Siete horas con Jana. 8 de marzo de 2025

Ya sabemos todos esta nueva afición por nuestros meteorólogos de bautizar a las borrascas alternando nombre masculino y femenino y por orden alfabético. El año pasado, sobre el mes de enero, llegó la borrasca Juan, nombre masculino y con J, con una espectacular cantidad de nieve y temperaturas bajo cero extremas. Salimos en su busca y tuvimos un fin de semana extremo en lo que se refiere a ruta 4×4 y supervivencia en el monte durante dos días. A pesar de haber transcurrido más de un año, aún nos acordamos de ella y da para muchísimas anécdotas.

Este año, he esperado pacientemente la borrasca que viniera bautizada con la J y aunque ha tardado, por fin ha hecho acto de presencia penetrando por el oeste de la península el viernes 7 de marzo. Esta vez el nombre es femenino y la han llamado Jana, la borrasca Jana. Viene muy cargada de lluvia, nieve y vientos de más de 120 Km/h.

No viene con buenas intenciones y a su paso va dejando un rastro de caos y destrucción con carreteras cortadas y ciudades inundadas a medida que va soltando su preciada carga. Los telediarios y redes sociales avisan que lo peor está por llegar y que afectará al centro de la península con toda su fuerza el sábado 8 de marzo. Pero también hay cosas buenas. Por ejemplo, en Andalucía se han llenado todos los pantanos en tiempo récord, garantizando el abastecimiento de agua para los próximos cinco años. En Madrid, en diez días, ha llovido lo que normalmente cae en toda la primavera. El pantano de la Cuerda del Pozo se encuentra al 84% de su capacidad.

Sábado 8 de marzo. A las 8 horas ya estoy de camino a Soria. Lleva lloviendo toda la semana por lo que el campo está muy muy verde y las tierras de cultivo se encuentran totalmente anegadas. No cae una gota durante el trayecto a pesar de que la radio comienza todos los boletines de noticias con la borrasca Jana, su historial de las últimas horas, su trayectoria a corto plazo y recomiendan de forma alarmista precaución a la población. Creo que de momento voy bien encaminado pues me aproximo a uno de los epicentros de la borrasca, el sistema ibérico.

11 horas. Sigue sin caer una gota. Sí parece que hay viento, pero nada fuera de lo normal. Inicio ruta con el Land Rover, parando en la tienda de El Puchi de Garray donde me aprovisiono de comida y bebida. Esta vez compro doble por lo que pudiera pasar y así hago caso a las advertencias de las autoridades. Una barra de pan de pueblo, dos sobres de lomo y dos de jamón. Para no variar. Y el agua que no se me olvide, aunque si faltara imagino que podré abrevar de cualquier cuneta.

Las pistas del Campillo de Buitrago tienen buen firme y están arregladas desde hace poco, por lo que es buena zona para ir calentando e ir tomando contacto con el Land Rover y el terreno blando y resbaladizo. Rápido evito las pistas en buen estado y comienzo a recorrer caminos de tractores menos cuidados y con mucho barro arcilloso, el cual se pega a las ruedas y cae con violencia sobre el techo y el capó. Aprovecho los charcos para ir limpiando de vez en cuando el barro que se acumula en los bajos.

El instinto me lleva hacia la Sierra de Cebollera que es donde parece que la borrasca ya está haciendo de las suyas, por lo que rodeo el Cerro de San Juan y paro en la gasolinera de “El Valle” para llenar el depósito del Defender. Creo que ya he cumplido de sobra con las recomendaciones de nuestras protectoras autoridades. Llevo agua, comida y gasoil suficiente. En lo que se refiere al móvil, ningún comentario porque no hay cobertura allá donde voy.

En el trayecto por carretera hasta Molinos de Razón caen las primeras gotas, ya con bastante intensidad desde el primer momento. Tomo la pista principal y es cuando me doy cuenta de que va a ser un día intenso y que voy a tener que dar lo mejor de mí mismo. Llueve torrencialmente, la pista está absolutamente encharcada y el viento comienza a ser incómodo, violento y muy frío. Trepo por un resbaladizo cortafuegos que me lleva a media ladera de la Sierra. Este terreno está muy embarrado y requiere encontrar las zonas más pedregosas para poder seguir subiendo. Un potente torrente de agua baja desde las alturas creando zanjas bastante profundas. Vaya destrozo.

Tomo la pista a media ladera y comienza el baile. Esta muy embarrada y corre el agua que da gusto. Aún no me encuentro a mucha altitud, pero me invade una gran sensación de soledad pues por allí no parece que haya nadie, ni que vaya a haberlo en ningún momento del día. La intensidad de la lluvia va en aumento y el viento no da tregua. A medida que tomo altura aparece una densa niebla que incrementa la sensación de caos climático, pero no me impide seguir disfrutando de la situación e incluso ver numerosas manadas de ciervas que cruzan el camino.

A los pocos kilómetros, un enorme pino caído bloquea el paso por la pista. No queda otra que dar la vuelta y retomar la ruta en alguna otra pista.

Tomo un camino, muy conocido para mí, que transcurre a media ladera por toda la sierra y finaliza en el Alto del Royo. La borrasca Jana se retroalimenta y por fin está mostrando su perfil más violento, convirtiendo la sierra en una zona verdaderamente hostil.

La pista está convertida en un río donde el agua corre con fuerza. Hay zonas algo complicadas por el barro acumulado que supero felizmente y sin problemas. Es difícil mantener el coche en la dirección deseada pues las cruzadas en el camino son continuas, pero siempre me permite una suave corrección y seguir avanzando. Hay que llevar la velocidad adecuada para no llevarse algún susto. Hay tramos en los que, si me detuviera, creo que sería difícil volver a arrancar. A medida que tomo altura, aparecen largos tramos con nieve y así puedo confirmar que por aquí no ha pasado nadie desde hace al menos 10 días, cuando cayó una gran nevada en esta zona. Conecto el diferencial para ganar adherencia. Toda seguridad es poca.

Las cunetas están desbordadas y al camino caen enormes torrentes de agua totalmente descontroladas que provienen de la cumbre y que provoca que aquello sea un caos. Hay cierta sensación de naturaleza descontrolada. Paro en varias ocasiones para disfrutar del momento y oír el estruendo del agua caer, tanto la de la lluvia, que cada vez va a más, como el de los improvisados torrentes cuyo caudal es brutal. Se junta el deshielo y una incesante lluvia torrencial, una mezcla explosiva. El terreno ya no absorbe más agua y busca salida por donde puede. Se ha comido la pista en varios tramos, lo cual requiere sortear zanjas y grandes piedras que quedan al descubierto.

En una de las paradas me da por pensar que, si en estos momentos tuviera una avería, la situación sería de documental de La 2. Estoy sin cobertura desde hace horas, por aquí no hay nadie y tardaría horas en llegar a algún sitio civilizado bajo estas condiciones. Me libero rápido de estos pensamientos oscuros pues la verdad es que tampoco me quitan el sueño. El Land Rover está respondiendo muy bien y tengo la situación controlada. Al menos eso creo.

Sobre las 15 horas llego por fin a un refugio donde me hago un bocadillo y lo degusto en absoluta soledad extasiado con las condiciones del exterior. En el refugio no me mojo, pero por los enormes huecos donde debería haber una puerta y una ventana entra un fuerte viento helado y muy húmedo. Me hubiera gustado disfrutar de más tiempo de descanso, pero la situación no acompaña, por lo que rápido vuelvo al fragor de la batalla e inicio lo que son los últimos kilómetros de pista antes de llegar a zona asfaltada.

Entre baile y baile, me empiezo a preguntar cómo estará el vadeo sobre el río Razón y que es paso obligado para finalizar el camino que he iniciado. Durante el trayecto, ha habido ocasiones que el río se dejaba ver y daba miedo el caudal y la violencia con la que baja el agua. Hasta ahora no había tenido en cuenta este aspecto tan fundamental para poder finalizar felizmente esta pista.

No tardo mucho en llegar al vadeo y efectivamente, está impracticable. Nunca había visto tanta agua en este paso del río y estoy convencido que la fuerza con la que baja hubiera arrastrado el Land Rover. En cualquier caso, en la otra orilla, hay una enorme rama de roble partida y caída sobre el camino que impiden el paso. Creo que hay intervención divina en la rotura de esa rama para evitar de esta forma el irracional pensamiento de intentar el vadeo. En cualquier caso, nunca lo habría intentado, hubiera sido una temeridad.

No queda otra que volver por donde he venido. Son más de 35 km. de pista totalmente embarrada y encharcada, pero cuento con la experiencia de la ida, por lo que puedo imponer un ritmo más alto en la marcha. De nuevo el barro, la nieve y aún más agua, pues no ha parado de llover con fuerza desde hace horas.

Ya en asfalto, tengo la sensación de haber vencido una vez más a la madre naturaleza, pero la aventura no acaba pues la borrasca Jana sigue con muchísima potencia descargando su furia en toda la provincia de Soria. Con las últimas luces, por fin llego a mi guarida, enciendo la chimenea y aún me da tiempo a un último paseo en solitario para disfrutar del lugar y la lluvia.

9 de marzo, domingo. Salgo de mi cueva a las 7,30 de la mañana y a no más de 30 metros hay tres corzos macho mirándome fijamente. Dos de ellos, al detectarme, se van inmediatamente dando grandes saltos, pero el tercero se queda inmóvil mirándome fijamente.

Me quedo muy quieto clavando la mirada en el desafiante corzo. A los pocos segundos comienza a ladrarme. Un ladrido, otro, otro más…… los otros dos corzos más cobardes se mantienen muy cerca en la espesura y responden también con ladridos. Cada vez que ladra, una nube de vaho sale de su boca de rumiante. Y así durante al menos diez minutos, en pleno entendimiento con el corzo que sigue ahí, muy quieto, mirándome y ladrando cada pocos segundos.

Tranquilo, sigue tu paseo, no soy peligroso. El corzo parece entenderme pues en determinados momentos incluso me da la espalda, come algo de hierba, se gira de nuevo hacia mí y me dedica algunos ladridos más. A continuación, da un salto enorme y se pierde en la espesura. Pero esto amigos, este entendimiento pleno con la naturaleza y sus habitantes ya es otra historia.

Un comentario en «Siete horas con Jana. 8 de marzo de 2025»

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