Desde que nos quedamos en tierra el pasado mes de septiembre del 2023, no he dejado de pensar en el siguiente intento para bajar a Marruecos con el Land Rover. Por fin, en el mes de enero del 2025 se inician las conversaciones y se pone fecha a nuestra próxima aventura. Finales de abril. ¡Comienzan los nervios y los preparativos!
Se apunta de nuevo mi hijo Fernando con el que compartiré pilotaje y experiencias en este viaje. El Defender va bien últimamente, pero le hacemos una profunda revisión para que no se repita el desastre del año 2023. Cambio de transmisión, rodamientos, bombillas potentes en los faros, filtros nuevos y cambio de todos los aceites que lleva el coche, que, por cierto, lleva una gran variedad y en los lugares más insospechados para los profanos en la materia.
Igualmente, hemos tenido que preparar comidas, desayunos y cenas, agua, neveras, material de acampada y todo lo que podamos llegar a necesitar en estos ocho días atravesando Marruecos por lugares poco transitados. Rectifico, el “hemos” por el “he”. El copiloto que me llevo deja en mis manos casi al completo la preparación del viaje. La verdad que tampoco me cuesta mucho pues conservé todas las notas que tomé para el 2023 y esto ha facilitado todo.
Como excepción, hemos comprado con anticipación los billetes del Ferry.

Nuestros compañeros de aventura embarcan la noche del viernes 25 de abril y hemos quedado con ellos en Merzouga la noche del día 28. Este año, dado que mi hija Marina celebra su Confirmación el sábado, llegaremos en soledad hasta Almería, embarcaremos en el Ferry, pasaremos la frontera y nos desplazaremos unos 650 km por carreteras secundarias o terciarias hasta Merzouga. Sin duda, una aventura añadida por estos dos días en solitario. A lo que más vueltas le doy son los trámites de frontera y al trayecto, ya en Marruecos, desde Nador hasta Merzouga. A mi acompañante y aprendiz, mi hijo Fernando, es una parte del viaje que espera con muchas ganas y está de lo más motivado. Nada como ser joven y llevar a tu progenitor como apoyo. Y nada como ser progenitor y llevar a tu hijo al lado como apoyo.
Los días previos al viaje ya me encuentro nervioso y este estado aumenta cuando 48 horas antes de embarcar nos avisan que se adelanta 12 horas la salida del Ferry. ¡Lo que faltaba! Embarcamos a las 12 de la mañana del domingo. Esto nos obliga a cambiar nuestros planes de salida.
Sábado 26 de abril. Etapa prólogo
Toda la mañana cargando en el Land Rover el equipaje. Todo debe quedar ya bien atado y organizado y así no perder tiempo en esta actividad una vez iniciado el viaje.
18 horas: Evento familiar. Confirmación de Marina en la iglesia de los Jesuitas de Madrid. Posterior celebración en casa de la familia S. R.. Sobre las 22 horas, Fernando y yo nos retiramos para intentar dormir unas horas.
Domingo 27 de abril. Etapa contrarreloj. 603 km.
Suenan los despertadores a las 3 a.m. Lorena ya está pendiente y nos tiene preparado un buen café para despejarnos y varios bocadillos para esta larga jornada. Iniciamos ruta a las 3.45 de la mañana pues tenemos que llegar a Almería con tiempo suficiente para hacer el checking y embarcar. Pueden parecer muchas horas de margen, pero hay que tener en cuenta que el Land Rover es un vehículo lento, podemos tener alguna incidencia y también habrá que hacer alguna paradita para descansar.
Las primeras horas del viaje y antes de amanecer se hacen duras, pero es el momento de comprobar con satisfacción que ha sido un acierto el cambiar las bombillas de los faros. Disfrutamos de una potente luz blanca que, sin duda alguna, facilita mucho la conducción nocturna.
Tenemos la moral muy alta y poco a poco vamos devorando los 550 kilómetros que nos separan del puerto de Almería, donde llegamos sin novedad a las 10.30 de la mañana. Recogemos los billetes en ventanilla y nos ponemos a la cola para embarcar en el Ferry.


Zarpamos sobre las 12.30 horas ya acomodados en nuestro camarote que, por cierto, no está nada mal. El trayecto dura siete horas y aprovechamos para dormir un rato, pasear por las diferentes cubiertas, tomar algún refresco y lo mejor de todo, pasar los trámites de frontera en el propio barco.
Con las últimas luces del día llegamos al puerto de Nador, pero aún tardamos tiempo en desembarcar el Land Rover y pasar los innumerables controles policiales de Marruecos. La policía aduanera nos hace parar, abrir el coche para ver qué llevamos y nos preguntan si llevamos un dron. Ante nuestra simple, transparente y convincente respuesta negando portar un dron y que todo lo que llevamos es para dormir y comer, por fin podemos cruzar las puertas e iniciar la travesía por la ciudad de Nador, siempre estresante por los buscavidas ofreciéndote tarjetas de teléfono, hoteles o lo que quieras, mucho tráfico y cientos de peatones y ciclistas cruzándose despreocupados sin mirar por dónde van. Es la ley del más fuerte, no del más prudente.
A unos 30 km, a las afueras de la ciudad, paramos en un decadente hotel, el París-Dakar, donde nos recibe un vigilante y un recepcionista que solo hablan árabe. La habitación doble son 40 euros, es algo cutre y la ducha no funciona. Esto es Marruecos.
Por 11 euros en total, cenamos una exquisita hamburguesa de ternera en una cercana gasolinera llena de bombillitas y abierta las 24 horas. El estilo europeo va tomando fuerza por estas tierras.

Lunes 28 de abril. Etapa Maratón. 708 km.
Hoy nos espera un día muy duro y solitario. Tenemos que hacernos 640 km hasta Merzouga para encontrarnos allí con el resto del grupo.
Iniciamos ruta sobre las 6.30 de la mañana. Nos guiamos con Google Maps y apoyados, como no podía ser de otra manera, por unas notas en papel que me preparé hace unos días. Estas notas en papel indican la ruta a seguir por tramos y en las que indico las ciudades más importantes, la carretera, la distancia en kilómetros y el tiempo de ruta estimado. El contenido de mis notas es el siguiente: Nador-Taourit, (N15, N19) 112 km. 1h. 47 min.; Taourit-Debdou (N19), 50,5 km. 44 minutos; Debdou-Matarka (N19) 100 km, 1 hora,17 minutos; Matarka-Annoual (N19, R604) 155 km, 1h. 45 minutos; Annoual (R604) Talsint (R601) Beni Tajite, 68 KM, 57 minutos; Beni Tajite (R601, N17, N10) Er Rachidia, 120 Km. 1 hora 54 minutos; El Rachidia- Erfoud (N17 Sur, N13) 55 km. 53 minutos; Erfoud-Merzouga (R702, N13) 61 Km. 59 minutos.
Tomamos la carretera N19 y nos dirigimos hacia Taourit. No tardamos en parar en un pueblecito donde vemos al panadero repartiendo su mercancía entre los comercios. Nos acercamos a su vehículo, un roñoso y poco limpio Mercedes familiar cargado hasta arriba de pan y le compramos cinco tortas por unos 60 céntimos. El pan está recién hecho y está exquisito. No nos damos por aludidos, ni nos importa, las condiciones higiénicas del vehículo de transporte, ni de las manos del panadero. Esto es Marruecos.

Todo es una novedad. Las carreteras rotas y estrechas, personas sentadas en mitad de la nada esperando no se sabe muy bien a qué, burros diminutos tirando de enormes carros cargados de frutas y hortalizas, ciclistas, niños por todos lados, familias enteras en una moto, adelantamientos en curvas, rasantes y línea continua, pueblos con avenidas muy anchas llenas de comercios locales, cafeterías, peluquerías, talleres, bazares, lo que quieras…
Y así, a un ritmo de 80 km/h, vamos avanzando poco a poco y nos adentramos en el Plateu de Rekkam, donde la nada se hace presente, llanuras interminables, cientos de pastores nómadas con sus rebaños de ovejas bajo un sol de justicia, pequeñísimas aldeas que, muchas de ellas ni siquiera están a la vista en estas enormes llanuras y decenas de colegios, aparentemente en mitad de la nada y que posiblemente den servicio a los hijos de los nómadas.


Esta meseta es árida, pedregosa y en esta ocasión está muy muy verde gracias a las abundantes lluvias de hace unas semanas. Hacemos varias paradas para disfrutar del lugar y de la absoluta soledad que nos rodea. Como no vamos por carreteras principales, nos cruzamos con muy pocos coches y no hay nada cerca que podamos calificar como civilización. A media mañana, por un problema técnico del proveedor, nos quedamos sin datos en el teléfono y debemos de guiarnos por mis notas en papel, un mapa michelín de carreteras y la brújula que llevamos instalada en el Land Rover. La brújula fue fundamental, pues en las interminables carreteras al menos éramos conocedores de que íbamos en la dirección correcta, primero hacia el Este y luego al Sur, muy al Sur. Siempre al Sur.

Parada a comer en una llanura sin límites y nos refugiamos en un lateral de nuestro vehículo para cubrirnos del implacable sol. Es en ese momento cuando la tarjeta de datos funciona por unos minutos y nos llega la noticia de que se ha producido un apagón en España y Portugal. La noticia parece irreal y no le damos mucha importancia pues nos da la impresión de que la cosa no va con nosotros. “Si la cosa se pone fea en Europa, nos quedamos por aquí, tu tranquilo”, comento con mi hijo. Nos llega también algún mensaje de la familia y parece que está todo controlado. Controlado dentro del caos en el que se encuentra inmersa la ciudad de Madrid, en la que los semáforos han dejado de funcionar y decenas de miles de personas intentan llegar a sus casas al mismo tiempo. En ese momento me abro una cerveza bien fría por sentirme afortunado de estar donde estoy en ese instante. Me siento libre, muy libre.


Reanudamos viaje saliendo en alguna ocasión a pistas que van paralelas a la carretera. No estamos para perder mucho tiempo, pero no lo podemos evitar. Pasamos por Matarka, pueblo muy decadente, pero de bonito nombre y conseguimos llegar a una desviación en mitad de la nada que nos pone por fin rumbo Sur. Vamos en la dirección correcta, menos mal. Mis notas en papel están siendo fundamentales para guiarnos. Si ya en este día la aventura era atravesar medio Marruecos en soledad, es un aliciente más el hecho de ir guiándonos sin ayuda de tecnología puntera. Es momento de demostrar lo importante que es hoy en día saber guiarse con un mapa de carreteras tradicional y apoyados por una brújula direccional. Con tanta tecnología, uno puede perder el sentido de la orientación, no saber dónde estás ni cómo has llegado a un punto, por lo que hay que mantener siempre vivas las formas tradicionales de orientación y guía.
Pasado el pueblo de Beni Tajite, tras una larga recta, de repente el asfalto se acaba y continua un camino en muy mal estado. Recuerdo en ese preciso instante que Alfredo me informó de que en un momento dado el asfalto de la carretera R601 se acaba y hay que seguir la pista. ¿pista? ¿qué pista? Si acaso camino roto y en muy mal estado. Nos confunde otro Land Rover que iba por delante nuestro el cual gira a la derecha con mucha decisión y por otra pista que al menos a primera vista parece más transitable. Pero no es la dirección correcta pues gira radicalmente al Oeste. Paramos y por intervención divina aparecen unos motoristas franceses a los cuales paro y les pregunto si para ir a Merzouga es por la pista rota. El motorista galo, tras consultar su GPS, confirma la dirección. Y así, es, hay que seguir recto, dirección Sur.
A pocos cientos de metros comienza una empinada subida, muy muy pedregosa que me obliga a meter reductoras para afrontarla con seguridad. Si la subida era mala, la bajada estaba aún en peor estado. Dejo caer el coche en primera reductora, intentando guiar las ruedas por encima de unos enormes pedruscos que podrían rajarnos las ruedas en cuestión de segundos. Comienzo a sudar y sudar. Vaya situación extraordinaria. En mitad de la nada, con muchísimo calor, trialeando con reductoras, incomunicados del resto del mundo y dando lo mejor de mis habilidades 4×4 en esta primera etapa. Y aún quedaban kilómetros de pista, en mejor estado, pero muchos kilómetros.


La dirección era buena y llegamos a asfalto cerca de la localidad de El Rachidia donde nos sorprende unas extensas plantaciones de palmeras, millones de ellas, que el día que estén en plena producción, imagino que harán temblar a otros países productores de dátiles. Las plantaciones se encuentran a ambos lados de la carretera durante kilómetros y kilómetros. Aquí no hay problema de espacio y parece que tampoco de agua pues todo está con sistemas de riego automático.
Paradita para relajarnos, pero breve, pues el tiempo se nos echa encima. Me gustaría llegar con luz a Merzouga. Pasamos por Erfoud y para nuestra desgracia y por equivocación nos internamos de lleno en Rissani, pueblo atestado de gente en sus calles y que tenemos que sortear una y otra vez. Se hace dura la situación con todo lo que llevamos de día. Merzouga está ya a escasos 41 kilómetros. Nos vemos obligados a preguntar a un chico cómo tomar la carretera hacia Merzouga, el cual nos informa correctamente, pero nos entretiene varios minutos para convencernos de que volvamos mañana a este pueblo y que nos puede hacer de guía por el mercado a razón de 4 euros por persona. Con muy buenas palabras conseguimos deshacernos de este tipo y afrontar los pocos kilómetros que nos quedan hasta nuestro destino.

A las 20.30 horas y tras catorce horas de ruta, llegamos a Merzouga y me doy cuenta de todo lo que ha cambiado esta ciudad en diez años. Rotondas, farolas, vehículos 4×4 por todos lados, mucho bullicio en general. Me da casi la sensación de haber entrado en un parque temático.
Seguimos sin datos, por lo que se nos presenta el problema de cómo contactar con nuestros amigos y lo mejor de todo, saber en qué hotel están alojados. Mi único contacto en común con el grupo y Merzouga es el Hotel Azalay (allí nos hemos alojado en varias ocasiones y nos conocen), por lo que entiendo que es ahí donde debo ir. Siguiente problema: ¿dónde está el hotel?
Se nos acerca un tipo ofreciéndonos alojamiento y cuando le cuento que no necesitamos habitación, que buscamos a nuestros amigos y que necesito ir al Hotel Azalay, habla con uno de sus compañeros y nos dice que sigamos su coche para guiarnos hasta el hotel. Todo para conseguir clientes si no encontramos a nuestro equipo o una buena propina. El caso es que nos hicieron un gran favor, eso es verdad.
Llegamos al Hotel Azalay, pregunto por el dueño Yusuf y al verlo, ya con cara desencajada por el cansancio acumulado de estos dos días, le digo “Yusuf, necesito tu ayuda”, obteniendo una esperada y simple respuesta, muy propia de los Hombres Libres del desierto: “¿qué necesitas amigo?”. Me identifico como cliente, creo que me reconoce y además, lo más importante, me identifico como amigo de Alfredo. “Busco a Alfredo, ¿no sabrás dónde está?, pregunto. “Claro que sé dónde está mi amigo Alfredo de Madrid, en el hotel de mi hermano” y me señala una tenue luz verde de una mezquita en una pequeña población cercana a escasos kilómetros.
Ante nuestras muestras de felicidad, Yusuf me da un fuerte abrazo acompañado de dos besos en las mejillas y me dice que nos guía hasta el hotel donde están nuestros compañeros. Aprovecho para despedir a nuestro guía anterior y que tanta ayuda nos ha prestado, dándole una generosa propina. A los pocos minutos aparece Yusuf con su Mitsubishi y me guía varios kilómetros a una velocidad frenética por pistas muy rápidas y polvorientas. La noche ya es cerrada.
Llegamos a nuestro hotel sobre las 21.30 horas donde nuestros amigos celebran nuestra llegada y cenamos una muy buena ensalada de arroz y brochetas de pollo. Estamos muy cansados después de un día tan largo e intenso, por lo que nos retiramos pronto a nuestra habitación. Fernando, a través del wifi del hotel, inicia una actividad frenética con la compañía telefónica a la que le hemos comprado los datos y consigue por fin que todo vuelva a la normalidad.


Gasolinera con bombillitas? Sin comentarios….
Leído y disfrutado. Me hace recordar el dicho este “un viaje de disfruta 3 veces: al soñarlo, al vivirlo y en tu caso al escribirlo “.. Gracias siempre por tus experiencias hechas relato
Muy buena ruta y muy bien preparada.
Un mes muy bueno para andar por esas tierras.
Buenísimo!!!!