Abderramán III. El personaje.

Emir y primer Califa independiente de Al Ándalus. Nace el 7 de enero del 891. Hijo y nieto de mujeres cristianas españolas. Su abuelo, el Emir de Córdoba Abdalá I, contrae matrimonio con Oneca, hija del Rey de Pamplona Fortún Garcés, con la cual tiene un hijo, Mohamed. Éste, a su vez, tiene un hijo, nuestro Abderramán, con Muzna, mujer cristiana de origen vascón. Por sus venas corre sangre árabe únicamente en una cuarta parte, característica propia de muchos, muchos, incluso la mayoría, de Emires y Califas de Al Ándalus.

De cuerpo recio, algo rechoncho, de baja estatura, ojos azules y cabellos rojizos. Ante sus tropas intentaba no bajarse del caballo para ocultar su baja estatura. Se teñía el pelo de negro para parecer un auténtico árabe.

Abderramán III, no conoció a su padre pues éste fue asesinado el 28 de enero del 891 por su hermano Al Mutarrif y en una temprana lucha por la sucesión. Aún no había fallecido el entonces Emir, padre de ambos, el cual, dicen, estaba confabulado en este fratricidio. El Emir, arrepentido por el asesinato de su hijo primogénito, se hace cargo de la educación de su nieto y le acoge para su crianza en palacio. Años más tarde, en el 895, el propio Emir ordena ajusticiar a su hijo Al Mutarrif acusado de conspiración y nombra sucesor al niño Abderramán al cual se le prepara de manera concienzuda para sus futuras funciones.

Al fallecimiento de su abuelo, Abderramán III asume el cargo de Emir el 15 de octubre del año 912, con 21 años. Se trata de un personaje inteligente, ambicioso, cortés, benévolo, generoso, poco devoto y tolerante. Implacable, cruel y sanguinario con sus enemigos.

En el año 929 Abderramán III se autoproclama Califa y Príncipe de los Creyentes. Ostenta el poder absoluto en el ámbito político, militar y religioso, dispensa justicia, es árbitro infalible y contra sus decisiones no cabe recurso alguno. Implacable con sus enemigos, ordena ejecutar a varios tíos suyos, hermanos de su padre, e incluso a uno de sus propios hijos, todo ellos acusados de conspiración. A su hijo Abdalá lo mandó ejecutar en el salón del trono estando él presente junto con los dignatarios de la corte.

Califa prolífico pues tuvo unos 18 hijos varones y 16 hijas. Siguiendo las costumbres de sus antecesores, pasada la infancia, salvo el nombrado sucesor, no se les permitía vivir en palacio ni ostentar cargos de importancia al objeto de evitar rebeliones o conspiraciones. Se les concedía una buena vivienda, tierras y dinero suficiente para llevar una vida lujosa y cómoda adecuada a su condición.

Abderramán III ordena construir en el año 936 la ciudad de Medina Azahara la cual convierte en símbolo de su poder político, militar y religioso. Allí se trasladaron los 3.750 esclavos que daban servicio al califa y su harem compuesto por 6.300 mujeres. Como es de suponer, con un harem tan nutrido, gran parte del personal doméstico de palacio eran eunucos. Los eunucos eran esclavos, normalmente europeos y desde muy jóvenes eran castrados por especialistas judíos. Dado lo delicado de la operación quirúrgica de castración, era frecuente que estos desgraciados no salieran con vida de esta. Muchos de estos eunucos, una vez fallecido el califa, obtenían la libertad y ocupaban importantes puestos en la Administración obteniendo un buen estatus social.

Abderramán III fallece en Córdoba el 15 de octubre del año 961 tras 50 años de largo reinado. Pacificó Al Ándalus, defendió firmemente las fronteras y fue símbolo del poder absoluto. Los poetas de su entorno lo calificaron en sus obras de justo, generoso, valiente, noble, inteligente, con grandes dotes militares y sediento de la sangre de sus enemigos. Bajo su mandato, convirtió la ciudad de Córdoba en referencia mundial de civilización, arte y cultura. Sin duda, uno de los mejores gobernantes de Al Ándalus.

Llevaba un diario donde reflejaba los días felices de los que disfrutó en su vida. Quedaron anotados únicamente catorce de ellos.

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