos kilómetros de distancia. Iglesia bonita, muy bien cuidada y de la que disfrutamos mucho en la visita privada para la familia.

Paseando por las estrechas y curvas calles del pueblo aún se pueden admirar muchas casas centenarias y bien conservadas.

Cogollos
Cogollos

Tuve la suerte de realizar una ruta a pie hasta la Ermita de la Virgen de la Cabeza en la cual mi experto guía, Pepe, oriundo de Cogollos y pozo de sabiduría de este lugar, me ilustraba continuamente con todo tipo de información detallada sobre este territorio. Una de las cosas que más llama la atención es el pleno funcionamiento actual de un complejo sistema hidráulico de acequias y balsas para regar campos y huertas ideado ya por los romanos y perfeccionado por los musulmanes. El agua es abundante y se recibe directamente de la Sierra. Cuál fue mi sorpresa con el descubrimiento de un antiguo molino en ruinas con gran parte de su maquinaria bajo los escombros del tejado. La impresionante mole de Sierra Nevada, aún con restos de nieve en sus cumbres, presidió el paseo en todo momento.

Las vistas desde el cerro donde se encuentra la Ermita compensan sin duda alguna el esfuerzo de la caminata con bastante calor y calzado con unos náuticos playeros de saldo. El interior de la ermita sobrecoge pues la devoción manifestada por los vecinos se transmite al visitante nada más entrar.

Ermita Virgen de la Cabeza
Balsa de agua
Sierra Nevada

A pocos kilómetros de Cogollos se encuentra el pueblo de Guadix (Wadi As en tiempos Andalusíes), cabeza de comarca y guardián de tesoros no muy conocidos a nivel nacional y de incalculable valor y belleza. Toda la ciudad es un monumento por lo que se hace difícil cualquier descripción. Me limitaré a una somera enumeración, debiendo ser el viajero en su visita el que descubra la grandiosidad que guarda este remoto lugar en cualquiera de sus rincones: La Alcazaba árabe (S. X y XI), La Catedral (s. XVI y construida sobre una mezquita), el Barrio de las Cuevas, Ermita de Nuestra Señora de Gracia (Iglesia Cueva del siglo XVI), la Casa Cueva de José (el propietario, en mi opinión, es su verdadero atractivo), Ruinas de un teatro romano aún en excavación (6.000 metros cuadrados al descubierto), Palacios, la Plaza del Ayuntamiento….y por supuesto multitud de bares donde la cerveza bien fría es acompañada de esas generosas y sabrosas tapas granadinas únicas en España.

Barrio de las Cuevas
Torre cristiana y musulmana
Palacio de Villalegre (XVI)
Alcazaba
Teatro Romano
Catedral

Nuestro anfitrión, Pepe, conocedor de mi afición por visitar y fotografiar construcciones islámicas y medievales, organiza una ruta por los pueblos más representativos y cercanos a Cogollos como son Jérez del Marquesado, Alquife y La Calahorra. Estas tierras, la comarca de Guadix, fueron atacadas con violencia durante los años 1.125 y 1.126 por el rey de Aragón Alfonso I “El Batallador” el cual, seis años antes, reconquistó el noreste de la actual provincia de Soria y fundó su ciudad. Esta coincidencia hace que me sienta muy cómodo y me identifico aún más con el entorno.

Paseando por estas localidades es fácil dar un salto atrás en el tiempo pues el estilo impregnado por quiénes fueron sus habitantes desde el siglo VIII hasta el XV ha dejado una profunda huella. Calles estrechas, laberínticas, casas encaladas, muchas de ellas de estilo morisco, restos de murallas y torres defensivas, acequias con abundante agua en las calles…. simplemente espectacular.

Hicimos parada en la mina de hierro que se encuentra en Alquife y que tiñe con polvo rojo muchos kilómetros a la redonda incluido la joya medieval del lugar, el castillo de La Calahorra. El acceso a este castillo lo hicimos como hay que hacerlo, a pie, desde el pueblo. De esta manera pues darte cuenta de su grandiosidad, su potencial militar y de las penurias que sufrirían los atacantes subiendo por la empinada ladera pertrechados con todos los utensilios de guerra.

El castillo es maravilloso, de estilo militar renacentista y construido sobre una antigua fortaleza árabe en el tiempo récord de tres años, entre el año 1509 y 1512, teniendo un papel relevante en la Rebelión de las Alpujarras (1568-1571) en la que los moriscos granadinos se levantaron en armas contra Felipe II.

Castillo de La Calahorra

El patio interior de nuestro alojamiento en Gogollos da lugar, en desayunos, comidas y cenas, para preparar el día y comentar las experiencias vividas. Y para mucho más, solo hay que dejarse llevar. Pero eso, querido lector, ya es otra historia.

Experiencias en Sierra de Cebollera

La Sierra de Cebollera, situada al Norte de la provincia de Soria, sirve de frontera con La Rioja. Su cumbre más alta es el Pico Cebollera con 2.142 metros de altitud.

En su cara sur, zona soriana, se encuentra la zona conocida como El Valle, el Valle del Río Razón, donde es muy recomendable visitar los diferentes pueblos que lo componen: Tera, Rebollar, Rollamienta, Valdeavellano de Tera, Sotillo del Rincón, La Aldehuela, Villar del Ala y Molinos de Razón. Tierra de buenas carnes, embutidos, mantequilla y miel. En este fértil valle, con abundante pasto y una importante cabaña de vacuno, nació la famosa mantequilla de Soria, tradición prácticamente perdida consecuencia de la inevitable industrialización y posibles ajustes económico ganaderos europeos. Ya únicamente queda, la buena gente, el microclima, el buen pasto, unas pocas vacas y como ocurre con todas las cosas buenas, un museo de la mantequilla y unas jornadas donde se muestra su elaboración artesanal.

Como siempre, lo bueno, lo auténtico, lo que ha marcado y caracterizado la vida de generaciones y generaciones, acaba siendo introducido en una vitrina para mostrarlo al turista. Imagino que será el precio que hay que pagar por nuestro actual modo de vida. Al menos queda el recuerdo y se hace lo posible para no perderlo de forma irremediable.

En estos pueblos podremos disfrutar de las llamadas casas de los indianos. Los indianos son aquellos vecinos que emigraron a América en busca de fortuna a fines del siglo XIX y comienzos del XX. Los que triunfaron, volvieron a sus pueblos con la billetera llena y construyeron grandes mansiones de estilo colonial.

Uno de los accesos más fáciles a la sierra se encuentra a la salida del pueblo de Molinos de Razón. Desde aquí, las pistas son buenas y recomiendo precaución pues cada día son más numerosos los visitantes que recibe este lugar. Ciclistas, paseantes, recolectores de setas, amantes de la berrea, etc. En cualquier caso, sigue habiendo muchos lugares donde no te cruzarás con nadie, basta que te dirijas a lo más profundo de la sierra. También dependerá de la época del año y la hora en que la visites.

A media altura, gran parte de la Sierra está repoblada con pino albar cuya madera se explota comercialmente. En lo más profundo, disfrutarás de uno de los mejores hayedos de la península ibérica. En las partes más bajas abundan los rebollos y pastos. Tampoco faltan los helechos en las zonas húmedas y el codiciado acebo que sirve de alimento al rey de la sierra, el ciervo. Cualquier época para su visita es buena, pero en invierno es posible que esté limitado el acceso debido a la gran cantidad de nieve. Dispones de refugios, algunos no siempre abiertos, donde poder guarecerte o descansar si lo ves necesario.

No todo es agradable

Muy recomendable la visita a la laguna de Cebollera de origen glaciar. No hay acceso rodado hasta la misma por lo que hay que andar un rato en fuerte pendiente. El esfuerzo se verá recompensado con creces, que nadie se raje pues merece la pena.

Que no pasen inadvertidas las morrenas, impresionantes laderas de piedras de todos los tamaños cuyo origen se encuentra en la retirada de los grandes glaciares.

Sorprende la gran cantidad de agua que contiene esta Sierra donde abundan arroyos, torrenteras y pequeñas lagunas llenas de vida en primavera y verano que alimentan el Río Razón. Agua helada, cristalina y en mi opinión potable. En más de una ocasión y ante evidentes signos de deshidratación, he tenido que beber del agua que corre por las cunetas o arroyos y no he tenido ningún problema. Eso sí, cada uno debe adoptar las medidas de precaución que estime necesarias cuando se bebe agua directamente de la naturaleza. Esto no es un manual de supervivencia. Mi método siempre ha consistido en beber agua en movimiento, a la mayor altitud posible, poca cantidad y después de realizar la prueba del escupitajo, la cual, sinceramente no sé si es muy fiable.

Recomiendo que el visitante se pierda por todos los caminos a los que se pueda acceder con normalidad. Se puede acceder a las cumbres, a unos 1800-1900 metros de altitud, al límite con La Rioja y desde donde se abren muchísimas posibilidades. En esta zona alta no suele haber nadie, las vistas son espectaculares y te sientes el dueño de toda la provincia.

Anécdotas tengo muchas en esta Sierra: noches de acampada en la laguna de Cebollera (cuando no había prohibición), noches en los refugios, noches al raso cuando fui monitor en el campamento del colegio, decenas de atascos en nieve y barro, una salida de pista con vuelco incluido y fractura de nariz (yo no era el piloto), organización de un encuentro 4×4 con 40 vehículos (con los permisos legales correspondientes) y algún que otro rescate de personas desorientadas o de algún conocido en apuros con su vehículo.

Acudiendo a un rescate

El primero de estos rescates fue en pleno invierno, a punto de anochecer. En una de mis paradas, detecté en la parte alta de un pronunciado cortafuegos un grupo de siete personas que bajaban hacia donde yo me encontraba. Dada la hora inusual, el mal tiempo reinante (mucho frio y niebla) y el remoto punto de la sierra donde estaba, quedé a la espera de que llegaran. Al vernos, como era de esperar, preguntaron si se encontraban muy lejos de un pueblo, no recuerdo el nombre, pero era en La Rioja, en el lado norte de la sierra, justo al lado contrario en el que estábamos. Se habían desorientado por la niebla y se angustiaron al saber que habían avanzado en sentido contrario. Les ofrezco trasladarlos al pueblo más cercano, lo cual aceptan si dudar y los acomodo a todos en el Land Rover.

Iniciamos la vuelta y mis invitados, hombres y mujeres de mediana edad, están eufóricos por la experiencia que han vivido durante las últimas horas. Risas, anécdotas, agradecimientos…. hasta que se dan cuenta que el día no ha finalizado y que aún les queda otra aventura por vivir. Los caminos están anegados de agua y barro lo que permite disfrutar de continuas cruzadas en el camino, deslizamientos imprevistos, lluvia de barro y agua de los charcos sobre el coche… Reina el silencio en el interior del vehículo lo que significa sin duda que mis nuevos amigos sufren cierta tensión. Intento tranquilizarlos diciendo que la situación es normal, que tengan confianza, que intenten disfrutar de la situación y que se sientan afortunados por vivir en primera persona cómo se desenvuelve un Land Rover Defender en su medio natural.

Una de las mujeres, que debía estar bastante tensa, después de un gran bache lleno de agua y con cruzada en el camino incluida, grita como poseída: ¡Mirad el niño! ¡Ni se inmuta! refiriéndose a mi joven copiloto de seis años sentado muy serio y callado en su sillita, siempre mirando muy atento al frente y disfrutando al máximo de lo complicado del camino. Las risas y el cachondeo vuelven al interior del vehículo incluso en el momento de vadear el río Razón con abundante agua. Finalmente parece que acabaron disfrutando de la experiencia… o eso creo, no estoy muy seguro.

Un segundo rescate ha sido este mismo verano, también a horas inusuales, sobre las 15 horas y con fuerte calor, cuando me cruzo con tres personas cargadas cada una de ellas con una gran cesta llena de Boletus. Me paran para preguntar si van en dirección correcta hacia la carretera. Al comentarles que sí, pero que les quedan varias horas de caminata, me reconocen que se han perdido y me ofrezco a ayudarles a encontrar su coche el cual tenían aparcado en una no muy transitada pista de tierra. Realmente, su coche estaba a unos 8 km de distancia y resultó más fácil su localización de lo que parecía en principio, pues uno de ellos, en un momento determinado, reconoció parte del camino por el que habían venido. En esos ocho kilómetros, se aferraban a sus cestas de hongos con fuerza y como recompensa me dieron un hongo enorme del que di buena cuenta días después en forma de revuelto.

No puedo finalizar este artículo sin mencionar las delicias gastronómicas del lugar, destacando la buena carne y las especialidades micológicas en cualquier época del año.

Por favor, en tu estancia en la Sierra compórtate como un animal y entonces es cuando no se notará que has estado por allí.

Hinojosa del Campo. Soria

Este mes de agosto realicé una visita al precioso pueblo de Hinojosa del Campo, situado a los pies de la Sierra del Madero y del Moncayo, en el valle del río Rituerto, a unos 40 km. de la ciudad de Soria.

A medio día nos habíamos citado con su alcalde, Raúl, el cual nos iba a enseñar la torre defensiva medieval que preside e identifica esta pequeña localidad.

Para ir haciendo boca y de camino hacia Hinojosa, ya desde primera hora de la mañana disfrutamos de las bien conservadas pistas de tierra del valle del río Rituerto y visitamos otras dos torres islámicas, La Pica y Masegoso, las cuales y entre otras, forman parte de un complejo sistema de vigilancia y defensa de este territorio que data del siglo X.

Torre de Masegoso
Torre La Pica
Torre La Pica

Desde el mismo momento en que llegamos a Hinojosa del Campo, la sensación de ser bienvenidos es absoluta. Prueba de ello es el gran cartel que luce la fachada del Ayuntamiento donde reza “Bienvenidos a vuestro pueblo” y se recuerdan recomendaciones para una mejor convivencia debido a la pandemia que nos asola.

Ayuntamiento
Iglesia Nª Sra. de la Asunción
Uno de los accesos…Posada

El pueblo está impecable, en perfecto estado de revista. Todas las casas están perfectamente conservadas y abundan los espacios comunes lo cual prueba que es un pueblo vivo y con futuro. Te recomiendo pasear por sus calles en las que hay varias casonas del siglo XVII con escudos nobiliarios en sus fachadas. Muchos de estos escudos han sido recuperados y siguen luciendo su esplendor en casas de construcción más reciente. En algunos de ellos se encuentran corazones (o similar) que, si bien su significado medieval no tiene nada que ver con el actual, hoy en día es del todo apropiado por la amabilidad y buen trato de los vecinos con el viajero, cuestión que pudimos comprobar personalmente con varios de ellos.

En Hinojosa se instalaron importantes familias nobiliarias con apellidos tan ilustres en la época como Salcedo, Zapata, Neila, Salazar o Barnuevo y fue lugar de descanso de nobles y reyes pues este pueblo se encuentra situado en el antiguo camino que unía Madrid con Francia. En una de las entradas al pueblo aún se mantiene en pie lo que fue posada para el descanso del viajero medieval con servicio de comidas y alojamiento, además de servicio técnico para carruajes y bestias de carga. La posada que hoy podemos ver fue construida en el año 1.790, pero ya hay constancia de su existencia a comienzos del siglo XVII. Está confirmado que Felipe V pasó aquí una noche y que en el año 1.808 paró a comer en este lugar el político y escritor Jovellanos, el cual dejó constancia por escrito que la comida era buena pero el sitio poco limpio. Menudo señorito.

Posada

En la actual carretera se conserva el llamado “Puente de la Reina” que salva el curso del río Rituerto y que, según la sabiduría popular, fue ordenado construir por Isabel La Católica tras sufrir su séquito y ella misma serias dificultades para cruzar el río un año de crecida. Hay constancia de que el puente necesitó ser reparado en los inicios del siglo XVII.

Puente de La Reina
Puente de La Reina

No podemos dejar de mencionar la llamada “Casa Grande”, pequeño palacio que perteneció en su día a la familia de los Salcedo. Hoy se encuentra en ruinas y esperemos que se retome algún día un ilusionante proyecto para convertirlo en hotelito rural.

Prueba del espíritu viajero del que durante cientos de años fue testigo y parte Hinojosa, son las indicaciones a la entrada del pueblo indicando distancia y dirección a las ciudades españolas más importantes, así como una placa donde se refieren otros diez municipios españoles que también se denominan Hinojosa.

La joya del pueblo es sin duda la Iglesia fortificada de Nuestra Señora de la Asunción, una mezcla de estilo románico (S. XII) y gótico (S. XVII) con dos torres, una islámica del siglo X y otra cristiana del siglo XII. En su interior alberga una impresionante y perfectamente conservada pila bautismal románica (s. XII), columnas con capiteles muy decorados que representan pasajes bíblicos, es lugar de descanso eterno de numerosos nobles medievales y todo ello presidido por un majestuoso retablo del XVII . La torre campanario es de origen islámico y formaba parte del entramado defensivo del valle del río Rituerto. El acceso a dicho torre se realiza por una estrecha escalera de caracol que data del primer tercio del siglo XVII.

Campanario. Torre Islámica
Torre Cristiana
Interior Torre Cristiana

La segunda torre, de mayor tamaño (25 metros de altura) y forma semicircular, es de origen cristiano y se encuentra muy bien conservada. Como toda iglesia románica, su orientación es este – oeste, encontrándose originalmente el altar en su extremo este. Sin embargo, cuando se determinó hace siglos ampliar la iglesia, dado que la enorme torre cristiana lo impedía, tuvieron que llevar a cabo la ampliación por el extremo oeste donde quedó finalmente instalado el altar. Así, es de las pocas iglesias de este tipo, por no decir la única, en la que los fieles asisten a los oficios religiosos de cara al oeste, de espaldas a Roma.

Las tumbas de los nobles que se encontraban en el altar primitivo tuvieron que ser trasladadas a la ubicación del nuevo altar manteniéndose así el deseo de estos buenos señores que seguro pagaron en su día una buena cantidad de reales por ello.

Tumba en altar
Interior Iglesia
Pila Bautismal

El territorio en el que se encuentra Hinojosa del Campo, la comarca de Campo de Gómara, fue ocupada por los bereberes ya en el siglo VIII, en los inicios de la conquista de la península. Estos primeros bereberes eran miembros del ejército que desembarcó en el año 711 al mando del general Tariq y pertenecían al clan de los Banu Milit, de la tribu de los Masmuda. La presencia bereber en estas tierras duró unos 400 años, hasta la reconquista definitiva del lugar a comienzos del siglo XII (1.119) por el rey de Aragón Alfonso I “El Batallador”.

La Reconquista por “El Batallador” fue realizada de forma pacífica, lo que dio lugar a la permanencia en el territorio de la población musulmana dedicándose a partir de entonces exclusivamente a tareas agrícolas, ganaderas, de construcción y servicios. Quién sabe a fecha actual, cuántos naturales de este territorio llevan en su sangre el gen del temible guerrero bereber del siglo VIII. Más de uno, seguro.

No puedo finalizar sin agradecer al actual alcalde de Hinojosa del Campo, Raúl, por el largo tiempo que nos dedicó a enseñarnos el pueblo, sus calles, sus monumentos, sus historias, secretos y leyendas, para finalizar la mañana en el Teleclub degustando un helado botellín de cerveza entre decenas de parroquianos que dan vida y futuro a este bonito y agradable pueblo. Extiendo mi agradecimiento a Luis, responsable del mantenimiento general del pueblo, sin el cual esta particular y personalizada visita habría sido imposible.

Aquí somos y sois todos bienvenidos. Pero eso ya, amigos, es otra historia.

Lavadero
Fuente

Atalaya «El Tiñón»

Espectacular Atalaya situada en el término municipal de Rello (Soria).

Sin duda, se trata de la joya de la corona. Única en la provincia por su forma troncocónica, se encuentra perfectamente restaurada y es accesible hasta su piso más alto. Construida en el siglo X, consta de tres pisos, mide unos 9 metros de altura, cinco de diámetro y sus muros tienen más de un metro de grosor. Su estrecho acceso se encuentra a varios metros de altura al que se accedía con una escalera de mano siendo retirada en caso de presencia del enemigo. El paisaje desde la atalaya es espectacular y verás que hay contacto visual con el amurallado pueblo de Rello y las atalayas de Torre Melero y Ojaraca. Es el lugar perfecto para sentarse tranquilamente un buen rato, situarse, orientarse y entender y reflexionar sobre el funcionamiento del entramado defensivo de fortalezas y atalayas en la frontera del Duero.

Cuenta la historia que en este punto exacto falleció Almanzor, sin duda el general musulmán más temido por los cristianos a los que atemorizó sin descanso durante 25 años en 56 campañas de sangre y terror.

10 de agosto del año 1002, es mediodía, hace un calor infernal. Los tres soldados bereberes de la patrulla de vigilancia establecidos en la atalaya El Tiñón están en tensión. Conocen que Al Manssur bi Allah (el Victorioso de Dios), se ha visto forzado a regresar apresuradamente de su incursión en territorio cristiano por encontrarse gravemente enfermo.  Almanzor y sus tropas han hecho noche en la cercana fortaleza de Berlanga, a media jornada escasa. No tardará mucho en pasar el Gran General por la atalaya pues es el camino más seguro hacia Medinaceli donde se encuentra el cuartel general de la frontera.

Pronto divisan en el horizonte la interminable caravana de soldados que trasladan en litera al Caudillo derrotado por su grave enfermedad. Febril y semiinconsciente, Almanzor ordena hacer un alto en la Atalaya para que sus hombres descansen. En los últimos días sus tropas han sufrido un duro desgaste. Tras arrasar el Monasterio de San Millán de la Cogolla (La Rioja), han tenido que iniciar una rápida retirada por el repentino empeoramiento de salud de su General. Además, en esta imprevista retirada, que no huida y hasta el mismo límite de la frontera que marca el Duero en Gormaz, la retaguardia del ejército ha sido hostigada constantemente por las tropas cristianas aprovechando la debilidad de “El Victorioso”.

Almanzor, Abu Amir Muhammad ben Abi Amir al-Maafiri, postrado en su litera, a la sombra de su tienda, rodeado de los más allegados y siendo mudo testigo la atalaya, exhala su último suspiro. La dolorosa artritis gotosa que sufría desde hace años ha podido finalmente con él. El cuerpo es amortajado y trasladado con urgencia hasta Medinaceli donde recibe sepultura en un lugar hasta ahora desconocido. Desaparece el azote de la cristiandad. La historia lo recordará para siempre. Comienza el declive de Al Ándalus.

La Batalla de Guadalete. 1.310 años después.

En esta semana del 19 a 26 de julio, en el año 711, hace exactamente ahora 1.310 años, ocurrió un hecho histórico que cambió el rumbo de la historia de España para siempre:  Tuvo lugar la llamada batalla de Guadalete en la que se enfrentaron por vez primera las fuerzas musulmanas y las godas.

27-28 de abril del año 711. A los mandos del general bereber Tariq ibn Ziyad, cruzan el Estrecho 7.000 soldados en su gran mayoría bereberes. El desembarco se produce en Gibraltar (Yebel Tariq).

 En unas pocas semanas, se unen a estas tropas otros 5.000 soldados bereberes sedientos de sangre y saqueos. La conquista musulmana de la Península Ibérica ha comenzado.

Las tropas islámicas están totalmente motivadas pues obtendrán un buen botín de tesoros y mujeres, o bien alcanzarán el paraíso eterno en el caso de morir en batalla. Los bereberes son temibles, sanguinarios, buenos guerreros, expertos jinetes y utilizan tácticas de guerra desconocidas hasta ahora en la península. Los soldados están absolutamente convencidos de su éxito en el campo de batalla.

El grueso del ejército Godo, liderado por el rey Rodrigo, se encuentra en esos momentos en territorio navarro sofocando una rebelión y se dirigen hacia Algeciras, puede que con demasiadas prisas, en cuanto reciben la noticia del desembarco.

Los bereberes toman posiciones en la bahía de Algeciras y esperan la llegada de las tropas godas.

La batalla se desarrolla en la junta de los ríos Guadalete y Majaceite, a unos 7 km. al sur de Arcos de la Frontera y se prolonga durante días, entre el 19 y 26 de Julio de 711. El ejército bereber aplasta sin piedad al visigodo, dando muerte al rey Rodrigo cuyo cuerpo sin vida nunca apareció. Únicamente se recupera el cadáver de su caballo y una bota real. La ferocidad bereber y la destreza de sus jinetes con rápidos y cortos ataques se impone a un rancio ejército godo infestado de traidores.

Los musulmanes, ante esta gran victoria, tienen vía libre para internarse y dominar la Península Ibérica, lo cual consiguen en tan solo 10 años y sin excesivos enfrentamientos bélicos.  

Estos acontecimientos dieron lugar a la desaparición casi inmediata del oscuro, avaricioso, anticuado e invasor poder visigodo, a la presencia musulmana en España durante los siguientes setecientos años y a la unión de todos los cristianos con un mismo objetivo común, la reconquista, el germen que mil trescientos diez años después, da lugar a la España que disfrutamos todos hoy en día.

Qué menos que recordar una semana tan importante y olvidada como ésta. Mucha lista de Reyes Godos en el colegio y poco Emir o Califa andalusí. ¿Por qué en estos tiempos en los que hay días dedicados a las alitas de pollo o a los delfines huérfanos, no se recuerdan estas importantes y decisivas batallas de nuestra historia como son la de Guadalete (19-26 julio 711), Covadonga (28 de mayo de 722), Simancas (1 de agosto de 939), Alarcos (19 de julio de 1.195), Navas de Tolosa (16 de julio de 1212)?  Casi todas ellas ocurridas en el verano, con el buen tiempo, cuando se hacía la guerra en la Edad Media. Pero eso, amigo, ya es otra historia.

La Noche Toledana

Al Ándalus, año 796. Al-Hakam I, hijo y sucesor de Hissam I, asume el cargo de Emir con 26 años. Nacido en el año 770, fallece en Córdoba el 21 de mayo de 822 con cincuenta y dos años.

Su nombre significa “Juez, árbitro” y su sobrenombre es el de “indomable, incorrupto”.

Su madre, Zujurf, es una esclava que Carlomagno regaló a su padre.

De piel trigueña, alto, delgado y con nariz respingona. Gran orador, además de valiente y atrevido. Espléndido y generoso con los regalos. Muy desconfiado, temible y sanguinario en sus enfados. Le gusta la caza, el juego de pelota y los certámenes poéticos.

Deja 19 hijos varones y 21 hijas.

Formó un ejército realmente potente compuesto fundamentalmente por bereberes y mercenarios cristianos. Su guardia de Palacio estaba compuesta por más de dos mil hombres denominados “los mudos”, todos ellos extranjeros que no hablaban el idioma árabe ni el romance.

Su reinado está marcado por las rebeliones internas las cuales son aplastadas con mano de hierro, extrema violencia y crueldad. Veamos un ejemplo:

Año 797, Toledo. Sus habitantes intramuros son fundamentalmente mozárabes y muladíes de origen visigodo e hispano romano y aún llevan muy dentro el orgullo de la capitalidad de la ciudad en época Visigoda. Son gente soberbia, valientes y deseosos de independencia. Los árabes se concentran extramuros en grandes haciendas de los alrededores y bien protegidos. El caldo de cultivo perfecto para continuas rebeliones y las consiguientes molestias para el poder de Córdoba.

 Al Hakam I toma la decisión de dar un sangriento y definitivo escarmiento a los ciudadanos de Toledo. Para ello elabora un maquiavélico plan: Nombra gobernador de la ciudad a un hispano cristiano renegado y de su plena confianza llamado Ambrús (Ambrosio). Este nombramiento es aceptado de buen grado por los Toledanos acostumbrados al nombramiento de gobernadores de raza árabe, los cuales oprimían, abusaban y maltrataban sin límites a la población. Ambrús plantea a sus gobernados la construcción de una nueva fortaleza en la ciudad, de tal manera que el ejército se acantonará en la misma y no habrá necesidad de que los salvajes, violentos y descontrolados soldados tengan que residir en las viviendas de los ciudadanos. Con esta medida se pondría fin a los problemas lógicos que ello ocasiona y que todos podemos imaginar. Ambrús se gana así la total confianza de los Toledanos.

Una vez levantada la nueva fortaleza, siguiendo el plan inicial previsto y para no levantar sospechas, se simula una petición de tropas desde la frontera por haberse detectado movimientos hostiles del enemigo. Desde Córdoba sale un nutrido ejército, al frente del cual se encuentra ni más ni menos que el hijo de Al Hakan, el futuro Emir de Al Andalus, Abderramán II, el cual cuenta con tan solo catorce años de edad.

Como venía siendo habitual, el ejército que supuestamente se dirige a la frontera hace parada de avituallamiento y descanso en Toledo para, al poco tiempo, hacer creer a la población que el peligro en la frontera ya ha pasado por lo que las tropas deben regresar a Córdoba. Es entonces cuando Ambrús convence a los notables Toledanos para que conozcan en persona a Abderramán y quedan tan encantados en el encuentro que insisten al futuro emir para que permanezca en la ciudad varios días. Siguiendo el plan ideado, Abderramán se hace de rogar y acaba finalmente aceptando prorrogar su estancia en Toledo ofreciendo incluso a los notables la celebración de una gran fiesta, los cuales aceptan con satisfacción pues por fin parece que Córdoba quiere cambiar su posición frente a ellos.

La fiesta se celebrará en la nueva fortaleza levantada por Ambrús y en la que no se escatimará en gastos. Habrá abundancia de comida, bebida, música y folclore de todo tipo. En el día señalado, los invitados se agolpan en la entrada principal de la fortaleza y para evitar aglomeraciones en el interior, se les indica que vayan pasando en pequeños grupos para luego salir por la puerta trasera. La realidad es que a medida que los invitados van entrando, atraviesan un estrecho pasillo en cuyo final les esperan los soldados del emir para arrastrarlos de forma inmediata y sin miramiento alguno al borde de un foso del patio interior de la fortaleza donde son decapitados sin más. Los gritos de terror y el olor a carnicería son ahogados con los músicos y una cocina a base de fuertes especias. Los sangrientos despojos humanos van llenando el foso poco a poco.

Tras varias horas, cuando los notables se dieron cuenta de que no hacían más que entrar invitados pero ninguno de ellos salía por la puerta trasera, fueron conscientes de la trampa y salieron despavoridos del lugar para mantenerse ocultos hasta que las tropas musulmanas levantaran su campamento. Cuentan las crónicas que ese día se decapitaron a unos 700 notables Toledanos y mudo testigo de cada uno de los asesinatos fue el niño de catorce años, Abderramán, futuro Emir de Al Ándalus.

Este hecho tuvo las consecuencias esperadas pues los supervivientes no iniciaron rebelión alguna en la ciudad durante los siguientes catorce años.

Esta noche sangrienta es conocida como “La Jornada del Foso” y dicen algunos historiadores que es el origen de la expresión “Pasar una Noche Toledana”.

La última en solitario.

Sábado, 30 de noviembre de 2019, uno de los otoños más lluviosos y fríos de los últimos años. Hacía mucho que el tiempo no acompañaba para una buena y solitaria ruta por la provincia de Soria explorando nuevos territorios.

Tengo idea de visitar un torreón islámico que tengo localizado en el pueblo de Chaorna, en la zona sur de Soria, en Tierras de Medinaceli. Se trata de una zona para mi desconocida y voy con muchas ganas pues no ha parado de llover desde hace días. Llego a Maranchón (Guadalajara) donde tomo carretera (GU 406) en dirección norte para adentrarme en tierras sorianas.

La carretera transcurre por una zona espectacular y me interno poco a poco en el mayor bosque de sabinas de Europa situado en la Sierra de Solorio. Paso de largo por pueblos como Codes e Iruecha, haciendo la más firme promesa para, en un futuro, explorar detenidamente toda esta zona.

Hago parada en el pueblo Soriano de Judes donde me doy un paseo por sus calles principales sin que note la más mínima presencia humana. En la Plaza Mayor me entretengo admirando la iglesia y una casa cuya arquitectura me llama la atención. Hace frio y llueve intermitentemente.

Judes
Judes

Pongo rumbo hacia mi destino principal, pero al poco de salir de Judes veo un embarrado camino de arcilla que se interna en el bosque de sabinas. No me lo pienso dos veces y me adentro de lleno en ese inesperado camino para, después de muchos kilómetros, mucha lluvia, mucho barro y varias cruzadas con salidas del camino incluida (todo es llano), llegar al pueblo de Arcos de Jalón sin excesivos contratiempos. Visito el casco antiguo y en la Plaza Mayor disfruto del exterior de la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción (siglo XVI -XVIII) en cuya fachada hay una más que decorada placa con los oriundos del pueblo caídos en la Guerra Civil. Hay unos cuantos… Arcos de Jalón no quiere olvidar a sus vecinos.

Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. Arcos de Jalón

Cuando España estaba dominada por los musulmanes, Arcos de Jalón era una ciudad muy poblada y próspera que albergaba un importante enclave militar que, junto con Medinaceli, Somaén y Montuega, controlaba el valle del río Jalón, vía de comunicación entre la Meseta y el Valle del Ebro. Esta localidad, incluso una vez reconquistada, mantuvo un altísimo porcentaje de población musulmana hasta comienzos del siglo XVI. Por hacernos una idea, hay una crónica en la que los únicos cristianos del pueblo, el cura y el alcalde, enviaron un documento a su Obispado en el que comunicaban la ausencia total de parroquianos en cualquier acto religioso.

En un acto de responsabilidad, compro agua, pan y embutido en un super rural de los auténticos y me dirijo al cerro donde se ubica el Castillo cuyos restos actuales, edificados sobre una fortificación árabe anterior, datan del siglo XIV.

Del Castillo se mantiene la Torre del Homenaje y algún tramo de la muralla original. Desde el alto, si retrocedes mil años, sorprende el amplio territorio que se domina y a fecha actual puedes disfrutar de la visión del Arcos de Jalón moderno y antiguo separados por las ruinas en las que me encuentro.

Arcos de Jalón
Arcos de Jalón. Barrio antiguo
Arcos de Jalón

Por asfalto me dirijo finalmente hacia mi destino inicial, Chaorna, a unos 13 km. La carretera atraviesa un paraje espectacular y en ocasiones me recuerda a las dehesas extremeñas. Voy con mucha calma, sin prisa alguna, disfrutando de la soledad y el paisaje.

Tras una curva, aparece la primera visión del pueblo de Chaorna, entre desfiladeros, mimetizado con el paisaje y presidido en su punto más alto por el torreón árabe que busco. Me impresiona mucho. Creo estar llegando a una de las zonas más bonitas y desconocidas de la provincia de Soria.

Paro en la entrada del pueblo donde hay un ensanchamiento en la carretera con zona de juegos infantiles donde devoro un par de bocadillos. Justo enfrente, a unos 50 metros de donde me encuentro, se abre una puerta y sale una señora que se queda un buen rato mirándome con curiosidad. No hay más atisbo de vida. Hace mucho frio, el viento es infernal y la señora cuando se cansa de cotillear cierra la puerta y vuelve al calor de su hogar. Nunca más tuve noticias de ella. Ni de ella ni de nadie más.

Chaorna
Chaorna

Recorro a pie todos y cada uno de los rincones del pueblo. Se trata de un lugar espectacular, muy recomendable. Subo por una empinada, estrecha y resbaladiza cuesta hasta la iglesia y desde ahí al torreón. En el alto disfruto un buen rato del paisaje y de la absoluta soledad del lugar. Dejo volar unos minutos la imaginación con la visión que tendrían los soldados bereberes allí asentados y posteriormente sus repobladores vascos.

El torreón ha sido restaurado y merece la pena su visita aunque no sea posible acceder al interior. Data del siglo XI, tiene una altura de doce metros y los muros son de un metro de grosor.

Chaorna. Torreón árabe
Chaorna

 Comienzo la bajada por el mismo estrecho y resbaladizo callejón. En cuestión de una milésima de segundo y sin esperármelo, me veo estrellado en el suelo y con un fuerte golpe en la muñeca y la cadera. Maldigo mi suerte y agradezco no haberme roto nada. Me levanto sucio, mojado y dolorido. No hay nadie, me siento muy solo, vaya golpe me he dado. Sigo mi peligrosa bajada cojeando y con muchísima prudencia, no quiero verme en situación delicada y embarazosa. Hace ya muchos años, como medida de seguridad ante imprevistos que puedan ocurrirme fuera del vehículo, tomo la precaución de llevar el móvil en el bolsillo aunque sea para desplazarme unos pocos metros. Lo que no tengo en cuenta es que en esta zona de la España deshabitada no siempre hay cobertura. Pero bueno, dicen que para emergencias siempre hay cobertura, no lo tengo del todo claro.

 A los pocos minutos ya se ha calentado el cuerpo y deja de dolerme. Sigo andando por todo el pueblo y en otro extremo hay una curiosa chimenea de ladrillo rojo, junto a una fuente y una casa que debió ser en tiempos una fragua. Repito, creo que he descubierto uno de los pueblos más bonitos de la provincia. Sencillamente espectacular.

Chaorna
Chaorna

Chaorna

Vuelvo por la carretera por la que he venido en dirección Arcos de Jalón. A los pocos kilómetros veo un camino de tierra en buen estado con un cartel que indica “Arcos de Jalón”. Por supuesto opto por este camino. El firme es muy bueno, de grava blanca muy asentada y húmeda, por lo que impongo un ritmo fuerte donde disfruto de los 160 CV del motor japonés del Nissan. En estos terrenos, la verdad que este coche tiene un comportamiento excelente y es realmente divertido. Por las señalizaciones del camino, debe ser utilizado para el mantenimiento de un oleoducto que está soterrado al margen y de los túneles de la línea férrea del AVE. Cruzo por debajo de la vía del tren y el camino va empeorando poco a poco, si bien aún es muy accesible a pesar de los enormes charcos de agua y zonas embarradas.

Paso por el despoblado de Avenales y mantengo rumbo oeste, hacia Medinaceli, mi único punto de referencia conocido en todo este territorio. Me oriento con una simple brújula direccional situada en el salpicadero del coche por lo que realmente no sé exactamente en qué punto me encuentro y es divertido ir alternando los caminos buscando la dirección correcta.

En Velilla de Medinaceli me cruzo con tres seres humanos a los que pregunto si voy bien encaminado hacia la Ciudad del Cielo. Parece que sí y siguiendo sus indicaciones, vuelvo de nuevo a la soledad de los caminos. El día está muy gris, son las cuatro de la tarde y parece que anochece antes. Cae una lluvia intensa y muy fina.

A lo lejos, en una loma se dibuja la figura de una iglesia. La estampa es misteriosa, el cielo está plomizo y no hay signos de vida humana. Me voy acercando poco a poco y tomo el desvío que me lleva a este pueblo. El camino de acceso está en fuerte pendiente y con mucho barro, atravieso una primera línea de casas y aparezco de repente en una enorme plaza rectangular sin asfaltar, en cuesta y con la iglesia presidiendo desde la parte más alta. Se trata de un despoblado. Las casas, aún en pie, no están en muy mal estado. Hay grafitis en las paredes, muchos de ellos groseros. Me invade una sensación de congoja, el silencio es total, hace mucho viento y se oye el golpear de una chapa contra algún muro. Se me eriza la piel al bajarme del coche. Me siento observado.

La Lomeda
La Lomeda

Me quedo un buen rato cerca del coche, con las puertas abiertas, al acecho y atento a cualquier ruido o movimiento. No parece que haya nadie pero el lugar me inquieta. En el alto, presidiendo la plaza, está la iglesia con la puerta entreabierta. Un escalofrío recorre mi espalda. Con decisión y no siendo habitual en mí, no nos engañemos, me dirijo a la iglesia. A medida que me acerco, observo una ventana en el segundo piso y me imagino al chiflado de turno observándome. Me acojono yo solo. Sobreponiéndome a todo, traspaso el umbral de la iglesia. Los pelos se me ponen como escarpias pues la iglesia contiene aún bastante mobiliario pero todo está muy desordenado. Un banco, un confesionario, unas telas que cubren algo de la pared que no investigo qué es, el retablo desmontado en un lado…. El silencio es absoluto y noto mis músculos agarrotados. El miedo es libre. Al fondo hay otra puerta abierta pero no soy capaz de atravesarla, ni siquiera de acercarme a ella. Imponiéndome a mis miedos, desconozco si justificados o no, fotografío el interior de la iglesia y me voy cuanto antes. Me noto observado….

Llego al coche, arranco y me voy de este lugar con una rara sensación. El día incluso parece aún más gris.

La Lomeda. Interior de la iglesia
La Lomeda. Plaza

Este misterioso lugar es el pueblo llamado Lomeda. Es propiedad de la nobleza y en tiempos era una granja en la que vivían únicamente nueve familias. De los hijos que tuvieran estas familias, únicamente podía quedarse en el pueblo el más joven, el resto debían de abandonarlo de forma obligatoria por falta de alojamiento y medio de vida. Las familias recibían tierra y ganado para ganarse la vida, debiendo pagar una renta anual a los propietarios. Quedó deshabitado en los años sesenta del pasado siglo XX.

Sigo por caminos y la cosa empeora. El camino ya no es bueno, de tractor, con mucha agua y arcilloso. Caigo en las roderas de los tractores y voy golpeando con los bajos el centro del camino. ¡Maldita altura del Nissan! Voy totalmente tenso, el coche se va de un lado a otro, las ruedas con la arcilla pegada no agarran y el camino empeora. Son más de las 17 horas, no queda mucha luz, en algún tramo el coche se hunde en exceso y hago relucir de nuevo los 160 CV del nipón. El barro que arrancan las ruedas cae como lluvia sobre el techo, el capó y el parabrisas, perdiendo en ocasiones la visibilidad pues los limpias no dan más de sí. Vaya en la que me he metido de repente y no es momento para ello. Huele a atasco insalvable en soledad y a aventura nocturna en mitad de la nada. Me concentro al máximo. En ocasiones, viendo cómo se  cruza el coche en el camino, creo que puedo llegar a caer por un pequeño terraplén del lateral. Valoro un posible vuelco y me agarro al volante con fuerza.

De repente y sin esperarlo, a un lado veo una pequeña explanada para poder dar la vuelta y no me lo pienso dos veces. Cambio de sentido pero soy consciente de que aún no estoy libre de la posibilidad de pasar una de las peores tardes del año pues queda deshacer este impracticable camino. De nuevo la arcilla, el agua, el arrastrar y golpear los bajos al caer inevitablemente en las roderas. Supero el peor tramo de subida absolutamente embarrado donde el coche se cruza perpendicular al camino varios metros. Conservo la calma y logro encauzarlo con total delicadeza. La tensión es total.

Por fin llego a un cruce de caminos donde veo uno con buen firme y en dirección hacia Medinaceli. Tomo esta pista, está en buen estado y pronto llego a una carretera que a los pocos kilómetros me lleva directo a Salinas de Medinaceli donde paro en sus salinas para relajarme y coger unos trozos de sal como recuerdo de esta aventura. Aún me quedan unos 80 km de carretera hasta mi refugio donde llego ya de noche cerrada. La casa está helada, llueve a mares y paso la noche en la soledad más absoluta, orgulloso de poder dormir en una cama y no estar atascado en algún punto remoto y hasta las cejas de barro. Una vez en la cama, mi cuerpo recuerda el resbalón sufrido en ese callejón olvidado. Lo que no podía imaginarme era que había disfrutado de mi última aventura en solitario antes de que un bicho invisible y asesino y con parecido nombre de infantil y ridículo monigote olímpico, cambiara nuestras vidas para siempre. Pero eso, querido amigo, ya es otra historia.

Salinas de Medinaceli

El matrimonio Andalusí

La familia musulmana era patriarcal, al igual que la cristiana y judía, siendo la base de la misma el matrimonio celebrado entre el hombre y la mujer. El matrimonio se formaliza mediante la firma de un contrato entre los contrayentes en el que se regula la dote a percibir por la novia y otros aspectos de la relación matrimonial como podían ser, las causas de divorcio, el establecimiento del domicilio conyugal, no modificar el mismo sin consentimiento de la esposa, permitir la visita de los familiares de la novia, el tiempo que el marido podía ausentarse del domicilio, obligación del marido de no tomar concubinas sin el conocimiento y aprobación de la esposa, limitar su número, exigir al marido a proporcionar ayuda doméstica, etc…

Para entender hoy en día algunas de estas condiciones, hay que saber que el matrimonio musulmán es polígamo, pudiendo el hombre tener hasta cuatro esposas pero sin límite alguno en lo que se refiere a las concubinas siempre que pudiera mantener a todas ellas de forma adecuada y digna. Ello nos puede dar una idea de que únicamente los hombres de las clases más pudientes podían permitirse estos lujos.

Además de la firma del contrato indicado, la boda suponía, como hoy en día, grandes gastos para el banquete, el peinado de la novia, los músicos, los regalos, etc.

Como ya alguno estará pensando, muchos de los matrimonios Andalusíes, al igual que a lo largo de gran parte de la historia y en todo tipo de religiones, tenían fines económicos, sociales e incluso políticos, surgiendo el amor entre los contrayentes (si surgía) a lo largo del tiempo. El día de la boda se determinada previa consulta a los astrólogos y en un intento de garantizar el éxito de esta aventura.

Se permitían los matrimonios mixtos, pero no con la igualdad debida: El hombre podía casarse con mujeres que no fueran musulmanas (cristianas o judías) pero la mujer siempre debía hacerlo con un musulmán. De hecho, emires y califas como Abderramán II o Al Hakem II e incluso el propio general Almanzor se casaron con mujeres cristianas.

En Al Ándalus existía un floreciente mercado de esclavos donde los hombres de clase alta se nutrían de mujeres para su harem. Hablamos de las concubinas. Estas normalmente eran esclavas, podían pasar a convertirse en cónyuge legítimo de su dueño e incluso podían darle hijos lo que, en este caso, les otorgaba el privilegio de no poder ser vendidas. A las concubinas se las identificaba según su origen étnico-geográfico: negras, bereberes, rummies, siendo éstas últimas las más apreciadas pues procedían de territorios cristianos (norte de España, Europa), muchas de ellas hechas cautivas en operaciones de guerra o compradas en el correspondiente mercado. Con las concubinas negras se evitaba en la medida de lo posible tener descendencia por el evidente color de piel del futuro vástago.

En la concubina se apreciaba la belleza y la inteligencia, siendo muchas de ellas educadas en toda serie de artes y saberes. Compartían aposentos con las cónyuges legítimas y disfrutaban de libertad de movimientos, a diferencia de éstas, por todas las estancias de la casa de los señores. A las fiestas únicamente asistían las concubinas, quedando al margen de estas lúdicas actividades las esposas, las cuales eran depositarias del honor de la familia. La esposa tenía derechos y obligaciones y la concubina estaba al servicio de su dueño. Gran diferencia. Más de un hombre mataba o vendía sin miramiento alguno a aquella concubina que él entendiera que le había hecho ofensa. De forma inmediata, era sustituida por otra u otras compradas en el mercado.

En las clases altas y pudientes, la mujer casada no tenía necesidad de trabajar y pasaba la mayor parte del tiempo en el interior de la casa, saliendo de ella en contadas ocasiones para acudir al juez, al cementerio, a la mezquita, a los zocos o a los baños. En las clases sociales más bajas, la esposa tenía mayor libertad de movimientos y tenían trabajos remunerados como empleada de hogar, comadrona, matrona, nodriza, lavandera, hilandera y tejedora, trabajando también en el campo si eran de familia campesina. Tampoco faltaban las depiladoras, tatuadoras, plañideras, cantoras, echadoras de cartas e incluso maestras y médicos especializadas en mujeres y niños. La mujer, con independencia de su estatus social, podía tener propiedades y dinero.

La autoridad paterna en la familia Andalusí también queda reflejada en el nombre de los hijos habidos en el matrimonio. Junto al nombre propio del niño o niña, se menciona el nombre del padre o abuelo separados por el término «Ben» o «Ibn» (hijo de). Por cierto, los nombres de varón más comunes en Al Ándalus coinciden con el de profetas y personajes importantes de los textos sagrados: Ayyub (Job), Sulaiman (Salomón), Ibraim (Abraham), Musa (Moisés), Yayha (Juan), Isá (Jesús), Yusuf (José) y el más habitual de todos, Muhammad (Mahoma).

Origen de la ciudad de Soria

La actual provincia de Soria fue ocupada en el año 714 por tropas musulmanas  lideradas por el entonces Gobernador del Norte de África, el árabe Musa ibn Nusair.

Desde ese momento, la población civil (fundamentalmente musulmana) se concentra sobre todo en las actuales comarcas de Tierra de Ágreda, Campos de Gómara y Tierra de Almazán, convirtiéndose el resto de la provincia en zona militarizada y campo de batalla donde se producían continuos enfrentamientos entre los ejércitos cristiano y musulmán.

A comienzos del siglo X, la zona occidental de la actual provincia es reconquistada por el Reino de Navarra y el Condado de Castilla y no es hasta comienzos del siglo XII cuando la parte oriental de la provincia, desde el Moncayo hasta la actual ciudad de Soria, es recuperada para la cristiandad de forma pacífica por el rey de Aragón, Alfonso I «El Batallador».

Consecuencia de la actividad de repoblación llevada a cabo por el Rey aragonés, es cuando entre los años 1.109 y 1.119 la ciudad de Soria aparece por vez primera en las crónicas de la época. De forma oficial, los historiadores datan la fundación de esta pequeña gran ciudad en el año 1.119, hace 902 años, ni más ni menos.

Ermita de San Saturio
Palacio de los Condes de Gómara
Iglesia Virgen del Espino (Cementerio)

Los primeros asentamientos urbanos se realizan entre los cerros del Castillo y la Ermita del Mirón, puntos estratégicos para vigilar y controlar el paso sobre el río Duero. En el lugar ocupado por la actual ciudad de Soria no hay rastro de asentamientos celtíberos, romanos ni visigodos. Durante la ocupación musulmana sí debió existir un pequeño castillo o atalaya pero sin que ello suponga asentamiento estable de población, sino únicamente un pequeño destacamento militar con meras funciones de vigilancia sobre el río Duero.

En el año 1.119, la recién nacida ciudad de Soria forma parte del Reino de Aragón y es repoblada con gentes venidas de Aragón y Navarra. En el 1.134, tras la muerte de «El Batallador», queda sujeta a la soberanía Castellana. Comienza así una época de florecimiento de la ciudad y en la que Soria se convierte en punto de referencia económico y social de la frontera entre Castilla y Aragón. .

Iglesia de Santo Domingo

En el año 1.195, el Rey de Navarra Sancho el Fuerte saquea la ciudad de Soria, ocasionando este hecho un fuerte retroceso económico y social pues gran parte de los pobladores que sobreviven abandonan la zona por miedo a nuevos ataques del navarro. Ante esta situación, Alfonso VIII, Rey de Castilla (El Rey Niño de Soria), a través de un Fuero, fomenta una nueva etapa de repoblación de la ciudad concediendo importantes privilegios a quienes allí se establecieran.

Motivados por la intervención del Rey Niño, llegaron a la naciente ciudad de Soria campesinos que provenían de los pueblos de alrededor, guerreros acreditados que buscaban tierras, títulos de nobleza y aventuras, así como judíos y musulmanes que practicaban con habilidad sus actividades industriales y comerciales. Surge así una nueva etapa de esplendor en la que la ciudad se convierte en importante zona de paso en la nueva ruta entre Castilla y Aragón, punto vital de la actividad comercial entre ambos reinos y lugar de descanso y avituallamiento para reyes, señores y tropas.

San Juan de Rabanera
San Juan de Rabanera (Ábside)
San Juan de Rabanera (Portada)

De los inicios de la ciudad de Soria, entre las excentricidades propias de alcaldes del presente siglo sin conocimiento arquitectónico ni gusto alguno, sobreviven actualmente varios tesoros repartidos por la ciudad que destaco y entiendo son de obligada visita: la Iglesia de San Juan de Rabanera, la Iglesia de Santo Domingo, la Ermita de El Mirón, el Monasterio de San Juan de Duero, el Claustro de la Concatedral de San Pedro y por supuesto los restos del Castillo.

El libro de la historia de Soria no ha hecho más que comenzar a escribirse. Se convierte en población de referencia de la frontera entre los Reinos de Castilla y Aragón, donde desde comienzos del siglo XII hasta mediados del siglo XV, durante aproximadamente 360 años, entre ambos Reinos se libran duras batallas por este territorio y que posiblemente hayan dado a sus modernos pobladores esas características genéticas tan típicas y que el que suscribe es posible que lleve impregnadas en su ADN. Pero eso ya, queridos lectores y posiblemente amigos, es otra historia.

Santo Domingo (Portada)
Santo Domingo (Detalle Portada)
Santo Domingo (Detalle Portada)