Un día cualquiera en Marruecos

Octubre, 14 horas, 46,5 grados centígrados.

En un punto remoto del desierto de Marruecos, entre el Lago Iriki y el pueblo de Merzouga, se desplazan a toda velocidad por pistas muy rápidas, llanas y arenosas 11 vehículos Land Rover con 17 ocupantes a bordo.

Tras haber cruzado las montañas del Atlas por reviradas y vertiginosas pistas de tierra y con altitudes de hasta 2.500 metros, es nuestro cuarto día de travesía por el desierto. Estamos durmiendo bajo las estrellas y llevamos agua y comida para intentar ser lo más autónomos posible. No obstante, sí debemos acercarnos a zonas pobladas para recargar los depósitos de gasoil de nuestras máquinas donde aprovechamos para comprar pan recién hecho y fruta fresca. Por cierto, la excelencia de estos productos contrasta con la pésima calidad del gasoil marroquí.

Está siendo un día duro. Nos hemos puesto en marcha al amanecer para recorrer los aproximadamente 350 kilómetros que separan el Lago Iriki y el mar de dunas de Merzouga. En los días anteriores las distancias recorridas por el desierto han sido muy similares y con jornadas de más de doce horas de conducción fuera de asfalto.

Cruzando el lago Iriki

Hoy hemos sufrido un despiste de orientación y según los GPS nos hemos introducido en Argelia unos kilómetros. Cuando nos damos cuenta, iniciamos la vuelta y uno de los Land Rover sufre un pinchazo que provoca de forma irremediable que se prolongue nuestra estancia en este país al cual hemos entrado sin autorización y por medio de la nada. Tensa espera mientras se cambia la rueda y volvemos a Marruecos donde es habitual en esta zona de frontera ver puestos de militares y patrullas con vehículos perfectamente equipados para la guerra. Imagino que el país vecino corresponderá en los mismos términos, de ahí mi “intranquilidad” de haber sido un “sin papeles” durante kilómetros.

Volvamos a este punto remoto del desierto donde el calor es sofocante y hay una calima de un color blanco espeso que pone los pelos de punta. Curiosamente, el suelo tiene el mismo color, posiblemente debido a su alta salinidad, algún otro mineral o que se trata de algún efecto óptico o espejismo. La realidad es que yo no había visto nada semejante y la situación a primera vista parece bastante hostil. Observamos en la lejanía y en la dirección hacia la que nos dirigimos, un enorme camión con remolque, atascado en un profundo río de arena y a sus dos ocupantes deambulando por los alrededores pues poco podían hacer.

En el desierto, como en el mar, existe esa ley no escrita de auxiliar al que se encuentre en apuros y no dudamos en parar por si podemos echar una mano. El remolque del camión se había desenganchado de la cabina, por lo que a los pocos segundos los diecisiete ocupantes de nuestra expedición nos vemos involucrados en la difícil tarea de enganchar primero el remolque para posteriormente tirar de la cabina y liberar el camión completo y de una sola vez.

La labor de enganchar el remolque es más complicada de lo previsto inicialmente, pero conseguimos hacerlo tras montar un dispositivo perfectamente ideado y en el que fue fundamental la intervención de varios de nuestros land rover situados y enganchados estratégicamente en varios puntos del lateral del remolque. Sin duda, la fuerza bruta animal también fue determinante para el éxito de la misión.

Mientras tanto, se unen a nuestro equipo de rescate los ocupantes de un par de furgonetas marroquíes que pasan por los alrededores. En este desierto sorprende ver a los locales desplazarse por estos inhóspitos territorios aparentemente lejos de cualquier sitio civilizado y en cualquier tipo de vehículo, nada que ver con los nuestros. Es admirable.

Enganchado el remolque, aliviamos de arena las ruedas del camión en la medida de lo posible y enganchamos a la cabina dos potentes Land Rover Defender. Ya es cuestión de coordinación entre las dos bestias tractoras, reductora, sacar a relucir los cientos de caballos que hay bajo el capó y tirar, tirar fuerte, más fuerte aún, ¡que el Land Rover puede!

Y por supuesto que pudimos. Fue impresionante la sensación de fuerza y poder que me transmitió el Defender en esos momentos. Las ruedas de taco se agarraban con fuerza a la arena y mis 160CV recién estrenados hicieron muy bien su papel.

Así, tras varias horas de duro trabajo y tras perder posiblemente varios kilos por la tremenda sudada, el camión fue liberado. Intercambiamos abrazos fraternales con nuestros nuevos amigos y proseguimos nuestro viaje hasta Merzouga donde, hoy sí, cenaremos comida recién hecha, nos daremos una buena ducha con cambio de ropa incluido que ya hace falta y dormiremos en una cama con el objetivo de reponer fuerzas para el resto de los días que nos quedan de vagar por este desierto. Pero eso ya, querido lector, es otra historia.

3 comentarios en «Un día cualquiera en Marruecos»

  • 7 de octubre de 2021 a las 20:53
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    He pasado un buen rato recordando los tiempos en que hice dos viajes por esos territorios que son difíciles de olvidar….
    Sigue recordando, que así podemos revivir todos….
    Gracias.
    Un abrazo

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  • 7 de octubre de 2021 a las 09:18
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    Que experiencias en sitios tan solitarios pero frecuentados para encontrarse con gente Me gusta leerlo ya que no los visito . Muy bueno Rafa

    Respuesta

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