La Guerra Bereber

No hay duda de que uno de los pilares más importantes del gobierno de Almanzor fue su ejército, uno de los más especializados, preparados y temidos de Al Ándalus.

Se trataba de un ejército moderno, profesional y absolutamente leal a su General y compuesto fundamentalmente por tropas bereberes traídas del norte de África, mercenarios cristianos, tanto españoles como de otros países europeos, mercenarios del África negra, así como abundante personal civil reclutados para una campaña en concreto y numerosos grupos de voluntarios movidos generalmente por motivos religiosos.

Se trata de un ejército muy potente tanto a nivel ofensivo como defensivo, absolutamente fiel y por qué no decirlo, prácticamente invencible.

Así, Almanzor consiguió crear un ejército con un total de unos 70.000 efectivos, de los cuales, 45.000 eran jinetes y 25.000 infantes de a pie.

Los jinetes tenían fama contrastada en combate. Los mejores, sin duda, eran los jinetes bereberes por su dominio del caballo y la ligereza de su equipamiento militar, lo que les dotaba en combate de una velocidad y libertad de movimientos que sorprendían a los cristianos. Los jinetes eran considerados de rango superior al de los infantes, tenían derecho a una mayor parte del botín, el caballo era de su propiedad y normalmente iban acompañados por un escudero que portaba en una mula su equipaje, armas y proyectiles.

El jinete iba protegido por una cota de malla que les cubría hombros y cuello, casco metálico, portaba escudo y utilizaba normalmente lanzas, hachas de doble filo y sable curvo. También eran muy eficaces en el manejo del arco a pleno galope.

Si bien el caballo del bereber y su equipamiento de guerra era más pequeño y ligero que el de los cristianos, existían también caballeros bereberes muy del estilo del enemigo, con caballos muy protegidos, más grandes y fuertes para que aguantaran además el peso del jinete ataviado con pesadas armaduras.

Los infantes, las tropas de a pie, también se protegían con escudos, casco y protectores de cuero o malla. Su arma personal era la espada corta, pero también portaban hachas, mazas, lanzas cortas arrojadizas u otras más largas con las que frenar a la caballería cristiana. También existían especialistas en el uso de armas concretas como arqueros, lanzadores de jabalina o verdaderos maestros en el manejo de la honda.

La táctica de guerra más habitual consistía en rápidas incursiones de caballería en territorio cristiano, con el objetivo de obtener botín, restar fuerzas al enemigo, generar inestabilidad e inseguridad, evitar asentamientos cerca de las fronteras, así como sembrar el pánico y el terror entre la población cristiana. En estas rápidas intervenciones las prácticas más habituales consistían en arrasar los cultivos, talar los bosques, robar ganado, asesinar a la población civil y secuestras a hombres, mujeres y niños para ser esclavizados. La caballería era fundamental en este tipo de guerra contra los cristianos pues otorgaba rapidez, velocidad y el factor sorpresa en la acción.

Cuando el ataque consistía en el asalto de una ciudad o fortaleza, las tropas islámicas se asentaban en los alrededores sin esconderse, a la vista, observando y controlando los movimientos de su enemigo, generando con su simple presencia miedo, terror e inseguridad a los defensores.  Al poco tiempo, levantaban el campamento para asolar la zona circundante, cortar comunicaciones y suministros y provocar así el aislamiento de los asediados. Finalizadas estas tareas, volvían al asentamiento inicial para el definitivo asedio y posterior toma del objetivo.

En los asedios se utilizaban piezas de artillería que lanzaban flechas, piedras o granadas incendiarias. También se utilizaban otro tipo de máquinas para superar las murallas de ciudades y fortalezas, ya fuera por su parte superior con grúas elevadoras, escalas, torres de asedio, a través de ellas, utilizando taladros y arietes o por su parte inferior con obras de minado. Puede que resulte más curiosa la opción de atacar las murallas por su parte inferior, para la que se utilizaban dos técnicas diferentes. Una de ellas consistía en la simple excavación de un túnel bajo la muralla para penetrar en el recinto y una segunda en la que excavaba un túnel por debajo y se llenaba de material combustible al que se le prendía fuego y provocaba el derrumbe de parte de la muralla.

Para poder atacar las murallas, las tropas se acercaban a la misma protegidos por los llamados “abrigos colectivos”, donde se incluyen todo tipo de escudos, parapetos o techumbres móviles y que podían ser desplazados a mano o con ruedas.

En contra de lo que pudiera parecer, la batalla campal se evitaba si era posible. No obstante, se dieron muchas de ellas y en las que el ejército islámico se organizaba en perfecta formación, situando en vanguardia a los infantes, posteriormente a los arqueros y honderos, quedando la caballería en retaguardia y en los flancos.

Las tropas portaban estandartes con figuras de animales poderosos como dragones, leones o águilas y existían grupos de músicos que, a ritmo de tambor, acompañaban a las tropas en sus desplazamientos e incluso en el propio combate, lo que aumentaba, si cabe, el pánico cristiano.

Los ataques contra territorio cristiano se comenzaban a preparar en primavera, para que todo estuviera listo para el verano, con el buen tiempo. En esta época del año, los ejércitos pueden obtener suministros y víveres durante la campaña y la movilidad es mucho mayor. Se enviaban mensajeros por todo Al Ándalus para movilizar a las tropas y se preparaba el abastecimiento de alimentos, tiendas y diverso equipamiento militar. Antes de partir hacia el frente, las tropas desfilan en la ciudad de Córdoba recibiendo el homenaje y el aliento del pueblo.

Durante el trayecto hasta la frontera, Medinaceli, que duraba entre 12 y 13 días, se van uniendo a la comitiva las tropas movilizadas provenientes de todos los rincones de Al Ándalus, así como los grupos de voluntarios. En esta ciudad, cuartel general de la frontera, cargaban las armas pesadas de asedio, dirigiéndose desde ahí hasta Gormaz donde se adentraban ya en tierra de nadie dispuestos a castigar con crueldad y sin piedad a los cristianos. 

Para finalizar, no debemos olvidar la importancia de la Marina andalusí, la cual fue utilizada por Almanzor en la campaña de destrucción de Santiago de Compostela. Las embarcaciones de guerra en esta época rondaban los 500 barcos apoyadas por otras tantas naves menores. Trasportaban infantes, caballos y diversa maquinaria de guerra para los asedios. Por supuesto tenían capacidad propia de ataque pues se instalaban en la mismas muchas de las máquinas de guerra utilizadas por la infantería.

En alguna que otra crónica de este blog, “Rutas por la Estremadura Soriana”, se describen los caminos y parajes por los que se desplazaban los soldados bereberes desde Medinaceli a Gormaz, última fortaleza islámica antes de penetrar en zona de guerra. No tienes excusa para disfrutarla y trasladarte a época andalusí. Pero eso ya, amigo, es otra historia.

2 comentarios en «La Guerra Bereber»

  • 2 de julio de 2022 a las 13:32
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    Hola 👋 Que interesante es la historia de este nuestro país y por desgracia que poco conocida, sobre todo porque no aprendemos nada de nuestros errores y también porque ignoramos de donde venimos y la mayor parte de las veces juzgamos sin conocimiento de causa.
    Gracias por tus historias y hasta la próxima

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Responder a Leonor Maria José Moro Cancelar la respuesta

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