Martes 28 de abril. Ruta hacia la Ciudad Perdida. 216 km.
Tras un buen desayuno a base de aceitunas negras, huevos duros, pasteles, mantequilla, zumos y cafés, nos dirigimos al Hotel Azalay para dejar nuestras maletas y pasar aquí nuestra segunda noche en Merzouga. Yusuf solo tiene tres habitaciones, pero para los nueve es suficiente. Esta noche descansaremos todos más juntos y apelotonados de lo habitual, pero son estas situaciones las que hacen grupo y estrechan aún más nuestros lazos de amistad.


Tras unos kilómetros de asfalto, entramos ya en pista y comienza una tormenta de arena que nos impide ver más allá de dos metros. El viento es muy fuerte y es imposible estar en el exterior. A pesar de ello, salgo un rato con mi hijo para disfrutar el momento y sentir en el cuerpo y en pleno directo la violenta tormenta.
Esta tormenta no dura más de veinte minutos y nos permite seguir la marcha. He cedido los mandos a mi aprendiz el cual está disfrutando a tope con las pistas llenas de arena y piedras, llegando al punto máximo en el lecho de un lago seco, totalmente plano, donde intento poner orden cuando alcanzamos los 80 Km/h. rodando en paralelo con nuestros compañeros.



Cuando me pongo yo al volante, me enciendo e inicio un acoso y derribo contra el resto de los compañeros, adelantando por fuera de pista y retando al Freelander manejado por Alfredo y Mario, del cual, como era de esperar, obtuve la desafiante y esperada respuesta, pero no fue posible rebasarlos. Es imposible, nunca lo consigo.
Parada a comer en la Ciudad Perdida donde incluso cae alguna gota. Increíble. El resto de la jornada lo pasamos de ruta por el desierto, con pistas rápidas y siempre con mucho viento. Aprovecho para que mi hijo vaya tomando contacto con el Land Rover y así yo también poder disfrutar del paisaje que nos rodea en mi nueva condición de copiloto.


El día es perfecto y llegamos con las últimas luces al Hotel Azalay donde cenamos de nuevo ensalada de arroz y un guiso de cordero bastante bueno.
Por la noche comparto habitación con Mario y Alfredo, con este último incluso cama (era grande) y fueron muchas las ocasiones en que compartimos ratos de insomnio y mi compañero de cama me preguntaba insistentemente si me molestaba, si se movía mucho, si iba todo bien, etc. Fue todo perfecto y reinó la armonía durante esta fase nocturna.
Los más jóvenes, Alfredo Junior y Fernando, compartieron habitación con dos veteranos, Angel y Víctor, pudiendo disfrutar en primera persona y durante toda la noche de un concierto a dúo de ronquidos perfectamente sincronizados.



Miércoles 29 de abril. Dunas, Pista Citroën y Río de Arena. 159 km
Me levanto pronto y puedo presenciar un bonito amanecer con las dunas de fondo.
De nuevo potente desayuno al más puro estilo marroquí y nos acercamos a las dunas para que Fernando y Alfredo Junior tengan su bautismo de fuego en este duro y difícil terreno. Alfredo J., a los mandos de su moto de 350 cc., se pierde rápido en la inmensidad de las dunas, mientras Fernando, con el Land Rover, realiza sus primeros pasos con Alfredo de copiloto recibiendo y asimilando sabios consejos. Victor y yo, nos quedamos en tierra disfrutando del entorno con relajada conversación y haciendo fotos a los aprendices.
Tras recibir una rápida pero valiosa formación, el maestro Alfredo entiende que Fernando puede afrontar las dunas en solitario, por lo que me subo de copiloto con mi hijo, la verdad que bastante acojonado. Alfredo y Víctor van por delante en el Freelander. Les seguimos a buen ritmo siguiendo las recomendaciones que recibe Fernando por la radio, pero al rato nos quedamos atrapados a media ladera de una duna. Toma los mandos Alfredo y con Fernando de copiloto nos hace a todos una demostración de cómo sacar un Land Rover atrapado en las dunas. Con mucha decisión, mucho valor, muchos deslizamientos, exprimiendo los 165 caballos del Defender y, bajando al fondo de la hoya para tomar potencia y velocidad, consigue finalmente situar el vehículo en zona segura.


De nuevo me subo como copiloto y seguimos tan delicada ruta. No sé quién iba más tenso, si mi hijo Fernando al volante o yo de copiloto. Vaya situación en la que no consigo relajarme ni un instante. Respiro cuando se toma la decisión de dar la vuelta.


En ese momento aparece un Toyota a buen ritmo, conducido por un local, afrontando una enorme duna a media ladera de forma impresionante. Este ejemplo sirve para que el maestro de Fernando, Alfredo, pueda, a gritos, dar una última lección como toque final. “¡Fernando!, ¡Con decisión, eres tú el que lleva el coche, no el coche a ti! ¡Con huevos, con muchos huevos y a buen ritmo!
Arranca el Freelander y a gran velocidad realiza la misma trazada que el Toyota magrebí y nosotros detrás, con la misma decisión y alegría. Afrontamos la duna a media ladera, el coche tiende de manera brusca a deslizarse hacia abajo, pero Fernando, con gran destreza, mantiene la trazada mientras el coche se desliza lateralmente. En ese momento, vi pasar mi vida en segundos, pero me devuelve a la realidad oleadas de arena que me golpea en la cara con fuerza pues llevaba la ventanilla abierta. Nos invade una sensación de euforia y adrenalina y desde ese momento, Fernando entiende cómo conducir por las dunas, desplazándonos a buena velocidad, corrigiendo las trazadas y demostrando una valía que, desde luego, en este terreno, de mí no lo ha heredado. Desde ese momento, los dos disfrutamos con confianza los kilómetros de dunas que teníamos por delante. Nunca lo habría imaginado.
Tras esta estresante experiencia, creo que debo dar por finalizada la formación en conducción 4×4 que ha estado recibiendo mi hijo desde hace ya varios años y cada vez que hacemos alguna ruta. En el camino de ida hacia las dunas conducía un aprendiz, pero a la vuelta, conducía alguien con experiencia, decisión y mucho control de la situación, cualidades que se mantuvieron el resto del viaje, conduciendo con destreza y seguridad por los terrenos más complicados.


Ya todos juntos, nos desplazamos por carretera hasta Erfoud, donde iniciamos una bonita ruta por la llamada “Pista Citroën” y que nos llevará hasta las inmediaciones de Bounif.
A los pocos kilómetros paramos en una especie de bar en mitad de la nada, donde compramos alguna bebida fría y se nos permite comer de nuestras viandas al refugio de un porche pues el tiempo está algo complicado con muchísimo viento y mucho polvo en el ambiente. Aprovechamos también para comprar algunos recuerdos y un pañuelo para que Fernando se proteja del viento, el sol y la arena. Cuando nos vamos de este lugar, aparece una caravana de unos 20 coches, todos ellos portugueses. Esta pista es muy concurrida y el del bar lo sabe perfectamente. Si no, esta ubicación para un negocio no tendría explicación alguna.
A los pocos kilómetros nos cruzamos con dos vehículos franceses pidiendo ayuda mecánica, pues su Land Rover Discovery parece que se ha quedado sin potencia. “No power”. Interviene por supuesto nuestro maestro Alfredo y tras unos minutos hurgando en las tripas del Discovery saca un grueso cable de unos 20 centímetros y le dice al francés, que eso sobra y que pruebe a ver si va mejor. La cara del francés es de gran sorpresa, la mía también, pues yo creo que lo último que se imaginaba era que sobrara algún tipo de pieza a su vehículo. Arranca, unos metros para delante, unos metros para atrás y baja con una sonrisa radiante, indicando que el coche ya va bien y le da un gran abrazo a nuestro maestro.
El tiempo no da tregua y parece que empeora pues el viento es infernal e imposible de no masticar polvo. La pista Citroën es mágica pero no muy cómoda por la cantidad de piedras que tiene. El coche vibra y vibra y parece que se va a descoyuntar.




A media tarde llega unos de los mejores momentos de conducción, pues nos metemos a un río de arena. Estos ríos de arena son ríos anchos y secos y se circula por lo que es el fondo del lecho. Mucha, mucha arena, en este caso y pocas piedras. Puedes alcanzar altas velocidades con cierta seguridad y la conducción es muy muy divertida. Aprovechamos para hacer videos y poner a prueba la potencia del Defender que es mucha. Mi hijo Fernando se estrena en este terreno y disfruta de lo lindo. Tenemos que compartir estos momentos y nos turnamos en la conducción.
El Ligero de Javier rompe la dirección en pleno río y da un brusco quiebro de 90 grados sin consecuencia alguna. Realmente ha sido uno de los mejores lugares para partir la dirección y tanto Javier como su copiloto Carmen, se llevan un pequeño susto. La experiencia de Javier a los mandos de su Ligero y la experiencia de Carmen como copiloto ayudaron sin duda alguna a saber hacerse con esta delicada situación. Se desmonta en un momento la barra de dirección y se van al cercano pueblo de Bounif donde la sueldan sin problema alguno. Al poco tiempo la dirección queda arreglada y perfecta. Alucinante.


En una curva del río donde hay unas enormes paredes de roca de color rojo preparamos nuestra zona de acampada y disfrutamos de una bonita puesta de sol. En el momento de plantar las tiendas el viento es muy fuerte y hay que fijar bien la tienda con piedras pues en la arena las piquetas no quedan muy fijas. Al irse el sol, el viento deja de soplar, permitiendo tener una velada muy agradable y poder cocinar a la piedra unos 5 kilos de filetes de vaca que ha traído Alfredo. Exquisito.
Como teníamos previsto dormir al raso, únicamente traje un colchón para dormir. Para no tener que pelearnos sobre quien utilizará el colchón, me solidarizo con Fernando y dormimos los dos sobre la blanda arena. La noche es dura tanto para Fernando como para mí, pues si bien la arena parece blandita cuando andas sobre ella, acaba convirtiéndose en una dura e incómoda superficie.




Jueves 30 de abril. Ruta del Ferrocarril 390 km
Tras un buen desayuno, recogemos nuestro campamento y realizamos los últimos kilómetros del río de arena. Sin duda alguna, una de las mejores formas de iniciar la jornada. Tengo las caderas algo molestas y lesionadas por la dureza de la noche, pero si no me las toco puedo funcionar con normalidad. Llegamos al pueblo de Bounif y nos desplazamos por carretera hasta Bouarfa, no sin antes pasar por uno de los cientos de controles policiales de carretera donde esta vez sí nos paran para el control de pasaportes. El policía es un chaval muy joven, muy amable y además habla algo de español.
En Bouarfa hacemos parada a comer en un sitio de pollos asados, bastante bueno, por cierto, que acompañamos con patatas fritas y un plato para todos de unas alubias muy tiernas y bien cocinadas.

Por la tarde iniciamos ruta por pista hacia Tendara y recientemente descubierta por nuestro compañero Angel en su último viaje. Para enlazar con la ruta prevista, es necesario ir unos kilómetros por una antigua línea férrea hoy abandonada. Primero hay que pasar por un puente de tremenda altura y después seguir el trazado férreo que está construido sobre un terraplén, también a gran altura. Son pocos kilómetros, pero la situación es angustiosa. El paso es muy muy estrecho, cabe el coche y poco más. En mitad del puente paramos pues hay que maniobrar para sortear unos raíles abandonados y me invade una sensación de vértigo que me impide continuar al volante. Toma los mandos Fernando, perdón, D. Fernando, sortea con precisión los raíles siguiendo las indicaciones de nuestros compañeros y continua por la estrecha senda con total seguridad, mientras, yo, de copiloto, evito angustiado mirar a los laterales y valoro muy positivamente la buena preparación que ha tenido durante años el que ejerce ahora de piloto.


Esta línea férrea abandonada tiene una curiosa historia que no puedo dejar de contar de forma resumida: Debemos retroceder hasta comienzos del siglo XX en el que gran parte del territorio de Marruecos pertenecía al Protectorado francés. El territorio de Bouarfa está muy vinculado al proyecto del ferrocarril Transahariano y a las minas de carbón, hierro y manganeso de esta zona. Los franceses convirtieron Bouarfa en un importante centro de industria minera iniciando su explotación en el año 1913. Este ferrocarril unía los centros mineros con los puertos del Mediterráneo. En el año 1941, la Francia de Vichy, sometida por los Nazis, construyó una serie de campamentos en Bouarfa que sirvieron como campos de trabajos forzados y de disciplina para prisioneros políticos y judíos. Este de Bouarfa se abrió como campo de internamiento para prisioneros republicanos españoles tras nuestra Guerra Civil, siendo obligados a trabajar en el proyecto de construcción del Transahariano, en concreto en el tramo entre Bouarfa y Kenadsa (Argelia). Fueron unos 700 españoles obligados a trabajar en este campamento en condiciones infrahumanas, mal alimentados, en sucios barracones y a base de castigos, torturas y asesinatos. Algunos de nuestros compatriotas lograron escapar, pero otros muchos perdieron allí la vida, permaneciendo aún sus cuerpos en algún olvidado cementerio en mitad del desierto. Las tropas aliadas pusieron punto final a estos campos de trabajos forzados en abril de 1943.

Superado este angustioso tramo, ponemos rumbo a las dunas de Tendara a través de un paisaje espectacular, muy arenoso y con muchísima vegetación, incluso con flores, fruto de las últimas lluvias. El lugar nos recuerda a las grandes sabanas africanas que vemos en los documentales de televisión. Nuestra compañera Carmen ratifica este extremo pues ella ha estado recientemente de viaje por las interminables sabanas del África Negra. Este tramo de pista, de muchas decenas de kilómetros, es muy rápido y mi piloto da rienda suelta a su instinto, pone de manifiesto lo mejor de su conducción y exprime el Land Rover al máximo. Una maravilla. Me limito a disfrutar de la conducción de Fernando y a disfrutar del paisaje.


Con las últimas luces, volvemos a montar el campamento y de nuevo afianzamos las tiendas con grandes piedras porque el viento sopla con fuerza. Con mucha fuerza. Por la noche, el viento no para e incluso llueve. El suelo es arenoso y blando y decido por fin utilizar mi colchón y que Fernando duerma sobre la blanda arena pues seguro que lo lleva mejor por simple cuestión de juventud. El colchón debe estar ya pasado pues vuelvo a dormir sobre una superficie dura, muy dura. Pero sarna con gusto no pica.





Estupendo viaje y muy bien narrado.
He disfrutado mucho leyendo vuestra aventura.
Seguimos disfrutando de este viaje tan especial…
Marruecos Capítulo 3: y ahora sin poder moverte y con fisio para recuperar!!!!
Abrazo