Paseo por Cebollera con Alfredo y la borrasca Martinho. 22 de marzo de 2025

La borrasca Jana y que tanto disfruté hace dos semanas ya es historia. De forma sucesiva y sin descanso alguno llegó la borrasca Konrad y la borrasca Laurence, las cuales siguieron descargando agua y nieve por todo el territorio nacional en cantidades jamás vistas.

Con la llegada de la primavera el 20 de marzo entra una nueva borrasca, Martinho, la cual viene a poner el remate final de tres semanas de caos climático. Los niveles de alerta amarilla suben al rojo y se inundan ciudades como Ávila por el desbordamiento de los ríos Adaja y Chico e incluso el Manzanares y el Jarama amenazan peligrosamente a la propia capital de España. De hecho, algún tramo de la M30 en su zona norte debe cerrarse por inundaciones y convierten en héroes a los ingenieros que se encargan de desembalsar agua de los pantanos.

En Talavera de la Reina la fuerza del Tajo parte en dos el puente medieval y en Córdoba se registran unos niveles nunca vistos en el Guadalquivir. La mayor parte de los embalses españoles están liberando agua para poder soportar lo que aún queda por venir.

Ante esta nueva situación y previendo que posiblemente este maravilloso tren de borrascas finalice pronto, decido de nuevo acercarme a la provincia de Soria para disfrutar del clima y los caminos embarrados. Esta vez no voy solo pues me acompaña mi querido amigo Alfredo con su juguetón Land Rover Freelander2.

A las 9 de la mañana ya estamos en Medinaceli comiendo un torrezno con un refresco de cola y ante mis comentarios de que con esto tenemos para todo el día, mi compañero de fatigas me indica que da por hecho que no he traído nada de comida. Bueno, no he traído nada, pero pensaba parar en la tienda del Puchi en Garray a comprar algo para hacernos un bocadillo, respondo. Menos mal que mi compañero me informa que él no sólo ha traído bebida para los dos, sino también algo de comida, siendo la estrella unos excelentes chuletones de vaca vieja para hacernos a la piedra. Quedo impresionado del menú, pero no de que mi amigo conociera mi falta de organización culinaria cuando hago rutas improvisadas de un día, pues ya nos conocemos y hemos disfrutado juntos de múltiples viajes y muchos miles de kilómetros en todo tipo de terrenos y situaciones.

Arrancamos el Defender y decido hacer la misma ruta de hace un par de semanas con la borrasca Jana. Las pistas del Campillo de Buitrago se encuentran en perfecto estado para imponer buen ritmo y poder disfrutar de enormes charcos de agua y largos tramos absolutamente embarrados y muy resbaladizos. De nuevo quedamos impresionados por el excelente comportamiento del Freelander en terreno complicado.

Paramos en varias ocasiones para disfrutar del excesivo caudal del río Merdancho, que discurre por esta zona antes de desembocar al Duero y nos damos cuenta de que ambos, tanto Alfredo como yo mismo, compartimos una primitiva afición que es la de quedarnos extasiados, en silencio y sin prisa alguna, mirando simplemente la enorme y violenta corriente de agua.

Entre cultivos absolutamente anegados, llegamos sin dificultad a la gasolinera de El Valle donde llenamos depósitos y nos tomamos un breve descanso acompañado de un ligero refrigerio.

Hasta ahora el tiempo nos ha dado alguna tregua. Hace bastante frío, llueve ligeramente, pero en ocasiones se abren claros brillando un sol al que hacía semanas que no veíamos. En silencio y en la soledad de la conducción en el tramo de carretera hasta Molinos de Razón, imploro a los dioses más ancestrales para que, al menos, el sol desaparezca y reine cierto caos climático durante el resto de la jornada y que hemos venido a buscar. Mis plegarias parece que hicieron su efecto.

La Sierra de Cebollera nos recibe envuelta en una espesa niebla en sus partes más altas, dejando entrever que contiene una gran reserva de nieve a partir de media altura. Todo son buenos presagios. Esta sierra nunca decepciona.

El río Razón sigue bajando con muchísima fuerza, pero sí es cierto que algo menos violento que hace un par de semanas. En cualquier caso, la sierra rebosa agua, las cunetas están a pleno rendimiento y muchos tramos de la pista están absolutamente embarrados y encharcados. Los improvisados arroyos que descargan agua desde la cumbre ahí siguen, pero eso sí, con algo menos de fuerza que en mi última visita.

A los pocos kilómetros me veo obligado a parar pues veo algo inaudito y que nunca me había pasado. En mitad de la pista hay una hermosísima y enorme cornamenta de ciervo. Su color es perfecto y las seis puntas del cuerno están blancas y muy bien afiladas. Parece que el ciervo la ha perdido hace bien poco, no solo por su perfecto estado y limpieza, sino también por encontrarla en un sitio tan visible. En cualquier caso, por esta pista, muy embarrada y en el que corren caudalosos torrentes desde hace días, tiene pinta que no ha pasado nadie hace tiempo. Damos una vuelta por los alrededores por si este ciervo ha perdido la segunda cornamenta cerca, pero sin resultado alguno. Sí podemos ver un gran arbusto de la cuneta bastante dañado y en el que posiblemente el ciervo se ha rascado para liberarse finalmente de su molesta y valiosa corona.

Es ahora, a comienzos de la primavera, cuando los ciervos pierden su cornamenta para generar una nueva y que esté en perfectas condiciones para la época de reproducción en el mes de septiembre. Por si alguien entiende de este tema, a esta pérdida de la cornamenta se le llama “desmogue”. Sin dudarlo, nos quedamos con el tesoro encontrado, el cual lucirá, para la actual y venideras generaciones, en alguna de las paredes del cálido hogar de mi querido amigo Alfredo.

En los días posteriores e investigando sobre este tema, me entero de que no está permitido quedarte con la pieza, que es ilegal, pero que en otras culturas menos prohibitivas y rancias que la nuestra, es signo de buena suerte para el resto del año. Y efectivamente, de momento y durante el resto de la jornada, la buena suerte y el buen rollo reinó en toda su plenitud.

Con muy buen ánimo proseguimos por unas pistas cada vez más complicadas a medida que vamos ganando altura. Hay mucho barro y en numerosos tramos la propia pista hace de aliviadero de aguas convirtiéndose en lo más parecido a un río. Sigue haciendo frío, llueve y en ocasiones caen tímidos copos de nieve.

Llegamos a muy buena hora al refugio donde tenemos previsto comer y decidimos afrontar, para hacer hambre, un empinado cortafuegos con una estupenda pinta por el barro y agua que contiene. Esta vez abre camino el Freelander, demostrando una vez más que se trata de un todo terreno muy válido para los terrenos más complicados. Tomamos altura y el barro deja paso a la nieve aumentando así la diversión. Hay mucha nieve, más de lo esperado y llega un momento en que el Freelander corre el riesgo de quedarse empanzado por el grosor de la nieve. En cualquier caso, vaya espectáculo verle trepar por el cortafuegos nevado. Nos planteamos cambiar de turno y que fuera el Defender el que abriera el camino, pero tomamos la decisión de no asumir más riesgos y dar la vuelta y disfrutar de un merecido descanso comiendo y repasando las anécdotas del día.

Llegamos al refugio y me sorprende la organización logística de mi compañero. Abre su maletero y en tres cajas lleva todo tipo de víveres y enseres para sobrevivir varios días. Cerveza fría, un buen queso y lo mejor, dos chuletones de vaca vieja de 600 gramos cada uno. Montamos una mesa dentro del refugio, preparamos el hornillo, troceamos uno de los chuletones y lo vamos cocinando, cada uno a su gusto, sobre una plancha de piedra. Simplemente exquisito, no se puede decir más. El segundo chuletón se quedó sin abrir pues no podíamos más. Y de postre, una buena dosis de café recién hecho y una torta de chicharrones comprada en Medinaceli.

Arrancamos de nuevo nuestros vehículos y nos dirigimos al final de la pista para ver el estado del vadeo sobre el río Razón. Sigue bajando con muchísima fuerza, pero no tanto como hace dos semanas con la borrasca Jana. Menos mal que la salida del vadeo sigue colapsada por una enorme rama de roble que impide el paso en su totalidad. Y digo menos mal, porque habríamos intentado pasarlo sin duda alguna, uno a uno y atados con una eslinga al otro coche por si se lo llevara la corriente. Una locura de esas que sólo se le puede ocurrir a mi compañero Alfredo.

Nos damos la vuelta y tomamos una pista que sube a bastante altitud para rodear toda la sierra y aparecer al otro extremo del vadeo, donde la rama de roble caída. De nuevo abro camino en una pista anegada y muy embarrada que rápido da paso a la nieve. Activo los bloqueos lo cual facilita el paso sobre la nieve virgen y me concentro al cien por cien en la conducción y superar los kilómetros más divertidos de la ruta. Velocidad constante, revoluciones altas, dejar que el Defender ruja para tener suficiente capacidad de reacción para empujar aún más si hiciera falta. Y sí, más caballos hicieron falta en algunos tramos donde había mucha nieve acumulada. Detrás, con comodidad, el Freelander sigue las roderas abiertas por su hermano mayor. Así cualquiera.

Cruzamos el hayedo, por cierto, uno de los mejores de la península ibérica y que en estas fechas y con tanta agua está espectacular. Las hayas aún siguen sin hoja, por lo que la visión del monte es muy amplia. Grandes rocas cubiertas por musgo de un color verde muy intenso y centenares de arroyos descargando agua de forma violenta y descontrolada nos obligan a parar en varias ocasiones a disfrutar del momento, quedando hipnotizados por este regalo de la madre naturaleza. No llevamos ninguna prisa.

Tras muchos e intensos kilómetros, llegamos sin novedad al otro extremo del vadeo y de nuevo respiro aliviado por la rama que impide el paso pues desde este lado se ve aún más factible el paso o simplemente lo vemos con otros ojos pensando en la seguridad que nos daría cruzarlo atado al otro vehículo y evitar así ser arrastrado por la corriente. En fin, otra vez será. Vaya locura.

Para finalizar esta feliz jornada, café de despedida en el pueblo del Royo donde mi compañero inicia su vuelta a la capital y yo me dirijo a mi refugio por la ruta más larga a través de estrechas y rotas carreteras comarcales paralelas a un río Duero desbordado en muchos tramos.  Pero eso, amigos, eso ya es otra historia.

2 comentarios en «Paseo por Cebollera con Alfredo y la borrasca Martinho. 22 de marzo de 2025»

  • 12 de mayo de 2025 a las 17:46
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    Fue todo un placer amigo.
    Gracias por dejarme disfrutar de ese gran paraíso que sólo tu sabes valorar como se merece. Siempre has conseguido sorprenderme en Soria, pero jamás había visto tanta belleza paisajística como la que encontramos ese día. Perdurará en mi memoria muchísimo tiempo.

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