Con carácter general y en mi día a día, yo no creo en las casualidades. Si nos detenemos a pensar en lo que en un principio parece y hemos calificado como una casualidad, poco a poco, hilando situaciones, conversaciones, intenciones, acciones, omisiones y otros aspectos, es muy posible que podamos darnos cuenta de que, normalmente, lo acontecido no es una casualidad y que tiene una explicación lógica, intencional o no.
Pero siempre hay excepciones y creo que me enfrento a una de ellas. Todos hemos oído alguna vez hablar del Papa Luna, pero en mi caso nunca me había detenido a pensar sobre este personaje. Sí sabía que era un español que, en época medieval, llegó a ser Papa y que la Iglesia, a día de hoy, lo identifica como el anti Papa. Nada más.
He logrado sobrevivir hasta ahora con este prácticamente nulo conocimiento sobre el Papa Luna y sin que nada hubiera significado para mí, hasta que, en el último mes y medio, este personaje ha aparecido en mi vida de forma repentina y reiterada, lo cual me ha llamado mucho la atención y creo, espero, que se trata de una simple casualidad.

La primera vez fue a finales del mes de julio visitando la ciudad de Aviñón, en el sur de Francia y donde nuestro amigo ejerció su papado durante casi diez años. La segunda, a mediados de agosto, visitando la localidad de llueca, provincia de Zaragoza, su lugar de nacimiento. Y la tercera ya en septiembre, sin duda fruto de la casualidad más auténtica, en forma de podcast que ponía fin a la quinta temporada de un programa de historia que emite radio Aragón y del cual soy fiel seguidor.
Para situarnos y antes de continuar con sesudas cuestiones existenciales y casuales con tintes eclesiásticos, me gustaría indicar que en toda la historia de la Iglesia ha habido otros tres Papas españoles. Dámaso I (366-388), Calixto III (1455-1458) y Alejandro VI (1492-1503). Tampoco lo sabía. Dejaremos el estudio de estas figuras para un futuro espero que no muy lejano, salvo que aparezcan en mi vida, por casualidad o no, de una forma tan repentina e intensa como lo ha hecho el Papa Luna.
Y como sigo sin creer en las casualidades, pero desconozco el motivo por el que el Papa Luna ha irrumpido en mi vida sin previo aviso y de forma tan intensa y en tan corto periodo de tiempo, aquí está su historia, por si ha sido su intención que deba dar a conocer su persona en este blog rebosante de amigos de los viajes y de historias y personajes medievales.

Pedro Martínez de Luna y Pérez de Gotor, nació en Illueca el día 25 de noviembre de 1328, en el castillo palacio de esta localidad el cual pertenecía a su familia materna. Su padre, Juan Martínez de Luna, era miembro de la gloriosa y poderosa familia noble de los Luna. De su madre, María Pérez de Gotor, también de importante y adinerada familia noble, podemos comentar como curiosidad, que, al revisar su genealogía de los cien años anteriores al nacimiento de su hijo, es descendiente del último gobernador musulmán de Mallorca, Abu Yahia. Hagamos un inciso para explicar este aspecto tan curioso, el cual da lugar a que un Papa de la Iglesia Católica tuviera en su ADN algo de sangre Almohade, en definitiva, sangre musulmana.
En el año 1229 Jaime I el Conquistador arrebata Mallorca a los musulmanes y captura al hijo del gobernador, el cual contaba en ese momento con trece años. Jaime I decidió adoptar a este niño que fue bautizado a los 18 años, siendo apadrinado por el propio rey de quien tomó el nombre. Jaime, ya como cristiano, se casó con Eva de Alagón y Luna y el rey le concede como dote, en el año 1250, el señorío de Gotor. A partir de este momento, al almohade se le conoce como Jaime de Gotor, naciendo así uno de los linajes más influyentes y poderosos de Aragón.

Hereda el Señorío el hijo del almohade, Blasco de Gotor, el cual contrae matrimonio con una noble de la familia Alagón, Sancha de Alagón. A sus hijos, posiblemente para honrar la memoria del padre de ella, Miguel Pérez de Alagón, se les bautiza con el apellido Pérez de Gotor. Blasco incrementa el poderío de su linaje cuando recibe además el señorío de Illueca.
Un hijo de este matrimonio, Miguel Pérez de Gotor, hereda a su vez el Señorío y de su matrimonio con otra noble y rica heredera, María Sánchez de Zapata, tiene dos hijos, Ximen y María Pérez de Gotor. Ésta última, madre de nuestro protagonista, asume el señorío después del temprano fallecimiento de su hermano Ximen.
Tras estos breves comentarios para justificar la ascendencia musulmana del Papa Luna, sigamos con su persona. En cualquier caso, con ascendencia musulmana o sin ella, el Papa Luna nació en el seno de una de las familias más poderosas del reino de Aragón, emparentada con las mejores familias e incluso con la propia realeza. Al tratarse de un hijo segundón, era habitual que su destino fuera el religioso, por lo que inicia los estudios correspondientes en Calatayud, Zaragoza y Montpelier, doctorándose en derecho canónico e iniciando así una fructífera carrera en la que es nombrado Cardenal por el Papa Gregorio XI en el año 1375. No olvidemos su etapa de docente en la universidad de Montpelier entre los años 1360 y 1370, siendo descrito por un compañero historiador como “bajo de estatura y esbelto, un hombre de genio y muy sutil para descubrir cosas nuevas”
Es con ocasión de lo que venimos conociendo como el Cisma de Occidente, por lo que el Papa Luna es más que conocido, dado que fue uno de sus máximos protagonistas. Veamos cual es su historia.


En el siglo XIII, el papado se encontraba muy sometido al poder del reino francés, por lo que, en el año 1309, por orden del Papa Clemente V, se traslada la sede pontificia de Roma a Aviñón, donde el clero comienza un periodo caracterizado por el lujo y la opulencia. Es Gregorio XI quien regresa a Roma en el año 1377, ya acompañado de nuestro maño Cardenal Luna y con la intención de restablecer la sede pontifical en Roma. Sin embargo, se encuentra una ciudad violenta, caótica, en ruinas y con continuos levantamientos populares. Dadas las circunstancias, decide su regreso cuanto antes a Aviñón, pero antes de iniciar el viaje fallece en el año 1378.
Entre graves disturbios populares, se celebra en Roma el cónclave de Cardenales para elegir nuevo Papa, siendo designado Urbano VI, que, si bien no era Cardenal, su nombramiento parece que convence al pueblo que exigía con violencia que el designado fuera de origen italiano y en un intento de dejar atrás más de setenta años de Papas franceses en la sede de Aviñón. Urbano VI es contrario al lujo con el que vivían los miembros de la iglesia, por lo que los Cardenales, ante el temor de verse privados de la buena vida que venían disfrutando y alegando las presiones políticas y sociales recibidas para su nombramiento, deponen a Urbano y celebran nuevo cónclave designando a Clemente VII el cual, junto con el Cardenal Luna, se instala de nuevo en la sede de Aviñón. Urbano VI se niega a su destitución y sigue ejerciendo como Papa en Roma, dándose así la circunstancia de que en ese momento la Iglesia tiene dos Papas, uno en Roma y otro en Aviñón. Comienza el Cisma de Occidente.

Clemente VII fallece en Aviñón en el año 1394 y le sucede nuestro amigo Luna, adoptando el nombre de Benedicto XIII. El Papa Luna, manteniéndose en sus trece, entiende que su nombramiento es legítimo y no el de Urbano VI, pues este no había ostentado previamente el cargo de Cardenal. Dicen que la expresión “manteniéndose en sus trece” tiene aquí su origen.
En 1389 fallece Urbano VI y el cónclave romano nombra sucesor, manteniéndose así esta profunda división de la Iglesia.
Nuestro Papa Luna no es del agrado de los franceses, por lo que le retiran su apoyo económico, político y militar, para acabar incluso reconociendo como legítimo al Papa con sede en Roma. La sede pontificia de Aviñón es asediada por las tropas francesas en un intento de obligar a nuestro compatriota a abandonar la misma, lo cual consiguen en el año 1403. No obstante, Castilla, Aragón, Sicilia y Escocia siguen apoyando y reconociendo como pontífice al aragonés. Ya que nombramos a Escocia, hay que decir que por bula de nuestro Papa fue fundada la más que reconocida, incluso hoy en día, universidad escocesa de Sant Andrews.


Es en 1408 cuando el Papa Luna, que se mantiene en la legitimidad de su nombramiento, se refugia en Aragón donde, con ocasión del fallecimiento sin descendencia del rey Martín el Humano, idea un sistema de nombramiento de nuevo rey, entre varios candidatos, a base de compromisarios que representaban los territorios más relevantes de Aragón (Aragón, Valencia y Cataluña). Todo un visionario en esta forma de nombrar sucesor y de la que finalmente resultó elegido Fernando de Trastámara gracias sin duda alguna al apoyo recibido del propio Papa Luna. Este Fernando, una vez rey, olvida la ayuda recibida del Papa y acaba retirándole incluso su obediencia. De Martín el Humano hay que decir que falleció de un ataque de risa e indigestión. Dicen que en una copiosa comida le hizo tanta gracia lo que hacían los bufones que murió allí mismo descojonándose, entre risas y agónicos estertores.
En 1411, aún en su condición de Papa pues se mantiene en sus trece, Luna establece su residencia en la fortaleza de Peñíscola donde lejos de aislarse del mundo, continuó su enfrentamiento con la sede pontificia de Roma. En el Concilio de Constanza (1417) fue condenado como hereje y antipapa e incluso fue excomulgado. Sufrió varios intentos de envenenamiento, pero sobrevivió a todos ellos, falleciendo por causas naturales en el año 1423 a los 94 años.
Él siempre se consideró un Papa legítimo pues ocupó previamente el cargo de Cardenal y su nombramiento como pontífice fue anterior al Cisma. Como buen aragonés, siempre se mantuvo en sus trece.
A su fallecimiento, sus Cardenales eligieron sucesor, Clemente VIII, quien acabó renunciando al cargo a los pocos años y debido a las presiones recibidas de la corona aragonesa. Hay quien dice que esta línea de Papas, de anti Papas, ha continuado incluso hasta hoy en día. Pero eso, amigos, ya es otra historia.

















































































































