Trashumante (I) Dña. Jacoba

22 de diciembre de 1852. San Andrés de San Pedro. Soria. Invierno

Dña. Jacoba hoy se encuentra especialmente triste. Hace ya unas semanas que comenzó a nevar intensamente y es prácticamente imposible moverse por las calles del pueblo a pesar de que algunos vecinos intentan mantenerlas limpias. Las copiosas nevadas y la permanente helada hacen incluso que sea peligroso deambular por el exterior. Una gruesa capa de hielo cubre hasta el más mínimo rincón.

San Andrés de San Pedro. Calle principal
San Andrés…fachada

Los días están siendo tristes, grises y muy nublados. El sol hace semanas que no brilla y las temperaturas  permanecen bajo cero durante todo el día. Su obsesión es mantener el fuego del hogar lo más vivo posible para al menos tener un lugar para ella y sus hijos donde calentarse. En estos últimos días todos sus pensamientos giran en torno a su querida vecina Ciriaca, la cual ha perdido recientemente al menor de sus hijos de tan sólo dos años de edad a causa de una fulminante pulmonía. El niño empezó a toser, luego vinieron las fiebres y en tres días comenzó a echar sangre muy oscura por la boca. Murió de madrugada el domingo pasado sin que pudiera recibir siquiera la visita del médico de San Pedro. La nieve en los caminos y montes supera el metro de altura y cualquier desplazamiento es del todo punto imposible y muy arriesgado. El aislamiento es total y durará semanas.

Cementerio de San Andrés de San Pedro

Desde que su marido D. Ignacio marchara a Extremadura con las ovejas a mediados del mes de septiembre, nada ha vuelto a saber de él. ¿se encontrará bien? ¿se le habrá curado el profundo corte en la mano que se hizo durante el verano  y por el cual casi pierde los dedos pulgar e índice de su mano izquierda? ¿habrá conseguido arrendar las fincas a buen precio? ¿habrá sufrido el ataque de los lobos en el camino? ¿y las ovejas? ¿estarán bien? Ninguna pregunta obtiene respuesta…

Anochece pronto. Parece que el pueblo está vacío, carente de vida. Nadie sale de sus casas, son días realmente duros y extremos. Hasta los animales estabulados en la planta baja de la casa, dos cerdos, siete ovejas y un borrico, están estos días más calmados. Casi ni se les oye y se encuentran muy quietos y parecen asustados cuando baja a echarles de comer. Dña. Jacoba piensa que es posible que también estén de duelo por la muerte del hijo de la Ciriaca. En la lejanía, en lo más profundo de la Sierra de Oncala, se oye el aullido de los lobos como si presagiaran alguna otra desgracia sobre algún habitante de San Andrés.  Dña. Jacoba, solo de pensarlo, se estremece y un escalofrío recorre cada centímetro de su cuerpo.

Cae una intensa helada, posiblemente la temperatura en el exterior sea de entre 15 y 20 grados bajo cero. Dña. Jacoba alimenta el fuego y coloca sobre el mismo un caldero de agua para hervir. Hay que ir preparando la cena para sus ocho hijos: gachas con tocino un día más.

Por la noche, cuando todos duermen, Dña. Jacoba aprovecha para remendar los rotos en la ropa de sus hijos e hilar lana que sirve para apoyar la economía familiar. Últimamente le cuesta conciliar el sueño.

Oncala

Antes de que amanezca, la actividad de Dña. Jacoba dentro de la casa es frenética: encender la lumbre, dar de comer a los animales, ordeñar las ovejas, calentar agua al fuego para asear a los críos y preparar sus desayunos a base de leche recién ordeñada de las ovejas y restos de pan duro de hace días.

La Navidad está cerca y es motivo de alegría para las familias del pueblo. En Nochebuena se reunirán en la escuela las mujeres, los niños y los ancianos. Llevan días preparando la cena que excepcionalmente será abundante y variada. Incluso se tomarán la licencia de tomar algo de licor, siempre con moderación por supuesto. Este año, Crescencio, el más anciano del pueblo con sus 98 años, ha puesto a disposición de la comunidad un cerdo de tamaño mediano que ya cuelga desollado y limpio en su pajar desde hace un par de días. Con la carne más exquisita las mujeres cocinarán un sabroso y nutritivo caldero acompañado de patatas, ajos y cebolla. Igualmente, se prepararán unas buenas ascuas donde asar el resto del cerdo y tres pavos donados en verano por D. Eulogio, médico de la comarca y del que nadie sabe nada desde hace semanas debido al temporal.

Gracias a Dios, el párroco tiene su residencia en una pequeña casa adosada a la iglesia del pueblo, dedicada a San Andrés, donde podrán celebrar con devoción la misa del Gallo y rezarán por sus padres, hijos y maridos trashumantes que desde hace meses se encuentran en mitad de la nada e incomunicados con el ganado a cientos de kilómetros de distancia.

Dña. Jacoba, en una ocasión, escuchó a un comerciante de ganado venido de León, que en la capital, Madrid, se celebra con alegría y grandes fiestas la noche del 31 de diciembre y con motivo del cambio de año. Contaba el comerciante que las mujeres y los hombres se visten con sus mejores galas para acudir al baile y beber champán, una bebida amarga y con burbujas que provocan cierto cosquilleo en la garganta. ¡¡Champán!! Dios mío ¿Qué es eso?, piensa Dña. Jacoba mientras sorbe una taza de consomé enriquecido con las tripas secas y ya revenidas del cerdo que mataron hace ya casi un año. La próxima vez que vea al médico, D. Eulogio, le preguntará si conoce esa bebida pues es hombre de mundo y cultivado. Con estos pensamientos, Dña. Jacoba se acurruca en su cama apenas calentada con un brasero y se mantiene en duermevela unas pocas horas, hasta que se levante de nuevo para sus rutinarios quehaceres diarios. Pero eso ya, amigos, es otra historia…

Un comentario en «Trashumante (I) Dña. Jacoba»

  • 29 de abril de 2021 a las 10:29
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    ¡Qué bonito artículo!
    Espero que pronto te animes a poner por aquí tus videos de reportero….

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