La Noche Toledana

Al Ándalus, año 796. Al-Hakam I, hijo y sucesor de Hissam I, asume el cargo de Emir con 26 años. Nacido en el año 770, fallece en Córdoba el 21 de mayo de 822 con cincuenta y dos años.

Su nombre significa “Juez, árbitro” y su sobrenombre es el de “indomable, incorrupto”.

Su madre, Zujurf, es una esclava que Carlomagno regaló a su padre.

De piel trigueña, alto, delgado y con nariz respingona. Gran orador, además de valiente y atrevido. Espléndido y generoso con los regalos. Muy desconfiado, temible y sanguinario en sus enfados. Le gusta la caza, el juego de pelota y los certámenes poéticos.

Deja 19 hijos varones y 21 hijas.

Formó un ejército realmente potente compuesto fundamentalmente por bereberes y mercenarios cristianos. Su guardia de Palacio estaba compuesta por más de dos mil hombres denominados “los mudos”, todos ellos extranjeros que no hablaban el idioma árabe ni el romance.

Su reinado está marcado por las rebeliones internas las cuales son aplastadas con mano de hierro, extrema violencia y crueldad. Veamos un ejemplo:

Año 797, Toledo. Sus habitantes intramuros son fundamentalmente mozárabes y muladíes de origen visigodo e hispano romano y aún llevan muy dentro el orgullo de la capitalidad de la ciudad en época Visigoda. Son gente soberbia, valientes y deseosos de independencia. Los árabes se concentran extramuros en grandes haciendas de los alrededores y bien protegidos. El caldo de cultivo perfecto para continuas rebeliones y las consiguientes molestias para el poder de Córdoba.

 Al Hakam I toma la decisión de dar un sangriento y definitivo escarmiento a los ciudadanos de Toledo. Para ello elabora un maquiavélico plan: Nombra gobernador de la ciudad a un hispano cristiano renegado y de su plena confianza llamado Ambrús (Ambrosio). Este nombramiento es aceptado de buen grado por los Toledanos acostumbrados al nombramiento de gobernadores de raza árabe, los cuales oprimían, abusaban y maltrataban sin límites a la población. Ambrús plantea a sus gobernados la construcción de una nueva fortaleza en la ciudad, de tal manera que el ejército se acantonará en la misma y no habrá necesidad de que los salvajes, violentos y descontrolados soldados tengan que residir en las viviendas de los ciudadanos. Con esta medida se pondría fin a los problemas lógicos que ello ocasiona y que todos podemos imaginar. Ambrús se gana así la total confianza de los Toledanos.

Una vez levantada la nueva fortaleza, siguiendo el plan inicial previsto y para no levantar sospechas, se simula una petición de tropas desde la frontera por haberse detectado movimientos hostiles del enemigo. Desde Córdoba sale un nutrido ejército, al frente del cual se encuentra ni más ni menos que el hijo de Al Hakan, el futuro Emir de Al Andalus, Abderramán II, el cual cuenta con tan solo catorce años de edad.

Como venía siendo habitual, el ejército que supuestamente se dirige a la frontera hace parada de avituallamiento y descanso en Toledo para, al poco tiempo, hacer creer a la población que el peligro en la frontera ya ha pasado por lo que las tropas deben regresar a Córdoba. Es entonces cuando Ambrús convence a los notables Toledanos para que conozcan en persona a Abderramán y quedan tan encantados en el encuentro que insisten al futuro emir para que permanezca en la ciudad varios días. Siguiendo el plan ideado, Abderramán se hace de rogar y acaba finalmente aceptando prorrogar su estancia en Toledo ofreciendo incluso a los notables la celebración de una gran fiesta, los cuales aceptan con satisfacción pues por fin parece que Córdoba quiere cambiar su posición frente a ellos.

La fiesta se celebrará en la nueva fortaleza levantada por Ambrús y en la que no se escatimará en gastos. Habrá abundancia de comida, bebida, música y folclore de todo tipo. En el día señalado, los invitados se agolpan en la entrada principal de la fortaleza y para evitar aglomeraciones en el interior, se les indica que vayan pasando en pequeños grupos para luego salir por la puerta trasera. La realidad es que a medida que los invitados van entrando, atraviesan un estrecho pasillo en cuyo final les esperan los soldados del emir para arrastrarlos de forma inmediata y sin miramiento alguno al borde de un foso del patio interior de la fortaleza donde son decapitados sin más. Los gritos de terror y el olor a carnicería son ahogados con los músicos y una cocina a base de fuertes especias. Los sangrientos despojos humanos van llenando el foso poco a poco.

Tras varias horas, cuando los notables se dieron cuenta de que no hacían más que entrar invitados pero ninguno de ellos salía por la puerta trasera, fueron conscientes de la trampa y salieron despavoridos del lugar para mantenerse ocultos hasta que las tropas musulmanas levantaran su campamento. Cuentan las crónicas que ese día se decapitaron a unos 700 notables Toledanos y mudo testigo de cada uno de los asesinatos fue el niño de catorce años, Abderramán, futuro Emir de Al Ándalus.

Este hecho tuvo las consecuencias esperadas pues los supervivientes no iniciaron rebelión alguna en la ciudad durante los siguientes catorce años.

Esta noche sangrienta es conocida como “La Jornada del Foso” y dicen algunos historiadores que es el origen de la expresión “Pasar una Noche Toledana”.

6 comentarios en «La Noche Toledana»

  • 21 de julio de 2021 a las 13:27
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    Además de estar escrito de una forma muy fácil de leer, me encanta aprender este tipo de historías.

    Lo que me sorprende es ver que le gustaba el juego de pelota…… ¿sabes a qué juego se refiere? el origen? en el País Vasco el juego de pelota lo llevamos en la sangre pero no creo que sea de origen musulmán…..

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    • 23 de julio de 2021 a las 07:13
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      Gracias por tu comentario. Por lo que he podido averiguar, Al Hakam era un experto jugador de lo que hoy conocemos como «Polo». Los musulmanes introdujeron en la península este deporte de origen Persa.

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