Ruta por la Estremadura Soriana (I)

Es momento de evitar aglomeraciones, de viajar en familia o en grupos reducidos, es el momento perfecto para el llamado turismo de interior, para conocer rincones olvidados de nuestra geografía que guardan una valiosa porción de nuestra historia, de nuestros orígenes, de nuestras costumbres.

Qué mejor para ello que perderse durante unos días por una de las zonas más despobladas de la península Ibérica donde los paisajes, la naturaleza y la huella dejada por el ser humano hace más de mil años despertarán nuestra curiosidad y removerá en nuestro interior ese espíritu aventurero y viajero que, si estas leyendo estas líneas, seguro llevas dentro.

Nos trasladaremos en el tiempo a la peligrosa Al Ándalus de los siglos IX a XI donde el territorio que vamos a descubrir fue durante más de 200 años la frontera más estable entre los Reinos Cristianos y el mundo Islámico. Una zona totalmente militarizada que recorrieron en innumerables ocasiones los más temibles Califas y Generales al frente de sus ejércitos con el objetivo de paralizar el lento avance cristiano en su dura tarea de reconquista.

Una frontera natural marcada por el Río Duero, asentándose los cristianos en su lado norte y los musulmanes en su lado sur. ¡Bienvenidos a la Estremadura Soriana!

Comenzaremos nuestra aventura en la ciudad de Medinaceli, donde Celtíberos, Romanos y Musulmanes fueron conscientes de su privilegiada situación estratégica al encontrarse situada en la vía de comunicación natural entre la Meseta Norte, la Meseta Sur y el Valle del Ebro.

Medinaceli, la Ciudad del Cielo, situada en lo alto de un cerro que garantizó su seguridad durante siglos, es un lugar para pasear con tranquilidad y disfrutar de todos y cada uno sus rincones. Mosaicos romanos, sinagogas judías, palacios medievales y lo más apreciado por el redactor de este artículo, el arco romano del siglo I, la nevera islámica del siglo X y el castillo del siglo XIV.

Palacio Medieval
Sinagoga
En la Plaza Mayor

El arco romano fue construido en el siglo I como símbolo del poder de Roma y de su dominio sobre los hombres y la naturaleza. En su día formaba parte de la muralla que rodeaba la ciudad, siendo una de sus puertas de entrada. Es único en la península Ibérica pues consta de tres vanos. La imagen de este monumento es la utilizada por la Dirección General de Tráfico en las señales de carretera que indican la presencia de “Monumento Histórico”.

Arco Romano en Medinaceli

Como curiosidad, bajo el arco principal, se halló un pozo excavado en la roca relleno de ceniza, carbón, huesos de animales, restos orgánicos y fragmentos de cerámica califal. Se trata de un vertedero de los siglos X-XI, del cual se obtiene valiosa información sobre las costumbres culinarias de sus habitantes: cáscaras de huevo, espinas de pescado, huesos de cabra, oveja, conejo, gallos, perdiz, liebre y buey.

Contemporánea a este vertedero resiste aún una nevera situada en la ladera norte del cerro, donde se almacenaba la nieve del invierno para conservar alimentos y enfriar bebidas durante los meses más calurosos.

Nevera….puerta
Nevera Andalusí

El castillo de la Ciudad del Cielo data del siglo XIV si bien, como la mayor parte de muchos otros de nuestra península, fue construido sobre otro anterior de origen musulmán. No es visitable su interior (hoy utilizado como cementerio), pero basta rodear su recinto para apreciar el dominio y control que ejercía sobre la zona. Cuenta la leyenda que en la alcazaba árabe fue enterrado Almanzor, el “azote del mundo cristiano”, pero su tumba nunca ha sido encontrada hasta ahora.

Castillo
Iglesia

En el año 946, el califa Abderramán III ordenó reconstruir, ampliar y fortificar Medinaceli y le otorgó la capitalidad de la Marca Media, es decir, convirtió la ciudad en el cuartel general militar y administrativo de todo el entramado defensivo musulmán situado al sur del río Duero. Es en este lugar donde los ejércitos de Almanzor, tras 20 días de duro camino desde Córdoba, descansaban para reagruparse y aprovisionarse de víveres y armas pesadas con las que asediar las fortificaciones cristianas marcadas como objetivo de su ataque.

Puerta de acceso a la ciudad

Por ello, recomendando en nuestro viaje prescindir, de momento, del aprovisionamiento de catapultas, escaleras de asalto y otros artefactos típicos de la guerra califal, sí podremos aprovechar nuestra visita para degustar en uno cualquiera de los restaurantes de la Ciudad del Cielo la gastronomía típica del lugar. Asados de cordero, cochinillo, migas, gran variedad de revueltos y una amplia oferta de platos micológicos en temporada seguro que harán más agradable nuestra estancia en el lugar. No nos olvidemos de los famosos torreznos de Soria que podremos llevarnos en nuestra mochila pues vendrán muy bien para reponer fuerzas una vez que nos encontremos en zonas más recónditas, apartadas y despobladas.

Siguiendo los pasos de las tropas Califales, tomaremos rumbo Oeste por la actual carretera SO-132, ruta en la que recomendaré determinadas paradas sin perjuicio que el viajero debe detenerse en cualquier momento que entienda necesario para disfrutar de los paisajes, parajes y pueblos que pueda ir encontrando y le llamen la atención…

Trashumante (I) Dña. Jacoba

22 de diciembre de 1852. San Andrés de San Pedro. Soria. Invierno

Dña. Jacoba hoy se encuentra especialmente triste. Hace ya unas semanas que comenzó a nevar intensamente y es prácticamente imposible moverse por las calles del pueblo a pesar de que algunos vecinos intentan mantenerlas limpias. Las copiosas nevadas y la permanente helada hacen incluso que sea peligroso deambular por el exterior. Una gruesa capa de hielo cubre hasta el más mínimo rincón.

San Andrés de San Pedro. Calle principal
San Andrés…fachada

Los días están siendo tristes, grises y muy nublados. El sol hace semanas que no brilla y las temperaturas  permanecen bajo cero durante todo el día. Su obsesión es mantener el fuego del hogar lo más vivo posible para al menos tener un lugar para ella y sus hijos donde calentarse. En estos últimos días todos sus pensamientos giran en torno a su querida vecina Ciriaca, la cual ha perdido recientemente al menor de sus hijos de tan sólo dos años de edad a causa de una fulminante pulmonía. El niño empezó a toser, luego vinieron las fiebres y en tres días comenzó a echar sangre muy oscura por la boca. Murió de madrugada el domingo pasado sin que pudiera recibir siquiera la visita del médico de San Pedro. La nieve en los caminos y montes supera el metro de altura y cualquier desplazamiento es del todo punto imposible y muy arriesgado. El aislamiento es total y durará semanas.

Cementerio de San Andrés de San Pedro

Desde que su marido D. Ignacio marchara a Extremadura con las ovejas a mediados del mes de septiembre, nada ha vuelto a saber de él. ¿se encontrará bien? ¿se le habrá curado el profundo corte en la mano que se hizo durante el verano  y por el cual casi pierde los dedos pulgar e índice de su mano izquierda? ¿habrá conseguido arrendar las fincas a buen precio? ¿habrá sufrido el ataque de los lobos en el camino? ¿y las ovejas? ¿estarán bien? Ninguna pregunta obtiene respuesta…

Anochece pronto. Parece que el pueblo está vacío, carente de vida. Nadie sale de sus casas, son días realmente duros y extremos. Hasta los animales estabulados en la planta baja de la casa, dos cerdos, siete ovejas y un borrico, están estos días más calmados. Casi ni se les oye y se encuentran muy quietos y parecen asustados cuando baja a echarles de comer. Dña. Jacoba piensa que es posible que también estén de duelo por la muerte del hijo de la Ciriaca. En la lejanía, en lo más profundo de la Sierra de Oncala, se oye el aullido de los lobos como si presagiaran alguna otra desgracia sobre algún habitante de San Andrés.  Dña. Jacoba, solo de pensarlo, se estremece y un escalofrío recorre cada centímetro de su cuerpo.

Cae una intensa helada, posiblemente la temperatura en el exterior sea de entre 15 y 20 grados bajo cero. Dña. Jacoba alimenta el fuego y coloca sobre el mismo un caldero de agua para hervir. Hay que ir preparando la cena para sus ocho hijos: gachas con tocino un día más.

Por la noche, cuando todos duermen, Dña. Jacoba aprovecha para remendar los rotos en la ropa de sus hijos e hilar lana que sirve para apoyar la economía familiar. Últimamente le cuesta conciliar el sueño.

Oncala

Antes de que amanezca, la actividad de Dña. Jacoba dentro de la casa es frenética: encender la lumbre, dar de comer a los animales, ordeñar las ovejas, calentar agua al fuego para asear a los críos y preparar sus desayunos a base de leche recién ordeñada de las ovejas y restos de pan duro de hace días.

La Navidad está cerca y es motivo de alegría para las familias del pueblo. En Nochebuena se reunirán en la escuela las mujeres, los niños y los ancianos. Llevan días preparando la cena que excepcionalmente será abundante y variada. Incluso se tomarán la licencia de tomar algo de licor, siempre con moderación por supuesto. Este año, Crescencio, el más anciano del pueblo con sus 98 años, ha puesto a disposición de la comunidad un cerdo de tamaño mediano que ya cuelga desollado y limpio en su pajar desde hace un par de días. Con la carne más exquisita las mujeres cocinarán un sabroso y nutritivo caldero acompañado de patatas, ajos y cebolla. Igualmente, se prepararán unas buenas ascuas donde asar el resto del cerdo y tres pavos donados en verano por D. Eulogio, médico de la comarca y del que nadie sabe nada desde hace semanas debido al temporal.

Gracias a Dios, el párroco tiene su residencia en una pequeña casa adosada a la iglesia del pueblo, dedicada a San Andrés, donde podrán celebrar con devoción la misa del Gallo y rezarán por sus padres, hijos y maridos trashumantes que desde hace meses se encuentran en mitad de la nada e incomunicados con el ganado a cientos de kilómetros de distancia.

Dña. Jacoba, en una ocasión, escuchó a un comerciante de ganado venido de León, que en la capital, Madrid, se celebra con alegría y grandes fiestas la noche del 31 de diciembre y con motivo del cambio de año. Contaba el comerciante que las mujeres y los hombres se visten con sus mejores galas para acudir al baile y beber champán, una bebida amarga y con burbujas que provocan cierto cosquilleo en la garganta. ¡¡Champán!! Dios mío ¿Qué es eso?, piensa Dña. Jacoba mientras sorbe una taza de consomé enriquecido con las tripas secas y ya revenidas del cerdo que mataron hace ya casi un año. La próxima vez que vea al médico, D. Eulogio, le preguntará si conoce esa bebida pues es hombre de mundo y cultivado. Con estos pensamientos, Dña. Jacoba se acurruca en su cama apenas calentada con un brasero y se mantiene en duermevela unas pocas horas, hasta que se levante de nuevo para sus rutinarios quehaceres diarios. Pero eso ya, amigos, es otra historia…